Una reina como tú
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Una reina como tú

  1. 208 páginas
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Una reina como tú

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Información del libro

Disponible en español solamente. Francisca Lachapel tenía un sueño hermoso y formidable, pero también muchísimo viento en contra. Se había mudado sola a los Estados Unidos, una tierra nueva y ajena, donde tuvo que enfrentar la barrera del idioma y el fantasma de la pobreza que la perseguía desde su niñez. Sin embargo, nada de esto contuvo la fe y la determinación que la llevaron a ser coronada Nuestra Belleza Latina 2015.Francisca es una reina peculiar. La actual presentadora de Despierta América llevó el peso encantador del talento a un concurso de belleza. Con una capacidad histriónica estupenda y un sentido del humor inteligente y contagioso, Francisca conquistó a un público que premió su osadía genial de reírse de sí misma en un certamen donde la belleza y la perfección suelen imponer su poder intimidante.En Una reina como tú, su primera autobiografía, Francisca relata su intensa e inspiradora historia de adversidades, alegrías, dudas y esperanzas, con una honestidad conmovedora. Desde sus primeros años en el pequeño pueblo de Azua en la República Dominicana, sus inicios en el teatro y los demonios de su infancia, hasta su vertiginosa conversión en entrañable figura pública en EE.UU., Francisca Lachapel nos lleva de la mano por los laberintos de una vida que es, sobre todas las cosas, la prueba extraordinaria de que aún los sueños más hermosos están al alcance de quien se atreve a luchar por ellos.

