Suku'un Felipe
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Suku'un Felipe

Felipe Carrillo Puerto y la revolución maya de Yucatán

Armando Bartra

  1. 293 páginas
  2. Spanish
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Suku'un Felipe

Felipe Carrillo Puerto y la revolución maya de Yucatán

Armando Bartra

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Suku'un Felipe presenta una biografía novelada de Felipe Carrillo Puerto, gobernador de Yucatán y luchador incansable por la justicia social. A lo largo de este libro, Armando Bartra narra con don literario la vida de este personaje, quien sin importar qué hiciera o dónde estuviera, tenía presente el deseo de mejorar las condiciones de vida de los mayas. Esta relación inquebrantable entre él y los mayas le valió el apodo de Suku'un, es decir "hermano". Gracias a la naturaleza híbrida de la obra, el público sentirá que está leyendo una novela a la vez que conoce los aciertos, los errores, las vicisitudes y las traiciones propias de la vida de un hombre que dedicó su vida a mejorar su país y las condiciones de sus conciudadanos.

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Información

V. GOBERNAR CON EL PUEBLO, 1922-1923

“EL PRIMER GOBIERNO SOCIALISTA DE AMÉRICA


El primero de febrero de 1922, poco antes de las diez de la mañana, Felipe Carrillo Puerto salió de su casa y, rodeado por una multitud que agitaba estandartes con el triángulo rojo distintivo de las ligas de resistencia, se dirigió al Congreso del estado, donde lo esperaba su presidente, el diputado Ariosto Castellanos Cárdenas.
Ahí debía rendir la protesta de ley como gobernador empleando la fórmula protocolaria: “Protesto guardar y hacer guardar la Constitución política de los Estados Unidos Mexicanos, la particular del estado y las leyes que de ellas emanen, y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de gobernador que el pueblo me ha conferido, mirando en todo por el bien y la prosperidad de la Unión y del estado”.
Así lo hizo. Pero, violentando el ritual, agregó sin bajar la mano con la que juraba: “Igualmente protesto cumplir y hacer cumplir los postulados de los congresos obreros de Motul e Izamal. Y si así no lo hiciere, que la nación y el estado me lo demanden”. El aplauso de los diputados socialistas ahí presentes cimbró las paredes del recinto.
Rodeado por la gente que lo había esperado fuera del congreso y lo llevaba casi en andas, el recién investido se dirigió al Palacio de Gobierno. La bulliciosa multitud lo depositó en la puerta y se posesionó de la Plaza Grande. Lo querían oír. Vestidos de manta, tocados con sus sombreros de palma, llevando su bastimento en el sabucán, muchos de ellos descalzos, los ligados y los no ligados agitaban los estandartes y clamaban porque su gobernador saliera al balcón.
“¡Suku’un Felipe! ¡Suku’un Felipe!”, coreaba el oleaje blanco y rojo que llenaba la plaza. Y el gobernador salió al balcón. Lo conocían, pero ese día fue como si lo vieran por primera vez.
El que los miraba, afirmándose con las dos manos en la baranda como si fuera a volar, era un hombre alto de cuyos amplios hombros despegaba un cuello largo y poderoso que lo hacía crecer un poco más. Tenía por costumbre vestir con pulcritud y muchas veces de blanco, del mismo blanco que los indios emplean para engañar al implacable sol de la llanura yucateca. Y por más calor que hiciera, no perdonaba la camisa de cuello duro ni la bien anudada corbata. Por lo general se cubría con un chambergo o un fedora, que ahora se quitó para saludar a la plaza. Dominaba el maya como el español. Y hablaba rápido, como si tuviera prisa por decir lo que tenía que decir, de manera que a veces tropezaba con una palabra. También ceceaba un poco, aunque no tanto como su hermano Fido. Y esos ojos de jade por los que lo llamaban Yaax ich; esos ojos inauditos que, quieras que no, te obligaban a seguirlos mirando.
Se hizo el silencio y el hombre alto del balcón empezó a hablar:
Utial tu lacal mehimacob, le kin behelae eimac ol tumn dzooc u yuchul le mohoch uayac ti Partido Socialista del Sureste…
