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Il primo numero della rivista è stato pubblicato nel 1990 all'interno della collana "Studi di letteratura Ispanoamericana" diretta dal prof. Giuseppe Bellini dell'Università degli Studi di Milano. Dal fascicolo n. 9/2000 è rivista del Dipartimento di Scienze Linguistiche dell'Università Cattolica del Sacro Cuore sotto la Direzione del prof. Dante Liano, Ordinario di Lingua e letterature ispanoamericane nella medesima Università.
«Centroamericana» tratta temi legati alla lingua, alla letteratura e alla cultura dei paesi del Centro America e delle Antille. Esce con due fascicoli all'anno.
A partire dal dodicesimo volume, la rivista viene pubblicata presso il Servizio Editoriale di EDUCatt, l'Ente per il diritto allo studio dell'Università Cattolica. Fascicoli precedenti il numero 12 I fascicoli precedenti al n. 12 sono stati pubblicati con i tipi di vari editori; possono essere richiesti, qualora disponibili, alla Segreteria del Dipartimento di Scienze Linguistiche dell'Università Cattolica del Sacro Cuore.

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Información

CUERPOS Y ESPACIOS EN LOS CUENTOS DE
CLAUDIA HERNÁNDEZ
Decepción y resistencia

Emanuela Jossa
(Università della Calabria)
Resumen: El objetivo de este estudio es ofrecer un análisis en profundidad de algunos cuentos de Claudia Hernández, procedentes de las colecciones Otras ciudades (2001), Olvida uno (2005) y De fronteras (2007), utilizando las nociones de desencanto y de estética del cinismo, propuestas por Beatriz Cortez, y de resistencia a los dispositivos del poder en la acepción de M. Foucault y J. Butler. Después de haber identificado la presencia de la vasta área semántica de la violencia, de la cual las heridas y las cicatrices se consideran hipónimos, insistiremos en especial modo en la representación de la subjetividad a través del cuerpo y del espacio, y en la identificación de un género que conjuga el humorismo y lo fantástico, para llegar a la identificación de un corpus de relatos de resistencia que completan los relatos de la decepción.
Palabras clave: Literatura salvadoreña Claudia Hernández Fantástico Cuerpo Espacio.
Abstract: Bodies and spaces in Claudia Hernández’s short stories: disenchantment and resistance. The aim of this paper is to provide an in depth analysis of some of Claudia Hernández’s short stories from her collections Otras Ciudades (2001), Olvida uno (2005), and De fronteras (2007), by using Beatriz Cortez’s notion of aesthetics of cynicism and disenchantment, as well as Michel Foucault and Judith Butler’s concept of resistance to power devices. The paper will suggest the presence of a broad semantic area related to violence (whose hyponymies are wounds and scars), focusing in particular on the representation of subjectivity through space and the body, and on the identification of a genre that combines humour and the fantastic. Finally, the paper will identify a corpus of relatos de resistencia – which integrate the relatos de la decepción.
Key words: Salvadoran literature – Claudia Hernández – the Fantastic – Body – Space.
Cicatriz.
Señal que queda en los tejidos orgánicos después de curada una herida o llaga.
Impresión que queda en el ánimo por algún sentimiento pasado[1]
En 1962 Roque Dalton titulaba “Las cicatrices” la primera parte de El turno del ofendido, y en toda su producción poética el tema de la herida y de la cicatriz tiene un papel decisivo, tanto al nivel personal como al nivel político. Así, mientras en “No, no siempre fui tan feo” (de Un libro levemente odioso) el poeta cuenta con humor la historia de las cicatrices que le han afeado; en “Todos” (de Las historias prohibidas del Pulgarcito) denuncia la cicatriz dejada por el martinato y por la represión del ’32:
Todos nacimos medio muertos en 1932
sobrevivimos pero medio vivos
cada uno con una cuenta de treinta mil muertos enteros.
Seguir naciendo en 1932, medio muertos, en un presente histórico que niega el progreso lineal de la historia, no significa sólo heredar la brutalidad de la represión por un lado, y la firmeza de la revolución por otro, sino también reconocer la permanencia de las relaciones de fuerza a través de las cuales se articulan y se manifiestan la violencia del poder y la posibilidad de resistir a él («La todopoderosa unión de nuestras medias vidas»)[2].
