Nosotros que sentimos diferente
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Este libro aborda temas críticos de la cultura contemporánea Queer y presenta entrevistas con cincuenta académicos, activistas, radicales e investigadores de Colombia, Noruega, Corea del Sur y Estados Unidos acerca de la historia y el desarrollo de las políticas LGBTIQQ (Lesbian, Gay, Bisexual, Trans, Intersex, Queer y Questioning). Asimismo, discute las nociones de diferencia sexual, igualdad, ciudadanía y democracia en relación con la orientación sexual y la identidad de género. Libro en coedición con la Red Latinoamericana de académicos del derecho (Red ALAS).

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Información

Año
2010
ISBN
9789586653107
Categoría
Estudios LGBT
III. TALENTOS DE GÉNERO
A) EL CAMINO HACIA UNA SOCIEDAD SIN SEXO Y SIN GÉNERO
El aval implícito a la organización binaria del género y la sexualidad, así como el efecto asimilista que le es inherente, no son las únicas consecuencias inesperadas del esquema basado en la identidad. Un corolario aún más problemático se ha producido: la construcción de identidades implica una rigidez manifiesta en las categorías del género. Esto, a su vez, excluye a quienes no quieren, o no pueden, ser categorizados, y además excluye a un segmento de la población que está muy marginalizado: las personas transgeneristas e intersexuales.
Ellen Mortensen habla de una “jerarquía de la opresión” cuando aborda la rivalidad entre diferentes grupos identitarios basados en la raza, la etnia y el género cuando se trata de lograr la igualdad en los derechos. Incluso si, como ella dice, el género está hoy “en el mismo nivel de todos los demás asuntos: edad, orientación sexual, etnia, religión, etc.”, la jerarquía de la opresión ha encontrado la manera de persistir en medio de una gran variedad de sexualidades y géneros no normativos.
Esteban Restrepo considera:
La sigla LGBT es hasta cierto punto una sigla perversa que se inventó en Estados Unidos dentro de un contexto de activismo muy peculiar, con un contexto sociocultural y económico propio, que no es directamente traducible a nosotros. Hablar de LGBT en Asia o en África es una contradicción, porque esas categorías no son ni transhistóricas ni culturalmente estables. Pero a veces la estrategia precede a la teoría y las necesidades cotidianas preceden a la teoría y uno tiene que ser pragmático.
En la sigla LGBT, lo G se ha llevado todo; nosotros vemos las sexualidades diversas mediante la óptica de los hombres gay y de cierto tipo de hombre gay. En esa medida, creo que las lesbianas han sido invisibilizadas, como lo han sido las formas mucho más perversas a las que están sometidas, castigadas doblemente por la mezcla de sexismo y la homofobia. Los bisexuales son invisibles: ¿qué significa ser bisexual en las sociedades contemporáneas? Como dice Kenji Yoshino, los bisexuales están en una especie de contrato de borramiento epistémico entre heterosexuales y homosexuales. Para muchos homosexuales los bisexuales son heterosexuales confundidos o gente que quiere experimentar, y para los homosexuales lo mismo.
Están también los problemas del transgénero, tratar de hacerle entender a un juez qué es una persona transgenerista es ya una cuestión prácticamente imposible. No tenemos un trabajo serio con los trans, pero ¿qué hace una pequeña organización con recursos escasos que tiene que confrontar a una sociedad con esta diversidad existencial? Son estas personas las que realmente viven la violencia cotidiana de la manera más dura, más perversa, se enfrentan con las mayores barreras, están en situaciones de empobrecimiento real.
