Educar para sanar
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Educar para sanar

Ciencia y conciencia del nuevo Paradigma Educativo

Jorge Benito, Cristian Simón

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Ciencia y conciencia del nuevo Paradigma Educativo

Jorge Benito, Cristian Simón

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Tenemos una profunda deuda con la infancia. Nuestro insensible sistema les ha robado a los niños el derecho de ser niños, y la educación participa infamemente en este proceso de adoctrinamiento carente de ética, moral y humanidad. Solo un ser humano libre, creativo, consciente, bello y esplendoroso, puede poner en movimiento las fuerzas que nos traerán el cambio. Afortunadamente, tanto los nuevos enfoques científicos como las llamadas pedagogías alternativas están hallando respuestas revolucionarias que apuntan hacia una misma dirección: es aquello que nos emociona lo que enciende los mecanismos biológicos del aprendizaje, permitiendo que aflore en el alma humana una voluntad de desarrollo íntegro y un interés genuino por el mundo y su sentido. Esta obra de lectura amena y fácil comprensión, está especialmente indicada para individuos, familias y docentes que buscan el desarrollo de una nueva ciencia y conciencia educativa a través de la siembra de semillas de conocimiento y amor en los líderes del futuro. "Nuestro mayor objetivo ha de ser desarrollar seres humanos libres que sean capaces por ellos mismos de impartir propósito y dirección a sus vidas." - RUDOLF STEINER

