Reflexiones filosóficas, pedagógicas y curriculares del realismo pedagógico
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Reflexiones filosóficas, pedagógicas y curriculares del realismo pedagógico

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Pensar la educación desde los lentes del humanismo implica retornar, sin melancolías o desesperanzas, al fin último de la acción humana. Esto supone una plataforma de reflexión desde la filosofía porque se cuestiona su acción humana y su injerencia en la transformación de sí mismo y de la realidad; desde la pedagogía porque considera inalienable la idea de la formación del ser humano, de su educabilidad y de cómo orientar su actuar en el mundo, a través de la construcción de la identidad y del actuar, basados en la libertad y en la autonomía.

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Información

Año
2019
ISBN
9789587822038

Capítulo I

Reflexiones filosóficas sobre el realismo pedagógico

A propósito de la universidad de estudios generales

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LUIS FERNANDO BRAVO LEÓN1
Este texto es el fruto de la investigación auspiciada por el Departamento de Humanidades y Formación Integral de la Universidad Santo Tomás y desarrollada en el seminario docente del año 2017. La pretensión es mostrar que la universidad de estudios generales en sus notas características, en su misión, en su cultura académica y conforme a la idea fundacional y sus transformaciones en la modernidad y en los actuales desafíos de la universidad es todavía pertinente.
En el horizonte fundacional, en pleno siglo XIII, la universidad nace como una corporación de los hombres dedicados al saber. Este conjunto de personas hacen profesión de saber todo de todo y lograr la unidad en la diversidad, son hombres comprometidos con la idea de lograr una segunda naturaleza espiritual por el saber (philosuphus doctus), además de sistematizar el saber de artes, facultar contenido en los textos y una declaración-profesión de servicio para la salvación del alma (teología), del Estado (derecho) y el cuerpo (medicina). Ya en la modernidad, la universidad se organiza, por un lado, como organización de profesionales (Napoleón) y, por otro, en una universidad de ciencia e investigación (Universidad de Berlín). En ella, la ciencia newtoniana es el modelo y, por la razón, el ciudadano se hace autónomo y actor de los cambios que la sociedad reclama como ideal de libertad y como forma de organizar la sociedad. En el mundo contemporáneo pasamos de la universidad de élite a la universidad de masas y asistimos a la transformación hacia formas nómadas de universidad por cuenta de la inteligencia colectiva y las redes interconectadas. En estos contextos, la reflexión por el carácter general y universal de los estudios nos lleva a desatacar y comprender la manera de evolución de esta institución, y además permite actualizar la idea de los estudios generales, de la universalidad de la ciencia y de la complejidad de la formación en contextos de globalización y de redes de interconexión cultural, social y política.

