CAPÍTULO 1
EL MEDIO FÍSICO Y HUMANO
El medio físico
Situado en el extremo occidental de África del Norte, entre el Mediterráneo y el Atlántico, separado de Europa por un estrecho de 14 kilómetros y profundamente anclado al sur en el continente africano, Marruecos, Magrib al’Aqsâ, es decir, “país del sol poniente”, pertenece a la vez al mundo mediterráneo, atlántico y sahariano. La fachada atlántica, que va del cabo Espartel al cabo Juby a lo largo de más de 1.000 kilómetros de costa agreste, batida por un fuerte oleaje y de difícil acceso, se encuentra, no obstante, bordeada de llanuras bajas y de mesetas poco elevadas que no ofrecen ninguna barrera a las influencias marítimas, particularmente a los vientos húmedos que, al llegar hasta el anfiteatro montañoso que rodea esas llanuras, permiten el cultivo de secano incluso en el interior. Estas características hacen del Marruecos occidental o atlántico lo que se conoce como el “Marruecos útil”, considerado el centro económico del país.
El litoral mediterráneo, que se extiende a lo largo de 450 kilómetros, es más estrecho y aislado. Se reduce a una franja costera, limitada por una orilla abrupta solo accesible en sus extremos, ya que las montañas que lo bordean son difíciles de franquear. El relieve favoreció que una población de agricultores y arboricultores sedentarios, típicos del mundo mediterráneo, se prolongara más allá de los recorridos beduinos del Atlas Medio, hasta los chleuh del Gran Atlas y del Anti-Atlas occidentales.
En Marruecos, el mundo sahariano se nota menos que en Argelia, debido a la cadena de montañas en diagonal. No obstante, las faces este y sur del país enlazan con las grandes llanuras esteparias y con el zócalo sahariano. La barrera de montañas no impide que, de vez en cuando, las masas de aire tórrido del desierto se derramen en las llanuras atlánticas, recalentándolas y resecándolas.
Marruecos es un país que destaca sobre los demás del norte de África por la gran altitud de sus montañas y la gran extensión de sus llanuras y mesetas. En el Gran Atlas occidental hay varias cumbres que sobrepasan los 4.000 metros, como el Yebel Tukbal (4.165 metros), que es la cumbre más alta de toda África del Norte. De otro lado, las superficies llanas o poco accidentadas cubren cerca de dos tercios del país.
Del conjunto de las montañas de Marruecos, el Rif, en el norte, es un sistema aparte. Relativamente poco elevado, la altura del Yebel Tidirhin es de 2.450 metros. El Rif es, sin embargo, una cordillera complicada, inclinada hacia el sur, arqueada, desplegada de este a oeste. Lo mismo que el Atlas Telliano, del que es una prolongación, el Rif contribuye al aislamiento del litoral mediterráneo.
Al sur, el Gran Atlas, orientado de este-nordeste a oeste-sudoeste, está también en la prolongación de las montañas argelinas del Atlas sahariano. Se trata de un enorme pliegue profundo (de basamento) que alza, entre grandes fracturas, un bloque de rocas antiguas, el Gran Atlas occidental, con su cobertura secundaria, el Gran Atlas central y oriental. Esta elevada cordillera rígida, si bien franqueable en dos o tres lugares (Talremt, Tichka, Tizi-n-Test), cae al mar en mesetas cortadas brutalmente por la costa.
El Gran Atlas y el Rif encuadran una región tabular, una meseta. Al este, la extremidad occidental de las altas llanuras oranesas constituye las altas mesetas del Dahra, sobre el valle del Muluya. Al oeste, la meseta se eleva al máximo hasta 1.500 metros en el macizo central marroquí, y sus rocas antiguas están recubiertas al este por la masa calcárea del Atlas Medio. En su parte oriental, el Atlas Medio forma una cadena plegada, que sobrepasa 3.000 metros sobre el Muluya. Este armazón compacto y poco articulado no deja entre él y el Rif más que el estrecho corredor de Taza.
Por último, en el extremo sur, los confines saharianos se plegaron hasta más de 2.000 metros en pliegue profundo en el Anti-Atlas, cortado en dos por el boquete noroeste-sudeste del río Draa. Al norte, el Anti-Atlas está separado del Gran Atlas por un largo surco interrumpido por el volcán terciario de Sirwa (3.300 metros). Al sur, las crestas monoclinales del Yebel Bani se hunden más o menos regularmente bajo las mesetas desérticas de las hamadas (vastas llanuras rocosas y estériles).
