Gotas que agrietan la roca
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Gotas que agrietan la roca

Crónicas, entrevistas y diálogos sobre territorios y acceso a la justicia

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Gotas que agrietan la roca

Crónicas, entrevistas y diálogos sobre territorios y acceso a la justicia

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Con un prólogo del nobel de literatura José Saramago, en este libro encontramos una serie de crónicas sobre la historia del Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo. -Gotas que agrietan la roca- es una invitación a conocer esas -salas de urgencia- de la convulsa historia reciente colombiana en las que operan la voluntad y el coraje de hombres y mujeres incapaces de admitir que la injusticia pronuncie siempre la última palabra. La Corporación Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo, una de las entidades pioneras en la defensa de los derechos humanos y la promoción de la paz en Colombia, celebra su 35º Aniversario con esta publicación en colaboración con Siglo del Hombre Editores.

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CRÓNICAS
Puerto Gaitán bajo el Estatuto de Seguridad, 1980. (c) Archivo Voz.
GOTAS QUE AGRIETAN LA ROCA
Antonio Girón Serrano
Una crónica es un cuento que es verdad.
Gabriel García Márquez
La realidad no solo es apasionante, es casi incontable.
Rodolfo Walsh
1980, LA PUERTA DE LOS VIENTOS
A primera hora del 9 de enero de 1980 un comando especial de las Fuerzas Armadas ha allanado la sede de Asonalpro (Asociación Nacional de Profesionales Colombianos). No se cuentan, por el momento, datos precisos sobre si se han producido heridos, víctimas o detenidos. Los hechos tienen lugar en la ciudad de Bogotá mientras el presidente Julio César Turbay Ayala gobierna en Colombia bajo estado de sitio. Aún sin estudios superiores, Turbay Ayala acumula títulos de doctor honoris causa y presos políticos en las cárceles del país. En las caballerizas de Usaquén el pentotal y la picana eléctrica están a la orden del día, y sobre el exilio forzado de miles que en algo aprecian sus vidas, se repite una broma, casi lacónica: el último que se vaya, que apague la luz.
Con su inseparable corbatín y prometiendo reducir la corrupción a sus justas proporciones, Turbay Ayala ha impuesto desde 1978 el polémico Decreto 1923 o Estatuto de Seguridad. De su aplicación práctica se encarga el ministro de Defensa y general de las Fuerzas Armadas, Luis Carlos Camacho Leyva. Si el propósito formal del Estatuto es contrarrestar la interminable lista de movimientos insurgentes que acampan a lo largo y ancho de las selvas y montañas colombianas, su matriz ideológica respira al ritmo de la Heritage Foundation, think tank de los conservadores estadounidenses, que en mayo de 1980 supervisa la redacción de los primeros Documentos de Santa Fe,1 en manos, entre otros, de Roger W. Fontaine, Arthur Tambs —quien en breve ocupará la Embajada de Estados Unidos en Colombia— y el general John K. Singlaub, fundador de la CIA y miembro de la World Anti-Communist League. Así, a partir de ahora, las administraciones de Reagan y Bush, junto con su extensa red de aliados al sur de la frontera mexicana, acudirán a las tácticas y estrategias de Santa Fe para frenar tanto excesos democráticos como avances en los movimientos de liberación que se extienden, como en un gran incendio, por toda América Latina. En el escenario de la Guerra Fría, con el precedente de la Revolución cubana y después de la entrada en Managua, el año pasado, de las columnas sandinistas, lo que está en juego es, sencillamente, el dominio político y económico de los recursos estratégicos de todo un continente.
De los Documentos de Santa Fe emana la conocida “doctrina de seguridad nacional”, piedra angular en la formación de los militares latinoamericanos desde México a la Argentina durante buena parte de la segunda mitad del siglo XX. Para ello se cuenta con un singular centro de peregrinación: la Escuela de las Américas de Panamá, auténtica kaaba de la sabiduría antisubversiva. En sus instalaciones se ubica, hoy en día, un hotel de la compañía española Sol Meliá, quizás porque la fachada de esta escuela siempre ha tenido cara de hotel macabro, donde instructores de la inteligencia y el ejército de Estados Unidos adiestraron a más de sesenta mil militares y policías latinoamericanos en amenazar y torturar estudiantes, sindicalistas, profesores o cualquier otro sospechoso de cuestionar el inevitable designio de enriquecerse sin medida que las élites del libre mercado han interiorizado hasta insondables profundidades. Y como muy bien detallan los manuales de esta escuela del terrorismo de Estado transformada en inquietante parador turístico, la amenaza es mucho más eficaz que la tortura. No hay nada peor que tener miedo al mañana.