Hay un problema con la definición y la categorización. Justus Eisfeld, activista transgenerista y codirector de Global Action of Trans* Equality (GATE), plantea:
No creo que nadie pueda definir a una persona trans de manera precisa. Preferimos trabajar la identidad de género y los derechos de identidad de género que están fundamentados de manera sólida en estudios críticos de género y feminismo. Asumimos estas bases desde las perspectivas de las personas que transgreden las normas de género porque hemos encontrado que los perpetradores de actos de violencia, por ejemplo, no se preocupan realmente de la manera como la gente se autodefine, sino que atacan a cualquiera que para ellos está transgrediendo normas de género. Puede tratarse de una persona que es visiblemente transgenerista o andrógina, puede también tratarse de una persona que atraviesa los límites del género de otras maneras, como por ejemplo un hombre gay que mueve sus caderas, una mujer lesbiana que luce un poco masculina, una mujer heterosexual que tiene una posición de poder y así sucesivamente. Si bien todas estas son transgresiones a las normas de género, muchas de esas personas nunca se autoidentificarían como transgeneristas y no podríamos decir que lo sean. A pesar de que estamos profundamente comprometidos con el movimiento trans, pensamos que debemos tener en cuenta múltiples necesidades cuando presionamos por los derechos trans para poder enmarcar nuestra lucha en un espacio más amplio, capaz tanto de abordar las transgresiones a las normas de género como mirar de manera crítica las normas de género en general.
En cuanto a las necesidades de las personas trans, piensa que:
[…] son las mismas en la mayor parte del mundo. Siempre hay tópicos alrededor del reconocimiento integral de nuestras identidades de género, tanto en lo jurídico como en lo médico. Hay siempre preocupaciones en torno a la violencia, la discriminación, el acoso, el acceso al empleo, el trabajo y la salud. Sin embargo, la gravedad de ellos varía mucho de país en país y de cultura a cultura. En algunos lugares el acceso a la salud es más importante y en otros la violencia ejercida por extraños o por familiares es una necesidad más imperiosa, de allí que el énfasis sea diferente en las diferentes partes del mundo.
Justus Eisfeld, por su parte, opina:
“Entre hombre y mujer hay una gran variedad”. Creo que debemos preguntarnos en primer lugar por qué los Estados y los gobiernos registran el género. Cualquier registro, de cualquier característica, es siempre usado para marcar diferencias entre las personas. Creo que los gobiernos no deberían hacer distinción entre hombres y mujeres. El registro del género está estrechamente vinculado a lo militar. El primer registro nacional de ciudadanos fue hecho por Napoleón en Francia porque quería saber cuántos muchachos había para ser llamados a la guerra. El registro de hombres y mujeres que hacen los gobiernos siempre ha estado vinculado con su capacidad de enrolar a la mitad de la población en las fuerzas militares. Con el tiempo, por supuesto, se convirtió en algo automático, sobre todo en los países que no tienen servicio militar obligatorio. El registro de hombres y mujeres puede ser útil para monitorear la discriminación, para saber cuántos hombres y mujeres hay en espacios determinados de la sociedad, pero creo firmemente que esto podría ser hecho con métodos estadísticos también, sin tener que registrar a cada individuo respecto de su género.
Las clasificaciones limitan la flexibilidad y restringen la ambigüedad. Excluyen la esencia de vidas, como la de Mx Justin Vivian Bond, para quien el transcurso de su vida ha sido
[…] fluido/a respecto del género y algunas veces identificado/a más como hombre y en otras más como mujer. Cuando era más joven, no veía la salida, realmente. He sido muy categórico/a al afirmar que soy una persona trans en el trabajo y en la vida, pero por lo demás la gente debe confiar en mi autodefinición, en mi palabra. Esto está bien, pero empecé a pensar en que cuando sea mayor quizás no tendré la energía o las facultades mentales para estar de manera permanente reafirmando mi transexualidad, así como no tendré mi cuerpo para dejar constancia de ella. Espero que en veinte o treinta años, cuando sea una persona mayor, haya una cantidad de cambios y más lugar para las personas trans en los establecimientos médicos y en los lugares a los que asistimos para que nos atiendan cuando seamos viejo/as. Yo no quiero ser amontonado/a con hombres viejos, preferiría probablemente serlo con mujeres viejas, o con viejo/as trans. Decidí que para mí era importante tener un récord médico y físico de mi transexualidad, no tanto para hoy, sino para más tarde.
El activista intersexual colombiano Joshua Pimiento Montoya afirma:
En general siempre que la sociedad privilegie su manera de entender el mundo, sus esquemas, sus clasificaciones sobre los seres humanos, perdemos todos.
