El verdadero pensamiento de Pablo
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El verdadero pensamiento de Pablo

N. T. Wright

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El verdadero pensamiento de Pablo

N. T. Wright

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Tom Wright nos explica de forma concisa cuál fue la verdadera contribución de Pablo al nacimiento del cristianismo. Este análisis va acompañado de una excelente introducción a los temas teológicos importantes en Pablo, y de unos apuntes muy interesantes sobre las implicaciones de estos temas para los cristianos de principios del siglo XXI.

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Información

Año
2016
ISBN
9788482678023
Capítulo 1
Aproximaciones
al pensamiento de Pablo
Según vemos en los Hechos de los Apóstoles, Pablo advertía a los recién convertidos en Asia de que en el camino al reino de Dios les esperaba la persecución. Y si hubieran tenido alguna duda al respecto, la propia vida de Pablo habría servido de prueba. Fue amenazado, atacado, malinterpretado, criticado, ridiculizado, insultado, apaleado, apedreado; también naufragó; todo esto era su pan de cada día. Al final, y probablemente esto es lo peor de todo, fue canonizado por la iglesia, y por eso algunos escritores le acusan de haber fingido para obtener poder. (Sin embargo, la iglesia a menudo ha utilizado el título de ‘San Pablo’ como una excusa, al no haber conseguido entenderle o imitarle).
A veces me pregunto qué diría Pablo del trato que se le ha dado en el siglo XX. ‘Plus ça change, plus c’est la même chose’, quizás – dado que seguro que a estas alturas ya habría añadido el francés a la impresionante lista de lenguas que dominaba. Su destino en este siglo se parece mucho al que le tocó vivir en su tiempo. Cualquier persona que haga referencia al cristianismo debe tenerle en cuenta; ahora bien, también puede, y de hecho así es, abusar de él, malinterpretarle, imponerle categorías propias, hacerle las preguntas equivocadas y cuestionar por qué no da una respuesta clara, e incluso puede tener la poca vergüenza de utilizar material suyo con fines con los que Pablo nunca habría estado de acuerdo. Y cuando algunos defienden que sus ideas son paulinas, y que el gran apóstol es su guía, a menudo descubrimos que están enfatizando un aspecto de su pensamiento sobre el resto, tanto es así, que otros aspectos, igualmente importante para Pablo, quedan relegados e incluso, abandonados.
A menudo, al igual que ocurrió en el alboroto de Éfeso, uno sospecha que la gente que más ruido hace es la que no está del todo segura de lo que dice. Las personas que temen decirle a Dios, o a Jesús, lo enojados que están con él, suelen estar contentos de poder dirigir su rabia hacia alguien como Pablo, ante el cual no actúan con tanto reparo o inhibición. Del mismo modo, aquellos que se aferran a una línea teológica o religiosa a veces no se atreven a afirmar que lo que dicen representa el pensamiento de Dios, pero sí se atreven a presentar a Pablo como su aliado y cuentan así con una buena defensa ante cualquier tribunal. Sí, seguro que Pablo está avergonzado de ese tipo de amigos, pero a estas alturas me imagino que ya se debe haber acostumbrado.
Sería ingenuo si creyera que yo estoy libre de caer en tales trampas. Comprender los pensamientos de un escritor o escritora tal y como él o ella los concebió es bastante complicado. De hecho, la mayoría de las veces lo único que podemos hacer es una aproximación. Pero para acercarnos lo máximo posible uno debe hacerse la siguiente pregunta: ¿una interpretación concreta nos ayuda a entender mejor los pasajes que antes nos resultaban desconcertantes? ¿Esta interpretación permite que sus cartas adquieran una nueva coherencia tanto en su situación particular como en la relación entre ellas? ¿Nos proporciona una vista general de las enseñanzas de Pablo, sin detrimento de los detalles más pequeños? ¿Está dando importancia a esos pequeños detalles? Cuando vemos el tratamiento que Pablo ha recibido en el siglo XX, una y otra vez nos damos cuenta de que la respuesta a todas estas preguntas es: NO. Los logros conseguidos en algunas áreas se ven ensombrecidos por los desastrosos resultados en otras áreas. Yo espero humildemente que eso no ocurra en este libro, al menos no en tan alto grado.
