Huellas del filosofar en Latinoamérica y Colombia
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Huellas del filosofar en Latinoamérica y Colombia

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Las funciones de la filosofía, así como sus nexos epistemológicos con la ideología, la ética, la política, han sido y serán objetos permanentes de valoración por amplios sectores intelectuales, entre los cuales se encuentran algunas personalidades colombianas y latinoamericanas, estudiadas en este libro. Lo que hace meritorio las personalidades estudiadas aquí es que hicieron de la filosofía un indispensable instrumento de análisis para tratar de comprender y transformar sus respectivas circunstancias. Los debates sobre la autenticidad de la vida filosófica de Nuestra América siempre aflorarán de nuevo, y como prueba de esto, este libro.

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Información

Año
2017
ISBN
9789587820485

Epílogo

Los filósofos más auténticos, en todas las épocas y circunstancias, cuando han reflexionado sobre los temas más abstractos, aparentemente han estado desvinculados de la realidad en que han vivido. Pero en verdad ha sido todo lo contrario, pues lo han hecho tomando en debida consideración las condiciones socioeconómicas, políticas y culturales en que han engendrado y cultivado sus propias ideas. Nunca han sido importadores acríticos de ideas engendradas en otros contextos culturales. Los pensadores latinoamericanos, y en particular los colombianos, en modo alguno han constituido una excepción al respecto.
Todos ellos han sabido nutrirse debidamente de aquellos instrumentos epistemológicos, metodológicos, axiológicos, y otros, que le han aportado las generaciones anteriores y coetáneas de pensadores que en otras latitudes se han preocupado sobre múltiples temas, que al constituir intentos de respuestas a múltiples interrogantes que se han planteado los seres humanos en sus correspondientes circunstancias, en la misma medida en que lo han logrado, han ido a enriquecer el infinito tesoro del saber filosófico universal.201
De tal forma, ideas engendradas en contextos socioculturales muy disímiles han servido y continuarán sirviendo para que hombres y mujeres de latitudes y épocas muy distantes puedan aprovecharlas, enriquecerlas y reincorporarlas al acervo filosófico de la humanidad. Otra cuestión es que por los medios de difusión no siempre han encontrado estas ideas las vías más apropiadas para una recíproca interacción con otros pueblos. Precisamente, los investigadores del desarrollo del pensamiento filosófico latinoamericano tenemos el deber de utilizar todas las extraordinarias posibilidades que nos conceden las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, para divulgar las aportantes reflexiones de aquellos pensadores latinoamericanos que no contaron con el actual aparato divulgativo.
Los pensadores latinoamericanos que han sabido rastrear de manera debida las huellas de filósofos de otras épocas y contextos —sin desembocar en simples mimetismos que les convirtiese en dóciles y fieles reproductores de sus ideas—, se han apropiado de sustanciosas propuestas de análisis en la misma forma que le han incorporado la perspectiva del prisma propio y, en tal sentido, han sabido dejar sus propias huellas, que en la actualidad tenemos el deber investigar, retomar, repensar y proyectar con luz e instrumentos epistémicos propios sobre nuestras actuales circunstancias. De otro modo convertiríamos a la historia de la filosofía universal y su expresión particular latinoamericana en un estéril museo de cera en el que las figuras tratan de parecerse exteriormente al máximo a las personalidades que representan, pero que jamás podrán lograr la vitalidad que los caracterizó.
Estudios cada vez más amplios y profundos, nutridos de fuentes archivísticas y otros medios, cada día revelan nuevos ejemplos de múltiples interacciones transculturales entre el pensamiento filosófico latinoamericano con los de otras regiones del orbe, desde el mismo proceso de colonización a través de sus diversas formas de desarrollo desde la escolástica, la ilustración, el inicio de la época de vida política independiente de los países de la región hasta el presente.
Por supuesto que un simple rastreo de estas recíprocas apropiaciones y enriquecimientos se pueden apreciar mucho mejor desde fines del siglo xix y de forma impresionante desde la aparición de Internet.
La descomunal apertura de las redes comunicativas desde fines del siglo xx hasta la actualidad no justifica que ningún pensador permanezca enclaustrado, a menos que sea su expresa voluntad.