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Información

Año
2016
ISBN
9788468682488
Categoría
Pedagogía
Segunda parte. Ciencia y conciencia del nuevo paradigma educativo
Los seres humanos nos hallamos en un estado de condicionamiento que gobierna nuestra forma de percibir la realidad. Nuestra mente condicionada surge como resultado de una fuerte influencia externa: al menos un 95% del tiempo desconocemos las razones de nuestros comportamientos, nuestras fijaciones mentales, nuestros sentimientos, nuestras sensaciones, nuestras elecciones, nuestras acciones…
Cada sociedad y cultura posee una identidad programada, patrones fijos e ideas acerca del significado del mundo y cómo las cosas funcionan. Cada miembro de la sociedad participa –consciente o inconscientemente- de este proceso de condicionamiento mental, reforzado principalmente por familia, sociedad y cultura. Como individuos, a pesar de poseer nuestros propios pensamientos, sentimientos y patrones independientes, no hacemos sino reflejar las expectativas de nuestro entorno, a pesar de que este condicionamiento limite nuestra capacidad de medrar.
Los patrones mentales, resultado de este proceso de condicionamiento biopsicosocial, son altamente influyentes. Creemos que son la única verdad, parte de nuestra identidad, y nos negamos a considerar la existencia de otras posibilidades. Nos negamos a reconocer que nuestro comportamiento es el resultado de este condicionamiento, que poseemos patrones mentales, entregándole a esta programación mental el poder de dirigir inconscientemente nuestra realidad.
¿De dónde vienen estos programas? ¿Cómo nos son transmitidos? ¿Cómo se instalan y se refuerzan? ¿Qué consecuencias tienen a nivel mental, orgánico y conductual? ¿Qué dice la ciencia? ¿Qué podemos hacer nosotros ante su imponente y formidable empuje?
Capítulo 5. Estructura y biología de la creencia: la conciencia de nuestra percepción
“Tanto si piensas que puedes, como si piensas que no puedes, estás en lo cierto.”
-Henry Ford
Como ya vimos en el capítulo dedicado al primer septenio, en esta etapa de su desarrollo los niños funcionan sobre todo desde el subconsciente: apenas censuran o juzgan la información que reciben desde el mundo exterior. Con el paso de los años, los niños van consolidando sus redes sinápticas, instaurándose así los filtros inconscientes y la censura que acompañan al proceso de programación o condicionamiento. Recordemos que este proceso responde a una necesidad biológica de supervivencia. Al programarse las creencias y los patrones conductuales, la progenie estará más adaptada al contexto específico al que llega. Sin embargo, esta estrategia de la naturaleza queda obsoleta muy rápidamente. Las mismas creencias y patrones conductuales que en la niñez nos resultaron útiles y nos conferían un sentido de protección, pueden constituir enormes obstáculos en la vida adulta. De ahí la importancia de que tomemos conciencia del momento y la forma en que se instalan las creencias, y de cómo estas determinan el futuro del niño. Una intervención temprana en la detección de las creencias que los niños están recibiendo de su entorno permitiría tomar las medidas necesarias para fortalecer las creencias potenciadoras y transformar las negativas o limitantes.
Creer es crear
Las creencias son afirmaciones, pensamientos, juicios e ideas sobre nosotros mismos, sobre la gente de nuestro entorno, el mundo que nos rodea y su funcionamiento. Nuestras creencias filtran lo que captamos a través de nuestro sistema sensorial, de manera que determinan el significado que asociamos a cada vivencia en particular a pesar de que esta nos parezca insustancial. Las creencias ejercen un gran impacto sobre la manera en que nos comportamos y sobre los resultados que obtenemos en base a nuestro comportamiento: actúan como “profecías de necesario cumplimiento”. Ya sean limitantes o potenciadoras, nuestras creencias determinan nuestros actos, y nuestros actos verifican y refuerzan las creencias en un bucle que se retroalimenta a sí mismo. Con el paso del tiempo, las creencias se arraigan cada vez con más fuerza y progresivamente se nos antojan más reales.
Para continuar profundizando en el papel que las creencias desempeñan en la forma en que interpretamos nuestro mundo es necesario que precisemos los conceptos de leyes, supersticiones y creencias. Las leyes son verdades absolutas, hechos científicamente demostrados, por ejemplo, “el agua hierve a 100 grados centígrados”. Las leyes carecen de excepciones y siempre son válidas las condiciones en que se aplican. Por otro lado, las supersticiones tienen un valor de ley para las personas que las albergan: “no hay que pasar por debajo de una escalera ya que trae mala suerte”, “cruzarse con un gato negro es señal de mal agüero”, etc. Las personas que albergan este tipo de supersticiones son conscientes de que no constituyen leyes, sino que se tratan de creencias (de índole personal, familiar o cultural) que limitan su conducta. Las supersticiones, al igual que las creencias, están asociadas a una función psicológica concreta y expresan (de forma simbólica o metafórica) prohibiciones o límites que deben respetarse para mantener el equilibrio personal y social. Así pues, de acuerdo con los conceptos expuestos, podemos definir una creencia como una superstición inconsciente a la que se le suele atribuir el valor de una ley. Las creencias operan al nivel de la estructura profunda e influyen sobre la estructura superficial de nuestros pensamientos y comportamientos. Aunque somos conscientes de muchas de nuestras creencias, en general nuestras creencias más arraigadas e influyentes operan fuera de nuestra percepción consciente. Hay algunas creencias que vemos como verdades absolutas y que nunca cuestionamos: “así son las cosas”, “yo soy así”. Un cambio de creencias puede generar un gran cambio en la forma en que vivimos nuestras vidas y en los comportamientos que manifestamos.
Las creencias también pueden tener un efecto muy significativo sobre nuestra salud, concretamente sobre el famoso “efecto placebo”. En numerosos estudios clínicos se ha determinado que un porcentaje estadísticamente significativo de pacientes responden a los placebos (sustancias inactivas) igual o mejor que los pacientes que reciben el fármaco activo. ¿Por qué? Sencillamente porque creen que va a funcionar. Tal puede ser la fuerza de una creencia. Una vez que creemos en algo, tendemos a ignorar las evidencias en contra y aceptamos sólo aquella información que refuerza tal creencia.
Estructura de las creencias
También podemos definir las creencias como un vínculo arbitrariamente establecido entre dos objetos concretos o abstractos. La naturaleza de este vínculo es de igualdad o de implicación/causalidad. Si bien esta estructura se mantiene fija, el contenido de las creencias es ilimitado.
En la creencia “yo soy un incompetente” se observa la estructura de igualdad, donde “Yo = incompetente” (X = Y). En esta creencia se crea un vínculo de igualdad entre la identidad de la persona y sus capacidades. Si, por otro lado, tomamos la creencia “solo se gana dinero trabajando duro”, podemos apreciar que en este caso existe un vínculo de dependencia o causalidad: ganar dinero implica trabajar duro (Si X, entonces Y).
¿Cómo se forman las creenc...

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