Carta de una desconocida
eBook - ePub

Carta de una desconocida

Stefan Zweig, Berta Conill

  1. 80 Seiten
  2. Spanish
  3. ePUB (handyfreundlich)
  4. Über iOS und Android verfügbar
eBook - ePub

Carta de una desconocida

Stefan Zweig, Berta Conill

Angaben zum Buch
Buchvorschau
Inhaltsverzeichnis
Quellenangaben

Über dieses Buch

"Sólo quiero hablar contigo, decírtelo todo por primera vez. Tendrías que conocer toda mi vida, que siempre fue la tuya aunque nunca lo supiste. Pero sólo tú conocerás mi secreto, cuando esté muerta y ya no tengas que darme una respuesta; cuando esto que ahora me sacude con escalofríos sea de verdad el final. En el caso de que siguiera viviendo, rompería esta carta y continuaría en silencio, igual que siempre. Si sostienes esta carta en tus manos, sabrás que una muerta te está explicando aquí su vida, una vida que fue siempre la tuya desde la primera hasta la última hora"."Stefan Zweig da una vez más en el clavo con un monólogo que desvela los rincones más íntimos del corazón humano".Pablo d'Ors, ABC"Stefan Zweig plantea en Carta de una desconocida con extraordinaria sutileza el tema de la desigualdad en el amor".El Diario Montañés"Uno de sus libros más románticos y brillantes".Guillermo Busutil, La Opinión de Málaga"Verdadera joya literaria".J.L.R., Diario de Jerez"Leí Carta de una desconocida del tirón. Cuando lo acabé, tuve la sensación de haber descubierto una nueva tierra y un nuevo cielo. Y la relectura, tantos años después, ha conseguido emocionarme de nuevo".Biel Mesquida, Diario de Mallorca"Una historia de amor nada al uso, al romper todos los esquemas literarios del momento, perdura en el tiempo literario como hoja perenne del árbol de la escritura de ficción. Toda una bellísima historia de pasión amorosa".Francisco Vélez Nieto, Confidencial Andaluz"Zweig hace un análisis impresionante de los pensamientos y sensaciones de los personajes, lo que es una característica de sus libros. Es un gran escritor de la psicología, ameno y elegante. Y también sencillo, sin ñoñerías, sin afecciones, un extraordinario narrador. Carta de una desconocida es inolvidable e imprescindible".Heliodoro Albarrán, El Adelantado de Segovia

Häufig gestellte Fragen

Wie kann ich mein Abo kündigen?
Gehe einfach zum Kontobereich in den Einstellungen und klicke auf „Abo kündigen“ – ganz einfach. Nachdem du gekündigt hast, bleibt deine Mitgliedschaft für den verbleibenden Abozeitraum, den du bereits bezahlt hast, aktiv. Mehr Informationen hier.
(Wie) Kann ich Bücher herunterladen?
Derzeit stehen all unsere auf Mobilgeräte reagierenden ePub-Bücher zum Download über die App zur Verfügung. Die meisten unserer PDFs stehen ebenfalls zum Download bereit; wir arbeiten daran, auch die übrigen PDFs zum Download anzubieten, bei denen dies aktuell noch nicht möglich ist. Weitere Informationen hier.
Welcher Unterschied besteht bei den Preisen zwischen den Aboplänen?
Mit beiden Aboplänen erhältst du vollen Zugang zur Bibliothek und allen Funktionen von Perlego. Die einzigen Unterschiede bestehen im Preis und dem Abozeitraum: Mit dem Jahresabo sparst du auf 12 Monate gerechnet im Vergleich zum Monatsabo rund 30 %.
Was ist Perlego?
Wir sind ein Online-Abodienst für Lehrbücher, bei dem du für weniger als den Preis eines einzelnen Buches pro Monat Zugang zu einer ganzen Online-Bibliothek erhältst. Mit über 1 Million Büchern zu über 1.000 verschiedenen Themen haben wir bestimmt alles, was du brauchst! Weitere Informationen hier.
Unterstützt Perlego Text-zu-Sprache?
Achte auf das Symbol zum Vorlesen in deinem nächsten Buch, um zu sehen, ob du es dir auch anhören kannst. Bei diesem Tool wird dir Text laut vorgelesen, wobei der Text beim Vorlesen auch grafisch hervorgehoben wird. Du kannst das Vorlesen jederzeit anhalten, beschleunigen und verlangsamen. Weitere Informationen hier.
Ist Carta de una desconocida als Online-PDF/ePub verfügbar?
Ja, du hast Zugang zu Carta de una desconocida von Stefan Zweig, Berta Conill im PDF- und/oder ePub-Format sowie zu anderen beliebten Büchern aus Literatura & Literatura general. Aus unserem Katalog stehen dir über 1 Million Bücher zur Verfügung.

