Entrar en la paz interior
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Entrar en la paz interior

Meditación sobre el salmo del Buen Pastor

Thomas Joanchim, Miguel Martín Martín

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  1. 120 páginas
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Entrar en la paz interior

Meditación sobre el salmo del Buen Pastor

Thomas Joanchim, Miguel Martín Martín

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Qué difícil es tener tranquilidad... Estamos expuestos a numerosas tensiones y problemas, que a veces nos originamos nosotros mismos. Sin la paz del corazón nos sentimos tristes e infelices, pues esa paz es componente esencial de nuestra felicidad.Este libro es para todos. Ofrece un antídoto espiritual contra la ansiedad, y un remedio sencillo y poderoso para liberarnos de las tensiones que nos acosan: el salmo del Buen Pastor. Saborear el más famoso de los salmos nos ayudará a entrar gradualmente en el misterio de la paz interior. Porque el Buen Pastor no ha venido a traernos un vago sentimiento de serenidad, sino a introducirnos en su Paz infinita.

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Información

Año
2022
ISBN
9788432161681
Edición
1
Categoría
Cristianismo
I.
LA PAZ EN LA ABUNDANCIA
«El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre».
v. 1-3
LA ALABANZA DEL BIEN AMADO
«Salmos, mis queridos salmos, pan cotidiano de mi esperanza. Aceptad que os resuma en dos palabras de las que se puede pronunciar con verdad la segunda cuando se ha dicho la primera: Amén. ¡Aleluya!»[1].
Yves Congar
Todo comienza por un encabezamiento un poco lacónico, pero muy significativo: «Salmo de David» (v. 1a). Aquí está el primer paso en el camino de la paz interior: reconocer el amor de Dios por nosotros y agradecérselo.
El Salmo 23 puede ser atribuido a David. Más allá de la verdad histórica de esta atribución[2], eso nos invita de entrada a identificarnos con David, cuyo nombre hebreo significa «el bien amado» (Daoud)[3]. Como él, nosotros somos este bien amado del Señor. Comprenderlo es capital para encontrar la paz del corazón, pues si dudamos ser amados, dudamos ser amables:
El hombre no puede amarse a sí mismo si no es amado antes por otro[…]. Es este ser tan particular que necesita para existir no solo el nacimiento físico, sino también de una aprobación[4].
El primer paso en el camino de la paz interior es la conciencia del amor infinito de Dios por nosotros, de ahí surge la alabanza.
La palabra Mizmor, traducida aquí por «Salmo», proviene del verbo Zamar que quiere decir «cantar, alabar, acompañarse de un instrumento». Acceder a la fuerza pacificadora del Salmo 23 supone entrar con todo nuestro corazón en la alabanza. Los Padres de la Iglesia lo habían percibido bien: «Los salmos recuperan en el modo de la alabanza todo lo que se contiene en la Sagrada Escritura»[5]. El Salmo 23, en particular, nos hace cantar el misterio del Buen Pastor.
Este cántico, en su totalidad, es un himno de acción de gracias. Alaba la solicitud del Señor, enumera sus beneficios y se goza en ellos: Me llenas de todo, me haces descansar, me quitas la sed, estás conmigo, me consuelas, preparas una mesa para mí, perfumas mi cabeza, me emborrachas de alegría, me acompañas con tu bondad, me introduces en tu presencia para siempre. ¿Por qué tantos beneficios? Porque «tú eres mi pastor» y yo soy tu oveja bienamada.
