EL CHUPACABRAS
(Himno Americano)
Sucedió hace eones, pero lo recuerdo como si hubiese sido ayer.
Oigan el ruido de rotas cadenas y vean en trono a la noble igualdad.
Soy el Chupacabras y he reclamado mi lugar en América.
Mis virtudes vampíricas se remontan a las nucas de los mamuts,
me abrevé en su sangre pleistocena hace millones de años.
Crucé el estrecho de Bering junto a los primeros homínidos.
El hombre apareció en el holoceno y yo lo recibí con mis colmillos.
Hiberné durante milenios y su estirpe proliferó.
El tambor y el siku se aunaron al son de una nueva raza.
Desperté junto a los originarios en las riberas del Caribe.
Me crie en las danzas de los negros, en la humedad de la selva amazónica,
en las desérticas planicies de Atacama, en las gélidas ventiscas de la Patagonia,
en las ráfagas feroces de Tierra de Fuego, en la tundra ártica de Groenlandia,
en las fauces de los volcanes, en las cimas majestuosas de Los Andes.
Fui el carroñero de los aborígenes atraído por sus atroces rituales.
Se conmueven del inca las tumbas y en sus huesos revive el ardor.
Me vieron sobre México y Quito arrojarme con tenaz saña.
Y lloraron bañados en sangre Potosí, Cochabamba, y La Paz.
Condené a sus héroes a cruel servidumbre y largo tiempo gimieron.
Sus nombres ni el mármol ni el bronce a remotas edades transmitirán.
Esta tierra inocente y hermosa se preparó para el fatal destino.
Soy hematófago pero no desconozco el encanto de la antropofagia.
Los primeros los hijos del suelo vertieron su sangre por mí.
Hundí mis colmillos en sus hondas entrañas
y quisieron vengarse del monstruo sangriento
pero mis alas son más excelsas que las del cóndor.
Hice sucumbir imperios: a incas, mayas y aztecas.
Los dominé cabalgando mis besos de blancas armaduras.
Los infecté con mis parásitos regurgitados en mi verborrea.
La cruz de mis garras demostró la nueva doctrina.
El yugo lancé. Tembló de pavor la América toda.
Dominados, cesó la horrible noche que derrama las auroras.
De su invencible luz el mundo americano se baña en sangre.
Del Orinoco el cauce se colma de despojos.
De sangre y llanto un río se mira allí correr.
Soy el legendario críptido, el enigma transmutado,
el grito retumbante, desafío a la propia muerte.
Soy el Chupacabras, gigante por la propia naturaleza.
El Amazonas circula por mis venas misteriosas.
Entre ríos y llanuras, entre montañas y el mar
sus huesos en su tierra, herederos de sus dolores.
Sean de donde sean los antepasados
toda la vida arrastra hacia la muerte.
También me sacié en fluidos extranjeros.
Elevé el estandarte sangriento.
¡Los Chupacabras!, gritaban. ¡Los Chupacabras!
Ellos vienen hasta sus brazos a degollar a sus hijos y compañeras.
Todas esas bestias que sin piedad desgarran el corazón de las madres.
A los pueblos de América, infausto, tres centurias una garra oprimió,
y sus ecos repiten los montes como gigantes poniéndose en pie.
De su arrojo soberbio temblaron en valles, montañas y selvas
retumbando con fiero estampido las cavernas y el cielo a la vez.
Al estruendo que en torno resuena de Atahualpa la tumba se abrió,
y batiendo sañudo en mis palmas su esqueleto, la sangre que riega el altar.
La sangre de nuestros padres, que santifica el suelo, persiste
en el orgulloso Río Hondo hasta el viejo Sarstún,
a través de las islas coralinas, sobre la Laguna Azul.
Sometí a los hijos del clan Bahiano junto al mar Caribe
bajo el límpido azul del cielo en la tenaz lucha
que enrojeció el rostro de los hombres.
De un país donde el sol se levanta, más allá del atlante azulado
se aprestó la lucha con ira recostada en los Andes soberbios.
Bajo mi ala de grana adormecí al bello quetzal,
mis intenciones son más puras que las del águila real y el cóndor,
porque envuelto en su sangre, tras la alta cabellera de monte salvaje
mis grandes colmillos refulgen como un ave de plumaje negro.
Con su sangre escribí las leyendas.
Dolorosa y sangrienta es su historia.
Hermanos monstruosos, rebelémonos
en esta América en que aúllan los perros indomables.
Por nuestros ancestros de la tierra seamos dueños únicos.
Caminemos unidos. Morir es bello.
No teman una muerte gloriosa....