Pedagogía crítica latinoamericana y género
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Pedagogía crítica latinoamericana y género

Construcción social de niños, niñas y jóvenes como sujetos políticos

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Pedagogía crítica latinoamericana y género

Construcción social de niños, niñas y jóvenes como sujetos políticos

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Los textos que conforman y dan vida al presente libro, enmarcan una reflexión amplia sobre diferentes lecturas de entrada a la discusión sobre el género desde las posibilidades de la pedagogía crítica latinoamericana, asumiendo en ella una apuesta por la educación en un proceso histórico, social, político, cultural y económico, que tiene que ver con el hecho y la posibilidad de la formación humana de hombres y mujeres, con el fin de desarrollar relaciones de cooperación, reconocimiento e inclusión, y relaciones de sostenibilidad con nuestra casa-mundo. Coedición con la Universidad de Manizales y el CINDE.

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Información

Año
2016
ISBN
9789586653893
Parte II. Educación y pedagogía
Capítulo 5
GÉNERO Y COGNICIÓN
Francia Restrepo
Esteban Ocampo
Ruth Marithza Higuera
David Arturo Acosta-Silva
5.1. INTRODUCCIÓN
El hecho de que mujeres y hombres sean diferentes es tan incontestable como que existe el día y la noche; y, desde luego, es igualmente indudable que estamos llenos de similaridades por ser dos de las caras de nuestra especie. Esta dualidad ha generado ingentes discusiones, profundos estereotipos sobre los roles de cada género y, hay que decirlo, notorias injusticias a lo largo de la historia. Los principales campos de batalla han sido los planos sociales, culturales, educativos y políticos; no obstante, las últimas décadas han abierto otra nueva posibilidad: el ámbito de lo cognitivo. Gracias a la llamada revolución cognitiva, nuevas cuestiones se han tejido frente a dichas diferencias, pero también se ha abierto una nueva ventana para su exploración.
Por tanto, escribir sobre este tema es, sin lugar a dudas, una empresa delicada y compleja, dado que se aborda un área sensible (aunque apasionante), cuyas implicaciones teóricas y prácticas son significativas, pues, tocan la vida de todos los seres humanos que habitan este planeta. Así, para la perspectiva cognitiva surgen interrogantes sobre, por ejemplo, cómo enfrentar el tema de los transgéneros, cómo manejar las variables sociales y culturales que toman parte en los procesos de construcción de la identidad e, incluso, si se deberían abordar o no las comparaciones cognitivas de los géneros, las cuales podrían ahondar aún más los estereotipos ya existentes. Ninguna de estas cuestiones es fácil de afrontar, así que de ninguna manera pretendemos en estas pocas páginas siquiera esbozar un atisbo de respuesta (en especial, si se tiene en cuenta la profusa literatura sobre el tema).
Así las cosas, lo que trataremos de exponer en el presente documento —con la mayor responsabilidad científica posible— es apenas una pequeña síntesis de algunos de los frentes en los que las ciencias cognitivas han buscado aportar al espinoso tema del género, entendiendo, desde luego, que todavía hay mucho por estudiar, nuevas técnicas de investigación por aplicar, gran número de preguntas por contestar y, sobre todo, múltiples mitos por desterrar.
Nuestra primera puerta de entrada al estudio de este tema es la más “natural”, si se quiere: los aspectos neurobiológicos. En esta sección, exploramos las bases biológicas y evolutivas de las diferencias entre los géneros, mostrando cuáles son los dimorfismos que se han encontrado en la anatomía cerebral, los cuales, además, se reflejan en las conductas sexuales según el caso. Enseguida, señalamos algunos de los trabajos que dan cuenta del funcionamiento cognitivo de hombres y mujeres y algunas pistas sobre la construcción de la categoría género; de esta manera, aparecen en discusión no solo cuestiones socioculturales, sino también las relativas a las diversas representaciones (cognitivas) que se manifiestan en el proceso de construcción de la identidad, ya sea desde la familia y la sociedad, como desde el sujeto mismo. A continuación, exploramos las expresiones de afecto de las personas dependiendo de su género, en las que subrayamos la importancia de la interrelación entre cuerpo, afecto y cognición, como una tríada base para las representaciones y expresiones que se hacen del género, la identidad sexual y los sentimientos, teniendo como canal fundamental el lenguaje. Y terminamos el capítulo con algunas reflexiones a manera de conclusión.
Como lo mencionamos, lo anterior es apenas una fracción de las diversas posturas y resultados que ofrecen las ciencias cognitivas en relación con nuestro tema. Hemos cubierto sobre todo las diversas temáticas que en este momento se trabajan en la Línea de Investigación Cognición, Emoción y Praxis Humana. Esperamos que los lectores y lectoras las encuentren tan sugestivas como lo son para nosotros, y esto permita establecer diálogos interdisciplinarios en la materia.
5.2. DIFERENCIACIÓN Y COMPLEMENTARIEDAD DE TÉRMINOS
