El amor en tiempos neoliberales:
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El amor en tiempos neoliberales:

apuntes críticos sobre la novela rosa contemporánea

Nattie Golubov

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El amor en tiempos neoliberales:

apuntes críticos sobre la novela rosa contemporánea

Nattie Golubov

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"En mi opinión, este tipo de literatura —al igual que los bestsellers— ofrece "fotografías de la época" (Sutherland, 2007: 3). Esto es, son documentos representativos en el sentido de que "congelan, vívidamente, su momento histórico" (Sutherland, 3) porque registran y dramatizan la cultura, las preocupaciones, ansiedades, deseos, fantasías, valores, expectativas, identidades de su contexto socio-histórico inmediato, y, por eso mismo, con frecuencia nos parecen demodé a pocos años de su publicación. Aunque las novelas rosas, en su mayoría, no llegan a ser bestsellers mencionados en las listas de los periódicos como el New York Times, son igualmente efímeras, rasgo que no preocupa a las escritoras y lectoras porque la permanencia es un criterio aplicable a la "alta" literatura. Por el contrario, "el último acto de desafío feminista por parte de las escritoras de novela rosa es que les tiene sin cuidado que el establishment literario las respete" (Summers, 2014)..."Además de analizar los elementos formales constitutivos del género, en este libro quiero demostrar que se trata de un género popular mucho más diverso y complejo de lo que suele suponerse. Aunque no soy fan de las novelas, he leído una buena cantidad de todos los subgéneros para redactar el libro y me ha sorprendido tanto su calidad como su variedad. En su mayoría son muy entretenidas porque la voz narrativa suele ser un tanto irónica, al igual que los personajes, y aunque también hay una gran cantidad de novelas que, francamente, son muy malas, me he guiado por las opiniones de las lectoras que sí son aficionadas y no me he equivocado: son las mejores críticas del género. Por último, quisiera que el libro sea una invitación a la apreciación justa del género que evite el tono de desprecio que acompaña a sus detractores. No se trata de un género ideológicamente conservador, también es innovador, porque si no lo fuera habría desaparecido".

