Historia de Alejandro Magno
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Historia de Alejandro Magno

Quinto Curcio Rufo, Francisco Pejenaute Rubio

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Historia de Alejandro Magno

Quinto Curcio Rufo, Francisco Pejenaute Rubio

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La obra de Curcio es característica de gran parte de la historiografía del siglo I d.C., en cuanto que lo espectacular prima sobre lo fidedigno. Pero contribuye a iluminar varios aspectos de la biografía de Alejandro.Del escritor e historiador romano Quinto Curcio Rufo, que vivió en el siglo I d.C., sólo nos ha llegado la Historia de Alejandro Magno, biografía del general macedonio en diez libros, de los que se han perdido los dos primeros. El texto conservado empieza en el año 333 a.C., cuando Alejandro está ya en plena campaña en Asia Menor, en Frigia, y corta el célebre nudo gordiano. Se narran en estos libros los combates contra el rey persa Darío III y el avance hasta las últimas fronteras de la India, la muerte de Alejandro en Babilonia y la posterior pugna entre sus generales por obtener partes de los territorios conquistados. La obra responde al modelo característico de cierta historiografía del periodo helenístico, puesto que predominan el drama y la aventura, lo patético, lo romántico y lo extraordinario, en perjuicio de la exactitud y el rigor históricos, geográficos. Por eso muchos estudiosos lo identifican con la actual novela histórica, no con el género histórico de investigación.Entre los aspectos interesantes de la Historia está su evidente manejo de algunas fuentes fidedignas (entre otras que no lo son) que de otro modo no nos habrían sido accesibles, de ahí que conserve materiales informativos preciosos, y que explique varias cuestiones (sobre todo las acciones y los motivos persas) que no se aclaran en ningún otro lugar.