Uno de los asuntos que generaron preocupación en diversos campos de reflexión, a lo largo del siglo pasado y con mucha fuerza en lo que llevamos del presente, es el tema del género, expresión polisémica —y diferente según la cultura (Mead, 1935)— sobre la que se han logrado algunos acuerdos a fin de poderla introducir en la reflexión de diversas áreas del saber.
Antes de adentrarnos en el desarrollo de la temática es relevante hacer claridad sobre los conceptos de sexo y género comúnmente utilizados como sinónimos: “El sexo involucra una diferencia biológica, el género una cultural; el sexo es lo dado y el género lo construido” (Márquez, 2009, p. 1).18
Por lo anterior, se reconoce entonces que el género es considerado como una categoría social, por la cual se da cuenta de los comportamientos, valores, representaciones y papeles propios de los sexos, tal y como son vividos por el propio sujeto (Sherif, 1982; Moya, 1993). Algunos organismos internacionales lo han definido como el
conjunto de pautas de conducta o patrones de relaciones asignados a cada sexo en las diferentes culturas. Se utiliza para demarcar las diferencias socioculturales que existen entre hombres y mujeres y que son impuestas por el sistema de organización político, económico, cultural y social, y por lo tanto, son modificables (Fernández-Pacheco, s. f.).
El género está compuesto entonces por todos aquellos elementos que los grupos sociales reconocen como propios para las condiciones de masculinidad o feminidad, de las cuales el sexo (condición biológica) es un componente, junto con los atributos de personalidad y los roles sociales, entre otros.
De ahí que el género también sea considerado como
una creación simbólica que pone en cuestión el dictum esencialista de la biología […], trascendiendo dicho reduccionismo, al interpretar las relaciones entre varones y mujeres como construcciones culturales, que derivan de imponer significados sociales, culturales y psicológicos al dimorfismo sexual aparente (Bonilla, 1998, p. 149).
En este marco comprensivo de las categorías en estudio y, en particular, de la referida al género, desarrollaremos las líneas siguientes, en las que mostramos la tensión, a partir de algunos estudios, entre la condición masculina y femenina, tanto en sus aspectos biológicos del sexo como en los socioculturales del género.
5.3. ASPECTOS NEUROBIOLÓGICOS DE LA RELACIÓN COGNICIÓN-GÉNERO19
5.3.1. EVOLUCIÓN DE LA CONDUCTA SEXUAL Y DIFERENCIACIÓN SEXUAL DE LOS GÉNEROS
Los investigadores e investigadoras han logrado establecer que los principales cambios relacionados con la condición masculina y femenina de la especie deben entenderse desde la descripción paleoantropológica por la cual se da cuenta del devenir del antropoide arbóreo al homo y de cómo las estructuras primitivas embrionarias, por acción hormonal, inducen la diferenciación de sexos, dando origen a los géneros masculino y femenino, mediados por la interacción con el entorno.
El paso del antropoide arbóreo a antropoide bípedo se realizó con la ayuda de procesos de adaptación. El hábitat de los simios se fue despoblando de árboles y estos tuvieron que descender al terreno e iniciar recorridos, cada vez más prolongados, en posición cuadrúpeda. La necesidad de explorar el entorno para visualizar alimentos y otros animales depredadores hizo que los antropoides obtuvieran ventajas adaptativas al erguirse sobre sus patas traseras; parece ser que así se indujo la conducta motora bípeda. Con el paso del tiempo, las patas delanteras quedaron libres y se inició progresivamente el uso de utensilios que propiciaron la hominización. Según Liaño (1998), “el padre de Lucy el ramidus, andaba erguido hace más de 4 millones de años” (pp. 229-230). La posición bípeda fue un sistema de adaptación que facilitó la evolución en la escala animal.
Es importante resaltar que antes de la posición bípeda los simios tuvieron que sufrir una competencia sexual indiscriminada. En la época de celo, la posición cuadrúpeda de las hembras favorecía que los órganos genitales quedaran expuestos; la tumefacción inherente al momento y el olor de las feromonas atraían a otros machos de diferentes manadas. Esto aumentaba el deseo, la agresividad, y el apareamiento se realizaba por la ley del más fuerte. La anterior situación imposibilitaba a los machos el alejarse de su manada cuando las hembras estaban receptivas, lo cual dificulta la consecución de alimentos.
La evolución a posición bípeda favoreció algunos cambios en la conducta sexual de hembras y machos: la posición erecta permitió ocultar los genitales de las hembras, no quedaron así tan expuestos a los órganos visuales y olfatorios de los machos; por tanto, las señales en la época de celo dejaron de ser directas. Por otro lado, la posición bípeda de los machos favoreció que cubrieran sus genitales para evitar las contusiones y heridas frecuentes con ramas y arbustos.
