La educación en ética, ciencia y espiritualidad
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La educación en ética, ciencia y espiritualidad

Aproximaciones desde las neurociencias

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La educación en ética, ciencia y espiritualidad

Aproximaciones desde las neurociencias

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Pensar y reflexionar sobre la intersección de ciencia, educación y espiritualidad, con apoyo de la investigación neurocientífica, es un desafío de grandes proporciones. El presente libro realza la emergencia del saber y actuar éticos en el mundo global desde la neuroeducación, aborda los nuevos discernimientos sobre el cerebro en relación con la cognición moral y espiritual a la luz de los últimos hallazgos en neurociencias, y afronta la confluencia entre ciencia y ética.

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Información

Año
2018
ISBN
9789587821635

Capítulo 1

La emergencia del saber y actuar éticos en el mundo global: aspectos de neuroeducación

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En temas éticos es necesaria la conciencia de tiempo

Proust acentúa la dimensión existencial del tiempo, y es precisamente ese el sentido que acojo para este capítulo, un tiempo expresado a través de experiencias que no disuelve ni aniquila la vida (1-158), sino que las imbrica en su historia, en el paraje, en las situaciones, en los recodos e intersticios de la memoria, en que pasado y presente se amalgaman. Un tiempo dinámico no inmerso necesariamente en la medición lineal o cronológica, más bien un tiempo sin márgenes señalados que permita navegar libremente sobre hechos y situaciones que interesa reconocer.
En este sentido del tiempo, la ética refleja la manera en que el mundo ha sido percibido, el lugar que las sociedades han ocupado en él, y ello explica por qué históricamente encontramos interés por la cuestión ética. En Occidente, el grueso de la filosofía moral está constituido por ideas surgidas en diferentes contextos sociales, culturales e individuales. Contamos con discrepancias y semejanzas sobre la cuestión que Sócrates ya planteaba en la Antigüedad acerca de cómo deberíamos vivir, expuesta ejemplarmente por Platón en la República. Desde entonces, preguntas sobre el sentido, el deber, la moralidad, la ética, la obligación, la educación moral, los derechos, el bien, el mal, lo divino y lo profano, en fin, muchos constructos humanos, han llenado páginas enriquecidas por la disputa, la negación, la contradicción y la innovación en la comprensión de estos aspectos de la condición humana. Normas, guías, preceptos e imperativos caracterizan la mayoría de las formulaciones éticas. En un entramado de nociones: autonomía, libertad, deber, legalidad, virtud, interés, dignidad, determinismo, justicia, etc., herederas de esta tradición, nos hemos acercado a estos territorios con gran incertidumbre sí, pero con la certeza de que somos una especie que en sus distintos modos de ser actúa moralmente, y estos actos entrañan consecuencias, conectan, dan sentido e interrogan la propia condición humana y, a su vez, muestran constructos de realidades que conforman la historia cultural de los pueblos.
En Oriente, por ejemplo, para el budismo, las cuestiones éticas no están relegadas a reglas de vida, en cuanto que concibe la realidad como una red de interconectividad:
La red de Indra, con su rejilla de cristales que reflejan otros cristales, transmite esta imagen. Nada está aislado ni puede separarse de ninguna otra cosa; de hecho toda la realidad es una. A diferencia de las religiones llamadas de libros sagrados, que se rigen según reglas de vida, impuestas por un ser superior que exige obediencia y castiga la desobediencia, en el budismo existe solo el imperativo de despertarse y ver la realidad tal como es. (Buss 480)
Las sugerencias del Buda para la vida son un indicador del camino, pero nadie está obligado a seguirlas, a menos que desee sentir menos sufrimiento. En el budismo, la persona que no entiende la verdadera naturaleza de la realidad se describe de diversas maneras tales como dormida o ebria; la meta es despertar o volverse sobrio.
En contraste, Wiredu y Gyekye, refiriéndose a las éticas africanas, sostienen que, mientras la ética budista sigue una comprensión de la realidad como una red, la ética africana parte de un concepto más profundamente sostenido de la naturaleza humana. Asimismo, afirman:
Podemos concebir la ética africana como un humanismo. Un proverbio tradicional del pueblo Akan del África occidental afirma “Es un ser humano lo que tiene valor” queriendo destacar tanto el valor primordial del ser humano como la importancia del compañerismo. En la Teoría ética del África occidental, la moralidad se define en términos de sintropía1. El comportamiento humano no es justo o bueno no porque se ajusta a un conjunto de reglas, sino porque construye en lugar de destruir. (192-197)