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Información

Año
2017
ISBN
9786078450893
El amor está tan reglamentado como cualquier sustancia que proporcione placer.
Aun cuando no dudemos un segundo que amamos como mejor nos parece,
con la libertad de un pájaro o una mariposa, hay un compendio infinito
de doctrinas sociales que nos dice qué es el amor
y lo que debemos hacer con él, cómo y cuándo.
La lista de sugerencias para amar de manera atinada
es tan inconmensurable como restrictivo el inventario
de sanciones a todo lo que se le impone.
Laura Kipnis, Contra el amor (Against Love)
1. Cifras
El 14 de marzo de 2016, en Culver City, California, fue inaugurada The Ripped Bodice (El Corpiño Rasgado), la segunda librería en el mundo dedicada exclusivamente a la venta de novelas rosas.1 El nombre de la tienda hace referencia irónica al subgénero de la novela rosa histórica, identificable porque las portadas muestran la escena de un héroe que, consumido por la pasión, agresivamente despoja a la irresistible heroína de su corpiño. Es juguetón el nombre porque remite a la vieja escuela de la novela rosa, cuya obra representativa es The Flame and the Flower (La llama y la flor, 1972), de Kathleen E. Woodiwiss. Aunque esta escena aparece todavía en muchas portadas de novelas de hoy en día, el hecho es que a partir de la década de los años 80 este tipo de imágenes han sido reemplazadas por una más apropiada para ilustrar obras pertenecientes a la nueva escuela, New Skool (Nueva Eskuela) en la jerga de la comunidad, cuyas características incluyen héroes con una sexualidad menos agresiva que antes y cuya interioridad conocemos, heroínas de mayor edad, ahora con un papel más activo en la trama, con frecuencia independientes económica, emocional y sexualmente. Las dueñas de la librería, lectoras tan aficionadas al género que una de ellas escribió su tesis de maestría sobre él, describen su negocio como un “espacio para mujeres” (Weber, 2016) que pretende alentar la creatividad femenina. Una clienta recomienda el lugar modificando la primera oración de Orgullo y prejucio (Pride and Prejudice, 1813), de Jane Austen, considerada la novela rosa por excelencia por las aficionadas: “Es una verdad universalmente reconocida que una dama soltera (o lo contrario) poseedora de un corazón romántico, necesita esta librería” (Chelsea M., 2016).2 La novela rosa, sin duda, es un género literario orgullosamente femenino.
Aunque podría parecer un hecho nimio en un momento histórico en el que, en el mundo anglosajón, se ha experimentado un inesperado auge en la apertura de nuevas librerías independientes (no obstante la popularidad de los lectores electrónicos que empezó hace una década y revolucionó la forma en la que compramos y leemos libros), esta inauguración sugiere que hay suficiente demanda por parte de una comunidad identificable de lectoras tan numerosa y económicamente viable para que sea un negocio lucrativo. Me atrevería a aseverar, incluso, que, como la librería, la industria de la novela rosa es el centro de una verdadera “comunidad de convergencia” (Jenkins), porque todas las personas involucradas en la creación, circulación y consumo de las novelas interactúan constantemente en persona o en línea, en talleres o eventos promocionales, convenciones y retiros. Este espacio de convergencia se conoce como Romancelandia, “el terreno en el que las escritoras y lectoras de novela rosa viven y juegan” (Roach, 2016: 41).
Las cifras del género son impactantes. Entre 2010 y 2015, en el Reino Unido se vendieron 39.8 millones de ejemplares impresos de novelas rosas, sumando un total de 178.09 millones de libras (K. S. C., 2016). Otra fuente indica que de los diez millones de libros que se venden anualmente en ese país, siete millones son novelas rosas (Terrero, 2014). La directora del documental Love between the Covers (Amor entre cubiertas) afirma que la novela rosa vende más de un billón de dólares anuales, más que la ciencia ficción, la novela detectivesca y la fantasía combinadas. Alrededor de 70 millones de personas en los Estados Unidos leen al menos una novela por año aunque en su mayoría leen muchas más. Desde la década de los años 90, el espectro del género ha proliferado (Kahn, 2015) para responder a públicos estadounidenses específicos como la comunidad amish o afroestadounidense, lésbica, BDSM o de la diáspora del sudeste asiático. De hecho, los subgéneros con mayores ventas en el formato de libro electrónico son híbridos: la novela rosa de ciencia ficción, histórica, fantasía, western y de suspenso (Parade, 2016). En 2008, se publicaron 7 311 títulos (Romance Writers of Australia, s.f.). Cuatro de los doce escritores con mayores ingresos a nivel mundial son autoras de novela rosa: E. L. James, Danielle Steele, Janet Evanovich y Nora Roberts (Roach, 2016: 145). La obra de Nora Roberts —la “rockstar del género”— ha sido traducida a 33 idiomas y se vende globalmente; una sola empresa, Harlequin, publica más de 100 títulos al mes en 34 idiomas y distribuye en 110 mercados internacionales en seis continentes.