Defender a capa y espada cualquier sistema de clasificación que se imponga sobre los seres humanos, ya es un problema. ¿Por qué no dejarnos ser, ser felices? Si una persona que vive una experiencia particular encuentra más sentido a su vida y simplemente puede ser, todo el resto también va a ser más feliz y a estar más en armonía, es un beneficio global. Pero dejar de clasificar es muy complicado, la cultura tiene esa vocación, nos va clasificando, organizando. El cambio cultural es importante, pero a veces, como sucede con la lucha desde el movimiento LGBT, el hecho de no ser heteronormativo no quiere decir que no se sea normativo y que no se le exija al otro que sea un buen gay: “cero plumas, con los pies en la tierra y serio” o, “yo quiero relacionarme con un hombre, no con mujercitas”, cosas de esas terminan lastimándonos. El que sienta que ese es su ser, “botar pluma” o como se le llame, que lo haga. ¿Cuál es la urgencia de presionarle, formarle de cierta manera y no dejarle ser?
Pimiento, además, anota:
Si bien podemos manejar ciertas clasificaciones que a veces nos orientan, hay que entender que la realidad siempre las sobrepasa, afortunadamente. Todo el tiempo existen situaciones que nos denuncia que no existe forma ideal de clasificar, que lo cubra todo y que sea realmente justa, tomémoslas como cosas transitorias, no nos aferremos a ellas; si es necesario utilizar las clasificaciones para reivindicar derechos, hagámoslo, pero que no se vuelvan una especie de verdad y de legitimación para imponérselas a otros, o incluso a sí mismos, porque somos quienes salimos directamente perjudicados o perjudicadas de ese proceso.
La activista colombiana transgenerista Diana Navarro reivindica la idea de la autodefinición:
Nosotras dependemos de la autodefinición, de la autodeterminación, de la autoconstrucción de la persona. Si tú vienes con barba, bigote, vestido de traje y me dices que eres una persona trans, para la corporación eres una persona trans. Muchas personas expresamos nuestro género de manera vehemente, pero otras prefieren considerarse, construirse, actuar, pero tener una expresión de género contraria.
Justus Eisfeld va un paso adelante y subraya
[…] los beneficios sociales de acoger la diversidad de género y de ofrecer a las personas más formas de expresarse. Cuando das a la gente la posibilidad de ser sí ella en más de dos categorías definidas, abres espacios para que la gente viva, lo que genera diversidad. La diversidad estimula la creatividad y es importante, creo, mirar cómo podemos contribuir a la sociedad con nuestra mirada y nuestra experiencia. Esta contribución que le hacemos a la sociedad es algo que debemos enfatizar y transmitir a los otros. Creo en los ejemplos positivos.
Ruin está interesada en las reacciones sociales ante la ambigüedad sexual y reafirma lo innecesario del tratamiento médico:
Decidí no hacerme una cirugía, primero, y después consideré los efectos políticos de la decisión. Cuando me presento como una persona transgenerista, normalmente no aclaro si soy hombre o mujer. Mucha gente me considera hombre y otros se confunden y piensan: “Por la forma como el/ella actúa es una mujer, pero por la forma como el/ella luce, debe ser un hombre…”. Considero esas reacciones interesantes, así que las uso con frecuencia.
De acuerdo con este planteamiento a favor de la flexibilidad de género y al avanzar para usar el lenguaje de manera asertiva con la finalidad de nombrar y comprender las sexualidades no normativas, Esben Esther Pirelli Benestad crea nuevas categorías:
El lenguaje es nuestra principal forma de comunicación como seres humanos. No podemos deshacernos de las categorías, entonces, creo en ellas. Los humanos categorizaremos a pesar de los esfuerzos que hagamos para no hacerlo y trato de entablar un diálogo con los términos que existen. Si tratara de iniciar y construir un lenguaje totalmente diferente que fuera más apropiado, no sería capaz de comunicar. Creo en el cambio de manera más gradual. Estoy seguro/a de que me han oído pronunciar el término “talento”. Hablo de “talentos de transgénero”, “talento de insensibilidad androgénica”, “talento de intersexualidad”, etc., porque de esa manera me opongo a la medicalización de términos tales como “síndrome”, “deformación” y otros con los que no es positivo que te etiqueten. Por ejemplo, uso la palabra “fenómeno”. Creo que es mucho mejor para un ser humano ser un fenómeno que ser una especie de enfermedad o una desgracia andante. De esta manera, trato de sumarle al lenguaje palabras que son mucho más positivas. “Talento” es una palabra positiva. Mi talento por el hecho de ser trans es muy importante. Cuando trato de suprimirlo, me deprimo. Creo que esto es verdad para todos los talentos fuertes: estoy seguro/a de que si alguien hubiera tratado de impedir a Wolf­gang Amadeus Mozart hacer su música, él se hubiera deprimido porque hubiera sentido que ¡había algo en él que necesitaba salir! ¡Él lo podría oír en su mente y querría que nosotros lo oyéramos también!
