No basta mi fe para ser ateo
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No basta mi fe para ser ateo

Norman L. Geisler, Frank Turek

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No basta mi fe para ser ateo

Norman L. Geisler, Frank Turek

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NO BASTA MI FE PARA SER ATEO"Desearía que este libro hubiera estado disponible cuando era un ateo; me habría ahorrado mucho tiempo en mi viaje hacia Dios".Lee Strobel, autor"Si continúas siendo un escéptico después de leer este libro, sospecho que vives en negación".Josh McDowell, orador, autor"El ateísmo requiere toneladas de fe ciega, mientras que el camino de la razón y la lógica conducen directamente al evangelio de Jesucristo. Geisler y Turek muestran de manera convincente por qué".Phillip E. Johnson, autor"Este libro te capacitará, exhortará y animará a 'presentar defensa con mansedumbre y reverencia… [de la] razón de la esperanza' que posees".Hank Hanegraaff, presidente de The Christian Research Institute; anfitrión, Bible Answer Man"Este libro debería sacudir a cualquiera que se declare ateo… quizás hasta el punto de persuadirlo a comenzar a buscar al Dios que siempre ha estado ahí".Cal Thomas, columnista; anfitrión, After Hours"Geisler y Turek presentan la crucial información necesaria para evitar arrastrados por las ideologías seculares sin fundamentos que presentan a la ciencia, la filosofía y los estudios bíblicos como enemigos de la fe cristiana".William A. Dembski, autor

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Información

Año
2020
ISBN
9781629461878

1
¿Podemos aceptar la verdad?