En consecuencia, progresivamente, se desarrolló una atracción sexual más matizada, mediada por el lenguaje gestual de las manos (ya para ese entonces libres) y de la silueta corporal erecta. Se generó una serie de sonidos y gestos que marcaron la individualidad de cada uno de ellos. Estas trasformaciones fueron relevantes para que los roles pudieran desempeñarse de manera más libre y tranquila. Es de anotar que los cambios que se dieron en la conducta sexual con el paso de la posición cuadrúpeda a la bípeda en el homínido evidenciaron indicios de la evolución del sexo (biológico) al género (con componentes culturales de lenguaje corporal y oral).
Estos procesos, desarrollados durante miles de años, con incidencia directa en toda la especie, preparaban también la maduración de las condiciones sexuales de cada uno de sus miembros. De esta forma, se dan diferenciaciones en los individuos, los cuales van a marcar diferencias importantes entre estos, tanto en lo anatomo-fisiológico como en la diferenciación de sus roles.
En cuanto a la diferenciación sexual de géneros, es importante considerar que “la condición sexual básica o primaria del ser humano es la femenina, de tal forma, que lo masculino es un hecho diferencial que supone un esfuerzo de la naturaleza a través de las hormonas andrógenas” (Liaño, 1998, p. 21). En el embrión, en etapas tempranas de la vida intrauterina, existen genes bipotenciales capaces de desarrollar dos sistemas genitales primitivos que darán origen a los genitales internos:
Uno de ellos es el conducto de Muller cuya tendencia es la formación del útero, el oviducto y la parte superior de la vagina; el otro es el conducto de Wolff que bajo estímulos hormonales adecuados, precede el desarrollo del conducto deferente, el epidídimo y las vesículas seminales. En otras palabras el conducto de Muller es el germen del aparato genital femenino interno y el sistema del conducto de Wolff lo es del masculino (Liaño, 1998, p. 50).
La sustancia capaz de inhibir el conducto de Muller es la hormona testosterona, la cual es producida en los mamíferos machos, incluidos los humanos, en cuyo caso el sexo genético corresponde a la fórmula XY. Dicha hormona es secretada por pequeñas estructuras embrionarias llamadas testis (precursoras de los testículos) desde la novena semana de gestación, manteniendo su periodo hasta la decimosexta semana, para luego disminuir. En este lapso denominado periodo crítico se diferencian los órganos genitales internos, externos y el cerebro. Por ello, es de reconocer que el potencial andrógeno influye en la diferenciación masculina y femenina.
En los mamíferos, los ovarios no segregan hormonas diferenciadoras; las sustancias secretadas por ellos se denominan estrógenos. La ausencia de testículos permite que se inhiba el desarrollo del conducto de Wolff y se fortalezca el conducto de Muller. Igual sucede en los humanos que tengan la fórmula genética XX.
Existe otra estructura embrionaria primaria, el tubérculo genital, que dará origen a los genitales externos y se convertirá en clítoris en la hembra y en pene en los machos. El pliegue uretro-escrotal dará origen a los labios menores en la mujer y en los hombres a los cuerpos esponjosos. Por último, la prominencia genital labio-escrotal se trasformará en los labios mayores o en el escroto.
La producción de estrógenos y progesterona no es anárquica, sino que está regulada por hormonas estimulantes generadas por la hipófisis, órgano nervioso situado en la silla turca en la base del cráneo. Dicha estructura genera andrógenos a partir de la liberación de la hormona luteo-estimulante y estrógenos a partir de la hormona folículo-estimulante. Las hormonas estimulantes hipofisarias responden a las necesidades de hormonas masculinas o femeninas en el organismo, por medio de un mecanismo de retroalimentación generado por los cromosomas XX o XY. Dicho mecanismo responde al género y a las necesidades específicas de la vida misma y del entorno.
5.3.2. DIMORFISMO SEXUAL EN LAS ESTRUCTURAS CEREBRALES, DIFERENCIAS EN LOS PROCESOS DE MADURACIÓN, MANIFESTACIONES CONDUCTUALES Y FUNCIONES COGNITIVAS
A continuación, describiremos las diferencias en algunas estructuras cerebrales, en los procesos de maduración, en la conducta y en las funciones cognitivas encontradas en ambos géneros.
Diferencias en algunas estructuras cerebrales: en el hipotálamo se han encontrado dimorfismos en los núcleos supraóptico (produce la hormona antidiurética y la oxitocina) y el paraventricular (produce la hormona antidiurética, la oxitocina y regula la temperatura corporal), los cuales son de mayor tamaño y poseen un número más alto de células en los hombres que en las mujeres y que en algunos hombres homosexuales (Allen, Hines, Shyrne, y Gorski, 1993). De igual manera, el hipotálamo, como parte del sistema límbico, interacciona con el sistema endocrino y el sistema nervioso autónomo, por lo cual guarda relación directa con la función emocional.
El cuerpo calloso une los dos hemisferios y está formado por vías nerviosas que sirven de puente o comunicación entre ellos; tiene forma alargada y está compuesto por cinco partes que se denominan (de adelante hacia atrás): pico, rodilla, cuerp...

Índice

  1. Portada
  2. Título
  3. Derechos de autor
  4. Presentación
  5. Prólogo
  6. Parte I. Esucación, cognición y género
  7. Parte II. Educación y pedagogía
  8. Epílogo. Género, categoría en debate
  9. Autores