Esben Esther cree que:
La gente sabe muy poco sobre los “talentos” del género. Yo también era tan ignorante como cualquiera. Tuve que buscar información sobre la transexualidad en libros y enciclopedias, y en todas partes encontraba que se trataba de personas enfermas. Honestamente, yo no me sentía muy enfermo/a, ¡ni siquiera tenía fiebre! Pensé que esos libros estaban equivocados. Sus ideas me estaban haciendo cargar con un diagnóstico que era innecesario. Un diagnóstico que convierte lo que para mí es bello, en algo enfermo y negativo. Esto despertó mi necesidad de hacer política y de abrir un espacio para el ser humano “inusual”: usted no está enfermo y no está perturbado incluso si perturba a algunas personas. Mi trabajo hoy comprende el ser terapista de individuos y parejas, y también trato de ayudar a quienes se sienten perturbados por mí. En lugar de aceptar el rótulo de “perturbador/a”, quiero ayudar a quienes perturbo. Perturbo a la psiquiatría, a la psicología, a mucha gente. Mi esposa y yo tenemos una conferencia favorita a la que le dimos el nombre de “Euforia de género”, donde citamos a Marcel Proust: “El verdadero viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevos caminos, sino en tener nuevos ojos”.
En un pronunciamiento contundente contra los binarios de género, Esben Esther establece:
Hay un debate con quienes creen en una manera más fluida de percibir el género, aquellos que creen que hay más de dos géneros. Funcionamos con siete y, si nos propones un octavo, estará bienvenido. Los siete géneros están basados en personas reales que conocimos. No representan un mapa etéreo que queramos imponer. El primero es el que llamamos “géneros de las mujeres” y lo exponemos en plural para indicar que en esta categoría también hay varios colores. Luego están los “géneros de los hombres”; también, los “intergéneros”, o “géneros de los intersexuales”, que son un grupo que también se ha visto como un asunto patológico. Acá tenemos el “fenómeno Klinefelter”, el “fenómeno Turner” y el “fenómeno de insensibilidad androgénica”. Hay que anotar que, en términos médicos, estos son llamados “síndromes”, pero, para mí, son “fenómenos”. Luego están los “transgeneristas”, grupo al que pertenezco, y que también está compuesto por todo un arco­íris de personas, de formas de expresarse. Hay muchas maneras de cambiar tu cuerpo con el propósito de hacerlo un buen “lugar” para estar. Además hay gente que rechaza el género; los podríamos llamar “renegadores del género”, afirman que el género no es para ellos. Quienes he conocido tienen una posición política en relación con su postura. Asimismo, están los “género personal”. Conocí uno llamado Óscar que tenía un largo pelo rubio, hermoso maquillaje, ropa de mujer, un buen bulto, y no tenía senos. Le pregunté: “¿Qué pronombre te gustaría que usara cuando te hable y cuando hable de ti?”. Óscar dijo: “Él”. Entonces inquirí: “¿De qué género eres, Óscar? Estoy un poco confundido/a”, y respondió: “Soy Óscar. Yo expreso mi género a mi manera. No quiero ser parte de ninguna categoría”. El séptimo es el “género eunuco...

Índice

  1. Portada
  2. Título
  3. Derechos de autor
  4. Presentación Carlos Motta y Cristina Motta
  5. I. El esquema de la igualdad. Dejemos de suplicar tolerancia
  6. II. Resistir a la asimilación. Más allá de la agenda LGBT
  7. III. Talentos de género
  8. IV. Silencio, estigma, militancia y transformación sistémica. De la ACT UP al sida hoy
  9. V. El discurso queer del arte
  10. Los entrevistados