Acción, ética, política
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Nuevos parámetros de reflexión en ciencias sociales

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Nuevos parámetros de reflexión en ciencias sociales

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No siempre somos contemporáneos de nuestro presente. Las circunstancias cambian, pero los antiguos modos de pensamiento no se transforman necesariamente de acuerdo con las nuevas condiciones, y el resultado es que comenzamos a valorar los nuevos problemas que aparecen en el horizonte de la inercia de categorías aprendidas para pensar situaciones ya superadas. Este libro recopila una serie de ensayos, resultado de un esfuerzo intencional del autor por poner a tono los parámetros de la reflexión con las nuevas circunstancias a las que nos enfrentamos hoy en día: -Cuáles son los puntos de referencia en que se debe inscribir la reflexión contemporánea en la Filosofía y las Ciencias Sociales?

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Información

Año
2011
ISBN
9789586653404
ACCIÓN, ÉTICA, POLÍTICA
Nuevos parámetros de reflexión en ciencias sociales
LAS GRANDES TRANSFORMACIONES
El historiador Eric J. Hobsbawm ha mostrado que los siglos de la historia humana no empiezan exactamente el año 1 de una nueva centena.1 Más que “periodos cronológicos” los siglos están jalonados por acontecimientos o procesos que establecen configuraciones históricas singulares con un tiempo propio diferente al del calendario. El siglo XIX, por ejemplo, “un siglo largo”, comenzó con el estallido de la Revolución francesa en 1789 y terminó con el comienzo de la Primera Guerra Mundial en 1913. El siglo XX, “un siglo corto”, comienza con la Primera Guerra Mundial y la Revolución rusa (que se produce como consecuencia directa de la situación bélica del momento), y termina con el derrumbe de los regímenes socialistas de Europa, Asia y África, que se vienen al suelo uno a uno como un castillo de naipes entre 1989 y 1992. El mundo que se configura inmediatamente después de la Primera Guerra Mundial es el mismo que se derrumba alrededor de los años noventa.
El final del siglo XX coincide con grandes transformaciones que imponen un giro radical a nuestra manera de llevar a cabo la reflexión en el campo social y político. Estos cambios son, al menos, cinco: la crisis de los totalitarismos, el derrumbe de los socialismos, los procesos de globalización, la caída de las dictaduras militares en América Latina y el problema de la violencia en Colombia, lugar desde donde se escriben los ensayos que componen este libro. Cada uno de estos hechos compromete aspectos económicos, sociales, políticos y culturales, cuya manera de pensarlos es necesario transformar.
LA CRISIS DE LOS TOTALITARISMOS
El totalitarismo se implanta inicialmente en la Unión Soviética de Stalin en 1930 y en la Alemania nazi de Hitler en 1938, las dos referencias paradigmáticas de este fenómeno político, según el análisis fundador de Hannah Arendt.2 Sin embargo, de acuerdo con la mayor o menor amplitud que se le dé al concepto se puede considerar que el totalitarismo existe igualmente en la Italia fascista, en la China comunista, en los países socialistas que se organizan después de la Segunda Guerra Mundial en Europa o, un poco más adelante en Asia, África y Cuba. Las dictaduras militares de España, Grecia y Portugal, o los regímenes similares de América Latina, comparten algunos de sus rasgos.
El totalitarismo consiste en la organización de un poder absoluto (o total) en manos del Estado, que penetra con sus tentáculos hasta la entraña misma de la sociedad y representa la inversión de los valores básicos de la democracia y la anulación de todos los mecanismos de control del uso arbitrario y omnímodo del poder que le son propios. De aquí proviene precisamente su nombre de poder totalitario: no hay división ni independencia de poderes ni fiscalización mutua entre ellos ya que el poder es uno solo; la voluntad del gobernante se convierte en ley suprema; los mecanismos de representación ciudadana desaparecen, y la sociedad civil, como ente autónomo frente al Estado, pierde todos sus atributos.
El totalitarismo tiene, además, una serie de características que lo singularizan con respecto a otras formas de poder autoritario: una figura central (líder o dictador) que encarna y personifica el poder; un partido único que se apodera del Estado; una ideología que sirve de base de legitimación del poder; una policía política que garantiza el control total de todas las actividades; una meta única que define y orienta la acción estatal; una lógica del terror, como instrumento permanente en manos de los dirigentes; un sistema de propaganda basado en las modernas tecnologías de los medios de comunicación.3 Las diferentes modalidades de totalitarismo tienen algunos elementos comunes pero también variaciones con respecto a la presencia o a la intensidad de cada una de estas características generales.
