Wittgenstein: la estética y el problema de la expresión
eBook - ePub

Wittgenstein: la estética y el problema de la expresión

  1. Spanish
  2. ePUB (apto para móviles)
  3. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Wittgenstein: la estética y el problema de la expresión

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

Este escrito muestra, de la mano de Wittgenstein, la importancia del concepto de expresión, dándole consistencia desde diferentes momentos de la filosofía. El uso de un concepto artístico en campos filosóficos es más un experimento que un riguroso estudio de cómo es que el autor dice algo sin temor equivocarse, pretensión que desde el mismo contexto wittgensteiniano pierde toda validez, pues no se puede conocer algo ni interpretarlo, sino que por reglas establecidas se indican caminos por dónde tomar y hasta dónde hay que llegar.

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a Wittgenstein: la estética y el problema de la expresión de Julio César, López Jaimes en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Filosofía y Historia y teoría filosóficas. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2012
ISBN
9789586317399

LA INSISTENCIA DE LAS COSAS

1. EL PROBLEMA DE LA EXPRESIÓN

Comencemos por evocar que el concepto de expresión funciona elementalmente como una forma de pensar los conceptos de juego de lenguaje y usos. Por lo tanto, definiremos también que en nuestro estudio intentamos estudiar la expresión, cuyo propósito será analizar y explicar los componentes que tiene el lenguaje al ser involucrados en contextos como usos y juegos de lenguaje.
De manera que la idea de expresión, tal como nosotros la comprendemos, concibe un modo de presentar conceptos inherentes al lenguaje en los que se pueden mencionar la proposición, el sentido, el contexto, el significado e incluso la interpretación que se origina de cada uno de ellos. Dentro de ese marco hemos de considerar entonces que la expresión tiene por tarea explicar cada uno de los conceptos del lenguaje sin la necesidad de hacer una exclusión de los mismos.
Una vez hecha esta precisión, debemos decir que Wittgenstein no habla de expresión en sentido diferente a una manera de aclarar los términos de lenguaje y que, siendo así, es un problema al que poca investigación se le ha conferido. Sin embargo, es nuestra intención mostrar la expresión como un concepto en constante actividad en Wittgenstein.
Suele decirse que es un poco inadecuado pensar en problemas para un autor que con tanta eficacia logró hacerlos desaparecer, pero sobre todo sostenemos que es importante considerar algunas cosas en tanto se intente hacer filosofía; en ese caso, desde Wittgenstein cabe entonces preguntarse qué es un problema, de dónde viene y por qué razón lo resolvemos.
Basándonos en su texto Investigaciones filosóficas (1953) (de aquí en adelante IF), por una parte, y en los Cuadernos azul y marrón (1976), por otra, la actividad de un problema como la expresión se bosqueja. Para aclararlo mejor, traemos a colación la siguiente cita del autor: “[…] el lenguaje mismo es el vehículo del pensamiento” (Wittgenstein, IF I, § 329). Partiendo de allí, el siguiente argumento expuesto por el autor nos genera una intuición para pensar que existe un problema de fondo, el de las relaciones, pero por simplicidad en este momento podríamos suponer que el problema de la expresión es la producción. ¿Es el pensamiento el que produce lenguaje o es el lenguaje quien produce pensamiento?
Pudiera creerse que es necesario un mediador que los conecte demostrando de igual forma si existe o no una frontera entre uno y otro. Si se toma como punto de partida la afirmación del autor y “el lenguaje es el vehículo del pensamiento”, la labor de la expresión es ubicar esas vías a través de las cuales los conceptos se trasladan para establecer su movimiento.
Debemos comprender que Wittgenstein describe el lenguaje como una fuente necesaria para la comprensión del mundo; dice el autor que: “[…] sin lenguaje no podemos influir de tal y cual manera en otras personas; no podemos construir carreteras y máquinas, etc. Y también sin el uso del habla y de la escritura, los seres humanos no podrían entenderse” (IF I, § 491). De modo que el problema es primero, la composición del concepto de expresión.
Así empezamos a cercar, pues, el problema diciendo que la expresión se equipara a un momento donde el pensamiento y el lenguaje deben tener su encuentro; por esta razón la composición del concepto solo se entiende desde su homogeneidad y además porque la expresión rescata la importancia de establecer una posible comunicación entre uno y otro.
Para entender mejor y con certeza, la expresión, en tanto que busca una relación precisa con la producción, parte de preguntas que si bien hemos anotando atrás tienen cierta diferencia, entre ellas, determinar quién ha producido a quién. Aún en este momento no hemos dejado de lado el parágrafo 329 de las Investigaciones, donde el autor plantea la importancia de una comunicación, y desde allí surgen preguntas, como por ejemplo: ¿cómo se comunican? ¿Cómo establecer una comunicación que nos permita saber que lo que formamos fue significado, sentido, palabras, referencias o meras representaciones?
Quizás la respuesta al anterior cuestionamiento en principio resulte sencilla si consideramos que desde el segundo Wittgenstein todo tipo de problemáticas se inclinan hacia los usos y juegos de lenguaje; en ese sentido, la problemática entre lenguaje, mundo y pensamiento debe partir de igual forma desde allí.