Gritos, aplausos, agitar de estandartes…
tumen muchchucbalon tu lacal le socialistao hahaloob, talhanoob u tzicbentzil le dzoc tux yail, yootzá bucaá bahan kin mukyatic
Al día siguiente El Popular reprodujo en español lo que en maya dijera Carrillo Puerto a los de la plaza:
Compañeros: Para todos los trabajadores debe ser éste un día de alegría, de contento, porque hoy se realiza uno de los grandes sueños del Partido Socialista del Sureste. Aquí estamos reunidos los socialistas de verdad para celebrar el triunfo de la causa por la que hemos luchado tanto tiempo.
Ha llegado el momento de decirles a los señores que somos nosotros los constructores y no ellos. Hay que decirles que sin los trabajadores no existiría esta catedral suntuosa; que sin los trabajadores no existiría este palacio; que sin los trabajadores no existiría ese parque donde vienen a recrearse; que sin los trabajadores no existirían los ferrocarriles, los automóviles…; nada de lo que es útil al hombre existiría sin los trabajadores. Hay que decirles a los poderosos que el trabajo existió antes que el capital, por lo que es de justicia que los que todo lo producen todo lo posean, y no que sin realizar esfuerzo alguno se lo apropie una minoría.
Compañeros: la tierra es de ustedes. De ustedes que han nacido aquí, que aquí han crecido, que aquí han gastado su vida encorvados en el campo cortando pencas para el amo que se apoderó de la tierra. Pero ustedes la van a recuperar gracias a las nuevas leyes que les reconocen ese derecho. Y siendo de ustedes la tierra, y siendo ustedes quienes la trabajan, lo natural es que también las cosechas les pertenezcan.
Compañeros: es mucho lo que tiene que hacer el gobierno; hay que abrir caminos, hay que fundar muchas escuelas, hay que sembrar todas las tierras de Yucatán; sembrar todo lo que podamos y también henequén, pues produce grandes riquezas que deben llegar a manos del pueblo.
Compañeros: deben ustedes exigir a las autoridades que cumplan los acuerdos de los congresos de Motul y de Izamal. Porque ustedes serán responsables si dejan que esos señores bien trajeados sigan engañándolos. De ustedes depende que nunca más vuelvan a gobernar Yucatán los ladrones, los asesinos, los mentirosos…
La referencia del gobernador a los trabajadores como creadores de toda la riqueza se parece mucho a lo que dice Karl Marx en sus escritos económico-filosóficos de juventud y que Haberman había repetido en el Congreso de Motul. Pero más que resonancias marxistas, lo que destaca en el debut de una administración que, según Carrillo Puerto, constituye el “primer gobierno socialista de América” no es tanto el socialismo discursivo como la apuesta del motuleño por la lengua maya, y, más que eso, por la condición maya como elemento cohesionador del pueblo revolucionario en el conflicto social yucateco. Si la casta divina hacía gala de su criollismo, los socialistas peninsulares celebraban su indianidad.
Una indianidad que debía ser socialista… en la medida en que a su vez el socialismo yucateco se asumiera indianista.
La característica particular del socialismo en Yucatán —le escribió Felipe a José Ingenieros— es el resurgimiento de la raza maya, cuyo valor fue tan grande que los vestigios de su civilización aún pasman, pero cuyo pasado inmediato ha sido la esclavitud y el servilismo. Antes de la Conquista fueron los únicos dueños de estas tierras y su esclavitud fue la esclavitud del estado, de modo que su resurgimiento será el resurgimiento de Yucatán… Los mayas se han dado cuenta de las mejorías que trae el socialismo y también de la independencia económica que les ha aportado el agrarismo y que es la base de todas las demás independencias. Pero todavía no ha desaparecido en ellos el resabio producido en sus espíritus por los años de esclavitud y de humillación. Saben que tienen derecho a vivir como todos los demás. De lo que no están aún bien impregnados es de la idea de que pueden ser sujetos tan activos como los otros en el funcionamiento de la sociedad.
Y a la tarea de acompañarlos en su conformación como activos protagonistas de su historia constructiva —que de la resistencia ya lo habían sido— dedicó Felipe su corto pero intenso gobierno.