El totalitarismo, como versión moderna de un sistema autoritario, es un fenómeno inédito de nuestra época, que no fue conocido por los grandes clásicos de las ciencias sociales que murieron alrededor de la década de los veinte, y mucho menos por Marx que vivió en una época un poco anterior. Podría afirmarse que la posibilidad de que un régimen político de esta naturaleza se implantara en el mundo, bajo todos los colores políticos, no estaba en las predicciones de nadie.
El hecho es que la caída de los totalitarismos, tanto en sus modalidades de derecha como de izquierda, cierra una modalidad de la historia humana, característica del siglo XX, en la cual se ponen en juego los valores fundamentales de la democracia política, que habían estado en el trasfondo de todo este proceso. Los totalitarismos de derecha trataron de invertir y anular los valores y las instituciones democráticas apelando a ideologías sin mucho contenido y a la lógica generalizada del terror. Los totalitarismos de izquierda, a pesar de que su proyecto político tenía una mayor elaboración conceptual, hicieron lo mismo en nombre de una revolución social y económica. El fracaso de ambos pone sobre el tapete el problema de la democracia política como la condición ineludible de cualquier tipo de proyecto de transformación social.
EL DERRUMBE DE LOS SOCIALISMOS
El socialismo como régimen económico, social y político se instaura inicialmente en la Unión Soviética y Mongolia en 1922 y, en los años de la segunda posguerra, en Europa oriental, Asia, África y en un país de América. Independientemente de cuál haya sido su origen (forzado por la bota soviética o resultado de una presión popular), estos regímenes contaron durante algún tiempo con cierto grado de legitimidad y con algún apoyo por parte de su población. El mundo socialista formó un universo homogéneo y autosuficiente con respecto al mundo occidental y se mantuvo incomunicado durante muchos años. El socialismo comenzó a derruirse por dentro, precisamente, en el momento en que se rompió este aislamiento entre los años 1960 y 1980.
Los países socialistas comienzan a derrumbarse de manera definitiva a partir del segundo semestre de 1989, momento en que se produce la caída, uno a uno, de los socialismos de la Europa oriental. Al año siguiente ocurre lo mismo en la República Democrática Alemana (RDA). Durante 1990 y 1991 sucumben los países de Asia y África. Yugoslavia y Angola, los últimos en desaparecer, caen en 1992. La crisis de los socialismos marca, pues, el final de la segunda posguerra, la terminación del período de la llamada Guerra Fría, y constituye el cierre de un siglo que comenzó con la Primera Guerra Mundial. Hoy en día el socialismo solo subsiste en su forma tradicional en Cuba y Corea del Norte y, con grandes reformas y transformaciones, en China, Vietnam y Laos, hasta el punto de ya ser prácticamente irreconocible.
La crisis del socialismo significa el fracaso de un conjunto muy vasto de ilusiones que estaban asociadas con su éxito: un modelo económico basado en la propiedad estatal de los medios de producción y un mecanismo de planeación centralizado para la asignación de recursos económicos, alternativo al mercado capitalista; la propuesta de que las transformaciones económicas, entendidas como nacionalización de los medios de producción o colectivización forzada de la agricultura, son suficientes para producir una nueva sociedad; y, sobre todo, la idea de que esos grandes cambios debían darse por la vía de la implantación del totalitarismo en el terreno político, con todo el costo que eso significa en términos de coerción de las libertades públicas y del ejercicio de la política. La crisis de los socialismos representa el derrumbe de las ilusiones que alimentaron las luchas políticas en América Latina durante los años sesenta y setenta, y contribuye al afianzamiento de la democratización del continente.
LOS PROCESOS DE GLOBALIZACIÓN
