Testimonios para los ministros
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Testimonios para los ministros

Elena G. de White

  1. 551 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Testimonios para los ministros

Elena G. de White

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Información del libro

Los editores de la presente edición ponen esta obra en circulación con la ferviente plegaria de que pueda ser, para todos los que la lean (tanto pastores como feligreses en general), una fuente de instrucción en las cosas profundas del Señor; un medio para reavivar las esperanzas y energías del pueblo de Dios; una ayuda para lograr, donde sea necesario, una reforma en la vida y así, en todos nosotros, se manifiesten las gracias cristianas que han de revelar a Cristo al mundo; y para que, además, nos una a todos y nos acerque más al corazón de nuestro bendito Señor.

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Información

Año
2020
ISBN
9789877981896

XIV

Exhortaciones a la verdad y la lealtad

50

“Todos ustedes son hermanos”349

(Los artículos de esta sección fueron extraídos de Special Testimonies to Ministers and Workers [Serie A, Nº 9, 1897]. Este artículo, págs. 3-15)
8 de marzo de 1895
Debo hablar a mis hermanos de cerca y de lejos. No puedo guardar silencio. No están actuando de acuerdo con principios correctos. Los que ocupan puestos de responsabilidad no deben sentir que su posición de importancia los hace hombres de juicio infalible.
Todas las obras de los hombres están bajo la jurisdicción del Señor. Será completamente seguro para los hombres considerar que hay conocimiento en el Altísimo. Los que confían en Dios y su sabiduría, y no en sí mismos, andan por sendas seguras. Nunca sentirán que están autorizados a poner bozal al buey que trilla; y cuán ofensivo es que los hombres controlen al instrumento humano que trabaja en sociedad con Dios y a quien el Señor Jesús ha invitado: “Ustedes viven siempre angustiados y preocupados. Vengan a mí, y yo los haré descansar. Obedezcan mis mandamientos y aprendan de mí, pues yo soy paciente y humilde de verdad. Conmigo podrán descansar. Lo que yo les impongo no es difícil de cumplir, ni es pesada la carga que les hago llevar”. “Nosotros somos compañeros de trabajo al servicio de Dios y ustedes son como la tierra que Dios cultiva. Ustedes son como una casa que le pertenece a Dios”.350
El Señor no ha puesto a ninguno de sus agentes humanos bajo el dictado y el control de quienes son ellos mismos mortales sujetos a error. No ha colocado sobre los hombres el poder de decir: “Usted hará esto, y usted no hará aquello”. Pero en Battle Creek se ejerce un poder que Dios no ha dado, y él juzgará a quienes se arrogan esa autoridad. Ellos tienen algo del mismo espíritu que indujo a Uza a poner su mano sobre el arca para estabilizarla, como si Dios no fuera capaz de cuidar de sus símbolos sagrados. Debe ejercerse mucho menos del poder y la autoridad del hombre hacia los agentes humanos de Dios. Hermanos, dejen que Dios gobierne.
La obra para este tiempo
La gran obra para este tiempo exige que los hombres vayan por doquiera, lejos y cerca, por los caminos y los vallados, para difundir la luz presentando las palabras de vida. ¿Ha colocado Dios sobre un solo hombre o consejo de hombres la responsabilidad de tomar esta obra en sus manos, como si los obreros, que son propiedad de Dios, debieran estar bajo su control?
Los asuntos relacionados con la obra de Dios en cualquiera de los ramos demandan hombres que estén trabajando en armonía con Dios; pues en la obra el poder y el éxito sólo pueden lograrse gracias a la cooperación de lo humano con lo divino. Si uno no ofrece la mejor evidencia de que entiende las cosas celestiales y eternas, no debería ser autorizado a ministrar en asuntos que se relacionan con la obra y que conciernen a la salvación de las almas por las cuales Cristo murió. Ya se le ha confiado demasiado poder a las manos y los cerebros no santificados, y se han realizado movimientos muy faltos de sabiduría, que no están de acuerdo con la voluntad y los caminos de Dios.
