El universo de cristal
eBook - ePub

El universo de cristal

Dava Sobel, Pedro Pacheco González

Compartir libro
  1. 392 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

El universo de cristal

Dava Sobel, Pedro Pacheco González

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

A mediados del siglo XIX, el Observatorio de Harvard comenzó a emplear a mujeres como calculadoras o "computadoras humanas" para interpretar las observaciones que sus contrapartes masculinas realizaban por telescopio cada noche. Al principio este grupo incluía a las esposas, hermanas e hijas de los astrónomos residentes, pero pronto incluyó a graduadas de las nuevas universidades de mujeres Vassar, Wellesley y Smith. A medida que la fotografía transformaba la práctica de la astronomía, las damas pasaban de la computación a estudiar las estrellas capturadas en placas fotográficas de vidrio.El universo de cristal del medio millón de placas que Harvard acumuló durante las décadas siguientes permitió a las mujeres hacer descubrimientos extraordinarios: ayudaron a identificar de qué estaban hechas las estrellas, las dividieron en categorías significativas y encontraron una manera de medir distancias en el espacio por la luz que emiten. Entre estas mujeres destacaban Williamina Fleming, una escocesa contratada originalmente como criada que identificó diez novas y más de trescientas estrellas variables; Annie Jump Cannon, que diseñó un sistema de clasificación estelar adoptado por los astrónomos de todo el mundo y que sigue vigente; y la doctora Cecilia Helena Payne, que en 1956 se convirtió en la primera profesora titular de astronomía, y la primera mujer jefa de departamento de Harvard.

Preguntas frecuentes

¿Cómo cancelo mi suscripción?
Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
¿Cómo descargo los libros?
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
¿En qué se diferencian los planes de precios?
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
¿Qué es Perlego?
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
¿Perlego ofrece la función de texto a voz?
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
¿Es El universo de cristal un PDF/ePUB en línea?
Sí, puedes acceder a El universo de cristal de Dava Sobel, Pedro Pacheco González en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Historia y Biografías históricas. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2018
ISBN
9788494705113

SEGUNDA PARTE

¡Oh, Bienaventurados
Aquellos Feligreses!
«Era como si las estrellas distantes hubieran
adquirido realmente el don del habla y
fueran capaces de contarnos todo lo relativo a
su constitución y a su condición física»
Annie Jump Cannon (1863-1941)
Conservadora de fotografías astronómicas,
Observatorio de Harvard
«El hecho de ser una chica nunca
perjudicó mi ambición de convertirme
en papa o en emperador»
Willa Cather (1873-1947)
Ganadora de la medalla de oro de la
Academia Americana de las Artes y las Letras
en el apartado de ficción