Escribir sobre Pablo supone participar en una conversación que ya empezó hace mucho tiempo. Se han escrito libros enteros en la historia de la investigación paulina, y aquí sólo podremos tratar por encima una o dos figuras importantes. Pero deberemos, como mínimo, verlas por encima, porque estos expertos son los que determinan cómo concebimos la figura de Pablo en la actualidad, las preguntas que le hacemos y, en cierta medida, las respuestas que esperamos.
Pablo en el siglo XX
Schweitzer
El estudio de Pablo en este siglo1 se remonta, igual que el de Jesús, a la monumental obra de Albert Schweitzer. Aunque empezó el estudio de la teología paulina2 bastante tarde debido a su dedicación misionera como médico, sus primeros apuntes sobre Pablo y sus intérpretes deben tenerse en cuenta si queremos entender su forma de trabajar – a pesar de algunos de sus puntos de vista absolutos y sesgados3 . Únicamente analiza la obra de un grupo de buenos escritores planteándoles dos preguntas, que se han seguido utilizando en el estudio erudito, y que tendremos muy en cuenta en este libro. En primer lugar, ¿es Pablo ciertamente un pensador judío, o es un pensador griego? Y en segundo, ¿cuál es el centro de la teología paulina? ¿Se trata de la ‘justificación por la fe’, o de ‘estar en Cristo’? (Schweitzer considera las dos opciones como serios candidatos). Las dos preguntas están entrelazadas: Schweitzer creía que ‘estar en Cristo’ era una creencia judía esencial, mientras que la ‘justificación por la fe’ suponía un fuerte criticismo implícito al judaísmo.
La solución que Schweitzer ofrece no deja lugar a dudas. Se burlaba de los que insistían en adjudicarle a Pablo categorías paganas y helenísticas para poder interpretarlo. Él decía que Pablo era judío de cabo a rabo, a pesar de que, precisamente a través de su ministerio como el apóstol judío a los gentiles, preparó el camino para la posterior helenización del cristianismo. De la misma manera, Schweitzer argumentaba que la justificación por la fe, y los complejos temas que giran en torno a ésta, no era el centro de la teología paulina, sino que era una idea polémica (que de hecho sólo se trata en dos cartas, y se menciona brevemente en una tercera) relacionada con el tema concreto e importante de la admisión en la iglesia de los gentiles incircuncisos. En cambio, el centro de la teología paulina era lo que Schweitzer llamaba ‘el misticismo de Cristo’. Éste hacía referencia a la famosa doctrina paulina de ‘estar en Cristo’, e interpretaba dicha doctrina a la luz del trasfondo judío apocalíptico. El Dios de Israel había actuado en el mundo de forma radical, apocalíptica, a través de Jesús el Mesías. El verdadero pueblo de Dios estaba ahora estrechamente ligado a este Mesías, este Cristo. Estaba incluido ‘dentro’ de él.
Junto con este análisis Schweitzer tomó muchas decisiones importantes sobre cómo interpretar algunos pasajes clave de Pablo. Quizá lo más conocido es el efecto de su punto de vista sobre cómo leer la carta a los Romanos, conocida generalmente como la obra maestra de Pablo. Si pensamos que la ‘justificación por la fe’ es el centro de la teología paulina, enfatizaremos los capítulos del 1 al 4. Si, al igual que Schweitzer, pensamos que ‘estar en Cristo’ es a lo que Pablo da más importancia, subrayaremos los capítulos del 5 al 8. (Puede que piense que no hay razón para creer que los temas centrales de Romanos o de cualquier otra carta reflejen necesariamente lo fundamental de la teología de Pablo; pero normalmente, independientemente de que este fuera o no el objetivo de Romanos, siempre se le ha impuesto esta función, y Schweitzer es tan sólo uno de los muchos autores que han seguido esta línea).
Una tercera pregunta que acompaña el análisis que Schweitzer hace de Pablo tiene que ver con la consecuencia práctica: ¿qué está diciendo Pablo al hombre y a la mujer de hoy? Creo que para Schweitzer había dos significados, el positivo y el negativo. En primer lugar, si lo importante es ‘estar en Cristo’, en vez de los ilógicos debates sobre la justificación, se es libre de vivir la vida cristiana de formas nuevas y diferentes. Y creo que esto formó parte de lo que llevó a Schweitzer a vivir como vivió y a realizar su ministerio y trabajo únicos y extraordinarios. En segundo lugar, por la misma regla de tres, no hace falta prestar mucha atención a lo que la iglesia oficial hace, ya que ésta aún está empecinada en ver a Pablo como un teólogo dogmático. Así, Schweitzer se marcó su propio camino en la primera mitad de siglo, y avanzó como un solitario y erudito gigante en medio de una multitud ruidosa de superficiales pigmeos teológicos.
El legado que Schweitzer nos dejó consiste, en resumidas cuentas, en las cuatro preguntas que siempre nos hacemos sobre Pablo.