Notas características de la universidad

Las notas características dan cuenta de la naturaleza de la universidad. Estas son: la universalidad, la autonomía, la corporatividad y la criticidad, notas que se han mantenido en la evolución histórica de esta institución. Comprender el significado de ellas en relación con los estudios generales es entender la profundidad y la pertinencia de esta reflexión.
La universalidad es la pretensión fundacional de la universidad, que se resume como las posibilidades de “volver sobre lo uno”, es decir, de abarcar la totalidad de los saberes de la época, y es la primera característica de la universitas. En el siglo XIII, los saberes unificadores son las artes, la teología, el derecho y la medicina, que pertenecen a las facultades superiores porque no permiten el debate diletante, y la filosofía, como facultad inferior en donde lo opinable es central. Son saberes con la autoridad del texto y, por tanto, deben abarcar la mayor cantidad de ciencias y artes, así:
Cuantas más disciplinas se conozcan y cuanto más profundamente se impregne una de ellas, más plenamente se captará la perfección de los autores (antiguos) y más claramente se los enseñará. Estos, gracias a la diacrisis, palabra que podemos traducir por ilustración o coloración, y partiendo de la materia bruta de una historia, de un tema, de una fábula, con la ayuda de todas esas disciplinas y de un gran arte de la síntesis y de la razón, hacían de la obra terminada como una imagen de todas las artes. La gramática y la poesía se mezclan íntimamente y abarcan toda la extensión del tema. Sobre ese campo, la lógica, al aportar los colores de la demostración, infunde sus pruebas racionales con el esplendor del oro; la retórica en virtud de la persuasión y del brío de la elocuencia imita el brillo de la plata. La matemática arrastrada por las ruedas de la cuadriga pasa sobre las huellas de las otras artes y deja en ellas con una infinita variedad sus colores y sus encantos. La física, habiendo penetrado los secretos de la naturaleza, aporta la contribución del múltiple encanto de sus matices. Por fin, la más eminente de todas las ramas de la filosofía, la ética, sin la cual no hay filósofos ni siquiera de nombre, sobrepasa a todas las demás por la dignidad que confiere a la obra. Estudia atentamente a Virgilio o a Lucano y cualquiera que sea la filosofía que profeses, comprobarás que puedes acomodarla a ellos. En esto, según la capacidad del maestro y la habilidad y celo del alumno, consiste el provecho de la lectura previa de los autores antiguos. Este era el método que seguía Bernardo de Chartres, la más abundante fuente de las bellas letras en la Galia de los tiempos modernos. (Le Goff 29-30)
Para el mundo moderno occidental, serían las matemáticas de corte cartesiano el principio de universalidad que supera la concretud de la cristiandad y la pérdida de unidad por efecto de las guerras de religión. La matematización, como posibilidad de cuantificación y de dar cuenta del invisible simple que explica el complejo visible, resume el propósito de estas nacientes ciencias. Este ideal se configura en universal por el carácter dominador de las sociedades en las que se desarrolla. La representación como intuición mental matemática y la disposición del mundo como transformación de la naturaleza permiten entender la necesidad de clasificación y de categorización de los fenómenos, junto con la constitución de sociedades del conocimiento, como las academias, y la intrínseca relación con las cortes y los proyectos ilustrados de la Europa del siglo XVIII.
La euforia de la Europa del siglo XIX, apoyada en la fe en el progreso y el desarrollo de la civilización, en el marco de la Revolución Industrial, generó una pretensión de unidad de la ciencia en su método y en su lenguaje, proyecto que se encarna en el positivismo decimonónico, pero también es en la Europa central en donde se comienza a revaluar este proyecto nomotético. Las discusiones en torno al sentido del saber histórico, de su pretendida universalidad, abren la posibilidad de pensar en las particularidades de las naciones y de poner en cuestión el proyecto universalizante de civilización. Por otro lado, y ya entrado el siglo XX, la teoría de la relatividad pone en cuestión el papel de la medición y sus relaciones con el punto de vista del observador, esto quiere decir que el espacio y el tiempo absolutos se relativizan. Además, las discusiones en torno a la luz como fenómeno físico y sus variantes en la explicación ponen en juego la perspectiva cuántica, en donde el espacio se hace virtual y el tiempo simultáneo.
Pero los sucesos más importantes en esta pérdida de fe en el progreso y en la ciencia vienen de los horrores de la Primera y la Segunda Guerra Mundial. La escuela de Frankfurt y la fenomenología husserliana ponen en cuestión el tipo de razón que dio origen a semejante suceso. Es este el contexto en el que los positivismos a ultranza son derribados (por lo menos en teoría) y quedan abiertas las posibilidades de métodos y de contextualizaciones culturales que rompan con las miradas unidimensionales de la ciencia, de allí las posturas hermenéuticas y complejas del saber.
En la actualidad está en discusión este concepto como consecuencia de la crisis de la razón y de las catástrofes del siglo XX. El paso de una episteme de la semejanza que tiene su énfasis en la autoridad del texto por cuenta de la Reforma protestante da paso a la episteme del orden, con una manera de relación, así:
