Ministerio es . . .
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Ministerio es . . .

Dave Earley, Ben Gutiérrez

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  1. 300 páginas
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Ministerio es . . .

Dave Earley, Ben Gutiérrez

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Ministry Is... presents in dozens of brief yet powerful chapters a Bible- based, practical guide to serving God in the local church. The insights here from authors Dave Earley and Ben Gutierrez are primarily written for students who are considering church ministry as a vocation, but they are applicable to any active church member who desires to serve through the church with passion and confidence. Each compelling entry is set up to finish the sentence that begins with the book's title. For example, Ministry Is... "Casting Crowns at the Feet of the Worthy One, " "Swimming Upstream (or It's Not Getting Any Better), " "Becoming Known in Hell, " "Loving the Bride, " "Letting Integrity Do the Teaching, " and so forth. Throughout, Earley and Gutierrez stay focused on making the reader "a spiritual change agent, a difference maker, and impact player for Jesus Christ."

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Información

Editorial
B&H Español
Año
2013
ISBN
9781433679506

1

Ministerio es . . .

Dejar un rastro de polvo

Dave Early

La verdadera grandeza, el verdadero liderazgo,
no se consigue obligando a los demás a que nos
sirvan, sino entregándose uno mismo en
servicio generoso a los demás.
—J. Oswald Sanders1
Cuando yo (Dave) era niño, me encantaba leer las tiras cómicas del periódico dominical. Una de mis favoritas era la de Carlitos. Impresa por primera vez en 1950, Carlitos es una de las tiras cómicas más famosas de todos los tiempos, y actualmente continúa apareciendo en los periódicos del domingo. Una de las razones por las que gusta tanto es por su fascinante colección de personajes, que incluye a Carlitos, el siempre desafortunado; Snoopy, su perro; Linus, el de la frazada; Lucy, la malvada hermana de Linus; Schroeder, el que toca el piano; y Pig Pen, mi favorito. Lo que me encantaba especialmente de Pig Pen es que allí donde fuese, dejaba atrás una nube de polvo.
El verdadero ministerio no consiste en estar tan sucios que dejemos siempre detrás una nube de polvo, pero sí en estar tan ocupados ensuciando nuestras manos en el servicio al Señor que dejemos tras nosotros un rastro de polvo.
Dejar un rastro de polvo
El término griego más común en el Nuevo Testamento para el verbo «servir» es διακουεω (usado 37 veces, que en 2 ocasiones se traduce como «ministrar»). Diákonos es el término griego más habitual en el Nuevo Testamento para el sustantivo «ministro» (13 veces traducido «ministro», 11 veces «servidor», «siervo» o «sirviente», y 4 veces «diácono» o «diaconisa»). En Fil. 1:1 y 1 Tim. 3:8-13 se refiere a un cargo de la iglesia, pero la palabra se suele utilizar casi siempre en sentido general.
Se trata de una palabra que hace referencia no solo al «trabajo» en general, sino principalmente al «trabajo que beneficia a los demás». Pablo utilizó el término diákonos para describirse a sí mismo como servidor del Señor (1 Cor. 3:5), «ministros de Dios» (2 Cor. 6:4), «ministros [ . . . ] de un nuevo pacto» (2 Cor. 3:6), «ministro [del evangelio]» (Ef. 3:7), y «ministro [de la iglesia]» (Col. 1:25).
Además, Pablo destaca que muchos de sus colaboradores eran también siervos: mujeres como Febe (Rom. 16:1) y hombres como Tíquico (Ef. 6:21; Col. 4:7), Timoteo (1 Tim. 4:6) y Epafras (Col. 1:7). Jesús dijo que Sus seguidores debían ser siervos (Mat. 20:26; 23:11; Juan 12:26); y todos los cristianos deben hacer la obra de un siervo o ministro, ya que todos lo somos de Cristo. Somos servidores de Su mensaje, y siervos los unos de los otros.