En esta concepción, comportarse de manera moral es hacerlo según nuestra naturaleza humana, que no se da en el vacío, sino junto a otros, y esos otros no solo son vida, sino también naturaleza medio ambiente-otras especies-recursos no renovables, entre otros. En este contexto, el sentido de red es tan vital que su rompimiento genera consecuencias catastróficas de la magnitud de los desastres que estamos viviendo agudamente desde el siglo pasado. La separación naturaleza-sociedad humana predomina en la cultura actual. La creación de artificios en todas las ciencias y el desarrollo de poderosas tecnologías han acentuado más esta separación. Si bien se ha conseguido bienestar en varios aspectos de la vida humana, y hay un patrimonio cultural innegable en conocimientos y aplicaciones, en el desarrollo humano entramos en déficit, dado que la creación material no ha ido aparejada a la inmaterial.
Para el tema que nos ocupa, la separación del mundo moral y físico patentizada por Kant en Crítica de la razón práctica (4-14) sigue siendo uno de los asuntos humanos de mayor relevancia. Pasamos, rápidamente, de un sentimiento de admiración por el crecimiento de las artes y las ciencias, al horror producto de la utilización interesada de ellos sin fines humanos altruistas. Feynman (citado en Wasserman) señalaba que
un sacerdote budista le dijo en Hawái que todo hombre, al nacer, recibe la llave del paraíso. Lo malo es que esa llave abre también las puertas del infierno. Le toca a él decidir cómo usarla; y si llegara a botarla para no caer en el infierno, se estaría resignando a no entrar nunca en el paraíso. Con esa parábola señalaba el hecho de que el conocimiento es neutral. Puede ser usado para bien o para mal, y la obligación de todos es usarlo bien. “Hay vasos comunicantes entre la ciencia y la moral”.
Los productos de las ciencias impactan los códigos de comportamiento, sobre todo en lo que tiene que ver con las explicaciones de las normas. Es incalculable el valor de la tradición para la comprensión del desarrollo de las sociedades. Mientras unos conocimientos se asientan y generan desarrollo, otros requieren ser abandonados por su inutilidad o cambiados por otros, que toman lugar hasta el momento en que la evolución misma marca su tiempo.
Sabemos bien que desde mediados del siglo XX cambiaron las estructuras y los modelos económicos impulsaron un desarrollo del capital cultural, humano y físico muy ligado al capital financiero. El despliegue de estas nuevas condiciones puso en un lugar privilegiado la producción de capital en términos económicos. En la formulación de proyectos, por ejemplo en el sector educativo, entra con fuerza la educación financiera, la importancia de ganar dinero, el impacto del apoyo social, el emprendimiento, el acceso a crédito, la medición de riesgos, los impactos, los beneficios del e-mentoring2 que congrega redes de jóvenes y mentores a nivel profesional, consideraciones sobre el mercado, modelos de empoderamiento, desarrollo de habilidades técnicas, conectividad, voluntariado, seguimiento, sostenibilidad financiera, responsabilidad social, construcción de conocimiento, confianza y capital social, políticas de ejecución, normas, productos y servicios que conduzcan al éxito.
Y como consecuencia de esto, una necesidad “impositiva” de actuar con la lógica del mercado, de garantizar productividad y eficiencia, que ha terminado por ejercer una tiranía sobre lo que en estos sectores se establece a través de indicadores de medición como importante, beneficioso, útil, rentable, oportuno, necesario, atrayente, financiable, aspectos que en las necesidades de conocimiento, desarrollo y formación humana integral no siempre se circunscriben al ámbito económico o científico propiamente dicho, sino que corresponde a instancias de producción donde la valoración es altamente cualitativa y cuyo fin práctico no es tan fácilmente cuantificable.
Así nuestro tiempo —el siglo XXI y tal vez los que siguen— está signado por las fuerzas económicas. Los modelos de desarrollo del capital propio de los países ricos y el consumo como su expresión más vívida es el que prevalece. Los modelos emergentes están y sobreviven sobrepasando sus propios límites. Adonde la mirada se posa Gobierno, instituciones, organizaciones, política, educación, la vida misma, etc., prima el imperio de intereses derivados del capital económico y una dictadura creciente del capital financiero con un costo social enorme que sufre el que no encaja en estas perspectivas. La ecuación competencia = progreso material es despiadada, pero es de resaltar que, a la par y con una fuerza creciente, surge la voz ética en el mundo.
Vemos un despliegue de fuerzas vivas con acciones diversas para contrarrestar este estado de cosas. Asociaciones nacionales y transnacionales, grupos, organizaciones no gubernamentales (ONG) y redes del sector público y privado, instituciones en todos los niveles de la educación, artistas, políticos, medios, comunicadores, gobernantes, activistas, líderes, académicos, en fin, un número creciente de interesados en “moralizar las actividades sociales” como lo señalaba Cortina (6-12) en 2009 en la Conferencia Inaugural del I Simposio de ética aplicada a la intervención social, ante la convicción de que es en una unidad de fuerzas que se pueden alcanzar logros significativos a nivel social atendiendo a las necesidades y formulando modelos sostenibles que incorporen cuestiones morales y éticas en su desarrollo. Sin embargo, y pese a estos esfuerzos, “la ética sigue siendo una asignatura pendiente”.

