ESCRITORAS EN LA CUBA DEL SIGLO XX
Silvana Serafin
(Università degli Studi di Udine)
Antecedentes
Hasta el siglo XX en Cuba, así como en otros países de Hispanoamérica, figuras extraordinarias como María de las Mercedes Santa Cruz y Montalvo, más conocida con el nombre de Condesa de Merlin (La Habana 1789 – París 1852)[150] y Gertrudis Gómez de Avellaneda (Puerto Príncipe 1814 – Madrid 1873) dejarán una huella imborrable por haber osado desafiar las rígidas normas de la política y de lo social, adelantando críticas atrevidas al sistema y rompiendo cánones literarios de antigua ascendencia patriarcal.
Si con Viaje a La Habana (1844), versión censurada de la primera edición francesa de La Havane (1844), a la Condesa de Merlin se le atribuye el mérito de haber fundado la literatura cubana en femenino, la novela Sab (1841) le asigna a Gertrudis Gómez de Avellaneda[151] la primacía de haber introducido la narrativa social en Latinoamérica, poniendo el acento en la situación de la mujer y el esclavo[152]. En la realidad de la ficción, capaz de realizar los sueños más ambiciosos, estas mujeres atrevidas y rebeldes que ya salieron de los estrechos ámbitos de la casa y de la condición ontológica originaria, además de contribuir a la determinación de la cubanía – ente en formación alimentado constantemente por las aportaciones de culturas diferentes fundidas en un unicum vigoroso – muestran una nueva vía a todas las mujeres que seguirán, deseosas de medirse con el poder de la palabra literaria que modela el yo y la sociedad en tiempos y modalidades de escritura diferente.
1900-1959
Hasta la primera mitad del siglo XX y precisamente hasta 1959, se distinguen muchas tipologías de escritoras que empiezan a escribir antes de la época castrista. Algunas después de la revolución cubana dejan el país, otras no escriben ya y por eso resulta difícil definir el grado de voluntad consciente de una escritura en femenino. Su testimonio es sobre todo de carácter histórico en cuanto indaga la realidad cotidiana en todos sus aspectos y circunstancias socio-económicas.
Las hay que luchan por la afirmación de los derechos de las mujeres como: Lesbia Soravilla, Flora Díaz Parrado, Irma Pedroso, Surama Ferrer, Gracida Garbalosa y Ofelia Rodríguez Acosta (1902-1975). Esta última, fundadora de la revista Espartana y portavoz del feminismo de la época, es la escritora más importante de toda la generación. Entre sus obras principales se incluyen: Evocaciones (1922), El triunfo de la débil presa (1926), La vida manda (1929), Dolientes (1931), En la noche del mundo (1940), Sonata interrumpida (1943), La dama del arcón (1949), Hágase la luz (1953), Algunos cuentos (de ayer y de hoy) (1957), cuyo carácter común es la toma de conciencia de las posibilidades femeninas para actuar en la sociedad.
A ella se acerca la poetisa Dulce María Loynaz (1903-1997) – continuadora de la gran lírica del continente iniciada por Gabriela Mistral, Alfonsina Storni e Delmira Agustini – que llega a ser conocida incluso fuera de los confines nacionales. La original construcción de la individualidad femenina, la profundidad del análisis de sus personajes y la referencia al símbolo, según los dictámenes de la corriente posmodernista, caracterizan toda su obra: la poética – Canto a la mujer estéril (1937), Versos (1938), Juegos de agua (1947), Poemas sin nombre (1953), Poesías escogidas (1985), Últimos días de una casa (1958) – y la narrativa – Carta al rey Tutankamón o Tut-Ank-Amen (1929), El Jardín (1951), Un verano en Tenerife (1958), Bestiarium (1985), La novia de Lázaro (1991) y Canto a la mujer (1993) –.
De fundamental importancia también es la aportación de la poetisa Fina García Marruz (1923), perteneciente como Dulce María Loynaz al grupo “Orígenes” (1944-1956), muy lejano de las vanguardias cubanas y de sus consecuencias – la poesía social y la poesía pura –. Mientras en sus primeros libros – Poemas (1942), Transfiguración de Jesús en el monte (1947) y Las miradas perdidas (1951) – se advierte el anhelo de una trascendencia religiosa expresado con tonalidades bíblicas, la última producción – Créditos de Charlot (1990) y Viejas melodías (1993) – se caracteriza por una inquietud existencial, por la necesidad de encontrar respuestas a las preguntas eternas que proceden indiferentemente de las pequeñas cosas de todos los días o de los grandes problemas metafísicos. El lenguaje, siempre sencillo y esencial, es incisivo y eficaz.
Otras escritoras como María Lafita Navarro, Teté Casuso, Rosa Hilda Zeli, Aurora Villar Bucata, Cuca Quintana se ocupan predominantemente de crítica social. Entre ellas sobresale Aurora Villar Buceta (1907-1981) – hermana de la poetisa María Villar Buceta – incluida unánimemente entre los escritores de cuentos más vigorosos de la pseudo república, precedente a la revolución castrista. En el centro de su interés está el mundo de los desheredados, descritos con una gran intensidad expresiva integrada a través de un lenguaje extremadamente cuidado y sin diálogos. Su compromiso para dar dignidad a la gente humilde se hace patente incluso en su actividad política donde es protagonista contra el dictador Machado en numerosas acciones revolucionarias hasta 1940, año que marca su salida de las actividades políticas y literarias. Su interesante obra narrativa – generalmente cuentos de sincera preocupación social que se publicaron por separado durante mucho tiempo en revistas y periódicos nacionales – fue recogida por la editorial Letras Cubanas. Entre los títulos más importantes sobresalen: El sueño (1...