Unos 40 años después, en 2004, W. Mackenbach publicó una antología de cuentos del área centroamericana que se remontaban a los últimos veinte años del siglo pasado titulada Cicatrices[3]. Se trata del título de uno de los cuentos recogidos en la antología[4], pero a la vez representa simbólicamente una síntesis de uno de los rasgos distintivos de la literatura centroamericana: la presencia de heridas, que luego se convierten en cicatrices indelebles, dejadas por los conflictos bélicos, la injusticia social, la violencia cotidiana, la discriminación política y de género. Si, siguiendo a Foucault, reconocemos en esta lista de agentes identificables, los resultados y las manifestaciones de relaciones y estrategias de poder, podemos deducir que se trata una vez más de cicatrices dejadas por las relaciones de fuerza que forman el poder. Por tanto, planteándose ofrecer “un retrato del cuento centroamericano”, como reza el subtítulo de la antología, Mackenbach parece encontrar en el perdurar de la herida, o por lo menos de su memoria – o sea la cicartiz – un rasgo distintivo de la literatura centroamericana de finales del siglo veinte. Y esta permanencia se relaciona, en mi propuesta de lectura, con la persistencia de las múltiples y variables relaciones de fuerza del poder, que, en el diferente escenario político del nuevo siglo, siguen dejando heridas y cicatrices, más allá de la violencia de la represión de los años 80, a través de aparatos de poder que determinan y limitan la subjetividad. En una entrevista con R. Menjívar Ochoa, Castellanos Moya afirma:
Cada vez que regreso al país lo veo muy violento, y lo escribo muy violento. Y es que el país es violento. Cuando alguien me pregunta acerca del recurso de la violencia, me doy cuenta de que para mí la violencia no es un recurso: es parte de la salvadoreñidad. Es una cultura muy violenta, y permea la familia, las instituciones, el estado, todo. Por eso la violencia se expresa en la literatura, y no sólo en la mía, sino en las diversas literaturas que se dan en el país[5].
Por lo tanto, la violencia, con las heridas del presente y las cicatrices del pasado, constituye un topos que caracteriza con fuerza la literatura salvadoreña, un trágico factor de continuidad que cruza, con distinta intensidad, las diferentes fases de la historia del país. Y es justamente la cicatriz, al ser cierre de una herida, y a la vez señal en la carne, como memoria indeleble, el vínculo entre el pasado y un presente por construir. Pero, según algunos estudiosos, en la literatura definida de posguerra, o sea posterior a los Acuerdos de Paz de Chapultepec de 1992[6], prevalece un fuerte sentimiento de frustración y desengaño, que desemboca en la renuncia total de cualquier forma propositiva tanto de la política como del trabajo de los intelectuales. Beatriz Cortez la define una literatura del desencanto, que encuentra en el cinismo su forma de expresión más adecuada, renunciando a cualquier mensaje político e ideológico. De aquí deriva el nuevo espacio que los escritores atribuyen a la intimidad, pero sobre todo a la formación de una subjetividad precaria y subalterna a priori en cuanto dependiente del consenso de los demás[7]. La comparación con la propuesta interpretativa de Beatriz Cortez, definitivamente elaborada en un texto completo de gran relevancia crítica, me parece imprescindible. Limitándome al caso de El Salvador, es cierto que la literatura comprometida con la causa revolucionaria ha propuesto una visión fuertemente dialéctica del proceso histórico que se estaba viviendo, con una clara identificación ideológica y una fuerte valencia utopista. Con la firma de los acuerdos de paz se inicia una nueva fase de revisión de la historia y de la literatura, marcada indudablemente por un fuerte escepticismo hacia la política. El desengaño de las expectativas suscitadas por la revolución, los millares de muertos, la impunidad de los culpables y las dificultades económicas seguramente hayan creado un clima general de desaliento, por no hablar de un nuevo problema de identidad. De esta situación crítica derivaría la estética del cinismo de la que habla