La crisis de los totalitarismos y la caída de los socialismos ocurren en el marco de lo que se ha llamado procesos de globalización. Los analistas del fenómeno no se han puesto de acuerdo con respecto a la existencia misma de la globalización, la definición de sus características o la amplitud de sus alcances. Pero, más allá de la polémica, hay que afirmar que la globalización, como las brujas, existe: los Estados nacionales han perdido algunos de sus privilegios históricos, incluido parte del monopolio de la fuerza, y ya no representan el marco exclusivo de la acción política de sus ciudadanos. La globalización ha transformado de manera muy profunda las circunstancias en que vivimos y sus efectos los sentimos en el desarrollo de nuestras vidas particulares. Más aún, la globalización no es un asunto de opción o de elección, que se puede tomar o rechazar, sino un hecho que se impone coactivamente sobre todos nosotros.
La globalización tiene, sin lugar a dudas, aspectos negativos y positivos. Los primeros tienen que ver fundamentalmente con el desarrollo de la economía, la implantación universal del libre cambio y la autonomía del mercado, que amenaza con arrasar a los más débiles. Además, se encuentra indudablemente ligada a la consolidación del capitalismo a nivel mundial y, sobre todo, a la hegemonía económica y política de Estados Unidos sobre el resto del mundo. Sin embargo, la globalización es también política, tecnológica y, sobre todo, cultural y en estos campos los aspectos positivos son más evidentes.
El establecimiento de nuevas formas universales de comunicación tiene efectos sobre la vida cotidiana personal e íntima de los habitantes de este planeta ya que, dada la interdependencia universal de todo lo que sucede, se acelera el ritmo de los acontecimientos y de los procesos de cambio social. La tendencia de la globalización a homogeneizar los valores, los comportamientos, los consumos y las formas de vida ha producido, paradójicamente, el efecto contrario de alentar los particularismos a expresarse y a consolidarse. Los movimientos sociales contemporáneos dependen hoy en día en una buena medida de las redes que la globalización les ofrece, ya que el éxito y la eficacia de sus luchas están estrechamente vinculados con la solidaridad global. El combate contra la dominación, la explotación o la exclusión, propias de la sociedad capitalista, tiene ahora como marco la sociedad global. La crisis de los socialismos y la destrucción de los totalitarismos se deben en buena medida a la globalización. Como consecuencia de estas transformaciones la filosofía y las ciencias sociales tienen hoy en día un nuevo objeto de estudio ya que la sociedad no es más aquel grupo humano circunscrito al imperio de un Estado nacional, sino un universo global que aparece ahora como una realidad original, desconocida anteriormente.
La existencia de una sociedad global se ha convertido en una importante fuerza democratizadora en el mundo, que ha transformado a los ciudadanos en seres significativamente más autónomos y deliberantes, que ya no están dispuestos a acatar pasivamente las formas de dominación tradicionales, gracias al acceso a las fuentes de información que poseen. La democracia, además, ha agregado a los mecanismos internos clásicos de control del poder de que dispone (carta constitucional, autonomía de la sociedad civil, existencia de una carta de derechos humanos, división de poderes) nuevas formas de control que ahora se ejercen desde el exterior, resultado tanto de los acuerdos globales que se establecen entre los países a través de instituciones multinacionales, como de los numerosos intercambios entre organizaciones que trascienden los ámbitos nacionales.
LA CRISIS DE LOS REGÍMENES MILITARES EN AMÉRICA LATINA
La situación de América Latina también nos impone una redefinición de los parámetros de la reflexión contemporánea. La Revolución cubana de 1959 había puesto a la orden del día la revolución social y había representado un hito fundamental para la creación de grupos guerrilleros en un sinnúmero de países del área, así sus posibilidades de triunfo fueran limitadas y la mayoría de estos intentos fracasaran al cabo de pocos años. En los años sesenta y ochenta se produce una oleada revolucionaria en los países de Centroamérica y el Caribe como Nicaragua, El Salvador o Guatemala, donde la insurrección venía de...

Índice

  1. Portada
  2. Título
  3. Derechos de autor
  4. Presentación
  5. Ética de la discusión
  6. Acción, ética, política. Nuevos parámetros de reflexión en ciencias sociales
  7. Marx y la utopía de una nueva sociedad
  8. Sartre y los problemas de método
  9. Claude Lefort y el redescubrimiento de lo político
  10. Alexis de Tocqueville. Claves para la lectura de la democracia en América
  11. Kant y Maquiavelo: ¿Ética o máximas de la destreza política?
  12. Norbert Elias y la teoría del símbolo
  13. Democracia y formas de sociabilidad política en Colombia