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Información

Editorial
Atria Books
Año
2018
ISBN
9781501164101
Image

CUATRO


Nuestra Cenicienta latina

Yo nunca me había sentido fea hasta que me lo dijeron en las redes.
Quiero decir, cualquier mujer sabe que no es Marilyn Monroe, pero hasta ese momento lo que veía en el espejo y lo que —¡ejem!— numerosos muchachos me habían hecho saber era que estaba bastante bien y que, si de looks se trataba, no tenía de qué preocuparme. De hecho, el veredicto más severo que había recibido en mi vida había sido el de Julie, y aun así salía aprobada.
No ser tan feíta es muy diferente a ser fea.
Y aquí te voy a decir algo. Nadie es ni feo ni bonito. Ni depende de quién te mire... o de quién te maquille. Todo depende de cómo tú te sientas. Conozco mujeres hermosas que no proyectan nada y otras que se comen el mundo sin tener las facciones perfectas. La belleza es algo muy subjetivo y por eso yo insisto en que con inteligencia te encuentras “la vuelta” y comienzas a mejorar lo que no te gusta de ti. Para mucha gente en las redes sociales, yo era fea y no merecía ser reina. Sin embargo, los Estados Unidos votó por mí y me nombró Nuestra Belleza Latina.
Gracias a Dios, nunca antes había oído eso de que yo era fea, porque, de haber sido así, no me habría presentado a las audiciones de Nuestra Belleza Latina.
A veces la ingenuidad es tu mejor aliada.
Esa ingenuidad se mezcló con la convicción de que iba a ser la primera dominicana que ganaría la corona, y con eso saqué fuerzas para invertir un año preparándome para el reto: ejercicios, cejas, uñas, alimentación, expresión. Tuve que aprender de nuevo a caminar y a sonreír, y dejar atrás toda una vida siendo yo, Francisca Antonia, la niña de Azua, para convertirme en un cisne digno de Osmel Sousa, el gurú de la belleza.
Tal fue la dedicación que todo el mundo a mi alrededor pensó que me estaba volviendo loca. Me daban consejos que nunca pedí, para que me lo tomara con calma, para informarme que faltaba mucho para las audiciones, cuando para mí faltaba poquísimo. Los días iban pasando y necesitaba aprovechar cada hora para aprender, mejorar y prepararme para la competencia. Hice una lista de lo que necesitaba completar y mi calendario estaba estrictamente organizado alrededor de ese sueño. Todos los días iba a hacer ejercicio a las siete de la mañana por hora y media. Cuando regresaba al apartamento, leía en voz alta frente al espejo, me daba ánimos, corregía y ensayaba mi dicción. Después me iba a la biblioteca y leía todo lo que encontraba sobre la industria de certámenes de belleza y sus reinas, y el mundo en el que estaba convencida había un lugar para mí, si me preparaba lo suficiente.
No habré sido la reina más bella...
Pero si de algo estoy segura es que he sido la más persistente.
Y esto te lo cuento así con pelos y señales para que veas la importancia de entregarte en cuerpo y alma a lo que quieres conseguir. No hay fórmula que funcione mejor para alcanzar el éxito.
Preparación más Persistencia, así con mayúsculas, es la clave de la suma del éxito.
Recuerdo que tomaba notas sobre las anécdotas más interesantes que encontraba, de las que podía aprender. Regresaba a mi casa y de nuevo me grababa en cámara para después analizar cómo podía mejorar mi forma de hablar, mis gestos, mi expresión ante las cámaras. No tenía experiencia como estrella de la televisión, pero sí como espectadora, y sabía cuándo alguien estaba haciendo un buen trabajo y cuándo no en la pantalla.
En el trabajo solo hablaba de mi meta. Tenía mareados a mis compañeros, pero creo que de tanto repetir el mismo mantra, también ellos terminaron convencidos de que podía lograrlo, y era como si de pronto el restaurante hubiera sido tomado por una pandilla de locos. Terminaba mi jornada, me acostaba temprano y al despertarme repetía la rutina. Todo un año. Día tras día.
Nada ni nadie me pudo desenfocar.
Oraba, pedía, comía, desayunaba, cenaba Nuestra Belleza Latina. Compré una pizarra donde coloqué todas las cosas que yo quería para ese año (que declaré como mi año) y en un rincón pegué una foto de Vanessa de Roide, la ganadora de 2012. Un día quité su cara para poner la mía. Coloqué imágenes de dinero, un carro, un contrato, corté un artículo de periódico que mencionaba al personaje del año y puse mi nombre sobre el titular. Visualicé todo mi mundo como lo quería, busqué las cosas que debía hacer para lograrlas y empecé a ejecutarlas religiosamente.
Era como cuando preparé mi quinceañero, pero esta vez no iba a haber sorpresas ni cambios de planes. Al final no me equivoqué, y por eso hoy me atrevo a decir que no hay esfuerzo que no tenga recompensa. Tal vez no sea la recompensa que esperas en el momento, pero la puedes recibir cinco años después. Muchas veces uno no entiende por qué pasan las cosas, pero la vida es una red de experiencias y cada momento es un hilo conectado a un destino final.
Las cosas llegan a la hora perfecta y entonces entiendes por qué pasaste por ciertos obstáculos, aprendiste ciertas cosas, observaste ciertos eventos y conociste diferentes personalidades. Entiendes la razón por la que alguien te avergonzó o humilló sin merecerlo. Te das cuenta de que esos eventos te hicieron más fuerte y resistente al pesimismo. Todo pasa por algo. Es la manera como Dios te prepara para todo lo bueno que te va a llegar, para esa bendición final con la que todos soñamos. Lo único que hay que hacer es creer y seguir hacia adelante. Pa’lante, como decimos los latinos.
Eso fue lo que hice yo, seguir hacia adelante con mi plan. No tenía a alguien cercano que realmente confiara en mi potencial, por lo que me convertí en mi mayor motivación. Cuando fui a pasar las pruebas, lo hice con una fuerza interior que nunca antes había sentido. Sin embargo, la confianza con la que había orquestado una versión digna de competir en el concurso de belleza más popular de la televisión hispana comenzó a tambalearse apenas puse un pie en el recinto de las audiciones.

