Leyendas urbanas del rock
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Leyendas urbanas del rock

José Luis Martín

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Leyendas urbanas del rock

José Luis Martín

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Historias apasionantes sobre el mundo del rock y sus protagonistas ¿Leyendas, realidad adulterada, pura superchería?Seguramente, sin las leyendas que circulan alrededor del mundo del rock Ozzy Osbourne no sería tan divertido, ni Elvis aparecería de tanto en tanto en el parking de algún supermercado de Iowa. El mundo de la música está plagado de falsos mitos y medias verdades que han engrandecido –en muchos casos– a los grandes iconos del rock. El imaginario popular es amplio y no hay estrella de la música que haya escapado al bulo, al rumor o al chascarrillo más atronador.¿Qué fue del cadáver de Gram Parsons? ¿Fue el White Album de Los Beatles el detonante de la locura de Charles Manson? ¿Jimi Hendrix murió asesinado o fue un suicidio? ¿Qué relación tienen Led Zeppelin y el universo Tolkien? ¿Qué terrible venganza perpetró Phil Collins? Este libro recoge algunas de las leyendas urbanas más interesantes, insólitas y salvajes del universo rock en una lectura tan apasionante como divertida.• El verdadero padre de Frank Zappa.• Johnny Cash indultado tras morir.• Bandas prohibidas por el comunismo.• El maleficio de Hondarribia.• La leyenda de la mano cornuda.• John Lennon y Nixon, una enemistad radical.• Pink Floyd, Dark Side of the Moon y El Mago de Oz.

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Información

Editorial
Ma Non Troppo
Año
2019
ISBN
9788499175744

I. HISTORIAS INCREÍBLES

Para iniciar nuestro fantástico viaje, a través de esta dimensión intermedia entre la verdad, la mentira o la simple superstición, nos adentraremos en un primer paquete compuesto por historias realmente fascinantes. Cada una de ellas por sí sola, podría protagonizar un monográfico e incluso un libro. Desde la primera referencia existente de un músico que pactó con el Diablo para conseguir el éxito deseado, a la incombustible leyenda de la muerte de Paul McCartney. Envenenamientos, robos de cadáveres, asesinatos en clave rock, bandas sonoras fantasmagóricas, muchas drogas, mucho sexo y algo de rock’n’roll.

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Paganini, el violinista diabólico