Si echamos un vistazo a uno de los conceptos conductores del segundo Wittgenstein, el uso, diremos que es en ese concepto que radica la importancia de acabar con la complicada tarea de separar lenguaje y mundo, puesto que conceptos tales como significado, palabra, nombre y referencia solo pueden entenderse a partir de sus usos y más exactamente en los juegos de lenguaje que los usos suscitan. Por lo tanto, la importancia que le conferimos al uso la damos en la medida de que hace del lenguaje algo que no se interpone más sobre él mismo como un principio de autonomía, como si el lenguaje fuese una entidad en sí mismo, sino que es algo que se hace, la gente lo hace o sencillamente hace uso.
Si se tiene en cuenta que Wittgenstein, en uno de los parágrafos más importantes de sus Investigaciones, nos explica que:
Para una gran clase de casos de utilización de la palabra “significado” –aunque no para todos los casos de su utilización– puede explicarse esta palabra así: el significado de una palabra es su uso en el lenguaje.
Y el significado de un nombre se explica a veces señalando a su portador (IF I, § 43).
Comprenderíamos entonces que debemos entender el concepto de expresión para los fines de nuestro argumento como la unidad que engloba los momentos relevantes tanto para el pensamiento como para el lenguaje, ante todo estableciendo aquellos en que podemos hacer parte del uso y del juego de lenguaje al que él pertenece.
De aquí que nuestra hipótesis gire en torno a la justificación o existencia de un factor comunicante que no es representativo, es decir, que no se pelea entre la realidad del hablante. Claro que esto no lo explica todo, por eso diremos a grandes rasgos que nuestra explicación no se limita a analizar las relaciones de cada una con las formas de lenguaje del ser humano y cómo este accede a la otra, sino que lo que nos interesa justificar es la adquisición de una fluidez que existe en cada cosa expresada poniendo al uso y al juego de lenguaje en un constante sucederse. Si utilizamos una palabra como suceder o sucederse debe entenderse con relación a nuestra hipótesis, que se está hablando en efecto del lenguaje y que análogamente es en el concepto de expresión que se manifiesta este sucederse; el resultado es lo que el lenguaje da, mas no lo que es, puesto que si hablamos con propiedad, este es palabras, sentidos, proposiciones, significados, lo cual nos lleva a determinar que la expresión se da o se produce en lo expresado, que como aclaramos son palabras que por medios expresivos buscan la tarea de romper o quitar la frontera entre mundo y lenguaje. Pero conviene precisar ante todo que uno de los problemas es saber cómo lo hace, cómo quitar la frontera entre mundo, lenguaje y pensamiento.
Concluyamos por ahora diciendo que buscamos en nuestra investigación una actividad del lenguaje a partir del concepto de expresión donde aquel se manifiesta en un sucederse desde el momento en que se expresa.
Antes de continuar, insistamos en aclarar que Wittgenstein a lo largo de sus Investigaciones usa el término expresión de diferentes maneras: habla de este como juego, como una forma de lenguaje, de significado, de signo y de la correcta expresión; sin embargo, cada una de las definiciones del autor no hace referencia precisa a la idea que estamos sosteniendo, pues se ha señalado que la expresión recorre todas y cada una de las anteriores distinciones hechas por el autor y que la importancia de todo radica en analizar su poder de comunicación, de producir lenguaje. Por eso señalamos que la definición de la expresión nunca se entenderá textual, sino metafóricamente. Una aclaración de esta idea aparece en el parágrafo 507.
—cuando reflexionamos sobre lo que pasa en nosotros cuando queremos decir algo con las palabras (y no solo las decimos), nos parece como si algo estuviera acoplado a esas palabras, que de lo contrario marcharían en el vacío. —es como si nos penetraran (IF I.).
En esta idea la discusión adquiere una vital importancia; las Investigaciones filosóficas la retoman en muchos más contextos, pues el autor anota que es necesaria una conexión comunicativa entre las palabras y lo que me expresan, significando con esto que lo que me expresan es patente solo si me suscitan en algún momento los lenguajes que se me han dado para que estos no marchen en el vacío, para que ellas logren provocar ese efecto de acoplamiento y nos penetren.
Podemos decir que la expresión tiene diversos caminos por dónde construirse, lo que nos lleva a que el lenguaje es de inmediato una expresión; sin embargo, la necesidad de constituir lo que expresa nos da una importancia que debemos tener en cuenta en el momento de captar el sentido, el significado y el nombre, que por supuesto está proporcionado por los usos. Pero el caso es que debemos analizar cómo se pasa de una fórmula a otra, del nombre a la palabra, de la palabra al significado, del significado al uso y del uso al sentido, entre otras.
Si pensamos que todo problema deriva hacia el uso y el juego de lenguaje, muy probablemente constituiríamos una comprensión monolítica del mismo, inactiva, pasiva e inoperante; y sin embargo sabemos que no es así ya que siempre existen constantes expresivas que me demuestran que el uso solo es posible cuando también soy parte de todos y cada uno de los acompañamientos que emergen de él, como ya se mencionaron: los significados, el sentido, las palabras, entre otros.
Por consiguiente, debemos concluir aproximativamente que no se nos da el uso sin antes comprender el sentido de una palabra, de un nombre o de un significado, y es desde estas circunstancias que nace el hecho de que aunque el uso sea conector inmediato de todo lo que yo puedo tener al comprender todos y cada uno de estos momentos, también necesito características expresivas de ese momento, en el que se vinculan para poder hacer parte de un uso. No es de olvidar que esto genera un problema, puesto que si todo lo puedo medir con determinados usos dentro de un juego de lenguaje yo me vuelvo una representación del uso, soy un uso del lenguaje y no quien lo usa.
