1. La pandemia, hechos y lecciones para tener en cuenta en la gobernanza global
En las cuarentenas del primer periodo por la pandemia de la COVID-19 los seres humanos se confinaron en casa para cuidar la salud y la vida, buscando la supresión del virus. Mientras esto ocurría la fauna silvestre, las aves, los delfines, entre otros, regresaron a sus territorios y retomaron espacios perdidos, por la invasión de los seres humanos, en los territorios de vida mostrando que la naturaleza puede expandirse y renovar su hábitat. Se observó una mejor calidad del aire, disminución del ruido y de las emisiones de gases, aunque este fue un efecto de corto plazo. El ser humano a inicios de pandemia, por el miedo a morir, busca refugio, para subsistir como especie, sin embargo, ha sido notorio, que los más débiles, los informales, los de la economía de subsistencia y sin protección social, tuvieran que salir a las calles, barrios y al centro de las ciudades, a continuar con su economía de rebusque, para reducir el hambre, como el mayor riesgo, para sus familias y comunidades. La cultura ancestral, volvió a instalar las “ollas comunitarias”, símbolo de la solidaridad, los pueblos con lo poco que tienen, resisten y logran ser resilientes.
Esta pandemia, en escenario global, enseña la baja preparación de los gobiernos para enfrentar y cuidar la vida de las poblaciones. Así ha sido escrito en el Informe anual: Un mundo en peligro, sobre preparación mundial para las emergencias sanitarias, de la Junta de Vigilancia Mundial (septiembre de 2019). Sus recomendaciones, van en el sentido de tomar medidas urgentes, para:
- Generar incentivos para aumentar la inversión para la preparación de emergencias.
- Aumentar los simulacros.
- Trabajar con más intensidad en la creación de vacunas y tratamientos innovadores
- Redoblar esfuerzos para la preparación de evaluaciones de riesgo económico ante una pandemia.
- Fortalecer los mecanismos de colaboración y coordinación internacional.
El panel de expertos instó: “Ha llegado el momento de actuar ya”. Sin embargo, a escasos dos meses y medio de entregado el informe al mundo, se anunciaba la presencia del nuevo coronavirus, responsable de la COVID-19.
Hemos vivido un episodio trágico con baja gobernanza global. Notorios hechos como: la lucha comercial por aranceles previa y a inicios de la pandemia y por la responsabilidad del origen del nuevo virus. La ofensa diplomática de reducir y cancelar aportes a la Organización Mundial de la Salud (OMS), por parte de la nación más poderosa del planeta y el mayor financiador de fondos regulares para este organismo de Naciones Unidas. Sorprende el espectáculo de los mandatarios de países líderes a nivel global, ridiculizando el virus y las medidas de bioseguridad recomendadas por la OMS. Hemos vivido hechos hasta de piratería interceptando insumos estratégicos para bioseguridad. Por último, la inequidad por el acceso a las vacunas, compradas en forma masiva por las 10 naciones más ricas y la negación de declarar éste biológico como bien público libre de patentes por la presión de la industria farmacéutica. Ha sido significativo, en esta coyuntura, el desbalance en la producción de biológicos e insumos estratégicos, en manos del Norte Global, con mínima participación de los países del Sur Global. En el momento de escribir esta publicación tan solo llevamos un 3% de la población global vacunada y las naciones con mayores recursos y acceso están cerca de coberturas útiles.
Los hechos anteriores, deben generar una reflexión sobre la necesidad de fortalecer la gobernanza global. Esta, debe ser entendida, como la gestión política que vela por la “provisión de los bienes públicos globales, tales como la mitigación y adaptación al cambio climático, y por el cumplimiento de las metas sociales y ambientales que las Naciones Unidas ha planteado en el transcurso de las últimas décadas”. En ese sentido, podríamos expresar que las propuestas consignadas en el libro: Gobernanza global y desarrollo (Ocampo, ed., 2015), nos señalan la brecha de cumplimento en sus recomendaciones, para avanzar en los retos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Hace un lustro, los temas claves a nivel global pasaban por la negociación de una nueva agenda para el desarrollo en el marco de la Asamblea General de Naciones Unidas: el financiamiento para el Desarrollo y el Cambio Climático de 2015 (COP21). También, se vislumbra y más en post pandemia la necesidad repensar las relaciones Norte-Sur y Sur-Sur y analizar el carácter de bienes públicos que muchos insumos estratégicos deberían tener para atender la pandemia y la sindemia global configurada por: el hambre, la baja disponibilidad de insumos estratégicos para la salud, la presión de la atención de las enfermedades crónicas no transmisibles, el coronavirus con sus nuevas variantes, la crisis ambiental y una baja cultura en salud pública para adoptar medidas del cuidado temprano integrado.
Esto implica, que al momento de definir el marco de gobernanza para la gestión de los bienes públicos globales deban tenerse en cuenta varios criterios, como lo son, evitar el parasitismo (free-riding) en la provisión de esta clase de bienes, asegurar un equilibrio entre representatividad y eficiencia en la toma de decisiones, administrar la interdependencia en la provisión y consumo, así como promover un dominio público mundial equilibrado y coherente. (Bárcena, 2015, p. 10).
Acabar con el sistema multilateral y retirar los fondos para la OMS, ha sido uno de los errores más grande, de este tipo de presidentes, que han ridiculizado la pandemia, y nos han llevado al gran fracaso de la salud pública, con la pérdida de millones de vidas. Debemos reconocer que, sufrimos la gran debacle diplomática, en pleno crecimiento de casos de COVID. Por otro lado, es delicado y peligroso el discurso contra los inmigrantes asiáticos. Intolerable, visualizar las imágenes de un afrodescendiente golpeando brutalmente a una migrante adulta mayor de origen asiático. Doloroso para la humanidad observar la muerte de un afrodescendiente en manos de policías blancos, aplicando uso de...