Beatriz Cortez. Es cierto que el escenario de violencia posrevolucionario no ha ratificado el fin de una actitud crítica hacia la sociedad y sus instituciones, pero también es cierto, en mi opinión, que ha determinado una demanda de renovación de la reflexión política y un nuevo método de lectura y escritura de la realidad. Escritoras y escritores han tenido que reflexionar sobre el papel del testimonio y de la narración histórica; han debido volver a formular conceptos de enorme alcance (memoria, verdad, poder, escritura...). Y no olvidemos que han tenido que enfrentarse a una problemática dimensión globalizada, como lo subraya A. Arias[8].
El resultado de este complejo proceso no es en absoluto uniforme, tal como también afirma Beatriz Cortez, y hay otros procesos en curso para los cuales cinismo y desengaño no creo que puedan ser leídos como atributos de la nueva literatura salvadoreña. También Mackenbach, aún negando el nivel utópico e ideológico de la literatura postrevolucionaria, reivindica su carácter político:
esta literatura que muestra además no haber perdido su impronta de un compromiso moral. Esta literatura es también una escritura contra el olvido de los múltiples actos de violencia vividos por la población, sin que exista la creencia en una utopía social fundada míticamente[9].
Otra estudiosa, M. Perkowska, concentrando su análisis en tres novelas de escritores centroamericanos y en el significado del cinismo – en diálogo con las propuestas de Beatriz Cortez – las asocia a la parresía (en el sentido de Foucault):
Los escritores centroamericanos cuya obra comento aquí son como los antiguos parresistas que hablan con franqueza al (y del) nuevo tirano, que ya no es un dictador u hombre fuerte, sino el consenso, la mediocridad, el derrotismo, el cinismo y la infamia que parecen haberse instalado como indiscutibles, inevitables y, sobre todo, aceptables[10].
En mi opinión, la actual perspectiva de muchos escritores salvadoreños une al escepticismo hacia la política, una mirada innovadora sobre la realidad y su escritura, inventando la posibilidad de crear zonas y estrategias de resistencia a la expansividad de la violencia del poder. La literatura del Nuevo Milenio continúa desenmascarando las mentiras del poder hegemónico, revelando la historia silenciada, rescatando el testimonio de los oprimidos y de las víctimas, utilizando inéditas o renovadas estrategias literarias que no han de ser interpretadas como acto de rendición. Componentes esenciales de esta nueva escritura son la ironía, el humorismo y el sarcasmo: explosivos en la escritura de Roque Dalton y poco presentes en la literatura comprometida de los años 70-90, son ahora recuperados y se convierten en el instrumento para demoler convicciones políticas rígidas, y a la vez para renovar y fortalecer un discurso profundamente crítico sobre el poder. Buen ejemplo es la prosa de H. Castellanos Moya que, aprovechando el humorismo, el sarcasmo y la ironía y quizá justamente a través de personajes cínicos, inventa nuevas zonas de resistencia sin renunciar a una representación de la realidad que se hace discurso político.
Mi objetivo es presentar un análisis profundizado de algunos cuentos de Claudia Hernández[11] para ver la postura que la autora elige respecto a los nuevos desafíos propuestos por la distinta situación política del país, haciendo referencia a las nociones de desencanto y estética del cinismo, propuestas por Beatriz Cortez, y de resistencia al poder en la acepción de Foucault y Butler. La referencia a la cicatriz comporta un área semántica muy densa: desde el dolor de la herida a su memoria indeleble, señal permanente en el cuerpo y a la vez certidumbre de una cura a partir de la cual se vuelve a empezar. De hecho, Claudia Hernández propone una nueva estética, un proyecto de escritura que a través del humorismo, va más allá del escepticismo y del desengaño. Por lo tanto, comparto en parte las conclusiones a las que llega Gairau...

Índice

  1. ÍNDICE
  2. CUERPOS Y ESPACIOS EN LOS CUENTOS DECLAUDIA HERNÁNDEZ Decepción y resistencia
  3. CUERPO Y GEOGRAFÍA EN «CARAZAMBA» DE VIRGILIO RODRÍGUEZ MACAL Representaciones de la región
  4. LITERATURA Y VISIÓN TANATOLÓGICA Claribel Alegría y el diálogo con los muertos