Quiero decir con lo anterior que el uso puede servir para comprender cualquier situación siempre y cuando se comprenda el juego de lenguaje del que hace parte el hablante, y es así como necesariamente hacemos parte del uso concatenando los significados, sentidos y palabras adecuadas para él; de entonces acá decimos que la expresión lo es también del uso, como cuando lo captamos y asimismo lo podemos utilizar, en ese momento se ha expresado algo concreto y correcto pasando entonces de una fórmula a otra al unísono de todas sus unidades.
En otros términos, si la idea de expresión acoge toda idea de lenguaje, el significado, el sentido y la interpretación revelan un punto concreto para comprender nuestro tema. Con todo y lo anterior debe observarse ante quién se da primero, ante el pensamiento o el lenguaje mismo, tal es por lo demás que la expresión debe participar en un momento conectivo.
La afirmación de Wittgenstein de que las palabras deben corresponder tanto a nosotros como al mundo para que no marchen en el vacío, proponen una función inclusiva de comprender el problema; tal es en síntesis general lo que hemos llamado la expresión. Por eso puede decirse que esta se da como una especie de expresión de expresión, debido primero a que si llamamos expresión al lenguaje y a la idea que tenemos de él, evidenciaríamos la existencia de caracteres expresivos subsistentes en el lenguaje. Precisamente porque la producción de uno en otro es lo que nos permite pensar que existe un lenguaje pero que este no es una entidad comprensible por sí misma, sino que se concibe gracias a las prácticas que de él se producen. Por supuesto, el lenguaje expresado en el pensamiento y el pensamiento expresado en lenguaje, lejos de ser una correspondencia tautológica, es la causa de producción de los usos y los juegos.
De esta manera lo que nos interesa señalar es que el problema de la expresión tiene un fundamento, como bien se anotó, en establecer la existencia de un entre de cada uno lo suficientemente activo como para saber quién produce a quién, una idea que en efecto surge también del parágrafo 507 llamada por el autor acople (Kupplung), “nos parece como si algo estuviera acoplado a esas palabras” (IF I). Basándonos en esta interpretación, el acople al que hacemos referencia es la variante por donde se despliega el poder de la expresión para entender el lenguaje.
De aquí que el concepto de acople tenga relevancia para el lenguaje y el pensamiento, en tanto que no permite ese vacío del cual habla el autor; si se tiene en cuenta que la expresión no permite que esto suceda, es porque utiliza este acople para conectar estos dos momentos.
Pero recapitulemos: si el acople funciona como parte extensiva de la expresión, nos debemos volver a preguntar qué papel desempeña el uso, ¿por qué no pensar el acople como un uso? Cuando Wittgenstein habla de la importancia del uso lo hace a través de la justificación que existe entre este y los juegos de lenguaje; recordemos uno de sus argumentos:
¿Qué pasa cuando aprendemos a determinar el sujeto de la oración por medio de la pregunta “¿quién o qué…?”? —Aquí hay ciertamente un ‘ajustarse’ del sujeto a esta pregunta, ¿pues cómo averiguamos si no cuál es el sujeto mediante la pregunta? Lo averiguamos de modo semejante a como averiguamos qué letra del alfabeto viene tras la ‘K’ recitándonos el alfabeto hasta la ‘K’. ¿Hasta qué punto se ajusta entonces la ‘L’ a esa serie de letras? […] ¿Pero no puedo ajustar el significado de una palabra que entiendo con el sentido de una proposición que entiendo? ¿O el significado de una palabra con el significado de otra? —Ciertamente, si el significado es el uso que hacemos de la palabra, no tiene sentido ninguno hablar de tal ajuste. Ahora bien, entendemos el significado de una palabra cuando la oímos o pronunciamos; lo captamos de golpe; ¡y lo que captamos así seguramente que es algo distinto del ‘uso’ que es dilatado en el tiempo! (I F I, § 137-138).
El argumento se justifica entonces como algo distinto del uso, ya que este legitima que las palabras al emitirse por ende posean un sentido y un significado, pero que aún así deben sujetarse a cambios, pues el uso también es dilatado por el tiempo, se gasta, si se nos permite usar la frase, de tanto uso, y las palabras entonces deben crearse nuevamente, afilarlas porque han perdido el filo; por lo tanto, el acople entendido como una variante de la expresión permite o debe forzar a que la creación se mantenga constantemente y no se dilate por completo por el tiempo de uso que se les asigna a las palabras.
Pero quizá la respuesta que realmente necesitamos la da a entender Sergio Albano con su libro Wittgenstein y el lenguaje (2006), donde intenta aclarar un punto importante con base en la utilización del lenguaje, a saber, la materialidad que existe en él en el momento de apropiárselo un hablante.
La pura materialidad del lenguaje constituye la fuente desde la cual se ejerce el conjunto de las restricciones y determinaciones estructurales que condiciona los usos que hace el hablante del lenguaje. […] Así, el sujeto de la enunciación, producto de una operación, no resulta obligatorio con respecto a las estructuras de base, sino adicional y adquiere visibilidad solo por medio de una operación explícita. La pregunta ¿quién habla?, en el marco de un análisis lógico-semiótico de la materialidad del lenguaje, se sustituye por la pregunta ¿qué habla? (p. 19).
Notamos entonces que al emitir una oración por sencilla que sea, la expresión debe buscar un sentido, un significado, un uso o un contexto; sin embargo, lo que buscamos allí no es en sí misma la expresión, ya que esta no se reduce a una simple explicación del sentido, el significado o el entendimiento manifestado por el pensamiento a través del lenguaje, ni siquiera por el concepto de uso o juego de lenguaje que Wittgenstein explica, puesto que expresar no se entiende necesariamente como una explicación, sino como un desarrollo, un movimiento, una producción de las cosas y palabras expresadas en la usanza de la vida.