La doctrina de seguridad nacional también puede ser contemplada como lo que Naomi Klein llama la “doctrina del shock”. Las resistencias sociales a las políticas económicas de la Escuela de Chicago en América Latina van a encontrarse con la violencia desatada por Gobiernos fuertes y autoritarios, sin ningún escrúpulo represivo. Cuando los “Chicago Boys” de Friedman aterrizan en Chile para ocuparse de la economía del general Pinochet en 1973, se realizan las primeras pruebas de un ciclo neoliberal en el que las élites latinoamericanas integran sus fortunas en un sistema económico mundial que crece a una velocidad jamás vista. Mientras tanto, los Estados se endeudan con el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, eliminan las barreras a las inversiones extranjeras directas, desarticulan la intervención estatal en los mercados y los precios, y privatizan los ya de por sí deficientes servicios públicos. Con la liberalización del sector financiero a mediados de los ochenta, durante el Gobierno de Margaret Thatcher en el Reino Unido se hablará del big bang de la economía, de una explosión que lanzará a la estratosfera el dominio del sistema financiero sobre los factores productivos de la economía. Las ideas de Von Hayek y Milton Friedman, en un segundo plano durante los años de oro del desarrollismo y el Estado de bienestar, serán las más firmes inspiradoras de este cambio de paradigmas que está transformando el rostro del mundo con el libre mercado como condición imprescindible para el desarrollo económico. Con la excepción del control de algunas carreteras, las Fuerzas Armadas y el poder judicial, para el pensamiento económico de la Escuela de Chicago los demás sectores públicos son mucho más rentables en manos privadas.
En los juzgados de la Colombia de Turbay Ayala y Camacho Leyva, el Chile de Pinochet, la Argentina de Videla, el Paraguay de Stroessner, el Brasil del general Baptista o la Bolivia de la Junta de los Comandantes, se amontonan miles y miles de denuncias por torturas, desapariciones forzadas y ejecuciones extrajudiciales. La excepción la pone Jaime Roldós Aguilera, quien llega al poder en el Ecuador después de casi una década de dictaduras militares. Duplica el salario mínimo y establece la jornada laboral de ocho horas. Un año después de formar su Gobierno, el Beechcraft King Air en el que viaja, adquirido recientemente como avión presidencial, se estrella contra el cerro de Huayrapungo. En quechua, huayrapungo significa “puerta de los vientos”.
San José de Apartadó, en el departamento de Antioquia, ha sido otro de los municipios azotados por la violencia y la guerra, 2005. (c) Jesús Abad Colorado.
LAS RAÍCES
Nacido en el municipio de Guacamayas, al norte del departamento de Boyacá, nueve de cada diez colombianos tendrían, sin embargo, la impresión de que Eduardo Carreño Wilches habla y camina por la vida como costeño. Es uno de los integrantes más jóvenes del equipo de abogados que ha sufrido el allanamiento del ejército colombiano en la Asociación Nacional de Profesionales, a inicios de 1980. Sin un peso en el bolsillo, pero con mil ideas en la cabeza, ha recorrido de arriba abajo las calles de Bogotá desde que su familia se viera desplazada desde el campo boyacense, durante el período conocido en Colombia como “La Violencia”. Carreño estudia de noche y se busca la vida trabajando de día en infinidad de oficios. Junto con su amigo Daniel Medina, acompaña procesos barriales y populares, y desde que terminó sus estudios de Derecho en la Universidad Libre, ha optado por seguir los pasos del maestro Eduardo Umaña Luna. Por eso, a finales de los setenta Carreño ingresa a Asonalpro. Umaña Luna es un referente ético e intelectual indispensable, ya no solo para él, sino también para sucesivas generaciones de colombianas y colombianos. Con Camilo Torres Restrepo y Orlando Fals Borda, Umaña Luna funda en la década de los sesenta la Facultad de Sociología en la Universidad Nacional, donde imparte además una cátedra de Derecho. Investigador social, humanista convencido, locutor de radio y defensor de presos políticos, Eduardo Umaña Luna es, junto con Orlando Fals Borda y monseñor Germán Guzmán, coautor de La violencia en Colombia, uno de los textos más impactantes de la historia del siglo XX colombiano.2
El allanamiento de Asonalpro supone el fin de un ciclo, puesto que la desbandada de profesionales que forman parte de esta asociación es ­generalizada. Pero el equipo de abogados se vuelca en una discusión encendida sobre su futuro inmediato. El maestro Umaña Luna propone seguir trabajando en la promoción de derechos humanos y la defensa de presos y perseguidos políticos. Le escuchan su hijo, Eduardo Umaña Mendoza, junto con Eduardo Carreño y Daniel Medina, a los que se suman Luis Castro Murcia, Rafael Soto Beltrán y María Consuelo del Río. El grupo lo cierra Rafael Barrios Mendivil, un barranquillero que renuncia a su cargo como asesor del director de control del Banco de la República para integrarse en este equipo de abogados progresistas, aunque él insista, con el paso del tiempo, en que realmente todo fue un accidente. Cuando deciden alquilar una modesta oficina en el edificio Unión, en la esquina de la calle Quince con la ruidosa carrera Décima de Bogotá, a Rafael Barrios le corresponde dar inicio a los trámites para la legalización de la Corporación Colectivo de Abogados. En la redacción de los estatutos incluye, entre los objetivos centrales de la entidad, la defensa de presos y perseguidos políticos.