Ningún hombre es un juez adecuado del deber de otro hombre. El hombre es responsable ante Dios; y cuando los hombres finitos y sujetos a error toman en sus manos el dominio de sus semejantes, como si el Señor los comisionara para hacer y deshacer, todo el Cielo se llena de indignación. Se establecen extraños principios con respecto al control de las mentes y las obras de los hombres, por parte de jueces humanos, como si estos hombres finitos fueran dioses.
¿Y qué ocurre con algunos que están llevando estas sagradas responsabilidades? Los hombres que no tienen una mente espiritual, que no están consagrados a Dios, no tienen ningún cometido que realizar, ninguna autoridad que ejercer, con respecto a los deseos o las acciones de sus semejantes. Pero a menos que los hombres estén diariamente en comunión con Dios, a menos que lo busquen de todo corazón para conseguir capacitación para la obra, asumirán el poder dictatorial sobre la conciencia de los demás. Un sentido de la presencia divina infundiría reverencia y subyugaría el alma; pero carecen de ese sentido. Si el amor de Dios no arde en el alma, el amor a los hombres se enfría. Sus corazones no se conmueven a la vista del dolor humano. El egoísmo ha dejado su impronta profanadora sobre la vida y el carácter, y algunos jamás perderán esta imagen e inscripción.
¿Ha de confiarse la conducción de la causa de Dios a tales manos? ¿Han de ser las almas por quienes Cristo murió manejadas por la voluntad de hombres que han rechazado la luz que les fue dada del Cielo? Debiéramos temer las leyes hechas por los hombres, y los planes y métodos que no están de acuerdo con los principios de la Palabra de Dios que rigen la relación del hombre con sus semejantes. “Todos ustedes son hermanos”.351
El actual estado de cosas debe cambiar
El actual estado de cosas debe cambiar,352 o la ira de Dios caerá sobre sus instrumentos que no están actuando según las pautas de Cristo. ¿Le ha dado Dios a alguno de ustedes el encargo de enseñorearse despóticamente de su herencia? Esta clase de obra se ha estado haciendo por años. Dios lo ve todo, y esto le desagrada. Cuando los hombres se colocan entre Dios y sus agentes humanos, deshonran a Dios y perjudican a las almas que necesitan ánimo, simpatía y amor verdaderos. Me siento constreñida a exhortar a nuestros obreros: Cualquiera sea vuestra posición, no dependan de los hombres ni hagan de la carne vuestro brazo.
Me siento impulsada por el Espíritu de Dios a decir a los que están relacionados con la obra del Señor: “Jamás olviden que dependen totalmente de Dios”; y si pasan una hora o un momento sin apoyarse en su gracia, sin conservar el corazón abierto para recibir la sabiduría que no es de origen terrenal, estando seguros de que sin Cristo nada pueden hacer, se verán incapacitados para distinguir entre el fuego común y el fuego sagrado. Palabras de un carácter completamente prohibido saldrán de sus labios para destruir la esperanza, el coraje y la fe. Así está escrito en los libros del Cielo: “Tus palabras no han sido inspiradas por Dios, sino por el enemigo que hirió y magulló a Cristo en la persona de su posesión adquirida. Almas de un valor infinito fueron tratadas en forma indiferente y rechazadas, dejadas solas para luchar bajo la tentación y forzadas a entrar en el campo de batalla de Satanás”.
Los que decían ser amigos de Job fueron consoladores miserables que hicieron su caso más amargo e insoportable; y Job no era culpable como ellos suponían. Quienes necesitan la máxima ayuda son los que, mientras Satanás trata de inducirlos a la desesperación, están bajo el dolor y la angustia por causa de su propia conducta errónea. ¡Cuán poco es comprendida, por quienes deben ir con tierna compasión al encuentro del que yerra, la intensa agonía del alma derrotada por Satanás y que se siente impotente e indefensa!
Es sumamente lamentable la condición del que sufre bajo el remordimiento; es como una persona aturdida, tambaleante, que se hunde en el polvo. Y muchos que se creen justos llegan a ser consoladores exasperantes; tratan rudamente a esas almas. Al manifestar esta dureza de corazón, al herir y oprimir a esas almas, están haciendo la misma obra que Satanás se deleita en realizar. El alma que sufre bajo la prueba y la tentación no puede ver nada con claridad. La mente está confundida; no sabe qué pasos dar. ¡Oh, en estos casos, no hablen una sola palabra que pueda producirles un dolor más profundo!
Cómo tratar con los que yerran