Ancestrales inquietudes sobre el objeto y la función de la filosofía se reviven y reaparecerán siempre porque constituyen ejes imprescindibles de inflexión dubitativa y tema de controversia permanente. De ahí que se debe tener satisfacción porque así sea, pues el acomodamiento intelectual jamás ha promovido ni promoverá aportes teóricos de valor a las emergentes generaciones de filósofos.
Que algunos pensadores latinoamericanos, al igual que los de otras épocas y pueblos, no hayan dedicado atención particular al tema sobre el objeto y la función de la filosofía en respuesta a la preguntas sobre ¿por qué? y ¿para qué filosofar?, no debe significar que de algún modo no haya estado presente en sus respectivas producciones teóricas. Siempre, de alguna manera, estas preocupaciones aflorarían en la diversidad de sus reflexiones filosóficas y bastará una esmerada investigación para descubrirlas.
Algo similar ha ocurrido con la cuestión de la funcional interrelación epistemológica e ideológica entre filosofía, ética y política. Tal vez de una forma precisa, bajo esos términos, no sea tarea fácil encontrar análisis sobre el tema, pero basta desbrozar un poco la frondosa maleza de sus ideas para que esta cuestión aflore encubierta a través de otras preocupaciones.
Basta detenerse en algunos de los autores colombianos que se analizaron en el presente libro para percatarse de que en verdad está latente en diverso grado en cada uno de ellos.
Si se admitiese hipotéticamente que algún cultivador latinoamericano de la filosofía tratase obstinadamente de sostener una exquisita presunta neutralidad axiológica en relación con la funcional interrelación epistemológica e ideológica entre filosofía, ética y política, bien se podría decir que ese sería el momento de aceptar la certificación de defunción de la filosofía.
Los autores colombianos que se estudiaron en el presente libro tuvieron relaciones muy diferentes respecto a la filosofía. Sin embargo, todos ellos hicieron de la filosofía un instrumento epistémico de extraordinario valor. Algunos podrían con criterios esquemáticos de lo que es un filósofo, cuestionarse su condición de poseer tal calificativo. Ahora bien, lo importante no es tanto si sus nombres deben estar o no en una selecta galería de filósofos. Lo que los hace meritorios de ser objeto de análisis en el presente estudio sobre las huellas del filosofar en Latinoamérica es que todos ellos hicieron de la filosofía un valioso e indispensable instrumento de análisis para tratar de comprender y sobre todo transformar sus respectivas circunstancias y aportaron ideas de valor que hoy deben ser tomadas en digna consideración porque trascienden a sus épocas. Esto ya es motivo suficiente para que tales ideas estén disponibles en el instrumental epistemológico, axiológico y práctico para la misma labor que hoy nos corresponde y que necesariamente deben asumir las nuevas generaciones.
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1 Los llamados tanques pensantes (think tanks) son una evidente muestra de que los filósofos han adquirido en la actualidad cierta reputación en determinadas esferas como consultores de algunas instituciones de ciertos aparatos estatales. No es de extrañar en ocasiones se les contrate al igual que astrólogos, magos, hechiceros, entre otros, y otros supuestos poseedores de poderes esotéricos.
2 “(…), y lo es precisamente porque brota de una necesidad imperecedera del espíritu humano: la necesidad de superar todas las contradicciones. Pero superadas todas las contradicciones de una vez y para siempre, hemos llegado a la llamada verdad absoluta, la historia del mundo se ha terminado, y, sin embargo, tiene que seguir existiendo, aunque ya no tenga nada que hacer lo que representa como se ve , una nueva e insoluble contradicción. Tan pronto como descubrimos –y en fin de cuentas nadie nos ha ayudado más que Hegel a descubrirlo– que planteada a así la tarea de la filosofía, no significa otra cosa que pretender que un solo filósofo nos de lo que sólo puede darnos la humanidad entera en su trayectoria de progreso; tan pronto como descubrimos esto, se acaba toda filosofía, en el sentido tradicional de esta palabra. La ‘verdad absoluta’, imposible de alcanzar por este camino e inasequible para un solo individuo, ya no interesa, y lo que se persigue son las verdades relativas, asequibles por el camino de las ciencias positivas y de la generalización de sus resultados mediante el pensamiento dialéctico.” Engels, Federico. “Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana”. Marx, C. y F. Engels. Obras Escogidas. Ediciones en Lenguas Extranjeras. Moscú. 1955. pp.384-385.
