Fondos de Conocimiento Familiar e intervención educativa
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Fondos de Conocimiento Familiar e intervención educativa

Comprender las circunstancias sociohistóricas de los estudiantes

Miguel Á. Santos Rego, Mar Lorenzo Moledo, Gabriela Míguez Salina

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Comprender las circunstancias sociohistóricas de los estudiantes

Miguel Á. Santos Rego, Mar Lorenzo Moledo, Gabriela Míguez Salina

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Si algún axioma es digno de alta consideración en la Pedagogía es el de la fuerza que pueden llegar a ejercer las relaciones sociales en la construcción del conocimiento. De ahí la importancia de analizar la experiencia de estudiantes pertenecientes a familias en situación de vulnerabilidad. Bajo la premisa de que también en esas familias y en sus entornos comunitarios existen recursos educativos valiosos, con los que hemos de contar y saber aprovechar en las escuelas para beneficio de la infancia y de sus progenitores en un ejercicio de empoderamiento que puede alcanzar a un más completo sentido de desarrollo profesional en el profesorado.La innovadora propuesta que se desarrolla en este libro, es una invitación de viaje al interior de los hogares de niños y niñas en riesgo de exclusión, en los que urge probar estrategias de reconocimiento desde el registro de capacidades en las propias unidades familiares.