Datos acerca de las lectoras demuestran que no se trata de un grupo de crédulas solteronas y amas de casa aburridas, sino de mujeres educadas con edades entre los 25 y los 54, aunque el auge que recientemente ha merecido el subgénero juvenil sin duda reduciría el promedio de edad. Las clientas de la librería y las aficionadas al género obviamente tienen el interés, el dinero y el tiempo de ocio necesarios para seleccionar, comprar, leer e incluso comentar las novelas en distintos foros, y es tan abundante la producción que amerita un espacio comercial propio o una sección propia en las grandes librerías, aunque los puntos de venta físicos más comunes suelen ser las cadenas de librerías y algunos supermercados. Se estima que las lectoras más aficionadas compran al menos un libro nuevo por semana, mientras que el 6% compra más de uno. Ante esta evidencia, es casi inexplicable que todavía se estigmaticen tanto el género como sus lectoras y escritoras, aunque éstas ya no tengan reparos en defender el placer de la lectura. Hace no mucho tiempo, a juzgar por la intensidad de las discusiones disponibles en Internet, las lectoras con frecuencia padecían reader shaming (vergüenza lectora): se sentían avergonzadas de que las vieran leyendo un género universalmente despreciado, su mala reputación reforzada por las portadas que impúdicamente declaran su tema. En opinión de SB Sarah, autora del famoso blog Smart Bitches, Trashy Books, el éxito de los libros electrónicos es que dan a sus lectoras privacidad en público, y ya no se sienten expuestas a las miradas desdeñosas y compasivas de las personas que no conocen el género. Pero hoy en día las lectoras se lanzan públicamente a la defensa de su género literario predilecto y junto con la crítica más favorable argumentan que se trata de un espacio imaginario en el que las mujeres “pueden explorar sus identidades de género, deseos sociales y emocionales, y expectativas de la vida” (Stacey y Pearce, 1995: 13).
De acuerdo con cifras publicadas por Nielsen (2016), en Estados Unidos, país con el mayor mercado para este género, 84% del público lector son mujeres, 81% blancas, 6% hispanas, 7% afroestadunidenses. Encuentran las novelas en las tiendas, la televisión, la página web de la autora; 39% de las lectoras usan una tableta para leer, 30% usan lector electrónico, y su porción de toda la literatura ficcional en 2015 fue del 29% (una quinta parte de todo el mercado de literatura para adultos), aproximadamente 1.1 billones de dólares en 2013. Es, sin lugar a dudas, el género literario con mayor venta en Estados Unidos. Por lo general, en los medios de comunicación y la crítica más condenatoria, se asocian las novelas con la editorial Harlequin, empresa canadiense que dominó el mercado durante décadas pero que ahora compite con editoriales como Random House, Kensington, Avon, Bantam/Dell, Dorchester, Warner, y las editoriales especializadas lésbicas y gay, o eróticas como Ellora’s Cave. Pero se trata de un mundo editorial complejo, altamente competitivo, diverso, multimillonario y cambiante.
Éste no es un detalle menor para el análisis literario porque además de la dimensión económica, prácticamente todas las novelas que se distribuyen globalmente están escritas en Estados Unidos o en Inglaterra, en menor medida en Australia, aunque ya hay unas cuantas escritoras locales como las indias (Kumar, 2014) y sudafricanas, además de españolas y latinoamericanas (Cantara, 2011). La Romance Writers Association ofrece una beca para el estudio académico del género. En 2009, se estableció la International Association for the Study of Popular Romance, así como la revista académica electrónica Journal of Popular Romance Studies. El Nora Roberts Center for American Romance, en McDaniel College, financiado por Nora Roberts (Roach, 2016: 7), apoya la investigación académica sobre el género bajo la dirección de Pamela Regis. La extensión de la distribución abona a la idea de que el amor es una “preocupación femenina universal, el amor romántico un fenómeno transhistórico y transcultural” cuando, de hecho, surge de una tradición occidental (Jackson, 1995: 51). No hay que olvidar que el género es culturalmente específico: veremos algunos de los elementos narrativos que son claramente estadounidenses, y otros como la presencia de la ética protestante o la aceptación incuestionable de la blancura como norma corporal y la consecuente racialización estereotipada de cualquier extranjero, desde los jeques árabes hasta los jefes de la mafia italianos o rusos (Bratva romance), con frecuencia representada como oposición entre la oscuridad y la luz. En Abandonada a tus caricias (Lord of Scoundrels, 1995), novela histórica que examinaré más adelante, el héroe hereda de su madre italiana una tez morena que él repudia, incluso se describe a sí mismo como Belcebú, “oscuro y duro” por dentro y por fuera; en contraste, la heroína, proveniente de larga estirpe inglesa, tiene “un rostro inmaculado de blanca porcelana” (Chase, 1995:47).