LA REINA DEL CARNAVAL

Éramos muchas aspirantes, unas más bonitas que otras, pero las bellas eran bellísimas, como cisnes salidos de un cuento de hadas, que seguramente no se habían preparado como yo porque no les hacía falta. Habían nacido así de lindas.
Mi primera reacción fue pensar en rendirme, pero entonces me acordé de lo que mi madre me dijo el día que la llamé para contarle que iba a presentarme a las audiciones de Nuestra Belleza Latina. Había pasado un año preparándome y de pronto comencé a sentir inseguridad, miedo y dudas, muchas dudas. La llamé a Azua llorando y le dije:
—Mami, a ese concurso va una Miss Puerto Rico que des- pués fue a Miss Universo y llegó a la cima de no sé cuánto —no paraba de llorar—. También va una dominicana que es actriz y que ha ganado un Miss International. ¡Es bellísima y muy alta...! —Mi mamá me escuchaba en silencio, tranquila, mientras yo seguía con mi rollo, ahogada en lágrimas—. Todas las chicas tienen experiencia en modelaje y encajan en ese estereotipo de belleza latina exótica que a la gente le encanta... ¡Y yo no soy exótica, soy yo, Francisca!
Cuando logré darle una pausa al llanto, mi madre me dijo, como si nada:
—Mija, no importa que vaya esa Miss Puerto Rico, o esa dominicana internacional... ¡Tú ganaste la Señorita 19 de Marzo aquí en Azua y fuiste Reina del Carnaval!
Su ocurrencia me sacó del drama, además de que me robó una sonrisa que yo necesitaba con urgencia. Qué manera tan natural e inocente de animar a su hija. Mami no entendía la dimensión de lo que yo pretendía hacer y lo que me estaba jugando, pero me recordó que no importa cuán pequeños sean tus orígenes y logros, son tuyos y nadie te los quita. Listo. Sus palabras me dieron la fuerza para seguir adelante. Si pude ser Señorita 19 de Marzo en mi pueblo, podía ser reina de Nuestra Belleza Latina en otro pueblo llamado Miami.
Mami otorgó a Miss Universo la misma importancia que a un modesto certamen de Azua, porque el mensaje que me quería transmitir es que quien vale puede, donde sea y como sea. Y no se quedó ahí. Toda la falta de valor que tantas veces le había reclamado se le fue cuando vio a su hija dudando de sí misma. Su arenga se puso celestial:
—¡Tú no serás la más alta, no serás la más perfecta, pero tú vas enviada a ese concurso en el nombre de Dios! ¡Tú eres Miss Dios! Una será Miss Puerto Rico, la otra será Miss República Dominicana Internacional y aquella Miss Universo: ¡tú eres Miss Dios y así tienes que sentirte! Tú eres como David, ese ser pequeñito que con una piedra venció a Goliat, guerrera y vencedora. Tú vas a ganar.
Le creí.
Su decreto me dio escalofríos y por eso decidí seguir preparándome.
Los tres meses que iba a pasar en esa mansión, trabajando durísimo, fueron el tiempo en que alcancé mi nivel más alto de espiritualidad. Adquirí una conexión con Dios muy fuerte. Siempre he tenido una fe muy especial, pero el nivel de acercamiento a Dios que logré en NBL fue algo fuera de serie que nunca antes había experimentado. Ojalá hubiese sentido esa misma paz interior durante las audiciones.
En mi proceso de prepararme para la audición logré asegurar mi participación en un comercial para la prevención del VIH/SIDA. Pero no quería hacer lo que hacía el resto. Todas bailaban, cantaban. Yo puedo bailar un perico ripiao, un merengue, una salsa, un reggaetón, pero bailar así con el 5, 6, 7, 8 y marcando pasos y vueltas finas, no. No tenía la preparación para eso, pero creo que tampoco el interés. Consciente de no saber bailar, me concentré en prepararme para tener presencia en la televisión.
Al fin y al cabo, yo quería algo más que una corona, yo quería una carrera.
Las audiciones de NBL requieren que, si llegas a la ronda en la que estás frente a los jueces, muestres un talento. Yo llevaba un año preparándome en dicción, postura, físico y en control emocional... y, sin embargo, no tenía claro qué talento podía mostrar.