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Información

Editorial
Gredos
Año
2016
ISBN
9788424931094

INTRODUCCIÓN

Datación del autor y de la obra

La datación de la Historia de Alejandro Magno y de su autor 1 es una de esas cuestiones —una más entre tantas— que la Antigüedad clásica ha dejado sumidas en la más completa oscuridad para que los filólogos agucen el ingenio tratando de buscarles una solución 2 . En el caso presente los antiguos guardan el más profundo silencio, hasta el punto de que no hay ni la más ligera alusión, directa o indirecta, ni al autor, ni a su patria, ni a su obra en toda la Antigüedad: una espesa nube de misterio rodea a Quinto Curcio y a su Historia de Alejandro Magno.
Por lo que se refiere a la fecha en que fue escrita la obra, sólo hay un dato, sacado de la propia obra de Curcio (X 9, 1-6), que parece aludir a una determinada época 3 . Pero este dato, ofrecido por el propio autor, en vez de arrojar una luz definitiva sobre el misterio, lo que ha hecho ha sido (como suele suceder en casos parecidos) desatar la imaginación de los investigadores, con lo que se ha llegado a un número de interpretaciones bien diversas, encontrándonos lejos de saber a ciencia cierta en qué época fue efectivamente escrita la obra.
Veamos el texto en cuestión: después de contar Curcio las primeras discordias surgidas a la hora de nombrar un sucesor a Alejandro, y ante el panorama ensombrecido que se vislumbra (panorama que hace presagiar la inminencia de las guerras civiles), dice el autor: «Pero ya los hados acercaban al pueblo macedonio la guerra civil, pues eran muchos los que solicitaban el poder real, que es indivisible. Así pues, se comenzó por un violento choque de fuerzas; después se dispersaron y, al encontrarse el cuerpo del Estado abrumado con más cabezas que las que podía soportar 4 , los restantes miembros comenzaron a flaquear y el imperio, que pudo mantenerse en pie bajo el mando de uno solo, se vino abajo al ser varios los que intentaban sostenerlo. Por eso, con todo derecho y con todo merecimiento el pueblo romano reconoce que debe la salvación a su príncipe, quien, como un nuevo astro, iluminó la noche que parecía que iba a ser la última. Fue, ¡por Hércules!, la aparición de este astro y no la del sol la que devolvió la luz al mundo sumido en las tinieblas, cuando, privados de su cabeza, los miembros, en discordia, se echaron a temblar. ¡Cuántas teas apagó él entonces! ¡Cuántas espadas envainó! ¡Qué tormenta tan grande disipó, trayendo una súbita calma! Así pues, el imperio no sólo reverdece sino que incluso está floreciente. Si los dioses no se oponen, el reino actual lo proseguirá la descendencia de esta misma casa si no para siempre, al menos durante mucho tiempo».
Del texto parece que pueden desprenderse las siguientes deducciones: 1.a , la obra está compuesta bajo el reinado de un emperador; 2.a , éste llegó al trono en un momento crítico para Roma; 3.a , el príncipe en cuestión trajo la luz a las tinieblas, apagó las teas incendiarias, envainó las espadas, evitando (la comparación con lo que ocurrió al Imperio de Alejandro no deja lugar a dudas) la guerra civil; 4.a , Roma está floreciente y no tiene por qué temer el futuro pues el emperador aludido tiene una descendencia «de la misma casa», que garantiza la continuidad si no para siempre, sí al menos por mucho tiempo.
El pasaje, a pesar de todas sus precisiones retóricas (y tal vez debido a ellas precisamente) es de una ambigüedad exasperante y puede ser aplicado a numerosos emperadores. En efecto, emperadores que hayan llegado al trono en las condiciones que se especifican en el pasaje citado son muchos y así la lista de los mismos va desde Augusto hasta Teodosio, pasando por Calígula, Claudio, Nerón, Galba, Vespasiano, Nerva, Adriano, Septimio y Alejandro Severo, Gordiano III y Constantino. En estas condiciones no es extraño que hasta se haya llegado a pensar que la obra ha podido ser escrita por un falsario de época medieval 5 .
Ahora bien, el amplio lapso de tiempo que supone la lista de tales emperadores puede acortarse y precisarse teniendo en cuenta los términos ante quem non y post quem non entre los que debe encuadrarse la obra.
TÉRMINO «ANTE QUEM NON ». — Dado que el pasaje habla de un princeps , no ha podido ser escrito con anterioridad a Augusto (27 a. C.-14 d. C.); pero, ¿no podría acercarse algo más este término al post quem non? Ya S. Dosson 6 hacía uso de un argumento que se remonta a Justo Lipsio y que, después, ha sido invocado por investigadores modernos 7 : en VII 1, 19 sigs. Curcio pone en boca de Amintas, acusado de complicidad con Filotas, un discurso que es un eco fiel del pronunciado por el caballero romano M. Terencio, amigo de Sejano, acusado de tal amistad tras la caída en desgracia del valido de Tiberio, discurso que podemos leer en Tácito, Ann. VI 8 y en Dión Casio, LVIII 19, 3-4. Dando por hecho los defensores de esta teoría que el discurso de Amintas estaría inspirado en el de M. Terencio y puesto que éste fue pronunciado en el año 32 d. C., aquí tendríamos un término ante quem non de la composición de la obra de Curcio.
TÉRMINO «POST QUEM NON ». — A la hora de tratar de descubrir argumentos de evidencia interna en la propia obra de Curcio para fijar este término, varias han sido las circunstancias que se han puesto de relieve:
a) Las alusiones del autor a la prosperidad del imperio de los partos en IV 12, 11; V 7, 9; 8, 1; VI 2, 12. Ahora bien, el imperio parto, gobernado por la dinastía de los Arsácidas, fue destruido en 226-227 por Ardashir, fundador de la monarquía persa Sasánida; luego éste sería un término post quem non para fijar la composición de la obra de Curcio y así ha venido tomándose desde que J. Mützel lo puso de relieve en la edición de nuestro autor 8 , interpretación no aceptada, por ejemplo, por R. Pichon 9 , aunque ha sido J. Rufus Fears quien, en fecha reciente 10 , ha tratado con más empeño de invalidar la fuerza del argumento de Mützel. Según Fears, las referencias de Curcio al imperio parto no pueden constituir el término post quem non de la composición de la obra porque los autores de los siglos III y IV utilizan los términos Parthi y Persae como intercambiables: Festo, Amiano Marcelino y los Panegiristas latinos usan estos términos como sinónimos y puede ser que Curcio los empleara así también o que los empleara la fuente manejada por este autor.
b) La alusión a la prosperidad de Tiro en IV 4, 21: «Así pues, tras sufrir muchas vicisitudes y renacida después de su destrucción, ahora, por fin, en medio de una dilatada paz que revivifica todas las cosas, Tiro descansa bajo la tutela bienhechora de Roma». Dado que una de las veces en que Tiro sufrió un saqueo y destrucción prácticamente totales fue en el año 193 d. C., llevados a cabo por Pescennio Níger, se ha pensado que en esta fecha tendríamos un seguro término post quem non para la datación de la obra. Pero, puesto que en el texto se habla de una «dilatada paz» que ha hecho resurgir la ciudad bajo la tutela bienhechora de Roma, apoyándose en este pasaje Niebuhr 11 había colocado a Curcio en el reinado de Septimio Severo (a. 193-211), quien concedió a Tiro los derechos de colonia, aunque McQueen 12 ha rechazado la posibilidad apuntada por Niebuhr ya que Tiro, como colonia, no podría ser descrita como «sub tutela Romanae mansuetudinis».
Ahora bien, la expresión «longa pax» es una simple alusión retórica: Tácito la emplea 13 en Agrícola XI 4; Historias I 67, 2; 88, 2; II 17, 1; IV 22, 1; V 16, 3; Anales XIII 35, 1; Juvenal, VI 292 y hasta el mismo Plinio el Viejo,...

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