06

El cargo de la señora Fleming
La estrella de mina fleming estaba en ascendencia. En 1899, a instancias de Pickering, la corporación de Harvard la nombró para un cargo de reciente creación, el de conservadora de las fotografías astronómicas. De esta manera se convirtió, a la edad de cuarenta y dos años, en la primera mujer en tener un cargo en el observatorio, o en la universidad en general.
Al mismo tiempo, el cambio de siglo inspiró a la administración de Harvard para montar una cápsula del tiempo sobre la vida en el campus, con fotografías, publicaciones, ensayos y diarios proporcionados por los estudiantes, el profesorado y el personal. La señora Fleming escribió su aportación para el «Arca de 1900» durante un periodo de seis semanas.
«En el edificio astrofotográfico del observatorio —empezó a escribir el 1 de marzo de 1900 en un cuaderno de rayas amarillas—, 12 mujeres, incluyéndome a mí, están comprometidas con el cuidado de las fotografías; de su identificación, examen y mediciones pertinentes; de la reducción de esas medidas y de la preparación de los resultados para su posterior impresión». Cada día se inclinaban por parejas para sus tareas de análisis, una con un microscopio o con una lupa situada sobre el marco de la placa de cristal y la otra sosteniendo un cuaderno abierto sobre el escritorio o sobre su regazo, en el que iba anotando las observaciones que iba dictando su compañera. Un conjunto de números y letras, como si de conversaciones codificadas se tratase, impregnaba la habitación de las calculadoras.
«Las medidas realizadas con el fotómetro meridiano —continuaba la señora Fleming— también se reducen y preparan para su posterior publicación en este departamento del observatorio». Florence Cushman, que había trabajado previamente para una sociedad mercantil, recibía el paquete de magnitudes medidas cada noche con los fotómetros de Cambridge y Perú. Junto a Amy Jackson McKay copiaba las conclusiones de los observadores, calculaba las correcciones y comprobaba una y otra vez las cifras antes de enviarlas al impresor. El resto del personal femenino de la sala de calculadoras, formado por las hermanas Anna y Louisa Winlock (hijas del director anterior) y las mujeres que las ayudaban a procesar los datos referentes a las posiciones de las estrellas, seguía en el ala oeste del observatorio original, ya que el limitado espacio del edificio de ladrillo no podía albergarlas a todas.
«Día a día, mis deberes en el observatorio son tan parecidos que hay muy poco que contar aparte del trabajo rutinario de medir, examinar las fotografías y el trabajo necesario para la reducción de datos de esas observaciones». Si los días de la señora Fleming se habían convertido en monótonos, tal como afirmaba, no se parecían en nada a los de los demás invitados a contribuir en el proyecto de la cápsula del tiempo de Harvard. «Mi vida hogareña es diferente de las de los demás funcionarios de la universidad dado que todos los quehaceres domésticos recaen sobre mí, además del de hacer frente a los gastos que supone». Se tenía que encargar de la planificación y de la compra de todas sus provisiones, además de dar instrucciones a Marie Hegarty, la doncella irlandesa que tenía contratada para limpiar la casa y preparar la cena seis noches por semana. Aunque la señora Fleming estaba contratada para trabajar siete horas diarias en el observatorio, rara vez llegaba después de las nueve de la mañana, o se iba antes de las seis de la tarde. «Mi hijo Edward, que estudia en el MIT, sabe muy poco o nada del valor del dinero y, por lo tanto, tiene la impresión de que todo lo que uno desea se puede tener con solo pedirlo». La austera señora Fleming minimizó sus gastos invitando a Annie Cannon a hospedarse con ella en Upload Road. La señorita Cannon resultó ser muy sociable y provenía de una buena familia. Su padre, Wilson Lee Cannon, era un director de banco y exsenador por Delaware.
«La primera parte de esta mañana en el observatorio —escribió la señora Fleming el 1 de marzo— se ha dedicado a la revisión del trabajo de la señorita Cannon con la clasificación de las estrellas brillantes del sur, que se está preparando ahora para ser impreso». La señorita Cannon le había cogido el truco al procedimiento y clasificaba con mucha más velocidad de lo que esperaba la señora Fleming. Por supuesto, la señorita Cannon gozaba de la ventaja de un aprendizaje a nivel universitario en espectroscopia, al igual que varios años de experiencia como profesora adjunta de física y como observadora —oportunidades que le fueron negadas a la Sra. Fleming—. Sin embargo, no había envidias a