“Los hombres tropiezan con la verdad de vez en cuando, pero la mayoría se levanta y sale corriendo como si nada hubiera sucedido”.
Winston Churchill
En la película Cuestión de honor, Tom Cruise encarna a un abogado de la marina que interroga a un coronel, interpretado por Jack Nicholson, sobre el asesinato de uno de los hombres de Nicholson. La dramática escena del tribunal se convierte en una pelea a gritos cuando Cruise acusa a Nicholson de ser cómplice del asesinato:
Cruise: “Coronel, ¿activaste el Código Rojo?”.
Juez: “¡No tienes que responder esa pregunta!”.
Nicholson: “Responderé la pregunta… ¿quieres respuestas?”.
Cruise: “Creo que tengo derecho a ellas”.
Nicholson: “¡Quieres respuestas!”.
Cruise: “¡Quiero la verdad!”.
Nicholson: “¡No puedes aceptar la verdad!”.
Nicholson podría haber estado gritándole a todo Estados Unidos en lugar de a Cruise, porque parece que muchos en nuestro país no pueden manejar la verdad. Por un lado, exigimos la verdad en prácticamente todas las áreas de nuestras vidas.
Por ejemplo; exigimos la verdad a:
Seres queridos (nadie quiere mentiras de un cónyuge o un hijo).
Doctores (queremos recibir la medicina correcta y que se nos realicen las cirugías correctas).
Corredores de bolsa (exigimos que nos digan la verdad sobre las empresas que recomiendan).
Tribunales (queremos que condenen solo a los verdaderamente culpables).
Jefes (queremos que nos digan la verdad y nos paguen de manera justa).
Aerolíneas (exigimos aviones seguros y pilotos capacitados y sobrios).
También esperamos que nos digan la verdad cuando tomamos un libro de referencia, leemos un artículo o vemos una noticia; queremos la verdad de los publicitas, los maestros y los políticos; asumimos que las señales de tránsito, los botes de medicinas y las etiquetas de los alimentos señalan la verdad. De hecho, exigimos la verdad para casi todas las facetas de la vida que afectan nuestro dinero, nuestras relaciones, nuestra seguridad o nuestra salud.
Por otro lado, a pesar de nuestras inquebrantables exigencias de la verdad en estas áreas, muchos de nosotros no estamos interesados en la verdad cuando se trata de la moralidad o la religión. De hecho, muchos rechazan rotundamente la idea de que cualquier religión pueda ser verdadera.
Aquí hay una gran contradicción. ¿Por qué exigimos verdad en todo menos en moralidad y religión? ¿Por qué decimos, “eso es cierto para ti, pero no para mí”, cuando hablamos de moralidad o religión, pero nunca pensamos en esta necedad cuando hablamos con un corredor de bolsa sobre nuestro dinero o un médico sobre nuestra salud?
Aunque pocos lo admitirían, nuestro rechazo de la verdad religiosa y moral a menudo se basa en motivos de la voluntad en lugar de motivos intelectuales: simplemente no queremos rendir cuentas a ninguna norma moral o doctrina religiosa. Así, aceptamos ciegamente las afirmaciones falsas, pero políticamente correctas, de intelectuales que nos dicen que la verdad no existe; todo es relativo; no hay absolutos; todo es una cuestión de opinión; no deberías juzgar; la religión se trata de fe, no de hechos. Quizás Agustín tenía razón cuando declaró que amamos la verdad cuando nos ilustra, pero la odiamos cuando nos acusa. Quizás no podemos aceptar la verdad.
Para resolver nuestra esquizofrenia cultural, debemos abordar cuatro preguntas sobre la verdad:
1. ¿Qué es la verdad?
2. ¿Se puede conocer la verdad?
3. ¿Se pueden conocer las verdades sobre Dios?
4. ¿A quién le importa la verdad?
Cubriremos estas preguntas en este capítulo y el siguiente.
¿Qué es la verdad? La verdad sobre la verdad
¿Que es la verdad? De manera simple, la verdad es “decir lo que es”. Cuando el gobernador romano Pilato le preguntó a Jesús “¿Qué es la verdad?”, hace casi 2,000 años, no esperó a que Jesús respondiera. En cambio, Pilato inmediatamente actuó como si supiera al menos algo sobre la verdad. Con respecto a Jesús, declaró: “no hallo en él ningún delito.” (Juan 18:38). Al exonerar a Jesús, Pilato “dijo lo que es”.
La verdad también se puede definir como “lo que corresponde a un objeto” o “lo que describe el estado real de las cosas”. El juicio de Pilato era verdadero porque coincidía con el objeto; describió un estado exacto de las cosas. Jesús realmente era inocente.
Al contrario de lo que se enseña en muchas escuelas públicas, la verdad no es relativa, sino absoluta. Si algo es cierto, es cierto para todas las personas, en todo momento, en todos los lugares. Todas las afirmaciones de verdad son absolutas y exclusivas. Solo piensa en la afirmación “todo es verdad”. Es una afirmación absoluta y exclusiva. Excluye su opuesto (es decir, señala que la afirmación “todo no es verdadero” es incorrecta). De hecho, todas las verdades excluyen a sus opuestos. Incluso las verdades religiosas.
