Historia de la gubernamentalidad
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Historia de la gubernamentalidad

Razón de estado, liberalismo y neoliberalismo en Michel Foucault

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Razón de estado, liberalismo y neoliberalismo en Michel Foucault

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La analítica de la gubernamentalidad. / Más allá del modelo bélico. / La gubernamentalización del Estado. / Biopolítica y gubernamentalidad. / Los dispositivos de seguridad. / El gobierno del deseo. / El poder pastoral. / El Estado como principio de inteligibilidad. / Fisuras en el arte de gobierno. / El nacimientro del Homo economicus. / La sociedad civil como -realidad transaccional-. / Del análisis de las riquezas a la economía política. / Empresarios de sí mismos. / La fobia al Estado. / El ordoliberalismo alemán. / La Escuela de Freiburg y la Escuela de Frankfurt. / El neoliberalismo norteamericano. / Biopolítica y capital humano.

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Información

Año
2014
ISBN
9789586653008
Categoría
Filosofía
CAPÍTULO V
EMPRESARIOS DE SÍ MISMOS
LA FOBIA AL ESTADO
La tecnología liberal de gobierno sufrió significativas transformaciones durante el siglo XIX. La más importante de ellas tiene que ver con la emergencia de la llamada “cuestión social”, que obligó a un replanteamiento de la función que debe cumplir el Estado en el arte liberal de gobernar. Hacia finales del siglo XIX, difuminada ya esa frontera que prohibía la intervención del Estado sobre la “naturalidad” de ámbitos como el mercado, la población y la sociedad civil, aparece triunfante la institución del Estado social. Las artes liberales implementaron un tipo de “gubernamentalidad social” con el objetivo de contener la expansión del pauperismo, la proletarización de la plebe y el aumento de la población urbana como subproductos de la industrialización. La “cuestión social” obligó entonces a una modificación de las técnicas liberales de gobierno que abarcaron un espectro amplio: el Estado bismarkiano alemán, el New Deal estadounidense, el welfare británico de la postguerra, los populismos desarrollistas latinoamericanos, asiáticos y africanos, etc.1 Foucault mismo no investigó esta “gran transformación” de las tecnologías liberales, pero se interesó mucho por ella.2 Paralelamente a sus cursos en el Collège de France en 1979, organizó un seminario en el que algunos de sus discípulos se ocuparon de abordar problemas tales como la seguridad social, el gobierno de la pobreza y el Estado providencia en el siglo XIX. En ese seminario tuvieron su origen los trabajos de Jacques Donzelot, François Ewald, Daniel Defert y Giovanna Procacci, de los que me ocuparé al final de este libro.
No habló, pues, Foucault del Estado social durante el siglo XIX, pero al final de su clase del 24 de enero de 1979 hizo referencia a la política del welfare implementada por Roosevelt en los Estados Unidos como consecuencia de la crisis económica de los años treinta. Foucault se refiere a una transformación de la racionalidad liberal según la cual las libertades democráticas sólo podrán ser garantizadas mediante la intervención del Estado en ámbitos que el liberalismo clásico había considerado como “intocables”. Se trata de mecanismos de control de la economía como los introducidos por Keynes, pero también mecanismos de intervención estatal en vastos ámbitos de la vida social, que garantizarían el mantenimiento de una libertad amenazada en Estados Unidos por la gran depresión y en Europa por el socialismo y el fascismo. Es contra esta gran transformación de la racionalidad liberal que surgiría el neoliberalismo:
Puede decirse que alrededor de Keynes, alrededor de la política económica intervencionista que se perfeccionó entre 1930 y 1960, inmediatamente antes e inmediatamente después de la guerra, todas esas intervenciones indujeron algo que podemos llamar crisis del liberalismo, y es esa crisis del liberalismo la que se manifiesta en una serie de nuevas evaluaciones, nuevas estimaciones, nuevos proyectos en el arte de gobernar, formulados en Alemania antes de la guerra e inmediatamente después de ésta, y formulados en Norteamérica en nuestros días. (Foucault, 2007: 91-92)