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Información

Año
2022
ISBN
9788427728844

1 Teoría e historia de los Fondos de Conocimiento en el ámbito social y educativo

QUÉ SON LOS FONDOS DE CONOCIMIENTO

Hablar de los Fondos de Conocimiento (FdC) implica explorar una serie de campos y ámbitos de trabajo social que suponen el estudio de las prácticas culturales y las estrategias de supervivencia de las poblaciones más vulnerables. Esto no significa que solo estos segmentos de la sociedad sean los poseedores de tales fondos, pero sí reconoce que el origen de sus pesquisas tuvo lugar explorando las dinámicas de convivencia de los mismos, máxime teniendo en cuenta que las prácticas sociales de las familias pertenecientes a las clases medias altas han venido contando, en general, con la distinción de “capital cultural”. El profesor Julio Cammarota, de la Universidad de Arizona, definía los Fondos de Conocimiento como “el capital cultural de los pobres”, pero esa es una cuestión que aún no es del caso en estas páginas de arranque.
Concretamente, el término “Fondos de Conocimiento”, se remonta a principios de los años 60 del pasado siglo, cuando el antropólogo Wolf (1966), lo utilizó para describir recursos y conocimientos que los hogares campesinos manejaban para llegar a fin de mes en la economía del hogar. Bajo esta concepción se incluyen también los fondos calóricos, fondos para alquiler, fondos de reemplazo, fondos ceremoniales y fondos sociales. Por la propia naturaleza del estudio, al enfoque de los Fondos de Conocimiento se le reconocen sus raíces en la antropología, disciplina que juega un papel muy importante en su desarrollo, puesto que la principal metodología de investigación asociada al mismo es la etnografía.
Precisamente, gracias a ese vínculo con la estructura doméstica, Wolf (1966) propuso cinco fondos, con los que la gente debía contar:
  • Los fondos calóricos, necesarios para mantener la vida.
  • Los fondos de alquiler, que son un cargo sobre la producción del hogar resultante de un reclamo superior sobre la tierra o la vivienda.
  • Los fondos de reemplazo, que son la cantidad necesaria para reparar o mantener el equipo para la producción y el consumo.
  • Los fondos ceremoniales, aquellos que sostienen aspectos simbólicos de las relaciones con los otros.
  • Los fondos sociales, que son los recursos utilizados para mantener tales relaciones.
Las prácticas y actividades de las personas derivadas de cada fondo pueden resultar en la adquisición de ciertos cuerpos de conocimientos y habilidades. Siguiendo esta perspectiva, los fondos funcionarían como una especie de manual de operaciones de información esencial junto a estrategias que utilizan los hogares para mantener su bienestar (Tapia, 1991).
A raíz de tales estudios, referidos a poblaciones que afrontaban situaciones económicas adversas, germinaron nuevas investigaciones centradas en grupos de personas que, históricamente, habían tenido que luchar contra las adversidades políticas, sociales, económicas y culturales, al vivir en una región fronteriza tan problemática como la mexicano-estadounidense.
Y fue el también antropólogo Carlos Vélez-Ibáñez (1988) quien desarrolló la pesquisa más importante hasta ese momento, sobre las comunidades mexicanas económicamente vulnerables, que habitan esas regiones transfronterizas. Basándose en la definición de Wolf, exploró los abundantes Fondos de Conocimiento en el interior de las comunidades, ampliando su alcance a información y fórmulas que incorporaban matemáticas, arquitectura, química, física, biología e ingeniería para la construcción y reparación de viviendas, la reparación de la mayoría de los dispositivos mecánicos, incluidos automóviles, electrodomésticos y máquinas, así como métodos de cocinado, o aun otros para mejorar las plantaciones o el cultivo de los huertos. Asimismo, en esos fondos se incluía información acerca del acceso a asistencia institucional, programas escolares, ayuda legal, rutas de transporte, oportunidades ocupacionales y lugares más económicos para la compra de bienes varios (Hogg, 2011).
Fueron esas prácticas, por lo tanto, las que moldearon de algún modo la primera definición “oficial” del enfoque, que Vélez-Ibáñez asoció a los recursos culturales e intelectuales (histórica y socialmente constituidos) utilizados por las personas en sus prácticas cotidianas para su mantenimiento y reproducción. Que incluyen, por supuesto, valores, ideas y creencias que dan sentido al mundo (Tapia, 1991). Y añadieron a la investigación preguntas del tipo: ¿cómo se formaron históricamente tales conjuntos? ¿Qué tan variables son? ¿Cómo se transforman al pasar de un contexto a otro? ¿Cómo se aprenden y se transmiten? ¿Cómo se distribuyen socialmente? (Vélez-Ibáñez y Greenberg, 1992).
Conviene destacar en este punto que Vélez-Ibáñez ya contaba con un background de estudio sobre las relaciones de créditos rotativos tanto en el centro como en el suroeste de México, que recoge en su libro Bonds of mutual trust (1983), lo cual le aportó un soporte de naturaleza teórica para la posterior concepción de una perspectiva acerca de las “relaciones de confianza mutua” en el enfoque de los Fondos de Conocimiento.
Siguiendo este punto de vista, la acción juega un papel clave en la teoría práctica. A todos los efectos, es posible afirmar que “práctica” es todo lo que hacen las personas. No obstante, no se la considera como un conjunto de acciones aleatorias llevadas a cabo por individuos, sino como rutinas regularizadas y pautadas. Esta concepción es compartida por Bourdieu (1977), quien observa de cerca las pequeñas rutinas que la gente aplica, una y otra vez, al hecho de comer, de trabajar, o de dormir, así como las reglas que se suceden de un modo constante en las interacciones sociales (Tapia, 1991).
Otro elemento a considerar, en consonancia con lo anterior, es la relación entre la agencia humana y el sistema, resultando en formas regularizadas de actuar y comportarse de la primera. En otros términos, la socialización diferencial dentro de la familia y la tipificación del género en las escuelas y el mercado laboral tienen efectos importantes en las percepciones de los miembros del hogar sobre sus respectivas actividades “propias” dentro del mismo, la comunidad, la oficina o la fábrica. Tales percepciones se refuerzan mutuamente y van dando lugar a ideas sobre el comportamiento adecuado para las personas en función de las categorías que ocupan en el sistema social. Es una suerte de ideología que mantiene y recrea, en cierta medida, las interacciones cotidianas de los individuos.
Cuando se trata de los más pequeños, el enfoque de los Fondos de Conocimiento apoya la evidencia de que los infantes deben ser considerados como “iniciadores” activos y pueden ser los principales responsables del aprendizaje en casa. En esta línea, Wood (1986) sugiere que en el hogar la mayoría de los encuentros entre los niños y sus padres son iniciados por los primeros, esto es, los niños tienden a “solicitar” todo tipo de intercambios en las familias, más que ser inducidos a ellos.