  1. ¿Dónde colocamos a Pablo en la historia de la religión del primer siglo?
  2. ¿Cómo entendemos su teología, y la base y el centro de su pensamiento?
  3. ¿Cómo interpretamos las cartas, extrayendo lo que Pablo escribió en cada una de ellas (los expertos lo llaman ‘exégesis’, diferenciándolo de ‘ieségesis’, que quiere decir dar una nueva interpretación diferente a la intención de Pablo)?
  4. ¿Cuál es el beneficio, el resultado, para nuestra propia vida y obra actualmente?
Historia, teología, exégesis y aplicación: todos los comentaristas de Pablo proponen, ya sea de manera explícita o implícita, estas cuatro preguntas. Una de las razones por las cuales Schweitzer es tan importante es porque las pronunció de forma clara y, aunque las respuestas que da no tienen todas la misma calidad, nos ofrece un punto de referencia para un estudio posterior.
Bultmann
Otro gran expositor de Pablo del siglo XX digno de tener en cuenta es Rudolf Bultmann4 . En su Teología del Nuevo Testamento [Salamanca: Sígueme, 1981; traducción de Theologie des Neuen Testaments, Tübingen, 1965, 5ª ed.], convirtió a Pablo en uno de los dos pilares de su investigación (el otro fue Juan). Para Bultmann, Pablo ofrece un análisis crucial de la grave situación en la que se encuentra el ser humano, y de la solución a dicha situación. Bultmann utiliza el lenguaje de Pablo y de Lutero, para tratar sobre los grandes enemigos de la raza humana (el pecado, la ley y la muerte) y sus grandes soluciones (la gracia, la fe, la justicia, la vida). En este análisis, Bultmann utilizó mucho y explícitamente tanto la filosofía contemporánea como la investigación histórica. Concretamente, desarrolló una variante del existencialismo alemán que Martin Heidegger hizo famosa. Cabe pues preguntarse si la teología de Bultmann, incluyendo su retrato de Pablo, es realmente una versión cristiana del existencialismo, o una versión existencialista del cristianismo.
Las respuestas que Bultmann da a las cuatro preguntas se desarrollan como sigue: Pablo pertenece al contexto helenístico; al fin y al cabo, era el apóstol de los gentiles, así que muy pronto abandonó las categorías judías de su pensamiento inicial para expresar su mensaje tanto con las categorías como con el idioma del mundo griego. Así, se desmarcó del mundo judío en el que sus compatriotas, al defender la supremacía de la ley, rechazaban la posibilidad de la auténtica existencia ofrecida en Cristo, el fin de la ley. Para Bultmann, el centro de la teología paulina era el análisis de la grave situación humana y de la decisión (‘fe’) por la cual uno puede escapar de la misma. Según Bultmann, Pablo mantenía la creencia judía de que el mundo estaba a punto de acabar, pero para él ésta era una de la razones para abandonar las esperanzas históricas judías y redefinir su mensaje con las categorías atemporales del pensamiento griego.
Cuando Bultmann estudió Romanos, (al igual que Schweitzer, pero por razones muy diferentes) estableció que el centro de la carta estaba en los capítulos 5 al 8, especialmente en los capítulos 7 y 8. En estos, se describe de forma muy gráfica la grave situación humana a la que Bultmann llamó ‘el hombre bajo la ley’. En la práctica, la idea de Pablo para la actualidad era sostener a los cristianos en su fe, puesto que el mundo, incluido el mundo cristiano, se tambaleaba alrededor de ellos. Debemos recordar que Bultmann, al igual que Barth y otros, alcanzó su madurez teológica en la misma época que el nazismo llegó al poder.
La brillante síntesis de Bultmann paga un precio muy alto. Algunas ideas de Pablo no caben en el marco que ésta establece. Por tanto lo que hace es rebajar su categoría: dijo que se trataban de ‘glosas’ (palabras o frases añadidas por otros autores al texto paulino), o reminiscencias del trasfondo judío de Pablo, que éste no se había parado a considerar a la luz de su madurez teológica. (Creo que es demasiado pretencioso decir que él podía considerar los razonamientos de Pablo mejor que Pablo mismo, pero trataré ese tema más adelante).
Davies