Todo el mundo parece estar de acuerdo en afirmar que Wolfgang Amadeus Mozart hubiera tocado rock de haber nacido dos siglos más tarde, de hecho, hay quien sin ningún tipo de rubor asegura que fue el primer músico heavy de la historia, al igual que Ludwig van Beethoven, Wilhelm Richard Wagner o Felix Mendelssohn. Todos ellos músicos aventajados a su tiempo, que traspasaron la frontera de la genialidad y fueron brillantes en su época. Pues Niccolò Paganini se le podría calificar perfectamente como el primer rockstar de la historia de la música.
Fue precisamente Mendelssohn quien propició que nuestro primer protagonista fuera candidato para este libro. Tras asistir a un concierto del violinista afirmó: «Está más allá de lo imaginable… es tan original, tan único, que no parece de este mundo». Esto dicho por un músico que también tenía raíces con el más allá, recordemos su maravillosa obra «Noche de Walpurgis», colocó a Paganini en el punto de mira de la sociedad del siglo XIX, y se dispararon las leyendas en su entorno.
Niccolò Paganini nació en Génova el 27 de octubre de 1782, hijo de un aficionado a la música que le hacía practicar día y noche, castigándole sin comer si se desconcentraba. Esta conducta paterna, de claro maltrato infantil tenía su razón de ser en el inicio de la leyenda, al asegurar que el mismísimo Satanás se le apareció a su madre en sueños con la proposición de hacer de su hijo un violinista de fama mundial a cambio de su alma. Esta es la versión más extendida, aunque todo se reduzca a uno de esos padres que intentan superar sus frustraciones a costa de sus hijos, como los que hoy en día los llevan a concursos de televisión para que consigan lo que ellos ni se atrevieron a intentar.
El caso es que Paganini desarrolló un virtuosismo fuera de lo común en su niñez, hasta el punto que cuando su padre decidió que tomara clases con el prestigioso violinista Alessandro Rolla (director de la orquesta de La Scala en Milán), el adiestramiento fue extremadamente corto, alegando que no podía aprender nada que ya no supiera. Con 19 años dirigió la orquesta de la hermana de Napoleón, la princesa Elisa Baciocchi, al mismo tiempo que se lanzaba a una vida paralela, libertina y bastante endemoniada, donde el sexo y el juego eran las formas más evidentes de devolverle el pago del contrato al Diablo.
En 1813 ya había obtenido un gran éxito presentando «Le Streghe» (Las Brujas) en la Scala de Milán, pero fue acusado de secuestrar y emancipar a una menor, con la que había escapado a Génova (caso similar a los de Chuck Berry o Jerry Lee Lewis). En 1820 publicó las 24 obras llamadas «Caprices», solo para violín, donde ríete de los guitar hero de los sesenta y setenta.
Su afición al juego le dejó en la ruina en numerosas ocasiones, a pesar de que su popularidad se extendió por toda Europa realizando giras de hasta 40 conciertos con todas las entradas agotadas y encareciendo el precio de las mismas de forma desorbitada. En una ocasión se le tuvo que prestar un violín para poder tocar, ya que había empeñado los que poseía para saldar deudas suculentas. Un adinerado hombre de negocios, llamado Livron, le prestó un violín hecho por el gran lutier Giuseppe Guarneri (con prestigio igual o mayor que Antonio Stradivari), instrumento que se negó a recuperar una vez que vio la interpretación de Paganini, se desconoce si el regalo fue por fascinación o por miedo a que el instrumento estuviera poseído.
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Paganini y su figura demoníaca
Su otra gran pasión, el sexo, le aportó una destructiva sífilis, que le dejó sin dientes y con una figura esquelética, debido al tratamiento a base de mercurio y opio, lo que sumado a su atuendo todo de negro, con su gran melena negra y su tez pálida marcada por la enfermedad le dotó de una figura cadavérica (estética similar a músicos góticos, siniestros o emos).
Comenzaron a rondar miles de rumores y leyendas en su entorno. Había quien aseguraba haber visto la figura del Diablo detrás de él mientras tocaba. Otros apuntillaban que de su violín salían los gritos de mujeres hermosas a las que había asesinado; es más, se aseguraba que fue condenado a galeras por el asesinato de una actriz y que allí, una vez contraída una tuberculosis mortal, había pactado con el Diablo su curación y su virtuosismo a cambio de su alma y la de sus futuras víctimas.
Paganini, lejos de defenderse de los rumores, los explotó y magnificó. Acudía a los conciertos en un coche fúnebre arrastrado por cuatro caballos negros y se dijo que en alguna ocasión llegó dentro de un ataúd. Además de su virtuosismo incomprensible, tocaba sin partitura gracias a su memoria fotográfica, y utilizaba trucos efectistas como tocar el violín en la espalda o el más popular de ellos, ir rompiendo una a una las cuerdas del instrumento (Jimi Hendrix también lo hizo), extrayendo sonidos agudos que el público identificaba como los gritos de sus víctimas.
Todo esto levantaba odios y pasiones a la par, lo que le granjeó un sinfín de enemigos al mismo tiempo que un ejército de acólitas damiselas dispuestas a entrar en pleno aquelarre con el músico (un siglo más tarde se les llamaría groupies).
Paganini falleció en mayo de 1840 en Niza, a los 58 años, debido a un cáncer de laringe. El mito diabólico le persiguió tras su muerte, puesto que se negó a recibir el último sacramento y la Iglesia católica lo consideró hereje, prohibiendo que se enterrara en suelo sagrado. Su ataúd fue recluído en un sótano durante algo más de cinco años, hasta que la Duquesa de Parma levantó la prohibición de enterrarlo, lo que no evitó que la superstición religiosa obligara a exhumarlo en dos ocasiones, finalizando su éxodo en el cementerio de Della Villeta de Parma, en 1876.
Por si te interesa, el virtuosismo de Paganini era debido a un gran conocimiento del instrumento, a su inteligencia privilegiada y a una enfermedad que padecía llamada Síndrome de Ehlers-Danlos, que se caracteriza por una excesiva y dolorosa flexibilidad de las articulaciones; pero esto último no se lo cuentes a nadie; quizás es mejor seguir llamándole Hexensohn o Hijo de las Brujas.