Information

Jahr
2020
ISBN
9788417902575
Cuando por la mañana temprano el famoso novelista R. regresó a Viena después de una refrescante salida de tres días a la montaña, decidió comprar el periódico. Al pasar la vista por encima de la fecha, recordó que era su cumpleaños. Cuarenta y uno, se dijo, pero esta constatación no le agradaba ni le desagradaba. Echó un vistazo a las crujientes páginas del periódico y se fue a su casa en un coche de alquiler. El mayordomo le informó de dos visitas y de algunas llamadas recibidas durante su ausencia, y le entregó el correo acumulado en una bandeja. Él lo examinó con indolencia y abrió un par de sobres cuyos remitentes le interesaron; vio una carta con caligrafía desconocida y apariencia demasiado voluminosa que, en un principio, dejó de lado. Entretanto le sirvieron el té. Se reclinó cómodamente en la butaca, hojeó el periódico y algunos folletos. Después encendió un cigarro y cogió la carta a la que no había prestado atención.
Era un pliego de unos veinticinco folios escritos precipitadamente con letra femenina, desconocida y nerviosa; más que una carta parecía un manuscrito. Palpó de nuevo el sobre, instintivamente, por si encontraba alguna nota aclaratoria. Estaba vacío. En él no había más que aquellas hojas; ni la dirección del remitente ni tan siquiera una firma. Qué extraño, pensó, y cogió nuevamente la carta. «A ti, que nunca me has conocido», ponía como encabezamiento, como si fuera un título.
Perplejo, se planteó: ¿Iba esto dirigido a él o a una persona imaginaria? De pronto se despertó su curiosidad, y empezó a leer:
Mi hijo murió ayer. Durante tres días y tres noches he tenido que luchar con la muerte que rondaba a esa pequeña y frágil vida. Permanecí sentada al lado de su cama cuarenta horas, mientras la gripe agitaba su pobre cuerpo ardiente. Sostuve paños fríos sobre su hirviente sien y, día y noche, sujeté sus intranquilas manos. La tercera noche me derrumbé. Mis ojos ya no podían más, se me cerraban sin darme cuenta. Estuve durmiendo tres o cuatro horas en el duro asiento y, entretanto, se lo llevó la muerte. Ahora, pobrecito, está aquí tendido, mi querido niño, en su estrecha cama, igual que en el momento de morir; sólo le han cerrado los ojos, sus ojos oscuros e inteligentes; le han cruzado los brazos encima de la camisa blanca, y queman cuatro cirios en los cuatro extremos de su cama. No me atrevo a mirar, no me atrevo a moverme porque, cuando oscilan, los cirios deslizan sigilosamente sombras sobre su rostro y su boca cerrada, y es como si sus facciones cobraran vida y yo pudiera pensar que no está muerto, que volverá a despertarse y con su voz clara me dirá alguna chiquillada. Pero sé que está muerto y no quiero volver a mirarlo para no volver a tener esperanzas, no quiero engañarme otra vez. Lo sé, lo sé, mi hijo murió ayer. Ahora sólo te tengo a ti en el mundo, sólo a ti, que no sabes nada de mí, que juegas o coqueteas con personas y cosas, sin sospechar nada. Sólo a ti, que nunca me has conocido pero al que siempre he querido.
He cogido el quinto cirio y lo he puesto aquí, en la mesa desde donde te escribo. Porque no puedo estar a solas con mi hijo muerto sin que se me desgarre el alma. ¿A quién podría hablarle, en esta terrible hora, sino a ti, que fuiste y eres todo para mí? Quizá no pueda hablarte de una forma muy clara, quizá no me entiendas. Tengo la cabeza embotada, se me contraen las sienes y siento martillazos, las extremidades me duelen tanto... Creo que tengo fiebre, quizás incluso tenga la gripe, que ahora va de puerta en puerta. Eso estaría bien porque me iría con mi hijo y no tendría que hacerme ningún daño. A veces se me oscurece la vista, y quizá no pueda acabar de escribir esta carta, pero quiero reunir todas mis fuerzas para, por una vez, sólo esta vez, hablarte a ti, amor mío, que nunca me conociste.
Sólo quiero hablar contigo, decírtelo todo por primera vez. Tendrías que conocer toda mi vida, que siempre fue la tuya aunque nunca lo supiste. Pero sólo tú conocerás mi secreto, cuando esté muerta y ya no tengas que darme una respuesta; cuando esto que ahora me sacude con escalofríos sea de verdad el final. En el caso de que siguiera viviendo, rompería esta carta y continuaría en silencio, igual que siempre. Si sostienes esta carta en tus manos, sabrás que una muerta te está explicando aquí su vida, una vida que fue siempre la tuya desde la primera hasta la última hora. No te inquietes por mis palabras; una muerta ya no quiere nada, no quiere ni amor ni compasión ni consuelo. Sólo quiero una cosa de ti, que creas todo lo que te confiesa mi dolor, un dolor que sólo busca amparo en ti. Lo único que te pido es eso, que creas todo lo que te cuento: uno no miente en la hora de la muerte de su único hijo.
