Maria Montessori
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Maria Montessori

Biografía de una innovadora de la pedagogía

Rita Kramer

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Maria Montessori

Biografía de una innovadora de la pedagogía

Rita Kramer

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Información del libro

Este libro constituye un intento de observar la vida y la obra de Maria Montessori, con el fin de identificar las influencias intelectuales de su pensamiento y vislumbrar el papel desempeñado por su personalidad en su trabajo, para explicarlo y desvelar en qué consistió su originalidad.Se trata de una búsqueda a través de varios continentes, consultando archivos olvidados e indagando en el recuerdo de mujeres y de hombres sobre cuyas vidas influyó. Al ser escrita en 1976, estudios posteriores han matizado el contenido, tal como se comenta en el prólogo.Si esta historia sobre la vida de Montessori ha servido y sirve de estímulo para fomentar la ulterior investigación sobre sus logros y propone nuevas formas de apreciarlos, habrá conseguido su objetivo: presentarla ante las nuevas generaciones como la profesora de la que han aprendido mucho de lo que saben y sobre quien pueden seguir descubriendo todavía más.

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Información

Año
2020
ISBN
9788413183268
Categoría
Pedagogía

Parte III
El método y el movimiento

Capítulo quince

Reacciones en Inglaterra a la edición inglesa de El método Montessori

La historia del movimiento Montessori en Inglaterra —y del papel de Maria en él— contiene tanto asombrosos parecidos como diferencias con la experiencia estadounidense. Es una historia que comienza con el mismo entusiasmo inicial de respuesta a la noticia de los “milagros” de la primera Casa dei Bambini. Aquí también, los primeros testimonios en publicaciones especializadas en educación fueron seguidos de artículos en periódicos y revistas populares y, al igual que habían hecho sus homólogos americanos, los educadores ingleses reformistas empezaron a peregrinar hasta Roma, quedando impresionados e inspirados por lo que allí vieron, y regresaron para fundar colegios y sociedades y llevar a sus compatriotas el mensaje de una nueva clase de educación para una nueva clase de infancia.
En la primavera de 1912, el apellido Montessori se estaba convirtiendo en algo familiar para los lectores de las publicaciones periódicas inglesas, en particular los del influyente Times Educational Supplement de Londres, que era seguido muy de cerca por prácticamente todos los educadores profesionales, desde educación infantil hasta el nivel universitario.
La publicación de la edición inglesa de El método Montessori y las innumerables reseñas que generó suscitaron interés tanto entre la población general como entre los profesionales, lo cual se vio reforzado aún más por la publicación y debate en la prensa del informe oficial The Montessori System of Education (El sistema Montessori de educación) preparado por Edmond G.A. Holmes, inspector jefe de centros educativos del Consejo de Educación304. Parecía que todo el mundo relacionado con la escolarización, o bien había leído el libro de Montessori, o el informe de Holmes, una presentación entusiasta de las ventajas de la autoeducación, que recomendaba que las autoridades establecieran aulas en el sistema escolar público para experimentar con los niños ingleses de educación Infantil y primaria, permitiéndolos aprender de forma espontánea en un entorno debidamente preparado. La primera edición del folleto de Holmes se agotó en unos pocos días y se aceleró la impresión de la segunda para satisfacer a un público que aguardaba impaciente.
Al cabo de poco tiempo, el sistema era abordado y explicado o bien se le atacaba en prácticamente todas las reuniones profesionales de docentes y directores educativos.
En marzo de 1912, Holmes leyó un trabajo sobre el método Montessori ante un numeroso público de profesores ingleses. Holmes había sido uno de los primeros visitantes de la Casa, junto con Bertram Hawker, el hombre que se había detenido camino a Australia al quedarse prendado por el método y había regresado a Inglaterra a fundar el primer colegio Montessori en el salón de su casa, en East Runton, cerca de Cromer. Se eligieron doce niños del colegio de primaria de East Runton con la ayuda de las autoridades educativas de Norfol, y como directora, a la señorita Lydbetter, quien había completado el curso de formación de Montessori y en aquel momento era la única profesora auténticamente formada en el método Montessori del país. Los visitantes de East Runton se quedaron impresionados y la prensa informó favorablemente sobre los resultados de este experimento inicial: se observó que los niños parecían “limpios, no cansados, considerados y felices305”, en ese orden.
En la primavera de 1912, Holmes y Hawker fomentaron la creación de un comité británico, la Sociedad Montessori del Reino Unido, con sede en Eaton Square. Pronto la sociedad llegó a tener doscientos miembros y a contar en su comité ejecutivo con diversas figuras ricas, influyentes y, en algunos casos, incluso con títulos nobiliarios.
Los periodistas informaron de que “el interés público por el movimiento iba más allá de la mera curiosidad306” y el público acudió masivamente a las conferencias sobre el método que pronunció Hawker en Londres, Liverpool, Sheffield, Lee y Cambridge.
La intención de la sociedad era mantener el contacto con Maria Montessori, organizar la formación de docentes de su método para los colegios ingleses y formar en el método tanto a la profesión docente como al público.