DE COMEDIANTE A UNA INMIGRANTE LLAMADA MELA

Cuando le comenté a Rocky, que para entonces ya era mi esposo, que tenía que exhibir un talento durante las audiciones me dijo: “¿Por qué no presentas ese personaje que tú haces, el de la campesina Mela? La gente se va a volver loca con ella, Fran, porque es algo diferente”.
Le dije que estaba mal de la cabeza. ¿Cómo iba a llevar a esa loca a un show de belleza? Pensé que no era el personaje para un concurso de esa índole, y lo último que quería era ser ridiculizada y no poder pasear por mi barrio nunca más de la vergüenza. Rocky insistió muchísimo. Estaba convencido de que esa era la estrategia para sobresalir y triunfar, ya que ninguna concursante había hecho algo similar. Para él, los talentos de años anteriores eran repetitivos y sentía que el concurso necesitaba una inyección de originalidad. “Si lo haces, te vas a robar el show”, me dijo sin dudarlo...
Y así fue como decidí que el mundo tenía que conocer a Mela la Melaza.
Gracias a ella fue que conseguí el pase al certamen (no sin antes enfrentar obstáculos inesperados, porque de otra manera esta no sería mi biografía; verán, parte de mi ADN es una cadena de dificultades que desembocan, contra todo pronóstico, en éxitos). Mela, además de un personaje cómico y entrañable, fue una estrategia, mi forma de llamar la atención, consciente de que quizás no podía competir con las largas piernas de las otras concursantes, pero sí con inteligencia y humor.
Cuando me meto en el personaje de Mela entro como en un trance, y sus ocurrencias son improvisadas. Mela es lo que quiero decir y no me atrevo. Si lo digo yo, me juzgan. He escuchado de todo: maleducada, puta, ofensiva. A la Mela no la juzgan. Y cuando la interpreto, es algo muy natural. Camino distinto, miro y reacciono distinto, gesticulo distinto, pero las cosas que digo son las cosas que yo, Francisca, pienso. La genialidad viene de Francisca y la comicidad, de Mela.
Mela me permite cuerear como yo quiera. Sin ir muy lejos, hoy que escribo estas líneas, Mela bailó con Gianluca Vacchi, el famoso multimillonario italiano, y hasta le pidió el teléfono (¡que se lo diera es otra cosa!). Muchos artistas han conocido a esa campesina desdentada. Disfruté mucho juntar a Mela con Wisín, por ejemplo, que es un hombre muy humilde y simpático. Con él logré uno de los mejores segmentos que ha tenido el personaje. Wisín captó rápido su espíritu y su sentido del humor.
La diferencia entre Mela y yo es que yo todavía me pongo nerviosa a la hora de conocer o entrevistar a una celebridad. Como Francisca, quiero hacer un buen trabajo, conseguir una entrevista jugosa, complacer. Todavía quiero complacer. A Mela no le impresiona ningún talento, porque para ella todos son sus amigos y es posiblemente el personaje con mayor autoestima de la televisión hispana. Es como es y nunca pedirá perdón por ello.
Ricky Martin es otro de sus favoritos. Mela no se esperaba que alguien como él aceptara hacer algo con ella, porque a la mayoría de los artistas no les gusta mucho que haya un personaje que se burle de todo el mundo. Temen hacer el ridículo. Cuando se la presentaron, él dijo: “Sí, yo la conozco”. Eso fue increíble para mí. No me imaginé que él fuera a participar. Ricky la sentó en sus piernas y hasta se tomó un selfie.