Foucault se refiere a dos escuelas de pensamiento económico (la Freiburger Schule y la Chicago School of Economics) que vieron con espanto el modo en que el Estado intervenía constantemente sobre la libertad de los individuos en nombre, precisamente, de esa libertad. Por eso en la clase del 31 de enero de 1979 mostró que la característica principal de ambas escuelas puede sintetizarse bajo una sola fórmula: la “fobia al Estado”, que se opone directamente a las políticas del welfare implementadas tanto en Europa como en los Estados Unidos. ¿Cuál es el demonio ante el cual reacciona con tanta “fobia” el pensamiento económico de estas dos escuelas? Diríamos, primero, que se trata de un demonio que hace del poder pastoral una de las funciones centrales del Estado. Con el objetivo de garantizar la libertad de los ciudadanos, en el curso del siglo XX surge una tecnología de gobierno que utiliza todos los recursos financieros y jurídicos del Estado para “proteger” a los individuos de todas aquellas vicisitudes que puedan amenazar su libertad y su felicidad. El Estado toma bajo su cargo el fortalecimiento de los vínculos sociales mediante políticas como el pleno empleo, la vivienda y seguridad social, la educación gratuita, el cuidado de la familia, los beneficios a sindicatos y cooperativas, etc. El manto estatal de la seguridad debía cubrir a todos los ciudadanos, y para ello se crean redes de solidaridad —bajo el tutelaje de expertos— en todos los ámbitos de la vida social (Rose, 1996: 49). Todas estas medidas, a los ojos de los economistas neoliberales, no hacen otra cosa que generar una “cultura de mutuas dependencias” en la que los individuos hipotecan su libertad al Estado y éste asume la función de pastor de las almas.
La “fobia al Estado” de los economistas neoliberales es en realidad un principio compartido con el liberalismo clásico, pues como ya vimos en el capítulo anterior, el establecimiento de unos “límites internos” a la acción gubernamental del Estado fue justo el mecanismo que, a partir de los fisiócratas, disparó la emergencia de la racionalidad liberal de gobierno hacia finales del siglo XVIII. Los economistas de la Freiburger Schule y de la Chicago School señalarían que el abandono de los principios liberales en nombre del intervencionismo estatal conlleva un peligroso retorno de la “razón de Estado”, que era, precisamente, lo que el liberalismo clásico había tratado de superar. En nombre de la defensa de la libertad, el welfare introduce toda una serie de prácticas de intervención que son el caldo de cultivo para el comunismo, el socialismo y el fascismo. Es decir, el dirigismo estatal no hace sino llamar aquellos mismos fantasmas que el liberalismo había querido exorcizar. No obstante, como veremos más adelante, la crítica neoliberal del intervencionismo no es un intento de restituir los derechos del liberalismo clásico, sino que se trata de un “nuevo liberalismo”, de una racionalidad liberal completamente renovada.
Algo parecido tendremos que decir respecto a la crítica que hace Foucault del neoliberalismo. La crítica de esa racionalidad neoliberal que surge como consecuencia de los excesos del welfare no debe entenderse como un intento de restituir los derechos del Estado frente a los imperativos del mercado. Foucault deja muy claro a sus estudiantes que él quiere ahorrarse una teoría del Estado, como quien evita comer “una comida indigesta” (Foucault, 2007: 95). Esto quiere decir que el foco de atención de la crítica ya no se pone en el Estado —como si éste fuese un “universal político”—, sino en las tecnologías de gobierno. En lugar de ver el Estado como un objeto-real del cual se deducen determinadas prácticas políticas, el camino genealógico es justamente el contrario: examinar primero la emergencia histórica de diferentes racionalidades de gobierno (el poder pastoral, la razón de Estado, el liberalismo, el neoliberalismo), para luego, a partir de ellas, analizar el modo en que se ha constituido el Estado.3 En lugar, por tanto, de estudiar las prácticas políticas a partir del Estado, se propone estudiar el Estado a partir de las prácticas políticas. El Estado no es visto como fuente autónoma de su propio poder, como un “universal” que ha existido desde siempre, como un objeto que puede ser estudiado con independencia de las prácticas que lo constituyen, sino como correlato de esas prácticas.