Aunque no estamos seguros del origen del término, podría ser el resultado de unir las palabras δια («esparciendo») y κονις («polvo»), que vendría a significar «levantando polvo al realizar una actividad». De ahí que ser un «ministro» no consista solo en tener el título de «ministro», «diácono» o «siervo», sino en hacer todo aquello que necesite ser hecho, en «servir de forma tan activa que dejemos un rastro de polvo». Lo importante no es el título que nos den, sino el trabajo que realicemos: servir. Ministrar es ensuciarse para que otros puedan estar limpios; al fin y al cabo, ¿no es eso lo que hizo Jesús?
En cierta ocasión, hablé en una iglesia que estaba experimentando un crecimiento explosivo mediante la evangelización de los estudiantes de una universidad pública. Me sorprendió un poco observar a varios adultos, evidentemente ya graduados, sirviendo con diligencia a los estudiantes que llegaban. El pastor de la iglesia me llamó aparte y me comentó que el que cargaba alegremente las sillas era el alcalde, el caballero sonriente que daba la bienvenida en la puerta a las visitas era un importante abogado, el que pasaba con gozo la ofrenda era un distinguido profesor, y la feliz mujer que llevaba la guardería era una enfermera. Todos ellos eran también miembros del equipo de liderazgo.
A diferencia de algunas iglesias que nombran y votan a los diáconos como si de un concurso de popularidad se tratase, ellos lo abordaban de forma diferente: escogían a aquellos que eran siervos destacados. Aquel pastor me dijo que lo buscaban era «una nube de polvo», así que seleccionaban a aquellos que servían de forma tan activa que dejaban «una nube» en su camino.
El verdadero ministerio consiste en ensuciarse para Dios
Tras mi primer año en la universidad, pasé el verano con Teen Missions International. Su lema era, y sigue siendo: «Ensúciate para Dios». Pasamos las dos primeras semanas a las afueras de Merrit Island, Florida, viviendo en tiendas de campaña en medio de la jungla. Los días se hacían largos, duros y embarrados.
Había oído hablar de Teen Missions porque su fundador, Bob Bland, fue durante muchos años director de Juventud para Cristo y director de reclutamiento del Christian Service Corps en mi ciudad natal. Bob había fundado Teen Missions junto con un grupo de hombres y mujeres a los que les apasionaba la idea de conseguir que los jóvenes participasen en las misiones. Su deseo consistía en dar una experiencia ministerial a los jóvenes antes de la finalización de su grado universitario.
Esta idea innovadora, que empezó con un sencillo viaje a México, se ha ido desarrollado hasta tener en la actualidad más de 40 equipos que viajan a 30 países cada año. El objetivo de Teen Missions es hacer ver a los jóvenes las necesidades de las misiones, familiarizándolos con la realidad de la vida en el campo misionero, y dándoles una oportunidad de servir al Señor mediante proyectos de trabajo y evangelismo. El éxito de Teen Missions en estos últimos 40 años, reside en que los jóvenes pueden experimentar en qué consiste de verdad el ministerio.
El verano que pasé con Teen Missions fue uno de los más difíciles de mi vida. La aventura de estar lejos de casa, dormir en un colchón de aire en el atrio de una iglesia, alimentarme con sopa de tomate, y bañarme y afeitarme con un balde, perdió el encanto de la novedad en pocos días. Las diez semanas seguidas de ministerio duro y extenuante se hicieron agotadoras, pero valieron la pena, porque tuve la oportunidad de trabajar con Dios y mis compañeros, para Su reino; pude «ensuciarme para Dios» con el fin de que otros estuviesen limpios para Él; guié a varios hombres jóvenes a Cristo y los discipulé. Aquello cambió sus vidas . . . y la mía también.
El verdadero ministerio consiste en servir a los demás
Los discípulos de Jesús eran hombres jóvenes y competitivos. Me los imagino durante sus viajes, bromeando un montón, discutiendo sobre muchas cosas y maniobrando para conseguir la mejor posición. Un día, Jacobo y Juan dieron libre expresión a toda su naturaleza competitiva:
Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, se le acercaron diciendo: Maestro, querríamos que nos hagas lo que pidiéremos.
Él les dijo: ¿Qué queréis que os haga? Ellos le dijeron: Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda . . .
Cuando lo oyeron los diez, comenzaron a enojarse contra Jacobo y contra Juan. (Mar. 10:35-37,41)
¿Se ha fijado? Jacobo y Juan buscaban puestos altos, pedían ser los líderes espirituales números uno y dos, deseaban ser grandes en el reino de Dios.
Fíjese también en que dejaron totalmente al margen a los otros diez discípulos. Cuando estos se enteraron no les hizo mucha gracia, ni tampoco a Jesús.
A veces los líderes jóvenes piensan que el liderazgo cristiano tiene que ver con títulos y cargos (por cierto, a veces los líderes veteranos piensan también lo mismo). Suponen que el éxito se mide por el tamaño de su despacho, la cifra de su sueldo, el título escrito en su puerta y el número de gente que les rinde cuentas. Creen que los símbolos del éxito equivalen a la grandeza, pero se equivocan.
Así que Jesús los llamó y les dijo: —Como ustedes saben, los que se consideran jefes de las naciones oprimen a los súbditos, los altos oficiales abusan de su autoridad. Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor, y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de todos. (Mar. 10:42-44 NVI)
Advierta que Jesús dijo que la verdadera grandeza está en ser un «servidor» (διακονος) y un «esclavo» (δουλος). Jesús deseaba que Sus jóvenes seguidores entendieran que, a diferencia de lo que ocurre en el mundo, en el liderazgo cristiano la medida del éxito la constituye el servicio, el estar dispuesto a ensuciarse con el fin de beneficiar a los demás.
El auténtico ministerio cristiano no consiste en tener subordinados y dedicarse a dar órdenes, sino en subordinarse a otros y levantar a los demás. No consiste en recibir, sino en dar. No consiste en ser servido, sino en servir y sacrificarse.
Por si las palabras de Jesús no fuesen suficientes, también quiso que considerásemos Su ejemplo. Al fin y al cabo, si el propio Jesús dejó Su posición exaltada para servir y sacrificarse por nosotros, ¿no deberíamos Sus discípulos hacer lo mismo?
Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos. (Mar. 10:45)
Jesús es Dios. Antes de venir a Belén, existió en el cielo por toda la eternidad. Como Dios, era el ser más rico y poderoso del universo, los ángeles le servían en todas Sus necesidades. Sin embargo, cuando vino a la tierra, no vino para ser servido, sino para servir, y no solo esto, sino que también vino a dar. Pero no vino a dar solo una cantidad razonable y moderada, vino a darlo todo: dio Su propia vida con el fin de rescatarnos de nuestros pecados.
El verdadero ministerio consiste en hacer lo que nos corresponde
Los cristianos del siglo I no son famosos por haber sido gigantes espirituales. Pablo, en la primera de sus cartas, intenta ayudarlos a resolver varias cuestiones y problemas. Para empezar los reprende por su carnalidad, envidias, peleas y divisiones. Después les regaña por su actitud infantil, ya que estaban formando facciones dentro de la iglesia y haciéndose partidarios de diferentes líderes cristianos.
De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía, porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres? Porque diciendo el uno: Yo ciertamente soy de Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos, ¿no sois carnales? (1 Cor. 3:1-4)
Pablo era un hombre que entendía el significado del verdadero ministerio. Vivió la vida de un servidor (διακονος; Ef. 3:7; Col. 1:23, 25) y de un esclavo de Dios (δουλος; Rom. 1:1; Gál. 1:10; Fil. 1:1; Tito 1:1). Para él, el absurdo intento de los corintios de escoger entre Apolos y él para poner a uno por encima del otro, era una necedad. Después de todo, Dios es el auténtico autor de la vida espiritual y su fruto, y Apolos y él solo er...

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