Expresión y proposición

Debemos comprender en primera instancia que aunque se hable de la proposición como una forma de expresión, no se relacionan de la misma manera; dicho de un modo un tanto trivial, la expresión lingüística es diferente a la que manejamos en nuestro contexto. Si hablamos desde el autor, es de entenderse que la primera formulación que hace Wittgenstein sobre el concepto de proposición aparece en el Tractatus logico-philosophicus (1921); allí la proposición se utiliza para explicar su teoría pictórica, donde las proposiciones funcionaban como correspondiente del mundo, en tanto que el lenguaje debía hacer una correspondencia visual de cada proposición.
Esto significaba que la importancia de su teoría pictórica era establecer la identidad entre uno y otro, por un lado el lenguaje y por el otro el mundo, todo con el fin de encontrar los elementos en común que pudieran verificar la significación de la forma pictórica en un criterio verdadero entre la proposición y el hecho representado.
Veamos. Wittgenstein dice en el Tractatus lo siguiente de la proposición en relación con la expresión:
3.31 Llamo una expresión (un símbolo) a cada una de las partes de la proposición que caracteriza su sentido. (La proposición misma es una expresión.) Expresión es todo aquello, esencial para el sentido de la proposición, que las proposiciones tienen en común unas con otras (T.L.F., 1994: 37).
En ese sentido, el autor hace una aclaración que conlleva pensar la expresión y la proposición como sinónimas; sin embargo, para nuestro contexto cada uno de los términos tiene una distancia. Por ejemplo, para Wittgenstein la importancia de la proposición se da en la medida en que establece principios de identidad que justifican un isomorfismo entre el representante y lo representado; la proposición así es una expresión en tanto sirva para conducir la imagen de la proposición en otra que lleve a un carácter denotativo.
El ejemplo más significativo que hace el Tractatus es la diferencia entre variable y constante, que se distingue de igual forma entre proposición y expresión; veamos: “La expresión está representada por la forma general de las proposiciones a las cuales caracteriza. Y así en esta forma la expresión es constante y todo lo demás variable” (3.312). En el ejemplo dado vemos la diferencia específica entre proposición y expresión, aduciendo según el autor a que una es constante y la otr...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portadilla
  3. Página legal
  4. CONTENIDO
  5. Introducción Lemmy contra Alphaville, Godard leído en clave wittgensteiniana
  6. La insistencia de las cosas
  7. Cuando las cosas hacen palabras
  8. Referencias
  9. Cubierta posterior