Respecto al clima, el país está sometido a las influencias del océano y del desierto. Por su posición geográfica, en latitud y longitud, el clima de Marruecos es mediterráneo, de veranos secos, con contrastes y matices. La proximidad del mar atenúa las diferencias de temperatura y aumenta significativamente la humedad del aire. En Marruecos hay cultivos permanentes de secano en la latitud de Bechar y de los grandes ergs (campos de dunas) nortesaharianos. Sin embargo, la latitud y la distancia de la costa establecen diferencias. En el litoral, al norte de Safí, predomina un clima mediterráneo atlántico, semejante al de Portugal, con entre 400 y 800 milímetros de precipitaciones, que van siendo cada vez más débiles; en el sur, predomina un clima como el de Canarias, templado, brumoso durante el periodo estival, pero con precipitaciones cada vez más débiles hacia el sur. En el interior, al norte, los veranos cálidos, los inviernos frescos o fríos, según la altitud, con precipitaciones superiores a los 400 milímetros, se extienden hasta los confines del Atlas Medio. En el sur, el verano es tórrido, árido y, algunos años, claramente desértico.
El espacio montañoso es más complejo y variado. Los inviernos son fríos y lluviosos, y el hielo y la nieve frecuentes. Los veranos son calurosos, a pesar de la altitud, y las tormentas hacen que no sean totalmente secos. Los diversos climas locales dependen de la latitud y de la altitud, la exposición y la topografía. El este de Marruecos se caracteriza por una sequía acentuada (las precipitaciones allí son inferiores a 400 milímetros de agua al año) y las diferencias térmicas son muy pronunciadas entre el invierno y el verano. El hielo y la nieve no son en absoluto desconocidos. La región presahariana acentúa aún más estos caracteres. Las precipitaciones, inferiores a 200 milímetros, son raras e irregulares, y las diferencias térmicas acusadas, tanto de una estación a otra como entre el día y la noche. Solo la franja atlántica disfruta de temperaturas ligeramente más moderadas.
Como en todos los países mediterráneos, el principal obstáculo para la expansión de la vegetación es la sequía del verano, a la que se suma, por encima de los 1.000 metros, el frío del invierno. En la costa, esta sequía es en parte compensada por las nieblas del litoral. Pero hacia el sur y el este aumenta la media de las temperaturas, mientras que las precipitaciones disminuyen. Las condiciones desfavorables del otoño mediterráneo tienden a ocupar todo el año, y la vegetación se empobrece y dispersa. Los factores locales perturban, por supuesto, la regularidad de esta degradación. Las llanuras atlánticas interiores meridionales están ya consideradas semidesérticas. En la montaña, por el contrario, las capas superiores, sobre las vertientes húmedas, conservan aún al sur un manto forestal. Una vez más, la dorsal diagonal montañosa separa netamente un espacio atlántico de un espacio oriental y sahariano.
El papel permanente de la montaña se encuentra, por último, en los caracteres de la hidrografía. Gracias a su altitud, Marruecos, mejor irrigado que el resto del Magreb, dispone en el centro de una verdadera arca de agua, de la que dimanan grandes ríos permanentes hacia el Atlántico, como el Sebú, el Bu Regreg, el Um er-Rabia, el Tennsift y el Sus; hacia el Mediterráneo, como el Muluya, e incluso hacia el Sahara, como el Draa. No obstante, la mayoría de los cursos de agua marroquíes son ueds, es decir, canales intermitentes, secos en verano, pero que experimentan crecidas imponentes y pasajeras en otoño y primavera.
Estas condiciones plantean graves problemas de disponibilidad de agua que la técnica moderna se esfuerza por resolver mejor que en tiempos pasados: exceso de agua únicamente en la baja llanura del Garb y, sobre todo, escasez de agua, en parte resuelta por una irrigación, a la que la mayoría de Marruecos, el bled sequia (tierras de regadío), debe la vida.
El medio humano
Aunque la prehistoria no considera a los bereberes los primeros habitantes de África del Norte, lo cierto es que ya se encontraban allí establecidos desde los albores de la historia. Sin entrar en detalles sobre las poblaciones prehistóricas que poblaron el norte de África, se han encontrado en diversos lugares de Marruecos vest...