No es posible guardar la paz del corazón cuando se pasa el tiempo en rumiar ideas negras y refunfuñar. La alabanza es un remedio extraordinario contra la melancolía, nos libera de ella. En la Escritura, se ve incluso que, gracias a la alabanza, el rey Saúl se libera del espíritu que le atormentaba: «David cogía la cítara y tañía con su mano. Saúl se calmaba, quedaba tranquilo y el mal espíritu se retiraba de él»6. La alabanza tiene un efecto liberador y apaciguador. Era, gracias a ella, como el pueblo de Israel triunfaba muy a menudo. Piénsese en el episodio de la toma de Jericó o esa asombrosa batalla descrita en 2 Crónicas 20, cuando el rey Josafat dispuso que algunos fueran delante de los guerreros cantando alabanzas al Señor. Obtuvieron la victoria sin tener incluso que combatir. ¡Qué táctica maravillosa y singular! Dios ama nuestra alabanza y por eso le confiere una fuerza muy especial. Para entrar en el espíritu del Salmo 23, comenzamos por alabar al Señor y darle gracias. Es bueno hacerlo, de vez en cuando, muy concretamente, repasar la lista de sus beneficios, los que tenemos en la memoria, y agradeciéndoselos desde el fondo del corazón. Es una manera muy sencilla y gozosa de rezar.
EL SEÑOR DE LA PAZ
«El Dios tranquilo tranquiliza toda cosa»[6].
San Bernardo
La primera palabra del Salmo 23 es la palabra yhwh. Es el nombre más sagrado de Dios en la Biblia. Por respeto, se evita generalmente pronunciarlo y se dice mejor: «El Señor»[7]. La elección de este santo nombre en el comienzo del salmo nos invita a mirar a la paz como un misterio, y no como un simple sentimiento psicológico. Es algo de orden «teologal». Es el Señor quien es su fuente, porque él mismo es «océano de paz»[8].
En la Biblia, la palabra yhwh no está asociada más que una sola vez a la palabra Shalôm («la paz»)[9]. En una época en que los madianitas hacían dura la vida a los hebreos expoliándolos del fruto de sus cosechas, dejándolos en el hambre sin piedad, se ve a Gedeón ocultando su cosecha, cuando el ángel del Señor se le aparece:
«El Señor esté contigo, valiente guerrero». Gedeón respondió: «Perdón, mi señor; si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos ha sucedido todo esto? ¿Dónde están todos los prodigios que nos han narrado nuestros padres, diciendo: el Señor nos hizo subir de Egipto? En cambio, ahora, el Señor nos ha abandonado y nos ha entregado en manos de Madián» (Jue 6, 12-13).
La llegada del ángel de Dios apenas le gusta a Gedeón, que parece dudar de la presencia eficaz del Señor en su vida y en la del pueblo de Israel.
El Señor se volvió hacia él y le dijo: «Ve con esa fuerza tuya y salva a Israel de las manos de Madián. Yo te envío». Gedeón replicó: «Perdón, mi Señor, ¿con qué voy a salvar a Israel? Mi clan es el más pobre de Manasés y yo soy el menor de la casa de mi padre» (Jue 6, 14-15).
Dios da a Gedeón la misión de combatir contra los madianitas, Él estará con él, desplegará la fuerza que hay en él. Pero Gedeón sufre cierto complejo de inferioridad. Es sin embargo uno de los hombres más valientes de la Biblia, pero el valor languidece cuando la prueba perdura. Después de tantos años de calamidades y de opresión, Gedeón parece desesperado. En el plano espiritual, eso nos puede pasar a todos. A fuerza de sufrir la potencia del mal, nos convertimos en derrotistas. Ya no tenemos ganas de luchar, estamos cansados y bajamos los brazos.
Gedeón pide entonces una señal. Y, curiosamente, es cuando se le da ese signo cuando tiene verdaderamente miedo: «Cuando Gedeón reconoció que se trataba del ángel del Señor, dijo: “¡Ay, Señor mío, YHWH, que he visto cara a cara al ángel del Señor!”».
Para calmar su espanto, Dios le dice: «La paz sea contigo, no temas, no vas a morir» (Jue 6, 22). E inmediatamente después, «Gedeón erigió allí un altar al Señor y lo llamó “el Señor paz” (YHWH-Shalôm)» (Jue 6, 24).
Lo que nos impacta particularmente aquí es constatar la eficacia de la palabra de Dios: apenas le ha hablado, Gedeón pasa del miedo a la paz. Ocultar su grano ya no es necesario, hay que prepararse para el combate. Gedeón construye entonces un altar al Señor, que él llama YHWH-Sh...

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