Tal modalidad de interacción constituye uno de los aspectos más estudiados en las familias mexicanas de la frontera con el vecino del norte. En respuesta a las circunstancias sociales y políticas derivadas de la inmigración, muchas familias desarrollaron una serie de cuerpos estratégicos de conocimientos y habilidades transmitidos a los niños a partir de los citados procesos de aprendizaje en el hogar, permitiéndoles asegurar un grado de bienestar y de desarrollo para sus familias (Vélez-Ibáñez y Greenberg, 1992).
Por cuestiones como las que vamos relatando, poco puede extrañar que esta aproximación teórica tuviese sus comienzos en la ciudad de Tucson, en el estado limítrofe de Arizona, donde la mitad de la población es de origen mexicano. Un estado, el de Arizona, caracterizado históricamente por políticas coercitivas contra la inmigración que han llevado, por ejemplo, a la prohibición de la lengua materna en la instrucción escolar, la aprobación de la polémica Ley SB1070 o la prohibición del Social Justice Education Project1 (Moll, 2015; Moll y Ruiz, 2002).
Es en este contexto, caracterizado por una visión del déficit asociado a la población de origen extranjero, en el que Vélez-Ibáñez y Greenberg (1992) plantearían que todas las familias, más allá de su condición económica, lingüística y cultural, disponen de habilidades y saberes, fraguados en sus prácticas y modos de vida (González, Moll y Amanti, 2005). No obstante, tales recursos intelectuales son invisibles, incluso negados, en la práctica escolar y estructura curricular debido a la existencia de relaciones asimétricas de poder entre distintos grupos sociales:
Las escuelas públicas a menudo ignoran los recursos culturales y estratégicos de los que disponen los hogares de los estudiantes y que hemos llamado Fondos de Conocimiento (Vélez-Ibáñez y Greenberg, 1992, p. 314).
Partiendo de este escenario, los citados autores se propusieron documentar estos Fondos de Conocimiento e incorporarlos en la práctica escolar. Para ello, contaron con la colaboración del profesor Luis Moll, en un trabajo que se extendería a la par que las ideas de la psicología históricocultural de Vygotsky (1978) —especialmente su concepto de “mediación cultural”—, como parte de una serie de estudios en los que se abordan las consecuencias educativas de la investigación sobre Fondos de Conocimiento (Moll, 2005).
El diseño práctico del enfoque implicaba de lleno a los docentes, quienes, previamente formados en estrategias cualitativas (como la etnografía), asumían la tarea de visitar los hogares de las familias de algunos de sus alumnos, con el objetivo de establecer relaciones basadas en la confianza mutua, así como materializar innovaciones pedagógicas a partir de la creación de nuevas unidades didácticas basadas en los Fondos de Conocimiento detectados en dichas visitas. Como afirmaron los investigadores:
El propósito fundamental consiste en modificar o mejorar la enseñanza escolar a partir de los conocimientos y las habilidades incrustadas en las familias analizadas (Moll, Tapia y Whitmore, 2001, p. 185).
Puede apreciarse, por lo tanto, que la finalidad de esta aproximación teórica no es otra que la de mejorar el rendimiento escolar del alumnado en riesgo de exclusión social, esto es, aquel que muestra una mayor discontinuidad entre los códigos, prácticas y culturas escolares. Y ello se pretende a través de una transformación en las relaciones tradicionales de poder entre los docentes y las familias. Lo cual se traduce en que estas, las familias, ya no se ven como meras depositarias de información por parte del docente, “experto” en las trayectorias académicas de sus hijos, sino como referentes intelectuales que el profesorado puede utilizar con objeto de contextualizar el currículum. Ese proceso será posible al vincular los contenidos de diversas asignaturas, tales como matemáticas, ciencias, lengua, etc., con aspectos familiares de las trayectorias culturales que los discentes llevan a las aulas.
En este punto, es fundamental destacar el trabajo de los investigadores con docentes y familias, a fin de transformar las creencias mutuas, tantas veces alimentadas por falsos prejuicios y estereotipos, en relaciones que se alimenten de comunicación, aceptación, valoración y confianza mutua (Esteban-Guitart y Vila, 2013; Whyte y Karabon, 2016). Ello ha de suponer que los profesores acudan a los hogares concienciados de que están allí como aprendices de las familias, pues son ellas, en su medio, donde ejercen el rol de expertas en conocimiento.
En lugar de referir un lenguaje técnico sobre el rendimiento de sus hijos, lo que se hace es desarrollar una conversación sobre la experiencia laboral familiar, la historia migratoria, sus concepciones educativas, y sus prácticas cotidianas.
Se trata, entonces, de entender el aprendizaje como proceso social, es decir, todas las ideas y conceptos surgen y se transmiten dentro de una esfera cultural. No se basan solo en la “pedagogía”, apelando a su definición más precisa y utilitaria, sino que conservan las relaciones invisibles y, a menudo, ajenas a tal proceso.
Luego del éxito de las experiencias de investigación de Vélez-Ibáñez, poniendo de manifiesto la gran potencialidad del enfoque de los Fondos de Conocimiento, la profesora Norma González, de la Universidad de Arizona, al lado del profesor Luis Moll y otros investigadores de la universidad, comenzaron a desarrollar nuevas acciones de trabajo junto a varios docentes en diversos distritos de la ciudad de Tucson. Específicamente, Moll y González (1994) utilizaron el enfoque para estudiar las prácticas de alfabetización de los niños de clase trabajadora. Teniendo como referente a Vélez-Ibáñez, ampliaron la definición de los Fondos de Conocimiento, pasando a verlos como:
Cuerpos de conocimiento y habilidades acumulados históricamente y desarrollados culturalmente, que son esenciales para el funcionamiento y el bienestar del hogar o la persona. A medida que los hogares interactúan dentro de los círculos de parentesco y amistad, los niños son “observadores-participantes” del intercambio de bienes, servicios y capital simbólico que forman parte del funcionamiento de cada hogar (Moll y González, 1994, p. 443).
La investigación fue planteada como un estudio de carácter etnográfico, que se interesa por el análisis del origen, uso y distribución de los FdC entre hogares de comunidades de origen mexicano, afroamericano y nativo americano. Los docentes de las escuelas primarias participantes formaron parte del proyecto de forma voluntaria. Una vez incorporados, recibieron capacitación en métodos de observación participante, técnicas de entrevista y redacción de notas de campo (González et al., 2005). En este marco, es posible resumir los componentes principales del proyecto. Son los que siguen: comunidad, grupos after/school y escuelas.