la hora de darle el merecido reconocimiento por hacer evaluaciones rápidas y exactas de los tipos estelares. Era un reflejo de la habilidad de la señorita Maury para caracterizar líneas individuales en los cientos de espectros estelares que le asignaron, pero no insistió, a diferencia de la señorita Maury, en crear ningún esquema completamente nuevo de su invención. En lugar de eso, la señorita Cannon siguió utilizando el sistema de letras de la señora Fleming. De hecho, lo que hizo fue construir un puente entre los dos sistemas de clasificación de Harvard simplificando la catalogación basada en subdivisiones de la señorita Maury y sesgando el orden alfabético de la señora Fleming. Dado que ambas aproximaciones eran arbitrarias, basadas únicamente en la apariencia de los espectros, la señorita Cannon estaba legitimada para establecer su propio orden. Después de todo, los astrónomos no habían atribuido todavía ninguna característica de las estrellas, como pudieran ser la temperatura o la edad, a las varias categorías de líneas espectrales. Lo que necesitaban era una clasificación coherente, un modelo sólido para todas las estrellas, que facilitara futuras investigaciones. La señorita Cannon pensó que era mejor cambiar las estrellas O de la señora Fleming del final al principio de la lista, dando a las líneas de helio prioridad sobre las de hidrógeno, al estilo de la señorita Maury. Asimismo, las estrellas B pasaban por delante de las A en la estimación de la señorita Cannon. Más allá de esta reorganización, el orden alfabético se impuso de nuevo, excepto allá donde la señorita Cannon combinó ciertas categorías. Las C, D, E y algunas otras clases distintas desaparecieron. El orden resultante terminó siendo este: O, B, A, F, G, K, M. (Empezando como una broma, en Harvard alguien hizo una regla mnemotécnica para poder recordar la secuencia de las letras: «Oh, Be A Fine Girl, Kiss Me»).[1]
La entrada del diario de la Sra. Fleming del 1 de marzo continuaba con «la clasificación de los espectros de las estrellas débiles del Catálogo Draper de las estrellas meridionales». Este era el territorio de la señora Fleming, aunque había compartido este espacio tan vasto con Louisa Wells, Mabel Stevens, Edith Gill y Evelyn Leland. Aunque al principio de la carrera de la señora Fleming las estrellas tenues del cielo septentrional le habían correspondido únicamente a ella, el cielo meridional no podía ser analizado por una única persona. Las condiciones de la observación en Arequipa, por alguna razón, permitían contemplar muchas más estrellas tenues. En las placas hechas con el telescopio Bruce, incluso los espectros de magnitud nueve aparecían lo suficientemente legibles como para que se pudieran medir las posiciones de las líneas individuales. Más aún, cualquier nueva variable encontrada necesitaba una búsqueda a lo largo de al menos cien placas previas de la misma área del cielo, tomadas durante esa década en Perú, para poder confirmar así la variabilidad de la estrella. Con el paso de los años, esta parte del trabajo de la señora Fleming se volvía cada vez más laboriosa, debido al tesoro cada vez más rico de material obtenido para comparar. Los numerosos descubrimientos que le habían causado tanto placer, tanta aclamación, tantas páginas en su álbum de recortes, ahora le pesaban. Incluso el director admitió que se había convertido en una tarea difícil manejar todos los datos requeridos para una sola estrella variable antes de que apareciera otra.
«Todo el trabajo de medición está muy avanzado —anotó un día en su diario sobre las líneas de los espectros del sur— y esperamos concluirlo durante el próximo verano. Las observaciones del profesor Bailey con el fotómetro meridiano en Sudamérica llegaron para ser examinadas».
Solon Bailey, de vuelta ya en Cambridge, estaba redactando los resultados de su estancia de cinco años en Arequipa. Sus magnitudes meridionales, o evaluaciones del brillo estelar, se centraban en la multitud de estrellas variables de los cúmulos estelares, «las variables de los cúmulos», tal como las llamaba. Las placas de cristal que había tomado con los telescopios Bache, Boyden y Bruce revelaron la existencia de quinientas variables en esas aglomeraciones estelares y el brillo que reflejaban en las fotografías necesitaba ser corregido con sus observaciones visuales. A menudo pasaba la noche en el observatorio, ayudando al director en sus nuevas observaciones o supervisando a uno u otro ayudante. El hijo de Bailey, Irving, de quince años de edad, cuya educación infantil se basó en la historia natural y la arqueología de los altos Andes, ahora iba a la escuela de latín de Cambridge, preparándose para entrar en Harvard.