Nuestro Salvador dijo: “A cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgara al cuello una piedra de molino de asno y que se lo hundiese en lo profundo del mar. ¡Ay del mundo por los tropiezos! Es necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!... Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos; porque el Hijo del hombre ha venido para salvar lo que se había perdido. ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se ha descarriado? Y si acontece que la encuentra, de cierto os digo que se regocija más por aquella que por las noventa y nueve que no se descarriaron. De igual modo, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos que se pierda uno de estos pequeños”.353
Cristo dijo: “No he venido a llamar a justos [a ustedes que no sienten necesidad de arrepentimiento], sino a pecadores al arrepentimiento”.354 Los colaboradores de Dios trabajarán según los lineamientos de Cristo. Hay más de una pobre alma que es mal entendida, no apreciada, llena de angustia y agonía: una oveja perdida y errante. Su mente está obnubilada, no puede encontrar a Dios y, casi sin esperanzas, la incredulidad toma posesión de ella. Sin embargo tiene un intenso y anhelante deseo de perdón y de paz.
Al contemplar este cuadro, pregúntense: ¿No hay algún cristiano al cual pueda ir una persona tal para encontrar alivio? A esta pregunta Dios la contesta así: “Tengo contra ti que has abandonado tu primer amor. Así que ponte a pensar en qué has fallado, y arrepiéntete, y vuelve a actuar como al principio. De lo contrario, vendré a ti y, si no te arrepientes, quitaré tu candelero de su lugar”.355 Un fariseísmo frío, de corazón duro, ha tomado posesión de muchos de los profesos seguidores de Cristo, y el amor de Jesús está muerto.
“Sé vigilante”
“Escribe al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas dice esto: ‘Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives y estás muerto. Sé vigilante y confirma las otras cosas que están para morir, porque no he hallado tus obras bien acabadas delante de Dios’ ”.356 Aquí el problema está resuelto. Las personas aquí descriptas han tenido la luz que, si la hubieran seguido y hubiesen fortalecido las cosas que quedaban y estaban a punto de morir, los habría impulsado a realizar obras completamente diferentes. Ayudando a los que necesitaban auxilio habrían mantenido viva la luz que brilló en su propio corazón cuando Jesús habló a su alma y dijo: “Tus pecados te son perdonados”.357
Se especifica claramente la obra que ha de ser hecha: “Mantente vigilante y afirma todo aquello que está a punto de morir, pues he encontrado que tus obras no son perfectas ante mi Dios. Haz memoria de lo que has recibido y oído, y ponlo en práctica y arrepiéntete. Si no te mantienes vigilante, cuando menos lo esperes vendré sobre ti como un ladrón”.358 Muchos han oído y recibido la Palabra de vida y han sido poderosamente conmovidos por la verdad, pero han permitido que sus almas se volvieran frías, su fe se oscureciera, por causa de su justicia propia, su espíritu de creerse importantes y el orgullo de poseer un conocimiento de la verdad que dejaron de practicar. La verdad que no se pone en práctica pierde su poder. El corazón se cierra a su influencia divina y los que debieran ser obreros para Cristo están ociosos, y las almas a quienes podrían ayudar son dejadas en el desánimo, las tinieblas y la desesperación.
Ayudar a las almas que se hunden
Hay almas que están hambrientas de simpatía, hambrientas del pan de vida; pero no tienen la confianza para dar a conocer su gran necesidad. Los que llevan responsabilidades en conexión con la obra de Dios deben entender que se encuentran bajo la obligación más solemne de ayudar a esas almas; y habrían estado preparados para ayudarlas si hubiesen retenido la influencia suave y subyugante del amor de Cristo. ¿Van a ellos para buscar ayuda esas pobres almas que están a punto de morir? No; lo hicieron hasta que perdieron toda esperanza de recibir ayuda por ese lado. No ven una mano extendida para ayudar.
El asunto me fue presentado de esta manera: Un hombre que se ahoga, y que lucha en vano con las olas, descubre un bote y, con las últimas fuerzas que le quedan, tiene éxito en alcanzarlo y se ase de su costado. En su debilidad no puede hablar, pero la agonía pintada en su rostro conmovería...

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