Quiero descubrirte toda mi vida, la verdadera, que empezó el día en que te conocí. Antes había sido sólo algo turbio y confuso, una época en la que mi memoria nunca ha vuelto a sumergirse. Debía de ser como un sótano polvoriento, lleno de cosas y personas cubiertas de telarañas, tan confusas, que mi corazón las ha olvidado. Cuando llegaste, yo tenía trece años y vivía en el mismo edificio donde tú vives ahora, en el mismo edificio donde estás leyendo esta carta, mi último aliento de vida. Vivía en el mismo rellano, frente a tu puerta. Juraría que ya ni te acuerdas de nosotros, de la pobre viuda de un funcionario administrativo (iba siempre de luto) y de su escuálida hija adolescente. Era como si nos hubiéramos ido hundiendo en una miseria pequeñoburguesa. Quizá no has oído nunca nuestros nombres porque, además de no tener ninguna placa en la puerta, nadie venía a vernos, nadie preguntaba por nosotros. Hace ya tanto tiempo de aquello, quince o dieciséis años; no, seguro que no te acuerdas, querido. Pero yo, ¡oh!, recuerdo cada detalle con fervor; recuerdo como si fuese hoy el día, no, la hora en que oí hablar de ti por primera vez y cuando por primera vez te vi. Y cómo no habría de recordarlo, si fue entonces cuando el mundo empezó a existir para mí. Permíteme, querido, que te lo cuente todo desde el principio. Espero que no te canses durante este cuarto de hora en que vas a oír hablar de mí, igual que yo no me he cansado de ti a lo largo de mi vida.
Antes de que te mudaras a nuestra casa, vivía detrás de tu puerta una gente desagradable y malvada, de talante violento. Siendo pobres como eran, lo que más odiaban era la pobreza de sus vecinos, la nuestra, porque no queríamos tener nada que ver con la tosca brutalidad proletaria. El hombre era un borracho y pegaba a su mujer. A menudo nos despertábamos durante la noche por el estruendo de sillas caídas o platos rotos. Una vez la esposa llegó a correr por las escaleras con la cabeza sangrienta y el cabello revuelto, seguida de su marido, borracho, hasta que la gente salió de sus casas. Lo amenazaron con llamar a la policía. Mi madre, ya desde un principio, había evitado cualquier tipo de relación con ellos y me prohibió hablar con sus hijos, quienes aprovechaban cualquier oportunidad para resarcirse conmigo. Cuando me encontraban por la calle me insultaban, incluso llegaron a lanzarme una bola de nieve tan apretada que me empezó a sangrar la frente. Todos los vecinos sentían hacia ellos un odio instintivo, y cuando de pronto sucedió algo—creo que encerraron al hombre por robo—y tuvieron que mudarse, pudimos respirar tranquilos. En el portal estuvo colgado un par de días un cartel de «Casa en alquiler». Fue retirado unos días más tarde y, a través del portero, se extendió el rumor de que un escritor, un hombre tranquilo y solitario, había alquilado el piso. Así fue como oí tu nombre por primera vez.
Unos días después vinieron unos pintores, unos tapiceros y una brigada de limpieza para quitar todo lo que los antiguos inquilinos habían dejado en el piso. Empezaron a dar martillazos, a picar, a limpiar y a rascar, pero mi madre estaba contenta porque, según decía, aquello era el fin de ese sucio desorden. No te llegué a ver durante la mudanza: todos estos trabajos los supervisaba tu mayordomo, ese mayordomo señorial de pelo gris, pequeño y serio, que lo dirigía todo con aire de entendido, silencioso y preciso. Eso nos impresionaba mucho a todos; primero porque tener un mayordomo de tanta categoría en nuestra vecindad era algo completamente nuevo y, después, porque era muy atento con todos, aunque mantenía cierta distancia respecto al servicio doméstico o a entablar conversaciones amistosas. Desde el primer día saludó a mi madre respetuosamente, como a una dama, e incluso conmigo, la chiquilla, se mostraba amable y e...

Inhaltsverzeichnis

  1. Portada
  2. Carta de una desconocida
  3. ©
Zitierstile für Carta de una desconocida

APA 6 Citation

Zweig, S. (2020). Carta de una desconocida ([edition unavailable]). Acantilado. Retrieved from https://www.perlego.com/book/1919225/carta-de-una-desconocida-pdf (Original work published 2020)

Chicago Citation

Zweig, Stefan. (2020) 2020. Carta de Una Desconocida. [Edition unavailable]. Acantilado. https://www.perlego.com/book/1919225/carta-de-una-desconocida-pdf.

Harvard Citation

Zweig, S. (2020) Carta de una desconocida. [edition unavailable]. Acantilado. Available at: https://www.perlego.com/book/1919225/carta-de-una-desconocida-pdf (Accessed: 15 October 2022).

MLA 7 Citation

Zweig, Stefan. Carta de Una Desconocida. [edition unavailable]. Acantilado, 2020. Web. 15 Oct. 2022.