En qué sentido la ética es “una asignatura pendiente”

Aristóteles (185-186) caracterizó la ética como un “saber de lo práctico”, en contraste con los conocimientos de la ciencia, que los entiende “como lo que puede ser de otra manera” (183-184), es decir, lo que se puede controlar mediante el ejercicio de la voluntad o se puede modificar por el fruto de las circunstancias, el conocimiento o la evolución de las ideas. Para Aristóteles, el punto de partida de la acción es la elección, mientras que el de la elección es la inclinación y la razón para algo.
A partir de esto, la ética se puede considerar como un constructo humano fundamental, complejo, dinámico, cambiante e innovador, que guarda estrecha relación e interconexión con todas las esferas de la acción humana vital. En lo interno, como saber de lo práctico, es constituyente de la vida humana por cuanto prefigura desde un marco espacio-temporal un conjunto de creencias, convicciones, elaboraciones y realizaciones correspondientes a ese estar-en el mundo, que también es un resultado biológico-genético-evolutivo y cultural al que la biología molecular y la neurobiología han aportado comprensiones, no solo sobre estructuras micro y macro, sino también con un acercamiento a las funciones del cerebro que dan cuenta del pensamiento, las emociones, la facultad de conocer, los sentimientos, la moralidad y las experiencias extraordinarias que conforman parte del sentido moral de las acciones. En lo externo, es un saber de lo práctico, determinante de la esfera pública, conectado e interconectado sinérgicamente con estructuras que dan sentido al discurrir social, político, económico, científico, educativo, artístico, cultural, moral, jurídico, tecnológico y biológico, en sentido amplio.
Precisado lo anterior, cada época conforma los saberes de lo práctico mediante una trama y urdimbre de contextos e intencionalidades que caracterizan algún tipo de racionalidad, y las acciones prácticas son entonces una deriva de estas. Al respecto, se han identificado algunos rasgos compartidos por diversas culturas para orientar acciones prácticas, en el terreno político, moral, religioso, educativo, económico o cultural, que se exponen a continuación:
Son expresiones de un fin y, dependiendo del contexto, la enunciación se hará explícita o no.
Llevan a determinar qué debemos hacer para conducir nuestra vida de un modo bueno y justo (teniendo en cuenta las varianzas culturales de la acepción “bueno” y “justo”) o aceptable a nivel social y político.
Establecen determinadas pautas para la acción, relacionando los modos y los deberes que implica su realización.
Propician —en un contexto libre de coacción— un marco de elección racional y libre para tomar decisiones que provean mayor valor para la resolución de problemas en conjunto.
Son susceptibles de valoración y permiten cuestionar las pretensiones de validez de tal o cual interés.
En su dinamismo, adoptan el cambio y ayudan a contrarrestar la parálisis paradigmática.
Desde la perspectiva planteada, es necesario tener en cuenta que la afirmación “ética como asignatura pendiente” lleva de suyo una permanente indagación teórico-práctica, que puede describirse en un triple sentido: como posibilidad, como obligatoriedad moral, legal y social, y como reconocimiento. Cada una de ellas está conformada a su vez por un núcleo de problemas y de desarrollos investigativos, que alientan sendos proyectos disciplinares y multidisciplinares en la actualidad, tal como se i...

Índice

  1. CUBIERTA
  2. PORTADILLA
  3. PÁGINA LEGAL
  4. DEDICACIÓN
  5. CONTENIDO
  6. INDICE DE TABLAS
  7. INDICE DE FIGURAS
  8. PRÓLOGO
  9. INTRODUCCIÓN
  10. CAPÍTULO 1 LA EMERGENCIA DEL SABER Y ACTUAR ÉTICOS EN EL MUNDO GLOBAL: ASPECTOS DE NEUROEDUCACIÓN
  11. CAPÍTULO 2 HABLAN LAS NEUROCIENCIAS: NUEVOS DISCERNIMIENTOS SOBRE EL CEREBRO EN RELACIÓN CON LA COGNICIÓN MORAL Y ESPIRITUAL
  12. CAPÍTULO 3 CEREBRO ÉTICO-CEREBRO ESPIRITUAL: LAS INTERSECCIONES ENTRE CIENCIA Y ÉTICA
  13. CONCLUSIONES: LIDERAZGO MORAL Y ESPIRITUAL
  14. BIBLIOGRAFÍA
  15. CUBIERTA POSTERIOR