“El undécimo mandamiento es no dar papaya —dice Rafael, con una sonrisa socarrona—, así que nos negaron la personería jurídica y tuve que repetir todos los trámites. Mientras lo hacía, pensaba en las palabras del presidente Turbay, quien repetía insistentemente que no había presos políticos, y que acaso el único preso político era él, que no podía salir del palacio de Nariño”.
Al referirse a la perspectiva adoptada por los miembros de la entidad, quizás como revancha, Rafael Barrios escribe finalmente en el capítulo V de los estatutos de la Corporación Colectivo de Abogados: “Mirar el mundo, ubicar la historia y entender la práctica humana adoptando el lugar social de la víctima […]. Ser vulnerables al amor”.3
Eduardo Carreño (izquierda) y Rafael Barrios (derecha) son dos de los miembros fundadores del Colectivo de Abogados, 1982. (c) Archivo personal Rafael Barrios.
EL GRAN PARO CÍVICO NACIONAL
Ayudante de escultor, pintor de pupitres o vendedor puerta a puerta de equipos de seguridad industrial, Alirio Uribe Muñoz estudia bachillerato mientras se busca la vida en toda suerte de oficios. Es natural del municipio de Aratoca, un pequeño caserío de tierra fría cercano a Bucaramanga, en el departamento nororiental de Santander. Desde su primer año de vida, sin embargo, le llevan a Bogotá, a casa de una tía viuda con ocho hijos, a los que se suman, por si fuera poco, dos criaturas más. Antes de entrar a la universidad se involucra activamente en el paro cívico nacional de 1977, convocado de manera unánime por todas las centrales sindicales de la época. La adopción de medidas encaminadas a incentivar la expansión del capital financiero ha conducido a una elevación de precios, que alcanza tasas del 27 %, a finales de los años setenta. Así, los habitantes de las localidades de Bosa, Kennedy, Quiroga —todo el sur de Bogotá—, salen a las calles el 14 de septiembre de 1977 exigiendo la congelación de los precios de los artículos de primera necesidad. La protesta desemboca en decenas de muertos y cientos de detenidos en la plaza de toros La Santamaría, a los pies de los cerros bogotanos de La Perseverancia. La crisis no avocaría al hijo de presidente, alumno del colegio Gimnasio Moderno, egresado de las universidades del Rosario y Georgetown, y fundador en su juventud del Movimiento Revolucionario Liberal, doctor Alfonso López Michelsen, a otra cosa que a poner a pensar al país. Mientras que con la mano izquierda ahoga a la históricamente depauperada población campesina y popular con el alza de precios, con la mano derecha abre la puerta al blanqueo de capitales del narcotráfico al crear, en medio del rígido control establecido por el Estatuto Cambiario de 1968, la “ventanilla siniestra” del Banco de la República.
“No hubo campo del conocimiento que lo sorprendiera ni elemento cultural que le fuera extraño” —señaló con solemnidad el entonces presidente Álvaro Uribe Vélez en las honras fúnebres de López Michelsen.
A finales de los setenta, Alirio Uribe empieza a estudiar en la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional. Trabaja por las tardes, aprovecha las noches para acudir a clases de Derecho en la Universidad Católica, y los fines de semana los dedica a participar en procesos comunitarios de los barrios populares al sur de la capital. Un frenesí de actividades que le ofrece visiones simultáneas de una misma realidad: la lucha por la supervivencia a espaldas de la metrópoli, los debates estudiantiles en torno a las utopías necesarias en la Facultad de Sociología de la Nacional y el ambiente denso y tedioso de la Universidad Católica. Finalmente, obtiene su título en Derecho, especializándose en cuestiones laborales, dicta durante unos años clases en la universidad y empieza a trabajar con el movimiento sindical. Ocupa la presidencia de la Asociación Colombiana de Abogados Laboralistas y se incorpora a la junta directiva del barrio Bosque de San Carlos, una comuna al sur de Bogotá en la que reside y en la que, un domingo de 1990, se encuentra con otro joven abogado que acaba de llegar a vivir a la zona. Se han visto y escuchado con anterioridad en diferentes escenarios. Después de una animada conversación, Luis Guillermo Pérez-Casas propone a Alirio presentar su hoja de vida para cubrir una vacante que se ha abierto en el Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo, fundado después del allanamiento de Asonalpro.
EL HOMBRE DE LA GRANJA
Gloria Amparo de las Mercedes Gaitán Jaramillo, más conocida como Gloria Gaitán, tenía diez años cuando su padre fue asesinado el 9 de abril de 1948, fecha que parte en dos la historia de Colombia, y que se anota como el inicio del período de “La Violencia”, a la que pondría relativo fin el golpe militar, en 1953, del general...

Índice

  1. Portada
  2. Título
  3. Derechos de autor
  4. Nota de los directores Héctor Arenas Amorocho Antonio Girón Serrano
  5. PRÓLOGO
  6. CRÓNICAS
  7. ENTREVISTAS