No se critica, pues, la racionalidad neoliberal en nombre del Estado intervencionista, pues Foucault mismo se distancia de aquellas posiciones marxistas que hacen del Estado el objetivo mismo de las luchas políticas. A diferencia, pues, de la teoría marxista que mira al Estado como un “universal político” y como un objeto de deseo, Foucault expresa una “fobia al Estado”. Al no tomar como punto de referencia (teórico y normativo) al Estado, su crítica evita caer en lugares comunes como, por ejemplo, definir el neoliberalismo como la “retirada del Estado”. Para Foucault el neoliberalismo no se hace inteligible a través de su contraposición al Estado, como si se tratara de un fenómeno que se define por carencia (hay neoliberalismo allí donde no hay Estado). El neoliberalismo es, ante todo, una racionalidad de gobierno, lo cual significa que no se trata de un “capitalismo desorganizado” (Lash & Urry, 1994)4 ni de una “modernidad líquida” (Bauman, 2000).5 El neoliberalismo no es el caos y la irracionalidad que quedan después de la desaparición del Estado, sino que conlleva toda una reorganización de la racionalidad política que abarca no sólo el gobierno de la vida económica, sino también, como veremos, el gobierno de la vida social e individual. Una racionalidad que, valga decirlo, no elimina al Estado, sino que lo convierte en instrumento para crear la autonomía del mercado. Si se puede hablar de algo así como la “retirada del Estado”, ésta deberá verse como el efecto de una tecnología racional de gobierno y no como un fenómeno irracional.
EL ORDOLIBERALISMO ALEMÁN
La genealogía trazada por Foucault establece que la emergencia de esta nueva racionalidad de gobierno se produce en el país y en la época menos imaginados: la Alemania nazi de la década de 1930.6 ¿Por qué Alemania? Justamente porque la presencia del nacionalsocialismo había hecho más acuciante el problema de la estatización de la vida y la desaparición de las libertades individuales. Pero también porque en la década de los veinte, durante la República de Weimar, se había dado en Alemania el famoso Methodenstreit, un importante debate epistemológico en torno al estatuto de las “ciencias del espíritu” que resultaría decisivo para la configuración de la nueva ciencia económica. Según Foucault, el neokantismo de pensadores alemanes como Hermann Cohen, Paul Natorp, Heinrich Rickert y, sobre todo, Max Weber, generó el “suelo epistémico” sobre el cual se levantaría la economía política neoliberal.
En su consideración del ordoliberalismo alemán, Foucault pone juntas una gran cantidad de figuras heterogéneas que recorrían un amplio espectro político: Walter Eucken, Franz Böhm, Alfred Müller-Armack, Ludwig Erhardt, Wilhelm Röpke, Alexander Rüstow y Ludwig von Mises.7 Pero el principal de todos fue sin duda Walter Eucken, hijo del filósofo neokantiano Rudolf Eu­cken, profesor en la universidad de Freiburg durante la época en que fue rector Heidegger,8 fundador de la revista Ordo-Jahrbuch —de la que toma su nombre la escuela— y discípulo directo de Husserl. Aunque los primeros escritos del grupo —como por ejemplo el libro Ordnung der Wirtschaft (1936)— resultaron de una colaboración entre Franz Böhm, Hans Grossmann-Doerth y Walter Eucken, fue alrededor de este último que se agruparon todos los demás miembros de la escuela (Gertenbach, 2008: 54). Pero los años treinta no eran todavía el momento para que las tesis económicas de este grupo se abrieran camino.9