Esto quedó cómicamente claro cuando hace algunos años yo (Norm) debatí al humanista religioso Michael Constantine Kolenda. De los muchos ateos con los que debatí, él fue uno de los pocos que realmente leyeron mi libro Christian Apologetics [Apologética cristiana] antes del debate.
Cuando fue su turno de hablar, Kolenda levantó mi libro y declaró: “Estos cristianos son personas con mentes muy cerradas. Leí el libro del Dr. Geisler. ¿Sabes lo que él cree? ¡Él cree que el cristianismo es verdadero y todo lo que se opone a él es falso! ¡Estos cristianos son personas muy cerradas!”.
Bueno, Kolenda también había escrito un libro que leí antes del debate. Se titulaba Religion Without God [Religión sin Dios] (¡que es como un romance sin cónyuge!). Cuando fue mi turno de hablar, levanté el libro de Kolenda y dije: “Estos humanistas son personas con mentes muy cerradas. Leí el libro del Dr. Kolenda. ¿Sabes lo que él cree? ¡Él cree que el humanismo es verdadero y todo lo que se opone a él es falso! ¡Estos humanistas son personas muy cerradas!”.
La audiencia se rió entre dientes porque podían ver el punto. Las afirmaciones de la verdad humanista son tan estrechas como las afirmaciones de la verdad cristiana. Porque si H (humanismo) es verdadero, entonces cualquier cosa que se oponga a H es falso. Del mismo modo, si C (cristianismo) es verdadero, entonces cualquier cosa que se oponga a C es falso.
Hay muchas otras verdades sobre la verdad. Éstas son algunas de ellas:
La verdad se descubre, no se inventa. Existe independientemente del conocimiento que alguien tenga de ella. (La gravedad existía antes de Newton).
La verdad es transcultural; si algo es cierto, es cierto para todas las personas, en todos los lugares, en todo momento (2+2=4 para todos, en todas partes, en todo momento).
La verdad no cambia aunque nuestras creencias sobre la verdad cambien. (Cuando comenzamos a creer que la tierra era redonda en lugar de plana, la verdad sobre la tierra no cambió, solo nuestra creencia sobre ella).
Las creencias no pueden cambiar un hecho, sin importar cuán sinceras sean. (Alguien puede creer sinceramente que el mundo es plano, pero eso solo hace que la persona se equivoque de forma sincera).
La verdad no se ve afectada por la actitud de quien la profesa. (Una persona arrogante no hace que la verdad que él profesa sea falsa. Una persona humilde no hace que el error que profesa sea verdadero).
Todas las verdades son verdades absolutas. Incluso las verdades que parecen ser relativas son realmente absolutas. (Por ejemplo, “Yo, Frank Turek, tuve calor el 20 de noviembre de 2003” puede parecer una verdad relativa, pero en realidad es absolutamente cierta para todos, en todas partes, que Frank Turek tuvo la sensación de calor ese día).
En resumen, las creencias opuestas son posibles, pero las verdades opuestas no lo son. Podemos creer que todo es verdad, pero no podemos hacer que todo sea verdad.
Esto parece bastante obvio. ¿Pero cómo lidiamos con la afirmación de que no hay verdad? Un par de personajes de dibujos animados pueden ayudarnos.
La técnica del correcaminos
Si alguien te dijera: “Tengo una idea que revolucionará por completo tu capacidad para identificar rápida y claramente las declaraciones falsas y las falsas filosofías que impregnan nuestra cultura”, ¿te interesaría? Eso es lo que vamos a hacer aquí. De hecho, si tuviéramos que elegir solo una capacidad de pensamiento como la más valiosa que hemos aprendido en nuestros muchos años de educación de postgrado y de seminario, sería esta: cómo identificar y refutar declaraciones autodestructivas. Un incidente en un reciente programa de radio demostrará lo que queremos decir con declaraciones autodestructivas.
El anfitrión liberal del programa, Jerry, estaba atendiendo llamadas sobre el tema de la moralidad. Después de escuchar que muchos afirmaban audazmente que cierta posición moral era correcta, un interlocutor exclamó: “¡Jerry! ¡No existe la verdad!”.
Yo (Frank) busqué el teléfono y comencé a marcar furiosamente. Ocupado. Ocupado. Ocupado. Quería seguir y decir: “¡Jerry! Para el tipo que dijo: “no existe la verdad”, ¿es eso verdad?
Nunca logré comunicarme. Y Jerry, por supuesto, estuvo de acuerdo con la persona que llamó, sin darse cuenta de que su afirmación no podría ser cierta, porque se negaba a sí misma.
Una declaración autodestructiva es aquella que no cumple con su propio estándar. Como estamos seguros de que te das cuenta, la declaración del que llamó y dijo “no existe la verdad” afirma que es verdadera y, por lo tanto, se niega a sí misma. Es como decir: “No puedo hablar ni una sola palabra de español”. Si alguien dijera eso, obviamente responderías: “¡Espera un momento! ¡Tu declaración debe ser falsa porque acabas de pronunciarla en español!”.