3 “Es conocido que Marx en una entrevista para un diario en inglés a la pregunta si él era marxista, respondió en francés que precisamente él no era marxista.
Muchos críticos del socialismo y del marxismo utilizan esta expresión de Marx para desprestigiarlo y presentarlo como alguien retractado o avergonzado de lo que había pensado o propuesto.
En verdad no hay nada más alejado de la verdad que tal tergiversación. Pues, jamás Marx se retractó de sus extraordinarios descubrimientos científicos y mucho menos de su postura revolucionaria, crítica del capitalismo y propugnadora del ideario socialista y comunista orientado hacia la gestación de una sociedad más equitativa y humana.
Todo parece indicar que su respuesta en francés se debió a que le interesaba que esta se divulgara bien en Francia, donde se había propagado la denominación de marxista para aquellos que, como su yerno el cubano Pablo Lafargue, se presentaban a sí mismos como los “marxistas” o discípulos de Marx, quien según ellos había descubierto todas las leyes universales de la historia.
Ante tal exageración, Marx con justificada modestia, argumentaría que él no había realizado un descubrimiento de semejante envergadura, sino que su contribución se limitaba a la determinación del mecanismo económico de la moderna sociedad capitalista especialmente en Europa Occidental, como también le argumentaría en otra a un historiador ruso. A este último le recalcaría que aquellos que le atribuían que él había descubierto todas las leyes de la historia universal le hacían demasiado honor, pero también daño.
Sería en parte también Engels el que planteó que la doctrina debía llevar el nombre de marxismo. Engels se consideraba a sí mismo solamente como un hombre de talento que le había tocado desempeñar el papel de segundo violín, pues a su juicio, Marx era un genio y sus dos descubrimientos esenciales la plusvalía y la concepción materialista de la historia eran razón suficiente para afirmar con razón que “Su nombre vivirá a través de los siglos, y con él su obra”. A la vez Engels apuntaba que “Marx era el hombre más odiado y más calumniado de su tiempo”, pero inmediatamente destacaba que “… si pudo tener muchos adversarios, apenas tuvo un solo enemigo personal”.
En realidad, debe siempre destacarse la extraordinaria labor de Engels en orientar a Marx hacia los estudios de la economía política cuando este último en su juventud dedicaba mayor atención a temas filosóficos de carácter antropológico. Nadie debe dudar el valor y la significación filosófica del pensamiento de Engels independientemente de algunas simplificaciones
Lo cierto es que el término de marxismo quedó reconocido y divulgado ya en la misma época en que Marx vivía a pesar de su desacuerdo con él. Algo similar parece que ocurrió con el de leninismo que el propio Lenin nunca admitió. Entonces, ¿de dónde surgiría el denominado marxismo-leninismo? Este se formula después de la muerte de Lenin, con el auspicio de Stalin, quien, dado su extraordinario culto a la personalidad, propició de inmediato que se creara el Instituto de Marxismo-Leninismo-Stalinismo, propiciador del materialismo dialéctico –incorrectamente atribuido a la creación de Marx y Engels– con sus nefastas consecuencias, no solo para la filosofía sino para la concepción y la práctica del primer ensayo de construcción del socialismo en el mundo.
Debe tenerse presente que si bien en la antigüedad y hasta inicios de la modernidad fue común utilizar el nombres de filósofos para denominar algunas relevantes posturas filosóficas como el platonismo, aristotelismo, tomismo, kantismo, hegelianismo, etc., ya en la época de Marx y Engels comenzaba a ponerse fin a esa tendencia, por lo que no ha sido común que surgiesen posteriormente denominaciones tales como deweyismo, nietzschenismo, husserlianismo, russellianismo o heidegerianismo en lugar de como se conocen las respectivas concepciones de filósofos como Dewey, Nietzsche, Husserl, Russell o Heidegger, esto es, pragmatismo, vitalismo, fenomenología, neopositivismo o existencialismo.
