¿Qué es la inteligencia emocional?
Recuerdo histórico
En la tradición occidental, la reflexión e investigación sobre la emoción y el conocimiento se han desarrollado de manera paralela, e incluso se han considerado como conceptos opuestos. Ya en la antigua Grecia los filósofos destacaron el lado racional de la mente en detrimento del emocional y concibieron ambas partes por separado. Decían que la inteligencia era necesaria para dominar y reprimir las pasiones más primarias.
Por eso nuestra cultura está profundamente impregnada por la creencia fundamental de que la razón y la emoción son terrenos separados e irreconciliables y que, en una sociedad civilizada, la racionalidad debe prevalecer. La nueva mirada al mundo emocional evidencia el importante papel que han jugado las emociones en la génesis de las capacidades mentales más elevadas, como la inteligencia o el sentido de la moralidad.
Hoy se considera la idea de inteligencia emocional como la gran revelación de la psicología del siglo XX, en cuanto a los nuevos elementos que aporta para la comprensión de la inteligencia humana. Todo ello permite una visión más realista de todo lo que conduce a la eficacia y adaptación personal, ayudando a tener una visión más equilibrada del papel que juegan el conocimiento y la emoción en la vida de las personas. Hay un gran auge de las investigaciones en este campo, de tal forma que la inteligencia emocional es un concepto en amplia expansión.
Peter Salovey y John Mayer, de las universidades de New Hampshire y de Yale, en EE.UU., fueron de los primeros investigadores en utilizar el término «Inteligencia Emocional», pero la popularidad y notoriedad se dieron a partir de la publicación del libro La Inteligencia Emocional, escrito por el psicólogo norteamericano Daniel Goleman en 1995 y que es considerado como el padre de esta nueva forma de conocimiento humano.
De acuerdo con Goleman (1996, 1999, 2001), los individuos emocionalmente desarrollados, es decir, las personas que gobiernan adecuadamente sus emociones y que también saben interpretar y relacionarse efectivamente con las emociones de los demás, disfrutan de una situación ventajosa en todos los dominios de la vida. Estas personas suelen sentirse más satisfechas, son más eficaces y más capaces de dominar los hábitos mentales que determinan la productividad.
Por el contrario, quienes no pueden controlar su vida emocional, se debaten en constantes conflictos internos que socavan su capacidad de trabajo y les impiden pensar con suficiente claridad.
Intrapersonal / Interpersonal
Goleman afirma también que la inteligencia emocional tiene un componente intrapersonal y un componente interpersonal. Lo intrapersonal comprende las capacidades para la identificación, comprensión y control de las emociones en uno mismo, que se manifiestan en la auto-conciencia y el autocontrol. El componente interpersonal, comprende a su vez la capacidad de identificar y comprender las emociones de las otras personas, lo que en psicología se denomina ser empático; y la capacidad de relacionarnos socialmente de una manera positiva; es decir, poseer habilidades sociales.
¿Qué es preferible, tener razón o ser feliz?
La inteligencia emocional se refiere a la capacidad de percibir e identificar, comprender y manejar las emociones en uno mismo y en los demás, y es la base de la competencia emocional, entendida como una capacidad que puede desarrollarse a través de la educación. Desde esta perspectiva, la inteligencia emocional es una habilidad que implica tres procesos:
1. Percibir: reconocer de forma consciente nuestras emociones e identificar qué sentimos y ser capaces de darle una etiqueta verbal.
2. Comprender: integrar lo que sentimos dentro de nuestro pensamiento y saber considerar la complejidad de los cambios emocionales.
3. Regular: dirigir y manejar las emociones tanto positivas como negativas de forma eficaz.
Así, la inteligencia de las emociones se refleja en la manera en que las personas interactúan con el mundo. Las personas emocionalmente inteligentes toman muy en cuenta sus propios sentimientos y los de los demás; tienen habilidades relacionadas con el control de los impulsos, la autoconciencia, la valoración adecuada de uno mismo, la adaptabilidad, motivación, el entusiasmo, la perseverancia, la empatía, la agilidad mental, que configuran rasgos de carácter como la autodisciplina, la compasión o el altruismo, indispensables para una buena y creativa adaptación.