Bultmann fue muy popular entre los estudiosos del Nuevo Testamento durante la primera mitad del siglo XX. Su obra muestra que muy pocos prestaban atención a la teoría de Schweitzer de interpretar a Pablo a la luz de su contexto judío. La idea de que Pablo adquirió sus ideas principales, los motivos y la teología no del judaísmo sino del helenismo, permanece en el trabajo de muchos escritores, debido en parte a una deficiente interpretación del propio judaísmo, de lo cual nos ocuparemos en breve. Pero justo después de la Segunda Guerra Mundial se produjo un cambio radical, cuyo precursor fue el joven galés W. D. Davies, quien pasó la mayor parte de su vida en los EE.UU. Davies estudió a los rabinos judíos de una forma, para la época, innovadora. Al compararlos con Pablo descubrió que cada una de las características que Bultmann y otros habían atribuido al trasfondo griego de Pablo eran también características que se podían encontrar perfectamente en el judaísmo. Así, argumentó en su obra principal Paul and Rabbinic Judaism (Pablo y el judaísmo rabínico) que Pablo era, en el fondo, un rabí judío que creía que Jesús de Nazaret era el Mesías judío5.
Después de Davies, la mayoría de estudiosos de la posguerra respondieron o bien en contra de sus ideas, o bien desarrollándolas. No llegó a decir como Schweitzer que Pablo era un judío apocalíptico, que anunciaba que el mundo iba a acabar en cualquier momento; pero, aparte de eso, su obra constituye una vuelta hacia Schweitzer. Rechaza por completo que el pensamiento de Pablo derivara del helenismo, y lo relaciona inequívocamente con sus raíces judías. De ahí que Davies, al igual que Schweitzer, dejara de lado la crítica que Pablo hace del judaísmo, tanto exegética como teológicamente. En cambio, el Pablo de Davies enfatiza que la ‘era venidera’, tan esperada por los judíos, ha llegado con Jesús. Él ha dado lugar a un nuevo pueblo de Dios – con una nueva Torá (ley), a saber, ‘la ley de Cristo’ (Gálatas 6:2).
La obra de Davies supone una nueva actitud frente al judaísmo por parte de los expertos de la posguerra. Hasta entonces, el judaísmo había sido considerado por la mayoría de expositores paulinos como un buen ejemplo de ‘la religión que no debía practicarse’. Representaba la confianza en el esfuerzo humano, el legalismo, el prejuicio y el orgullo. La razón por la cual Pablo había adoptado sus ideas del helenismo, como se pensaba, era porque las ideas judías estaban contaminadas. Si se usaban, se comprometía la fe. Pero el escenario cambió con Davies que estaba en la misma línea de Karl Barth, con el movimiento llamado ‘teología bíblica’, y con la reacción de la posguerra contra el antisemitismo que causó el holocausto. De repente, el judaísmo se puso de moda; las ideas judías eran buenas, y se tachaba a las griegas de ‘paganas’ y así (implícitamente), de malas. Debido a la obra de Davies, se dio un nuevo énfasis a la historia, la teología, la exégesis y la aplicación. La mayoría de los eruditos no han seguido esa tendencia de investigar todos y cada uno de los temas paulinos a partir de fuentes rabínicas (muchas de las cuales, como él ya sabía, son de algunos siglos después de Pablo). Pero al menos logró demostrar que si se separa a Pablo de su trasfondo y entorno judío no se le está haciendo justicia.
Käsemann
El cuarto experto que vamos a considerar brevemente es Ernst Käsemann, profesor en Tübingen (Alemania) en los años 60 y 70. En muchas de sus obras, que culminan en su comentario a los Romanos, ofreció una nueva síntesis de la teología paulina6 . Käsemann intentómantener los puntos fuertes tanto de Schweitzer como de Bultmann. Por un lado, con Schweitzer coincidía en que el verdadero trasfondo de Pablo se encuentra en el judaísmo apocalíptico. Por otro, se unía a Bultmann y a otros luteranos para decir que el centro del pensamiento paulino se encontraba en la teología de la justificación, en contra del legalismo humano y el orgullo religioso. Al dividir su pensamiento así, Käsemann fue capaz de hacer más justicia a los detalles de los escritos de Pablo que Bultmann. Käsemann recogió muchas ideas de Pablo que el análisis de Bultmann había ignorado, y les dio de nuevo más o menos el lugar que les correspondía. En concreto, arguyó que Pablo estaba sobre todo interesado en la victoria del Dios verdadero sobre los poderes del mal y del mundo rebelde. Dios, en Cristo, había vencido al mal, y estaba ahora implementando esa victoria mediante la predicación del evangelio. El orgullo humano (y también el orgullo religioso) intentaban conseguir la victoria por sí mismos en vez de aceptar la humillante victoria de Dios. La justificación del impío (Romanos 4:5) declara que esa victoria es verdad.
Käsemann hace un primer apunte a un tema que es de enorme importancia para comprender a Pablo: a saber, que desde su contexto judío, hizo una crítica al judaísmo. Hasta ahora, en el estudio del Nuevo Testamento, s...

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