Parece que la filosofía es cada vez más reacia tanto a los patronímicos como a los gentilicios, por lo que no existe propiamente ninguna que haya tenido un exclusivo origen endógeno, o sea dentro de las exclusivas fronteras de un pueblo sin nutrirse de los aportes del pensamiento de otros, como en ocasiones han pretendido algunos hiperbolizadores de los aportes de la cultura occidental. Por eso Aristóteles, reconoció el aporte de los egipcios y los gimnosofistas de la antigua India como le comunicó a Alejandro Magno, del mismo modo que Diógenes Laercio reconoció la existencia de filosofía mucho antes que los griegos en los pueblos del Medio Oriente y su influencia sobre la cultura helénica.
Si eso sucedió en la Antigüedad, cuando los intercambios culturales eran mucho más limitados, mucho menos se puede admitir a partir de la modernidad autarquías filosóficas y nacionalismo estrechos que lleven a aceptar como propiamente válidos los términos de filosofía alemana, inglesa, francesa, española, etc., ignorando las recíprocas influencias de pensadores de unos países sobre otros. Del mismo modo resulta algo cuestionable admitir la existencia de una filosofía cubana, colombiana, venezolana o latinoamericana, en lugar de reconocer la existencia de producción filosófica en Cuba, Colombia, Venezuela o Latinoamérica del mismo modo que en Alemania, Inglaterra, Francia, España o Europa.
El marxismo, –entendiéndose bajo este término tanto una filosofía como una teoría económica, sociológica, política de extrovertida o culpable confesión ideológica ha constituido una sí...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portadilla
  3. Página legal
  4. Tabla de contenido
  5. PRESENTACIÓN
  6. INTRODUCCIÓN
  7. CAPÍTULO I ¿PARA QUÉ FILOSOFAR? FUNCIONES DE LA FILOSOFÍA
  8. CAPÍTULO II LA FUNCIONAL INTERRELACIÓN EPISTEMOLÓGICA E IDEOLÓGICA ENTRE FILOSOFÍA, ÉTICA Y POLÍTICA
  9. CAPÍTULO III ¿POR QUÉ Y PARA QUÉ FILOSOFAR EN AMÉRICA LATINA?
  10. CAPÍTULO IV EL PROBLEMA DE LA AUTENTICIDAD DE LA FILOSOFÍA LATINOAMERICANA
  11. CAPÍTULO V GAITÁN: RAÍCES FILOSÓFICAS E IDEOLÓGICAS DE SU CONCEPCIÓN SOBRE EL DESARROLLO SOCIAL - LIGIA MACHADO PARDO - COAUTORA
  12. CAPÍTULO VI LUIS EDUARDO NIETO ARTETA EN EL DILEMA DEL FILOSOFAR UNIVERSAL Y LATINOAMERICANO
  13. CAPÍTULO VII LA CONTROVERTIDA POSTURA DE LUIS EDUARDO NIETO ARTETA ANTE EL MARXISMO
  14. CAPÍTULO VII FILOSOFÍA DE LA LIBERACIÓN EN COLOMBIA - LIDIA CANO OBREGÓN - COAUTORA
  15. CAPÍTULO IX EL REALISMO DIALÉCTICO EN LA HISTORIA DE ANTONIO GARCÍA NOSA
  16. CAPÍTULO X ANTONIO GARCÍA NOSA Y LAS CIENCIAS SOCIALES EN AMÉRICA LATINA: EL CONFLICTO CIENCIA E IDEOLOGÍA - LIGIA MACHADO PARDO - COAUTORA
  17. CAPÍTULO XI EL FILOSOFAR DE ESTANISLAO ZULETA Y EL MARXISMO
  18. CAPÍTULO XII NOTAS SOBRE LA COMUNIDAD POLÍTICA VITALISTA DE DARÍO BOTERO URIBE
  19. EPÍLOGO
  20. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
  21. Cubierta posterior