LAS PERSONAS ADULTAS EMOCIONALMENTE INTELIGENTES…
• Saben qué emociones experimentan y por qué.
• Perciben los vínculos entre sus sentimientos y lo que piensan, hacen y dicen.
• Conocen sus puntos fuertes y débiles.
• Son reflexivas y se muestran seguras de sí mismas.
• Controlan su impulsividad y las emociones perturbadoras.
• Piensan con claridad y no pierden el control cuando son sometidos a presión.
• Son socialmente equilibradas y comprenden los sentimientos y preocupaciones de los demás, así como su perspectiva.
Estas características serían un ideal que nos podría orientar; desde luego no existen personas con todas estas cualidades y no en todo momento, pero entender esto nos puede ayudar a manejarnos mejor como personas y sobre todo a la hora de educar a nuestros hijos.
Las personas tenemos una capacidad que aún no sabemos usar del todo: la de pensar y, a menudo, cometemos el error de creer que somos lo que pensamos. Pero no somos nuestros pensamientos. Somos animales capaces de pensar (por este orden, ¡y solo a veces!).
Podemos reconocer que, como animales, tenemos un cuerpo, unas sensaciones, unas reacciones físicas y unas emociones. Si olvidamos esto, negamos nuestra esencia, nos ponemos de espaldas a la vida y de cara a la razón. Hay pues dos posibilidades: mirar con el «corazón», por llamar de alguna forma a nuestra esencia animal, y mirar con la «razón», aludiendo de alguna manera a nuestra capacidad de pensar.
Tomar la opción del corazón implica reconocer lo que sentimos y nuestras emociones: nuestra afectividad. Las emociones positivas nos hacen felices, y las negativas nos ayudan a hacer algo para solucionar los problemas.
¿Podemos enseñar en casa a nuestros hijos para que sean emocionalmente inteligentes?
El proceso de educar emocionalmente a los niños es en estos momentos una de las tareas más apasionantes en pedagogía… y en el entorno familiar. En este libro hemos reunido una serie de herramientas y sugerencias sencillas y fáciles de poner en marcha, tanto en casa como en la escuela. Son propuestas multidisciplinares y ampliamente probadas, que esperamos sean de utilidad para todos. Conviene abordar y desarrollar:
1. Conciencia de uno mismo o autoconciencia. Para que el niño tenga un conocimiento pleno sobre sí mismo.
2. Autorregulación. Más que eliminar sentimientos como la rabia o la frustración en nuestros hijos, lo que debemos hacer es que los conozcan y sepan cómo manejarlos.
3. Motivación.
4. Empatía.
5. Habilidades sociales.
MIRADAS SOBRE EL MUNDO EMOCIONAL
• La emoción es un proceso complejo, multidimensional, en el que están integradas respuestas de tipo neurofisiológico, motor y cognitivo.
• En los seres humanos emoción y cognición están integrados. Ser solamente racionales nos niega el acceso a una fuente compleja de conocimiento emocional, que informa adaptativamente a la acción y contribuye a la toma de decisiones y resolución de problemas. Las emociones son indispensables para la toma de decisiones, porque orientan en la dirección adecuada.
• Nuestro bagaje emocional tiene un extraordinario valor de supervivencia. Esta importancia se confirma por el hecho de que las emociones han terminado integrándose en el sistema nervioso en forma de tendencias innatas y automáticas.
• Así que todos tenemos dos mentes, una mente que piensa y otra que siente, y estas dos formas de conocimiento interactúan para construir nuestra vida mental. La mente racional es la modalidad de comprensión de la que solemos ser más conscientes, nos permite ponderar y reflexionar. Según Goleman, el otro tipo de conocimiento, más impulsivo y más poderoso –aunque a veces resulte ilógico– es la mente emocional.
• Existe una razón para que seamos emoc...