«Otros trabajos» reclamaron la atención de la señora Fleming durante esa primera mañana dedicada a los registros y por la tarde varios asuntos de negocios requirieron su presencia en Boston. Más tarde escribió: «He quedado con la Sra. S. I. Bailey, la señorita Anderson y mi hermana, la Sra. Mackie, en el teatro de Castle Square. La obra era “La firma de Girdlestone”[2] y a todas nos encantó. La Sra. Bailey intentó persuadirme para que me quedara a cenar con ella y pasara allí la noche, pero mi pequeña familia me necesita en casa por la mañana. Suelen tardar en desayunar y, por lo tanto, retrasarse en sus quehaceres diarios si la cabeza de familia no está en casa para espabilarlos».
Al día siguiente en el observatorio, concretamente el 2 de marzo, la señora Fleming se dedicó «a diversos asuntos y a reunir los cabos sueltos». Estos incluían ponerse al día con la correspondencia científica y mandar copias del último panfleto del observatorio: «Estándares de magnitudes estelares débiles, n.º 2», a todos los afiliados, tanto aficionados como profesionales, que seguían el brillo fluctuante de las estrellas variables.
«Lo siguiente en el orden del día son las observaciones de la señorita Cannon sobre la clasificación de los espectros. Se trata de un trabajo muy complicado, ya que hay que tener muchas cosas en consideración, especialmente cuando resulta necesario cambiar alguna de esas observaciones». Cada comentario que iba a ser publicado consistía en una descripción específica y a menudo extensa de alguna peculiaridad espectral. Le llevaba un tiempo a la señorita Cannon ver «por qué tuvimos que cambiar “una cosa” y nos cuestionamos “otra”». A la señora Fleming le parecía que algunas observaciones de la señorita Cannon eran tan voluminosas que amenazaban con llenar una docena de páginas a doble columna. Ni siquiera la señorita Maury encontraba necesario presentar unas observaciones de tal longitud.
El final del día le ofreció a la señora Fleming la posibilidad de gozar de un periodo tranquilo para la reflexión. «Mi pequeña familia me ha abandonado esta tarde. Yo me he quedado a vigilar el castillo. Después de cenar, la señorita Cannon ha comentado que el cielo se había despejado y que empezaban a salir las estrellas, por lo que ha ido al observatorio para analizar las variables circumpolares con el telescopio de 6 pulgadas. Edward se ha ido a estudiar con el Sr. Garret que es uno de sus compañeros de clase (Curso de Ingeniería de minas) en el MIT. Neyle Fish, el joven amigo de Edward que lleva con nosotros desde la nochebuena, ha salido a hacer algunas llamadas y yo estoy esperando a que regrese la señorita Cannon. Si llega pronto a casa podremos hablar de las cuestiones referentes a las observaciones que ha hecho en su clasificación. Mientras tanto debería leer el “Herald” y encontrar, si puedo, cuál es la situación de los bóers y de los británicos en Sudáfrica. Edward habla continuamente de ir allí cuando finalice su curso en el MIT».
La señorita Cannon estuvo esa noche hasta muy tarde en el telescopio, lo que trasladó la discusión sobre las observaciones al día siguiente, el 3 de marzo, que iba a ser un sábado típico de trabajo en el observatorio. Antes de almorzar, la señora Fleming encontró tiempo para examinar algunas placas de espectros meridionales. Lamentó que la supervisión de los procedimientos habituales le dejaba cada vez menos tiempo para sus «investigaciones particulares» que tanto le interesaban, o incluso «para trabajar en su clasificación general de espectros débiles para el nuevo Catálogo Draper».
Los invitados del sábado noche en casa de los Fleming se entretuvieron jugando al «India» (una versión del rummy), al «juego de los palillos» y a los juegos de tablero «crokinole» y «cue ring». A veces algunos amigos cantaban para el resto del grupo, pero si no era así, se entablaban muchas conversaciones interesantes. La Sra. Fleming preparaba ganache y dátiles rellenos de cacahuetes si no eran muchos invitados o, si se trataba de una gran velada, chocolate caliente, pasteles y dulces. Más tarde limpiando y después relajándose un poco junto a Edward y la señorita Cannon, no se iba a la cama hasta bien pasada la medianoche.
«Este es mi día de descanso en lo referente al trabajo del observatorio —escribió la señora Fleming el domingo, 4 de marzo, por la mañana—, pero es el único momento en el que puedo ocuparme de los asuntos hogareños y el día me resulta demasiado corto para ocuparme de todos». Las sábanas se tenían que cambiar y la ropa de la familia se t...

Índice