Este tipo de declaraciones se hacen rutinariamente en nuestra cultura posmoderna, y una vez que afines tu habilidad para detectarlas, te convertirás en un valiente defensor de la verdad. Sin duda, has escuchado a la gente decir cosas como: “¡Toda la verdad es relativa!” y “¡No hay nada absoluto!”. Ahora estarás preparado para refutar estas necias declaraciones simplemente revelando que no cumplen sus propios criterios. En otras palabras, al probar que una afirmación se niega a sí misma, puedes exponerla como la necedad que es.
Llamamos a este proceso de demostrar que una afirmación se niega a sí misma la táctica del correcaminos porque nos recuerda a los personajes animados, el correcaminos y el coyote. Como recordarás de los dibujos animados de los sábados por la mañana, la única misión del coyote era perseguir al veloz correcaminos y convertirlo en su cena. Pero el correcaminos era demasiado rápido y demasiado inteligente. Justo cuando el coyote estaba ganando terreno, el correcaminos se detiene en seco en el borde del acantilado, dejando al coyote momentáneamente suspendido en el aire, sin apoyo de nada. Tan pronto como el Coyote se da cuenta de que no tiene terreno para sostenerse, cae en picada al fondo del barranco.
Bueno, eso es exactamente lo que la táctica del correcaminos puede hacer con los relativistas y posmodernistas de nuestros días. Les ayuda a darse cuenta de que sus argumentos no pueden sostener su propio peso. En consecuencia, se estrellan contra el suelo. ¡Esto te hace ver como un súper genio! Llevemos la táctica del correcaminos a la universidad para mostrarles lo que queremos decir.
El correcaminos va a la universidad
La táctica del correcaminos es especialmente necesaria para los estudiantes universitarios de la actualidad. ¿Por qué? Porque si escuchas a muchos de nuestros profesores universitarios, te dirán que la verdad no existe. Lo que nos sorprende es que los padres están pagando miles de dólares en matrículas universitarias para que a sus hijos e hijas se les pueda enseñar la “verdad” de que no existe la verdad, sin mencionar otras afirmaciones posmodernas autodestructivas como: “toda verdad es relativa” (¿es eso una verdad relativa?); “no hay absolutos” (¿estás absolutamente seguro?); y, “¡es cierto para ti, pero no para mí!” (¿esta declaración es verdad solo para ti, o es verdad para todos?). “Verdadero para ti pero no para mí” puede ser el mantra de nuestros días, pero no es cómo el mundo realmente funciona. ¡Intenta decirle eso a tu cajero del banco, a la policía o a la secretaría de hacienda y mira qué tan lejos llegas!
Por supuesto, estos mantras modernos son falsos porque se niegan a sí mismos. Pero para aquellos que todavía creen ciegamente en ellos, tenemos algunas preguntas: si realmente no hay verdad, entonces ¿por qué intentar aprender algo? ¿Por qué debería un estudiante escuchar a su profesor? Después de todo, el profesor no conoce la verdad. ¿De qué sirve ir a la escuela y mucho menos pagar por ella? ¿Y cuál es el punto de obedecer las prohibiciones morales del profesor de no hacer trampa en las pruebas o no plagiar los trabajos de fin de curso?
Las ideas tienen consecuencias. Las buenas ideas tienen buenas consecuencias y las malas ideas tienen malas consecuencias. De hecho, muchos estudiantes se percatan de las implicaciones de estas malas ideas posmodernas y se comportan en consecuencia. Si les enseñamos a los alumnos que no existe lo correcto y lo incorrecto, ¿por qué nos sorprendemos cuando un par de estudiantes disparan contra sus compañeros de clase o una madre adolescente deja a su bebé en un bote de basura? ¿Por qué deberían actuar “correctamente” cuando les enseñamos que no existe lo “correcto”?
C. S. Lewis reveló el absurdo de esperar la virtud de las personas a las que se les enseña que no existe la virtud: “En una especie de simplicidad espantosa, eliminamos el órgano y exigimos la función. Creamos hombres sin corazón y esperamos de ellos virtud y valentía. Nos reímos del honor y nos sorprendemos al encontrar traidores entre nosotros. Castramos y ordenamos a los castrados que sean fructíferos”.8
La verdad es esta: las ideas falsas sobre la verdad llevan a ideas falsas sobre la vida. En muchos casos, estas ideas falsas dan una aparente justificación para lo que realmente es un comportamiento inmoral. Porque si puedes matar el concepto de la verdad, entonces puedes matar el concepto de cualquier religión verdadera o cualquier moralidad verdadera. Muchos en nuestra cultura han intentado hacer esto y los últimos cuarenta años de decadencia religiosa y moral muestran su éxito. Desafortunadamente, las devastadoras consecuencias de sus esfuerzos no solo son verdaderas para ellos, también son verdad para todos nosotros.
Así que, la verdad existe. No se puede negar. Aquellos que nie...

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