En efecto, en la clase del 31 de enero de 1979 Foucault dice que la verdadera influencia del neoliberalismo debe rastrearse genealógicamente hasta el momento en que el Estado nazi desaparece y Alemania se encuentra ocupada por los aliados. Se trata de una situación en la que no hay Estado y en que algunos miembros de la escuela —como Ludwig Erhardt— plantean públicamente la necesidad de una fundación económica del Estado.10 Se trataba de un experimento real, posible únicamente en aquella especial coyuntura: fundar el Estado a partir de la institución económica. Los argumentos de Erhardt apuntaban a la necesidad de crear un espacio de libertad económica que sirviese como base para la construcción del Estado, con el fin de evitar la “recaída” de los alemanes en el autoritarismo al que estuvieron acostumbrados por tanto tiempo. Si se quiere que las futuras instituciones políticas de Alemania sean democráticas, entonces es preciso cimentar esa libertad sobre un piso económico. Reorganizar primero la economía y luego, sobre esa base, crear el Estado (Foucault, 2007: 105). Situación, por lo tanto, sui generis, inversa de la que afrontaron los liberales del siglo XVIII, ya que en ese momento el problema era limitar el poder absoluto del Estado. Los neoliberales, en cambio, se enfrentaban a una situación radicalmente distinta: dado un Estado inexistente, ¿cómo hacerlo existir a partir de la economía? ¿Cómo hacer del mercado la condición de posibilidad de la existencia del Estado? Su objetivo era crear unas condiciones económicas tales que los alemanes se vieran “obligados a ser libres” —por así decirlo— y no tuviesen nostalgia alguna por las viejas estructuras estatales fascistas:
La historia había dicho “no” al Estado alemán. De ahora en más será la economía la que le permita afirmarse. El crecimiento económico sigue ocupando el lugar de una historia débil. La ruptura de la historia, entonces, podrá vivirse y aceptarse como ruptura de la memoria, en la medida en que se instaure en Alemania una nueva dimensión de la temporalidad que ya no será la de la historia, sino la del crecimiento económico. Inversión del eje del tiempo, permiso de olvido, crecimiento económico: todo esto está, creo, en el corazón mismo del funcionamiento del sistema económico político alemán. La libertad económica coproducida por el crecimiento del bienes­tar, del Estado y del olvido de la historia. (Foucault, 2007: 108)
De ahora en adelante, la historia alemana será orientada hacia el futuro, hacia el crecimiento económico indefinido. En este proyecto del “milagro alemán” agenciado por los ordoliberales van a converger las principales fuerzas políticas del país: por un lado la socialdemocracia (SPD), que se separa de sus orígenes marxistas para empezar a hablar de “socialismo y competencia”,11 y por otro la democracia cristiana (CDU), que se separa de sus orígenes antisocialistas para empezar a hablar de una “economía social cristiana” (Foucault, 2007: 111-112).12 Con la creación de la República Federal de Alemania, en 1949, Ludwig Erhardt se convirtió en ministro de Economía del gobierno de Konrad Adenauer, puesto que desempeñaría hasta el año 1963. La hora del ordoliberalismo había llegado por fin y Alemania tenía permiso para olvidar su pasado nazi en nombre de un horizonte de prosperidad económica. Foucault hace mucho énfasis en la increíble transformación sufrida por el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), que a partir del Congreso de Bad Godesberg, en 1959, afirmó que la justicia social se lograría únicamente mediante el estímulo de la propiedad privada y la implementación de una economía libre de mercado. Desde una perspectiva marxista, esta transformación fue vista como herejía, abdicación, abandono y traición a los “principios fundamentales” del socialismo. Pero Foucault piensa que se trató, en realidad, del momento en que se hizo evidente que el socialismo carecía de un arte de gobierno propio.13 Los socialistas alemanes vieron que la única manera de llevar el socialismo “a la práctica” —en lugar de seguir enunciándolo como “doctrina”— era conectándolo con la gubernamentalidad liberal.14
Triunfo, pues, de una racionalidad neoliberal en Alemania, que no obedece a la simple resurrección de la vieja tecnología liberal de gobierno. El ordoliberalismo alemán no es un “regreso” al liberalismo clásico del siglo XVIII, sino una tecnología com...

Índice

  1. Portada
  2. Título
  3. Derechos de autor
  4. INTRODUCCIÓN
  5. CAPÍTULO I. LA ANALÍTICA DE LA GUBERNAMENTALIDAD
  6. CAPÍTULO II. EL GOBIERNO DE LAS POBLACIONES
  7. CAPÍTULO III. OMNES ET SINGULATIM
  8. CAPÍTULO IV. VIVIR PELIGROSAMENTE
  9. CAPÍTULO V. EMPRESARIOS DE SÍ MISMOS
  10. ANEXO. HISTORIA DE LA GUBERNAMENTALIDAD DESPUÉS DE FOUCAULT
  11. BIBLIOGRAFÍA