Los principios de la agroecología
Las auténticas raíces de la agroecología se encuentran en la racionalidad de la agricultura indígena y campesina que sigue siendo mayoritaria en muchos lugares del mundo (Altieri 1995). Para las personas agroecólogas, el punto de partida en el desarrollo de nuevos sistemas agrícolas estriba en los propios sistemas que las campesinas y campesinos tradicionales han heredado o que han ido desarrollando durante siglos (Altieri 2004a). Estos sistemas agrícolas complejos, adaptados a las particularidades locales, han permitido a los pequeños agricultores apropiarse de entornos difíciles de manera sostenible y asegurarse sus necesidades básicas sin depender de la mecanización, los fertilizantes químicos, los pesticidas u otras tecnologías de la agronomía moderna (Denevan 1995). Las campesinos y campesinas tradicionales, guiados por su sutil conocimiento de la naturaleza, han ido conformando pequeñas fincas biológica y genéticamente diversas con la robustez y resiliencia necesarias para adaptarse rápidamente al clima cambiante, a las plagas y enfermedades y, más recientemente, a la globalización, a la penetración tecnológica y a otras tendencias actuales (Toledo y Barrera 2009; Ford y Nigh 2015). Aunque muchos de estos sistemas hayan desaparecido, la presencia tenaz de millones de hectáreas manejadas a la usanza antigua y tradicional, en forma de campos elevados, terrazas, policultivos, sistemas agroforestales, sistemas integrados arroz-patos-peces, etc., son testimonio de estrategias agrícolas indígenas exitosas que constituyen un tributo al “ingenio” de las campesinas y campesinos tradicionales. Tales microcosmos suponen un legado que ofrece modelos para una nueva agricultura, ya que promueven la biodiversidad y rinden sin insumos externos, proporcionando cosechas todo el año aun en contextos de variabilidad climática.
Algunas científicas y científicos occidentales ya han comenzado a reconocer el valor de las prácticas indígenas de uso de la tierra y de su papel fundamental en la adaptación al cambio climático, así como en el aprovisionamiento de agua, alimentos y energía para las ciudades (De Walt 1994). Muchos agroecólogos sostienen que los sistemas de conocimiento indígenas pueden facilitar una adaptación rápida a crisis complejas y urgentes, así como inspirar los nuevos modelos de agricultura que la humanidad necesita en esta era de degradación de los ecosistemas y cambio climático. Las virtudes de los agroecosistemas tradicionales, en los que la sostenibilidad y la resiliencia son propiedades emergentes de estos complejos modelos ecológicos, conforman un valioso recurso para que los agroecólogos puedan entender el funcionamiento de estos agroecosistemas complejos, y por ende identificar principios clave útiles para diseñar nuevos agroecosistemas (Altieri 2002).
La agroecología combina los sistemas de conocimiento indígenas tradicionales sobre los suelos, las plantas, etc. con las disciplinas procedentes de la ciencia moderna ecológica y agronómica. Al promoverse un diálogo de saberes e integrar elementos de las ciencias occidentales y las etnociencias locales, van surgiendo una serie de principios que, de aplicarse a una región en concreto, tomarán diferentes formas tecnológicas, dependiendo del contexto socioeconómico, cultural y medioambiental (Gráfico 1). La agroecología no se basa en recetas técnicas, sino en principios; por eso mismo no se trata de una agricultura de insumos, sino de procesos. Para que las tecnologías derivadas de la aplicación de los principios estén en consonancia con las necesidades y circunstancias de las familias campesinas, el proceso de generación tecnológica debería ser el resultado de un proceso de investigación participativo liderado por las campesinas y campesinos en el transcurso de los cuales tanto campesinos o agricultores como investigadores tengan voz en el planteamiento del diseño y los interrogantes, y también en el desarrollo y la evaluación de los experimentos de campo.
Gráfico 1
Principios de la agroecología
Rasgos agroecológicos de los sistemas agrícolas tradicionales
Los sistemas agrícolas tradicionales se han ido conformando durante siglos a partir de una coevolución cultural y biológica, y representan la experiencia acumulada de las campesinas y campesinos en su interacción con el medio ambiente, sin contar ni con insumos externos, ni con capitales, ni con el denominado saber científico. Haciendo uso de una autonomía ingeniosa, de un saber vivencial y de unos recursos cercanos, los campesinos han creado sistemas agrícolas sobre la base de una diversidad de cultivos, de árboles y de animales en el espacio y en el tiempo, lo que les ha permitido maximizar la seguridad de las cosechas en condiciones marginales y variables, y con tierra y recursos limitados (Wilken 1987). Estos sistemas se han desarrollado partiendo de un conocimiento basado no solo en la observación, sino también en el aprendizaje experimental. Este enfoque se ve a las claras en la selección y obtención campesina de variedades de semillas locales, y en la experimentación de nuevos métodos de cultivo para superar determinados obstáculos biológicos. La mayoría de los agricultores tradicionales poseen un conocimiento íntimo de sus alrededores, especialmente dentro de un radio geográfico y cultural próximo (Brokenshaw, Warren y Werner 1980).
A pesar de la inmensa variedad de sistemas agrícolas y de las particularidades históricas y geográficas, la mayoría de los agroecosistemas tradicionales comparten, con gran parecido, los seis rasgos característicos siguientes:
1. niveles muy altos de biodiversidad, que desempeña un papel en la regulación del funcionamiento del ecosistema y en la provisión de servicios ecosistémicos con relevancia local y global;
2. sistemas ingeniosos de conservación y de gestión de recursos edáficos e hídricos a nivel de paisaje que mejoran la eficiencia de los agroecosistemas;
3. sistemas agrícolas diversificados que ofrecen una gran variedad de productos para la soberanía alimentaria local y nacional, y la seguridad de los med...