Así como el amor es un sentimiento históricamente codificado, lo son también la felicidad y las demás emociones que la novela rosa explora (el odio, el resentimiento, los celos, la envidia, el desengaño, el miedo, el desamor). Es esto lo que vamos a interrogar en la sección sobre novela rosa contemporánea, subgénero en el que la dinámica de la relación amorosa, así como la felicidad que ésta promete, están claramente marcadas por una subjetividad neoliberal que anhela un retraimiento a la familia como lugar de cobijo y permanencia en un mundo que se percibe amenazado, peligroso e incierto. Catherine Roach (2016) incluso ha sugerido que “el relato del romance es el texto guía que ofrece la cultura contemporánea americana y la cultura del occidente moderno acerca de cómo (deben) relacionarse hombres y mujeres. Encuentra tu único verdadero amor —tu único y verdadero amor— y vive feliz para siempre” (3). Los bestsellers son “inextricablemente ‘de’ su periodo” (Sutherland, 2007: 3) y las novelas rosas, incluso aquellas que no aparecen en las listas de los bestsellers, también son de su tiempo.
En mi opinión, este tipo de literatura —al igual que los bestsellers— ofrece “fotografías de la época” (Sutherland, 2007: 3). Esto es, son documentos representativos en el sentido de que “congelan, vívidamente, su momento histórico” (Sutherland, 3) porque registran y dramatizan la cultura, las preocupaciones, ansiedades, deseos, fantasías, valores, expectativas, identidades de su contexto socio-histórico inmediato, y, por eso mismo, con frecuencia nos parecen demodé a pocos años de su publicación. Aunque las novelas rosas, en su mayoría, no llegan a ser bestsellers mencionados en las listas de los periódicos como el New York Times, son igualmente efímeras, rasgo que no preocupa a las escritoras y lectoras porque la permanencia es un criterio aplicable a la “alta” literatura. Por el contrario, “el último acto de desafío feminista por parte de las escritoras de novela rosa es que les tiene sin cuidado que el establishment literario las respete” (Summers, 2014). Me parece, entonces, que la novela rosa, por su misma fugacidad, es una fuente cultural rica para el análisis de las representaciones culturales de las mujeres y el amor romántico en la actualidad; tan sólo por eso amerita que se estudie en la academia.
Irónicamente, el éxito comercial del género es evidencia de su “bajeza”. Adolfo Torrecillas (2012), por ejemplo, lo usa como punto de partida para su reflexión, señalando desde un inicio que se trata de un “negocio interplanetario” cuyas lectoras “buscan en la literatura entretenimiento y evasión” (a diferencia de los lectores de otros géneros que, supongo, buscan instrucción y crítica), y “la novela rosa proporciona esos deseos con la creación de un mundo que contiene los ingredientes básicos y clásicos, en clave femenina, para alcanzar, con mucho idealismo, la anhelada felicidad” (78). Es tan evidente el sesgo sexista del crítico que no requiere comentario: pero en su opinión, dado que las lectoras evidentemente son fáciles de manipular y engañar por la industria editorial que “demuestra el olfato comercial de las editoriales para vender, como sea, el fracaso de la crítica literaria (que no ha puesto en su sitio fenómenos de este tipo, pura subliteratura) y la superficialidad intelectual de muchos lectores y lectoras, que en su afán de buscar solamente entretenimiento al por mayor de leer lo que lee todo el mundo, acceden únicamente a productos literarios muy simples, de escasa calidad literaria y sociológicamente previsibles, y mandan así a las editoriales más comerciales el mensaje de que éstos son los libros que hay que editar para vender” (79). Como tantos otros críticos del género, Torrecillas formula generalizaciones y juicios a partir de un corpus muy limitado de novelas (dos, para ser precisa), y además confunde la chick lit con la novela rosa pese a que son claramente diferentes, probablemente porque las dos relatan “sin tapujos sobre los vai...

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