Estado, sociedad y políticas públicas
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Estado, sociedad y políticas públicas

María Paula A. Cicogna

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María Paula A. Cicogna

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El objetivo principal de esta obra apunta a la formación ciudadana de quienes transitan sus primeros cursos en la Universidad. Tal propósito descansa en la convicción de que, independientemente de la orientación profesional que se siga en la Universidad, es fundamental el aprendizaje de conceptos básicos que contribuyan a la solidez y responsabilidad cívica de los hombres y mujeres que egresen de sus aulas.Por eso, tras proporcionar herramientas y nociones teóricas sobre la sociedad, el Estado y el papel ciudadano en la interacción de ambos, los distintos capítulos recorren las diferentes etapas históricas de la vida cívica en nuestro país a lo largo de los aproximadamente 150 años que van desde la formación del Estado nacional hasta el presente.

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Capítulo XI.
Los derechos humanos a la luz de la movilidad humana a lo largo de la historia argentina
María Paula A. Cicogna
1. Introducción
¿Cómo se conforma el pacto entre ciudadanos y gobernantes? En el Capítulo 1 se analizaron los distintos contratos realizados entre gobernados y gobernantes y se suma a ellos uno que incita a la reflexión y toma otros elementos para poder explicar el surgimiento de la nación (Segato, 2007). Coincide con Oszlak (1982) en que uno de los atributos de estatidad es el territorio, pero se explaya en el concepto para sostener que si una sociedad lo ocupa hay que tomar en cuenta si su “constitución como colectividad fue anterior en el tiempo a su contorno territorial”, así como la construcción de la Nación (Segato, 2007: 75). Segato retoma a Anderson (1983) para decir que entonces una nación no es solo una lengua común, una religión común o una ley común, sino que la circulación de referencias de conocimiento común es lo que le da cohesión, unidad, a la nación. Y es también poder acceder a los derechos que otorga ese contrato (civiles y políticos; económicos, sociales y culturales; de solidaridad).
Argentina se constituyó como una antagonista de minorías ya que basó su discurso fundacional en el conflicto con grupo étnicos o nacionales, incluso lo convirtió en una de las misiones de sus instituciones, lo cual conllevó a una homogeneización artificial de sus habitantes y una condición para el acceso a la ciudadanía porque se buscaba homogeneizar la pluralidad étnica (Segato, 2007). Pero, al mismo tiempo, el relato del surgimiento de la nación argentina se sitúa en la nación nacida de las oleadas migratorias de fines del siglo XIX. Un gran número de personas bajando de navíos anclados en el Puerto de Buenos Aires cargadas con valijas donde traían sus objetos más preciados para (re)comenzar una mejor vida en el “nuevo” continente. Se podría coincidir en que esta es una de versiones más escuchadas cuando alguien trata de explicar cómo nace Argentina, y también una de las que nos contaron en la escuela para despertar nuestra identidad nacional, esa patria construida artesanalmente por Juan Bautista Alberdi (1) y la generación del ‘80. Se creía que el “problema” residía en que estas naciones modernas necesitaban una identidad nacional en la que se contuviera y se (re)definiera al gen criollo para afianzar una cultura que convocara ambas pertenencias. Joaquín V. González fue el introductor del criollismo en la Argentina y de su reconstrucción estilizada y letrada del gaucho emergió Ricardo Rojas, Rector de la UBA (Gutiérrez, 2017).
2. ¿Quiénes eran parte de la nación argentina en 1853?
La movilidad de personas ha sido una constante en toda la historia de la humanidad, aunque sí se puede afirmar que comenzaron a ser más frecuentes e involucraron una mayor cantidad de personas a partir del siglo XIX gracias a los avances tecnológicos. Entonces, ¿cómo estaba conformada la nación argentina en 1880?. Vivían en ella pueblos originarios, afrodescendientes, migrantes y criollos, principalmente (aunque se debe destacar que los criollos eran descendientes de migrantes o migrantes, aunque eso sonara contradictorio ya que eran la clase gobernante).