Pues lo fundamental, para la episteme clásica, no es ni el éxito ni el fracaso del mecanismo, ni el derecho o la imposibilidad de matematizar la naturaleza, sino más bien una relación con la mathesis que, hasta fines del siglo XVIII, permanece constante e inalterada. Esta relación presenta dos características esenciales. La primera es que las relaciones entre los seres se pensarán bajo la forma del orden y la medida, pero con ese desequilibrio fundamental que consiste en que siempre se pueden remitir los problemas de la medida a los del orden. De manera que la relación de toda mathesis con el conocimiento se da como posibilidad de establecer entre las cosas, aun las no mensurables, una sucesión ordenada. En este sentido, el análisis va a alcanzar muy pronto el valor de método universal; y el proyecto leibniziano de establecer una matemática de los órdenes cualitativos se encuentra en el corazón mismo del pensamiento clásico; todo él gravita en torno a ella. Pero, por otra parte, esta relación con la mathesis en cuanto ciencia general del orden no significa una absorción del saber en la matemática, ni que se funde en ella todo conocimiento posible; por el contrario, en correlación con la búsqueda de una mathesis, se ve aparecer un cierto número de dominios empíricos que hasta entonces no habían estado formados ni definidos. En ninguno de estos dominios, o poco menos, es imposible encontrar rastros de un mecanismo o una matematización. (Foucault 63)
La segunda nota característica constitutiva es la corporatividad: es en el desarrollo de las ciudades medievales que las corporaciones se organizan como grupos de profesiones y como oficio organizado para el servicio del Sacro Imperio Romano Germánico. El oficio del intelecto se organiza en la universitas magistrorum et schollarum como conjunto de los hombres que se dedican al oficio del saber. De esta manera, encontramos universidades de estudiantes (Bolonia) y universidades de maestros (París, Oxford). Es la comunidad la que hace la institución.
Universitas significaba una comunidad o una asociación, un colegio o cuerpo constituido con miras a un fin determinado. En el Medioevo sigue teniendo este sentido de gremio, corporación y se aplica a todo cuerpo asociativo dedicado a un oficio, por ejemplo, la universitas mercantorum o gremio de los mercaderes. (Soto-Posada 401)
La necesidad de un proyecto común que unifique a la cristiandad frente a los peligros de la hambruna y la invasión hace de la universidad un proyecto político de unificación cultural y punto nodal para la constitución de Europa en su élite gobernante. Así, el reconocimiento de la universitas como gremio la hace el proyecto institucional más importante de la época medieval que ha logrado poner como énfasis el carácter comunitario del saber. Comunidad académica con una propia cultura y con un ritmo de tiempo anclado en la memoria como pasado y en el futuro como innovación, además de una jerarquía reconocida en la autoridad del maestro por ser docto en los asuntos del saber.
La autonomía es la tercera nota característica, quizás la más importante en la constitución y la preservación de la universidad como institución, y se reconoce como la jurisdicción de la universidad y su capacidad para darse sus propias reglas, que se concretan en la figura del rector. Además, se entiende como el derecho a huelga o de traslado (de esta manera nació Cambridge, de un traslado y una huelga de Oxford). Y en el sentido más importante, se entiende la autonomía como una forma particular de relación con el saber, cuyo privilegio está en la autoridad que da la enseñanza y la investigación.
En la modernidad, la moral del individuo es susceptible de generalizarse como imperativo categórico bajo la condición del sapere aude, consigna que impele a valerse del propio entendimiento y hacer un uso público de la razón, propuestas que han derivado en las contemporáneas teorías comunitaritas y universalistas de la ética y en los cuestionamientos al papel que juegan la ciencia y la técnica en la organización de la vida social. Sin embargo, esta colonización del mundo de la vida supone una indebida superposición que Gadamer plantea así:
Quien crea que la ciencia puede sustituir con su innegable competencia a la razón práctica y a la racionalidad política, desconoce la fuerza conformadora de la vida humana, que es la única capaz, a la inversa, de utilizar con sentido e inteligencia la ciencia como cualquier otra facultad humana y de garantizar esa utilización. (Gadamer, Verdad y método II, 228)
Es decir que la lógica instrumental en la que los medios están orientados a un predeterminado diseño no permite abordar la complejidad antropológica ni social. De esta forma, la verdad de lo humano, que es múltiple y diversa, no puede ser reducible a la primacía de un método.
La cuarta característica se concreta en el carácter crítico de la universidad. La criticidad es un atributo común, a diferencia de otras culturas en donde las castas sacerdotales y de adivinos tienen el privilegio del consejo y de la predicción. En el Occidente medieval se concr...

Índice

  1. CUBIERTA
  2. PORTADILLA
  3. PÁGINA LEGAL
  4. CONTENIDO
  5. PRÓLOGO
  6. INTRODUCCIÓN
  7. CAPÍTULO I REFLEXIONES FILOSÓFICAS SOBRE EL REALISMO PEDAGÓGICO
  8. CAPÍTULO II REFLEXIONES PEDAGÓGICAS SOBRE EL REALISMO PEDAGÓGICO
  9. CAPÍTULO III APROXIMACIONES CURRICULARES DESDE EL REALISMO PEDAGÓGICO
  10. CONCLUSIONES
  11. CUBIERTA POSTERIOR