En el verano de 1912, en una carta agradeciendo a los miembros de la Sociedad su interés y ayuda, Montessori escribió: “Apruebo en esencia sus condiciones sobre la formación de docentes, pero me gustaría tener información más precisa antes de responder a ellas. Me gustaría asimismo conocer cómo la Sociedad podría prohibir el uso del nombre Montessori307”.
Una vez más, al igual que en Estados Unidos, empieza la preocupación por el uso de su nombre en relación con sus ideas: el énfasis en proteger un sistema de artículos patentables, además de la difusión de principios intelectuales generales: y, una vez más, uno se pregunta si la historia del movimiento hubiera sido diferente si Montessori no hubiera insistido tanto en controlar todos los aspectos del uso de su método y, especialmente, en formar a todos los profesores ella misma.
Siendo joven, había insistido en controlar su propia vida y había logrado cosas asombrosas. Ahora insistía en controlar sus logros. Era imposible para ella renunciar al uso de su nombre en relación con sus ideas cuando empezó a depender del uso de dichas ideas para ganarse la vida. Era su único sustento, habiendo rechazado una vida en la que podría haber investigado más, escrito e impartido sus ideas a otros en alguna institución académica, dedicándose en su lugar a difundir un movimiento que ella consideraba que solo se podía realizar de una única forma “correcta”.
Durante 1912 y 1913, los libros sobre el método que empezaban a aparecer en Estados Unidos se vendían muy bien al otro lado del Atlántico. La introducción al sistema Montessori escrita por Theodate L. Smith, de la Clark University308, educador que también había viajado hasta Roma y luego aplicó la teoría en una escuela infantil al aire libre para niños estadounidenses, es un ejemplo de un tipo de obras que, cuando aparecieron en Inglaterra, fueron reseñadas y leídas extensamente, sumándose a lo que la prensa denominó “el creciente coro de conversos309”. Otra obra fue de Jessie White310, una descripción de cómo variaban los colegios Montessori según la personalidad de la profesora que dirigiera la clase.
Al mismo tiempo, la publicación de The Montessori Principles and Practices (Los principios y prácticas de Montessori), de Edward P. Culverwell311, catedrático de la Universidad de Dublín, suscitó mucho interés en Irlanda sobre las ideas de Montessori. Tratándose de una valoración bastante equilibrada del método, el libro de Culverwell mantenía que al final se demostraría que las ideas de Montessori eran ciertas porque coincidían con los principios biológicos del desarrollo infantil y porque su énfasis en la libertad coincidía con la dirección política hacia la que se dirigía la sociedad en la historia.
Comentando el libro de Culverwell a finales de 1913, un crítico inglés especulaba que “debido al culto indiscriminado de admiradores ciegos, es posible que dentro de unos años el método Montessori se considere una moda pasajera”, y sugería que la propia Montessori era en cierta medida responsable de este riesgo: “Como muchos de sus discípulos, ella también tiende a pensar, o esa es la impresión que da, que es la única con los conocimientos y la apreciación de los principios sobre los que se fundamenta su sistema”. Los elogios exagerados del método “por parte de aquellos que no ven ninguna virtud ni parecido alguno en ningún otro sistema deben tender a irritar a los buenos profesores y a hacer que sientan, como ha dicho el profesor Culverwell, no solo nada de simpatía, sino hostilidad y sospecha. Aquellos que, por tanto, coinciden con él en cuanto a la realidad de su excelencia harán bien en ejercitar en sus observaciones escritas y orales sobre la labor de su maestra el autocontrol que ella pretende inculcar de forma prioritaria en las mentes de los pequeños312”.
En múltiples conferencias a lo largo de 1912, los educadores ingleses hablaron de los méritos y desventajas del sistema Montessori. Las críticas eran conocidas: el método Montessori se dirigía a lo “formal” e ignoraba “el aspecto literario y artístico de la vida”. Los reconocimientos eran igualmente familiares: La educación no volvería a ser la misma jamás. “Ahora sabemos que la educación no debe empezar a los doce años, sino a los dos313”.
La polémica rugía en los artículos del sobrio Times de Londres. Charlotte M. Mason, una ahora olvidada líder del movimiento de educación infantil de la época llamó públicamente al método una “calamidad”, insistiendo en que descartaba los conocimientos y los reemplazaba con “aparatos y empleos”. El niño o niña Montessori tenían bonitos modales, eran ordenados y con un sentido agudo, pero “a expensas de otro sentido superior. No juegan hadas a su alrededor, no hay héroes que remuevan su alma, Dios y los buenos ángeles no forman parte de sus pensamientos; el niño y la persona en la que se convertirá son un producto científico...pero las canciones y los dibujos, los himnos y los cuentos son elementos educativos para desechar314”.
Había muchos defensores dispuestos a responder a estos disparates románticos (y tal vez envidiosos). Un profesor escribió respondiendo a las “burlas baratas” de Mason, cuyas críticas acerca de que los niños nunca llegaban a dominar las competencias de la lectura y escritura lo suficientemente bien como para aprovechar las ideas de los libros que leían, también estaban apareciendo en artículos de revistas. “Los métodos que dominan en la educación de los jóvenes no producen la iniciativa deseada: la mente alerta y el ingenio dispuesto315”.
En un ...

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