Se puede decir que en el siglo XIX, en la actual Argentina, vivían treinta y dos pueblos indígenas preexistentes a la Nación, que hablaban trece lenguas originarias, y que actualmente se hallan organizadas en más de mil seicientas comunidades, la mayoría rurales, y en organizaciones territoriales y sectoriales (INAI, 2014, en Trinchero, 2010). El pueblo mapuche es el más numeroso, seguido por el pueblo kolla, el toba, el wichí y el diaguita/diaguita calchaquí. La suma de estas cinco etnias representa casi el 54,2% de la población indígena de nuestro país al 2005, fecha en que se realizó un censo (Trinchero, 2010, 2014). (2)
Es difícil saber qué cantidad de personas conformaban esa población prehispánica (sobre todo si se toma en cuenta que los cazadores requieren de territorios bastante extensos). J. Steward (1949) estimó que dichos grupos superarían los trescientos mil miembros, aunque apreciaciones más recientes (que consideran la alta capacidad productiva de los pueblos agricultores del noroeste –cuya población ascendería a 200.000 habitantes (Madrazo, 1991)–podrían aumentar esta cifra hasta quinientos mil habitantes (Bartolomé, 2004). Como ya fuera explicado en el Capítulo 2, el objetivo de esta apropiación de grandes extensiones de tierra tenía como fin la expansión de la clase terrateniente y la consolidación del modelo agroexportador (Radovich y Balazote, 1995).
En cuanto a la población afrodescendiente, Gomes (s/f) sostiene que unas doce millones de personas desembarcaron en Latinoamérica provenientes de distintas zonas del continente africano (lo que actualmente se conoce como Angola, Congo y Mozambique) a partir del siglo XVI; Buenos Aires y Montevideo se constituyeron en los puertos más importantes del Atlántico Sur donde se recibían a estas personas en estado de esclavitud para luego hacerlas desplazar hacia todo el interior de Sudamérica mediante puertos de transferencia en Valparaíso y Río de Janeiro. Una de cada cinco personas moría en el viaje debido a diversas causas (inanición, diarreas, deshidratación, suicidios o castigos diversos), y a partir de esa cifra se puede decir que el tráfico de esclavos le provocó a África una pérdida de sesenta millones de personas y de esa forma Europa pudo expandirse industrial y económicamente. Las personas que habían llegado al continente y habían sido esclavizadas realizaban tareas rurales, en la ganadería, labores artesanales o trabajo doméstico. Las familias que poseían esclavos los forzaban a realizar actividades fuera de la casa (talabartería, platería, pastelería, lavandería, realizar tareas como peones o dictar clase como maestros de música) para solventar los gastos de aquellas. Durante la primera gobernación de Juan Manuel de Rosas (1829-1932) la comunidad negra de Buenos Aires conformaba cerca del 30% de la población, mientras que en otras regiones, como NOA y Centro, la población negra alcanzaba un promedio de 50% (Santiago del Estero, Catamarca, Salta, Córdoba y Tucumán) de la población total (Gomes, s/f).
Hacia 1810 Buenos Aires tenía alrededor de 40 mil habitantes y se calcula que un tercio eran de origen africano ya que entre 1777 y 1812 entraron al puerto de Buenos Aires y Montevideo más de setecientos barcos con setenta y dos mil esclavos africanos (Pineau, 2017). Para el momento de la Revolución de Mayo la ciudad no tenía una mayoría de población blanca; muchas de estas personas fueron enviadas como soldados a las Guerras por la Independencia y a la Guerra de la Triple Alianza y perecieron en dichas tareas, sumado a las muertes producidas a causa de la epidemia de fiebre amarilla y por las malas condiciones de vida que aumentaban las tasas de mortalidad y natalidad; todos esos factores favorecieron a l...

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