La leyenda de Robert Johnson

El film O Brother, Where Art Thou?, dirigido por Joel y Ethan Coen, narra las vicisitudes de tres prófugos, encarnados por George Clooney, John Turturro y Tim Blake Nelson. En realidad se trata de una versión encubierta de La Odisea de Homero, pero marcada por la fuerte tradición del sur de los Estados Unidos y toda su superstición, heredada de la cultura africana.
En la huida de la penitenciaría donde están recluidos y obligados a trabajos forzados, los tres protagonistas, Everett (Clooney), Pete (Turturro) y Delmar (Nelson), se cruzan con un músico de color llamado Tommy Johnson (interpretado por el músico Chris Thomas King), un joven virtuoso de la guitarra que les asegura que ha realizado un pacto con el mismísimo Diablo, que consistía en poseer las dotes de un bluesman excepcional a cambio de su alma. Un personaje real en una cinta de ficción, una historia que refleja la magia y superstición de los cruces de caminos, ese lugar tenebroso que está marcado en negro en muchas culturas, con un folclore pseudoreligioso y del que se aprovechó Tommy para su propio beneficio.
Tommy Johnson nació en Misisipi, posiblemente en 1896, aunque no está documentado su nacimiento como el de tantos otros afroamericanos de finales de siglo XIX. Para muchos fue una de las primeras figuras del blues del Delta, pero, sin embargo, no cuenta con una extensa obra musical. Tan solo dejó grabadas 14 canciones entre 1928 y 1929, pero se encuentran algunos clásicos del blues como «Canned Heat Blues», de donde extrajo su nombre el grupo americano Canned Heat.
Tommy decía que: «Si quieres aprender a tocar como yo, lleva tu guitarra a un cruce de caminos. A las 12 de la noche toca algo. Aparecerá un hombre negro, te pedirá la guitarra y la afinará, tocará una canción y te la devolverá. Así podrás tocar todo lo que quieras».
Tommy era un músico de gran calidad y bastante excéntrico, en sus actuaciones parecía que entraba en trance y tocaba la guitarra entre las piernas y colocándola a la espalda, nada sobrenatural, ya que lo había aprendido de Charlie Patton, otro bluesman de finales del mismo siglo, conocido como el Padre del Delta Blues.
Tommy Johnson no disfrutó mucho de su popularidad, al tener una puerta giratoria entre la cárcel, las mujeres y el alcohol, pero fue el primer músico de blues en explotar el Pacto con el Diablo, hasta que el 1 de noviembre de 1956, tras un concierto, el Demonio se cobró su alma con un ataque al corazón.
De toda la superstición del sur de los Estados Unidos sobre supuestos contratos con las fuerzas oscuras, la más extendida y popular hasta nuestros días es la leyenda de Robert Johnson, renombrado como The King Of The Delta Blues. A pesar de su efímera carrera y su escueta aportación musical, ha sido y es venerado por generaciones de músicos posteriores, entre los que podríamos destacar a Eric Clapton, The Rolling Stones, Bob Dylan, Allman Brothers, Jeff Beck, Ry Cooder o John Mayer.

The King Of The Delta Blues

Robert Leroy Johnson nació el 8 de mayo de 1911 en Misisipi, fruto de una relación extramatrimonial de su madre con un aparcero de la plantación donde trabajaban. Undécimo hijo de Julia Major Doods, hasta los 6 años no conoció cuál era la identidad de su verdadero padre, Hoah Johnson, de quien automáticamente adoptó el apellido. El joven Robert no estaba hecho para los estudios y aunque a muy corta edad lo pusieron a trabajar recogiendo algodón en la plantación Robinsonville, al sur de Memphis, no entraba en sus planes ser un jornalero algodonero y con 14 años era asiduo a garitos tipo Honky Tonk o Barrelhouse, transformándose en un imberbe pendenciero, mujeriego y aficionado al alcohol destilado de dudosa procedencia. Al mismo tiempo que se reventaba el hígado y flirteaba con todo tipo de enfermedades venéreas, se aficionó al blues, resultando ser un mediocre guitarrista y un pésimo cantante.
Con 18 años se casó con Virginia Travis de 16, quien se había quedado embarazada y por quien Robert sentía pasión, pero la desgracia le abordó impidiendo que Virginia y el bebé superaran el parto. Con 19 años se dedicó a vagar al mismo tiempo que intentaba aprender blues de los maestros que se prestaban a ello de mala gana. Willie Brown y Son House fueron dos de sus instructores forzados, pues Robert Johnson acudía a todas sus actuaciones y los miraba intentando grabar en su cerebro todos los movimientos, recibiendo desprecios y broncas en numerosas ocasiones. Son House en más de una ocasión comentó que le esputaba al muchacho desaires como «Robert, no toques la guitarra. No sabes tocar. ¿Por qué no tocas la armónica?», pero el chaval era un penoso cabezón que siempre quería tocar aprovechando los descansos de los verdaderos músicos. «La gente se volvía loca. Salían fuera y me decían, ¿por qué no entras y le quitas la guitarra al chico? Nunca has oído un barullo como ese.»
Con escasos 20 años Robert abandonó Robinsonville y emprendió un viaje iniciático en busca de su verdadero padre y es aquí donde nace la leyenda. Una de las versiones dice que conoció a Ike Zinnerman, bluesman de Alabama que poseía grandes dotes de guitarrista, adquiridas de forma sobrenatural al aprender por las noches tocando en las lápidas de los cementerios, a poder ser sobre las tumbas de otros músicos de gran talento. Robert fue acogido por una viuda adinerada llamada Esther Lockwood, con quien al parecer tuvo un hijo y abandonó su vida nómada durante un par de años, sin nada más que hacer que dejarse querer por la viuda y aprender todo lo posible de Ike Zinnerman.
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Única foto existente de Robert Johnson
Al regresar a Robinsonville, Willie Brown y Son House se quedaron más que asombrados con la mutación de Robert, quien ahora poseía una técnica exquisita con la guitarra y un dominio de la interpretación del blues que producía gozo y envidia. La leyenda se disparó: desaparece, regresa hecho un maest...

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