El mayismo de la nueva administración no era retórico: en 1923, inscritos por el Partido Socialista, llegaron a diputados locales indígenas mayas como José Ceh, Pedro Crespo, Braulio Euán, Demetrio Yamá… Y en el orden simbólico, el gobierno debutante inauguró en Kanasin un monumento dedicado a líderes indígenas satanizados por la oligarquía.
Este monumento, que simboliza la redención del indio maya —dijo Felipe al develarlo—, tiene en su pedestal dos triángulos en que hemos vindicado la memoria de Jacinto Can Ek y Cecilio Chí, jefes revolucionarios mayas a quienes la historia asalariada tenía como símbolos de ferocidad y salvajismo, pero que de hecho fueron dos grandes héroes que, durante la tiranía colonial y las que continuaron, tuvieron la suprema valentía de dar el grito de redención en los campos de Oriente.
Más allá de los monumentos, Carrillo Puerto reconoció y abrió espacios de reconciliación a lo que quedaba de los cruzoob, de los rebeldes mayas que se habían alzado contra los dzules en la llamada Guerra de Castas. El general Francisco May, aún atrincherado en la selva de Quintana Roo, se entrevistó en varias ocasiones con el nuevo gobernador.
Con la misma orientación que el primer Museo Arqueológico fundado por Manuel Gamio en la ciudad de México, Carrillo Puerto estableció el segundo de esa naturaleza en Mérida. El Museo Arqueológico e Histórico de Yucatán se inauguró a principios de 1923, estando a cargo del escritor Luis Rosado Vega. La institución debutante se agregaba al llamado Museo Yucateco, que dirigía Ricardo Mimenza y exhibía objetos prehispánicos junto a piezas más recientes. En su primer año el nuevo museo fue visitado por diecisiete mil personas.
En noviembre de 1922 se había hecho público que arqueólogos estadunidenses, entre los que estaba Sylvanus Griswold Morley, solicitaban permiso del gobierno para hacer exploraciones en el país. El célebre arqueólogo mexicano Leopoldo Batres se opuso enérgicamente argumentando el riesgo de destrucción y saqueo, mientras que en El Popular los socialistas yucatecos, coincidiendo con el explorador de Teotihuacan en la necesidad de evitar daños y robos, argumentaban a favor de las expediciones científicas que no afectaran el patrimonio.
A principios de 1923 Morley, William Parson, John Merrian y otros huaches a quienes los nativos empezaron a llamar “yucatólogos” visitaron Yucatán, trotando entusiasmados por cenotes y ruinas. Finalmente, en julio de 1923 se dio a conocer la firma del convenio de colaboración entre el Instituto Carnegie y la Secretaría de Agricultura y Fomento para la exploración de Chichén Itzá y la reconstrucción de ese centro arqueológico, en lo que fue una de las primeras obras de este tipo realizadas en México.
Morley se instaló en Yucatán, acampando dentro de las ruinas de Chichén Itzá, y el Carnegie le rentó a Thompson —viejo conocido de Carrillo Puerto y ya para entonces denunciado como saqueador— las tierras colindantes. Fiel a su mayismo, Felipe invitó al futuro autor de La civilización maya a dar una conferencia sobre la ancestral cultura en el local de la Liga Central.
En la misma línea, una de las primeras obras físicas del nuevo gobierno fue la carretera que une a Dzistás con Chichén Itzá. Vía construida con mano de obra comunitaria en cuyo monumento conmemorativo se lee: “Caminante: esta carretera que une el presente con el pasado de la tierra yucateca es obra del gobierno socialista del C. Felipe Carrillo Puerto”.
En la fiesta inaugural, que duró dos días y a la que asistieron cinco mil personas, el gobernador pronunció otro discurso en maya, esta vez con resonancias del Popol Vuh:
Compañeros: El corazón de los mayas, la sangre de los mayas, se levantan hoy con este nuevo sol, en este nuevo día, porque ya se han hecho verdad todas las cosas que decían los hombres antiguos.
Compañeros: así como los antiguos mayas hicieron Chichén, igualmente ustedes han hecho una carretera. Este día nos enseña dos cosas: nos ense...

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