Claro, también me he encontrado con personas famosas que me han despreciado. Los más grandes tienden a ser más humildes que los que están comenzando. Por ejemplo, Farruko no quiso que Mela viniera al sketch. Fernando Colunga ni sonríe (pero esto no lo digo yo, lo dice Mela, que conste). Quién me iba a decir cuando presenté a Mela en la primera audición de NBL que algún día ese personaje iba a codearse con Ricky Martin. Qué importante es tratar cosas diferentes y escuchar a otras personas que creen en ti y en tu talento cuando estás dudando de él.
Volviendo a las audiciones, el proceso fue largo y de muchos nervios. Hubo una gran emoción, fe, llanto, un poco de todo. Ocurrió el 4 de octubre de 2014. Sentía que estaba lista. Mi cuerpo estaba en mejor forma que nunca y había practicado muchísimo mi dicción, así, sin maestro. Nunca tuve el dinero para pagar clases, pero estudié mucho, leí mucho y lo más importante, practiqué mucho grabándome para pulir mis defectos y explotar mis virtudes.
Hubo varios pasos hasta llegar a la mansión. Me presenté en Nueva York, donde las candidatas pasan un filtro con la gente de producción. Si creen que tienes potencial, te llevan con los jueces. De casi doscientas niñas que asistieron a esa audición, solo nueve iban a obtener el pase a Miami.
Las audiciones comenzaron a las siete de la mañana, pero yo estaba afuera del recinto a las dos de la madrugada. Le pedí al portero que por favor me permitiera cambiarme en la mañana. No sé cómo se lo dije porque solo hablaba inglés y yo apenas lo entendía. Estaba en zapatos bajitos y ropa cómoda para aguantar toda la noche en la fila y le rogué que cuando amaneciera se acordara de mí y me dejara entrar a maquillarme y ponerme mis tacones y la ropa del concurso. Me dijo que sí, que no había problema. También llevaba conmigo la ropa de Mela; decidí que debía llevarla conmigo por si acaso, y la empaqué.
Las puertas abrieron a las siete de la mañana en punto. Recuerdo que en ese momento subí una foto a mi Instagram, donde se ve que llovía y yo estaba empapada (a pesar de llevar una sombrilla), y me tomaba un café para mantenerme despierta, sentadita en la orilla de una acera. Nunca olvidaré el texto que acompañó ese momento clave: “Los principios difíciles terminan con finales asombrosos”.
Esa frase es toda mi vida. Los principios difíciles tienen finales asombrosos. Mi comienzo en esa aventura fue así, empapada en agua, sin dormir y esperando en una fila muy larga. Tenía mucho miedo, pero ahí estaba, comenzando el camino hacia un asombroso final.
Cuando abrieron esas puertas busqué al portero y le pregunté si se acordaba de mí. Me dijo que sí y que entrara. Me pasó por delante de muchas chicas y esto causó algunas protestas. Empezaron a gritar y a quejarse, diciendo que por qué me dejaba pasar a mí primero, pero no miré atrás y aproveché su generosidad. Entré, me cambié y cuando salí del baño, no sé qué fue lo que la gente vio, de verdad no sé, porque yo no era la más bonita ahí. Todo el mundo volteó a m...

Índice

  1. Página de tapa
  2. Dedicación
  3. Introducción por Luz María Doria
  4. Prólogo: Había una vez, en Azua
  5. Capítulo Uno: La hija de Divina y el héroe de Azua
  6. Capítulo Dos: Adiós a Quisqueya
  7. Capítulo Tres: Y un día llegué a Nueva York
  8. Capítulo Cuatro: Nuestra Cenicienta latina
  9. Capítulo Cinco: La tormenta tras la tormenta
  10. Capítulo Seis: Abre la puerta que llegó Zac Efron
  11. Capítulo Siete: Haznos un favor, mátate
  12. Capítulo Ocho: Todo tiene su final
  13. Capítulo Nueve: Mirando hacia atrás, para agarrar más fuerza
  14. Capítulo Diez: De hoy en adelante
  15. Epílogo: Carta a la niñita de Azua
  16. Fotografías
  17. Agradecimientos
  18. Sobre la autora
  19. Derechos de autor