Segundo acto
CRIS.–(Incorporándose y arreglándose maquinalmente la ropa y el pelo.)... ¡Y yo que pensaba empezar el año triste y sin ganas de nada!... ¿Sabes una cosa? Cuando te he traído aquí sabía lo que quería, pero tenía un poco de miedo. No me imaginaba que podía ser así.
JUAN.–(Acariciándola un poco distraído, como pensando en otra cosa.) El amor es siempre así, Cris.
CRIS.–Pero yo tenía miedo. Ten en cuenta lo que me pasó.
JUAN.–Olvídate ya de esa historia.
CRIS.–No creas que es tan fácil.
JUAN.–Olvídala. El amor es siempre así. Ya lo verás.
CRIS.–(Feliz.) Bueno, la verdad es que estaba segura de que sería así... contigo.
JUAN.–Conmigo o con otro. Será así siempre que sea verdad.
CRIS.–(Empezando a inquietarse.)... ¿Contigo o con otro?
JUAN.–Eso he dicho.
CRIS.–¿Es una broma?
JUAN.–¿Una broma, por qué?
CRIS.–Es que yo pensaba... (Comprendiendo de pronto.) Perdóname. Soy tonta... Te vas a marchar de todas formas, ¿no?
JUAN.–(Mirando su reloj.) En realidad, deberíamos habernos marchado ya.
CRIS.–(Muy digna.) Siento haberte entretenido.
JUAN.–(Con cierto reproche.) Cris..., ¿a qué viene esto? Tú ya sabías...
CRIS.–Soy tonta. Te lo acabo de decir.
JUAN.–Y vas a hacer que me sienta yo como un idiota.
CRIS.–Supongo que tengo que darte las gracias: «Gracias, Juan Gabriel, has sido muy amable, no tenías por qué molestarte.»
JUAN.–Cris..., por favor.
CRIS.–(Triste de pronto.) ¿No volveremos a vernos?
JUAN.–(Divertido.) Pero, ¿por qué eres tan dramática? Claro que nos veremos. Nos hemos estado viendo desde que éramos niños, ¿no?
CRIS.–... Ya.
JUAN.–Cris, escucha...
CRIS.–(Muy burlona.) ¡Por Dios, no vayas a llorar! Te sobrepondrás. Hay otras mujeres. No como yo, que soy divina, pero las hay. (Ya en serio.) ¿O no son las mujeres lo que a ti te gusta, Juan?
JUAN.–(Sin alterarse lo más mínimo.) Todas, no, desde luego.
CRIS.–... No te ha sorprendido la pregunta.
JUAN.–¿Por qué me iba a sorprender?
CRIS.–A la demás gente le sorprende.
JUAN.–¿Estás haciendo una encuesta?
CRIS.–No me has contestado, te has salido por la tangente.
JUAN.–(Cada vez más divertido.) ¿Y a ti que más te da? Hemos hecho el amor. ¿No era eso lo que pretendías?
CRIS.–Pero no me quieres.
JUAN.–Pues claro que sí. Siento un gran cariño por ti.
CRIS.–O sea, que no me quieres.
JUAN.–(Suspirando, un poco harto.) Cris, ni tú a mí tampoco.
CRIS.–(Indignada.) ¿Que yo...? Mira, si no te importa, preferiría no discutir eso.
JUAN.–Y yo. Es un tipo de conversación que me pone enfermo.
CRIS.–Si no te quisiera, ¿qué habría venido a hacer contigo al balancín? ¿Qué te crees? ¿Que voy por ahí acostándome con todo el mundo?
JUAN.–Ya sé que no. Rafa cree que te horroriza la simple idea, desde que... (Juan se interrumpe, comprendido que acaba de cometer un error. Cris se pone en pie, muy despacio, sin dejar de mirarle.)
CRIS.–Así que era eso... Lo has hecho por eso.
JUAN.–(Pacientemente.) Cris...
CRIS.–Para librarme del trauma, ¿no?
JUAN.–¿Quién te crees que soy yo? ¿Teresa de Calcuta?
CRIS.–(Haciéndole burla.) «¡Pobre niña ultrajada!» ¡Yo le enseñaré que el amor es otra cosa mientras hago tiempo para coger el tren!» Pues, enhorabuena. Misión cumplida. Ya has hecho tu buena obra del día, y ahora... (Juan la coge de la mano, a tiempo de impedir que se vaya.)
JUAN.–Siéntate y no seas idiota.
CRIS.–Suelta.
JUAN.–No quiero. Siéntate.
CRIS.–¿Para qué?
JUAN.–(Obligándola a ...