Comunidad

Se enfatizan las dimensiones históricas locales de los hogares dentro de contextos sociopolíticos y económicos regionales, posibilitando una visión más amplia de la ecología política de estos, reconceptualizándolos, no como una fuente de barreras para el logro educativo, sino como depósitos de recursos que pueden aprovecharse estratégicamente. Se entrevistaba a los miembros del hogar sobre sus orígenes e historial laboral, revelando algunos de los Fondos de Conocimiento acumulados (González et al., 2005). Al hacerlo, descubrieron que el conocimiento del hogar es amplio y diverso, y puede incluir información sobre la ganadería, la agricultura o la cría de animales, entre otras, asociadas con los orígenes rurales de los hogares; o conocimientos sobre construcción y edificación, relacionados con ocupaciones urbanas, así como sobre muchos otros asuntos, como comercio, negocios y finanzas a ambos lados de la frontera. También se pudo estudiar el modo en que las familias desarrollaban redes sociales que las interconectaban con sus entornos (y, lo más importante, con otros hogares), y cómo estas relaciones sociales facilitaban el desarrollo y el intercambio de recursos, incluidos los Fondos de Conocimiento. Una clave de estos intercambios es su reciprocidad. Es así que las redes sociales proporcionan contextos en los que puede ocurrir el aprendizaje; contextos, sin ir más lejos, donde los niños tienen amplias oportunidades de participar en actividades con personas en las que confían.

Grupos after/school

Se trata de espacios para compartir y reflexionar sobre los hallazgos en los hogares, a fin de planificar, desarrollar y apoyar innovaciones en la educación. En estas reuniones de grupos de estudio, la etnografía emergió como algo más que una serie de técnicas. Se convirtió en el filtro a través del cual los hogares fueron conceptualizados como entidades multidimensionales y vibrantes. Aunque se presentaron técnicas específicas en observación participante, redacción de notas de campo, entrevistas y obtención de historias de vida, la atención se centró sistemáticamente en las propiedades constitutivas y discursivas de la construcción conjunta del conocimiento.

Escuelas

Se trata de llevar a cabo actividades específicas en las aulas, al objeto de examinar los modelos de enseñanza, buscando la implementación de innovaciones basadas en el estudio de los Fondos de Conocimiento previamente conceptualizados en las reuniones after/school.
Como resultado de la combinación entre los tres elementos principales de este proyecto, a saber, análisis de la comunidad etnográfica, grupos de estudio formados por maestros e investigadores, y su aplicación en el aula, ha sido posible que tanto docentes como investigadores hayan desarrollado sus propias teorías sobre los procesos sociales y culturales de los hogares, sobrepasando un paradigma del déficit.
Así, al considerar los hogares dentro de una visión procesual de la cultura, es decir, arraigada en los contextos vividos por sus estudiantes, podríamos destacar un componente de aquella que remite a una especie de negociación entre dominios en disputa. El énfasis de González et al. (2005) en la importancia de este ámbito radica, al igual que las primeras pesquisas en el tema, en el estudio del concepto de “práctica” establecido por Bourdieu (1977), junto a los escritos de Foucault sobre las “relaciones de poder” (1970, 1980), donde se profundiza en el análisis sobre qué es lo que las personas realmente hacen, y qué es lo que dicen sobre lo que hacen. Fue así como investigadores-docentes pudieron indagar y reflexionar sobre las prácticas de vida de sus estudiantes.

BREVE APUNTE HISTÓRICO DE SU ORIGEN Y DESARROLLO EN NORTEAMÉRICA

Para un enfoque como el de los Fondos de Conocimiento, cuyo origen y extensión depende en gran medida del estudio de las prácticas sociales y las particularidades de familias que tienen que hacer frente a desafíos de diversa índole para subsistir, es fundamental conocer en función de qué y de quiénes se establece su reconocimiento.
Ya hemos dicho que su origen tuvo lugar a partir del estudio de las comunidades mexicanas que habitan la región transfronteriza que une México con Estados Unidos a través del desierto de Sonora. No obstante, para comprender la importancia de los Fondos de Conocimiento en relación con la población mexicana de los Estados Unidos es primordial discutir aspectos como su desarrollo histórico, su creación, la presencia de relaciones de intercambio recíproco entre hogares, la importancia de la “confianza” en las relaciones de intercambio, y la transmisión y adquisición de los Fondos de Conocimiento dentro del hogar.
Todo lo anterior aporta una visión ...

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