Arte y hagiografía, siglos XVI-XX
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Arte y hagiografía, siglos XVI-XX

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Desde el inicio de la evangelización de lo que ahora se conoce como América Latina, el arte, en sus diversas manifestaciones, fue un medio vital para mostrar el cristianismo a las culturas originarias. Muy pronto, los frailes se percataron de que ese medio, para que tuviera respuestas, no podía ser unilateral, es decir, solo europeo, sino que tenía que incorporar el universo americano. Primero en sus formas, gustos y colores; después, con el surgimiento y crecimiento de las ciudades, a mediados del siglo XVI, fue incorporando la conciencia de la existencia de una nueva tierra, con hombres diferentes a los de España.

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Información

Año
2019
ISBN
9789587821864
Categoría
Histoire

Capítulo 1

Hagiografía y santidad dominica en el Perú virreinal, siglo XVII

RENÉ MILLAR CARVACHO*

La hagiografía como fuente histórica

La hagiografía es un escrito relacionado con la vida de un santo, y desde hace ya tiempo ha sido reivindicada como fuente histórica, después de pasar por decenas de años de cuestionamiento por la validez de la información que entregaba. Han sido los estudios de historia cultural y de las mentalidades los que han rescatado esta fuente, al mostrar las posibilidades que ofrece para conocer aspectos relacionados con el imaginario y las creencias religiosas de amplios sectores sociales de diversas épocas. A propósito, también la literatura y la lingüística han aportado lo suyo en este proceso de “reivindicación” de los escritos hagiográficos. En todo caso, esta valoración es hasta cierto punto reciente, en especial si se considera el desarrollo de la historia a partir del paradigma de la ciencia moderna y del positivismo.
El género hagiográfico fue experimentando cambios importantes desde su nacimiento, en la antigüedad tardía. Incluso, como lo ha destacado Norma Durán (2008), el uso de la palabra hagiografía para referirse a los relatos de vidas de santos antes de la temprana Edad Moderna es un anacronismo, pues recién aparece mencionada en la segunda mitad del siglo XVII, merced a la obra de los bolandistas1. En su evolución fue influida por la política centralizadora de la santidad por parte de la Iglesia, que al perfeccionar los procedimientos de canonización exigió que en el proceso se incluyera la “vida” del candidato. De esa manera, la hagiografía quedó directamente asociada a las etapas que llevan al reconocimiento oficial de una santidad y los textos hagiográficos podían incidir en los procesos al realzar la figura del candidato.
En ese proceso controlador de la santidad por parte de la Santa Sede, el papa Urbano VIII dictó varios decretos entre 1625 y 1642 referentes a los procedimientos en materia de canonización, dos de los cuales mencionaban de manera expresa las hagiografías. En uno se prohibía la impresión de libros que relataran hechos considerados como milagros relacionados con alguien fallecido que tuviera fama de santidad, que mencionaran revelaciones o que le otorgaran a alguien la denominación de santo sin que existiera una autorización oficial de la Iglesia al respecto. En el otro se exigía que los autores de ese tipo de libros hicieran una protesta escrita al comienzo y al final de la obra, en que indicaran que se atenían a lo establecido en el decreto anterior (Rubial, 1999, pp. 35-36).
Por esa misma época, los bolandistas, en respuesta al protestantismo, iniciaban su trabajo de depuración de las vidas de los santos, sometiéndolos a un proceso de verificación de su realidad histórica mediante un análisis crítico de las fuentes y publicando el resultado de sus trabajos. Esta labor fue reflejo de una inquietud al respecto en diversos círculos de la Iglesia, que terminaría influyendo en la elaboración de las nuevas hagiografías, las cuales tratarían cada vez más de asentarse sobre fuentes documentales verificables y de elaborarse desde un cierto espíritu crítico. Todo esto quedó de manifiesto en las hagiografías de los santos de la Contrarreforma, canonizados por la Iglesia en la primera mitad del siglo, como expresión de una propuesta espiritual renovadora (Leone, 2010).

La provincia de San Juan Bautista del Perú: hagiografías y autores

Aquellas orientaciones y características que, al tenor de la Contrarreforma, presentaban tanto las hagiografías como la santidad en la Europa católica, ¿se dieron también en el ámbito de la provincia dominica peruana, o en ese virreinato la Orden abogó por formas y modelos peculiares? El tratar de responder a dicho interrogante será el objetivo central de este capítulo. Pero antes detengámonos a precisar las fuentes y autores que consideraremos.
Ante el caso de Santa Rosa optamos por quedarnos con dos hagiografías: la de fray Juan Vargas Machuca, O. P., natural de España y religioso del convento del Rosario de Lima, escrita en 1653 e impresa en Sevilla en 16592, titulada La Rosa de el Peru, Soror Isabel de Santa Maria de el habito de el Glorioso Patriarca Santo Domingo de Guzman, credito desu Tercera Orden, lustre y Patrona de la alma Ciudad Lima, su Patria. La escogimos, a pesar de sus deficiencias literarias3, por tratarse de la primera hagiografía publicada sobre la virgen limeña, escrita por un religioso de la provincia y con el aval de sus autoridades, lo que permite suponer que responde, en cuanto al contenido, a opiniones respaldadas por la comunidad.
El autor era doctor en teología, definidor, maestro y procurador de la provincia en ambas curias —la papal y la del maestro de la Orden—, visitador y vicario provincial de los obispados de Trujillo y Panamá. En 1649 viajó a España, obteniendo de Felipe IV importantes privilegios universitarios para los dominicos. También estuvo en Roma gestionando asuntos relacionados con la elección de provincial. Al parecer, según Juan Meléndez, habría sido cronista de la provincia, pero no cumplió con el compromiso de escribir su historia (Medina, 1985, pp. 96-97).
Figura 1. Cachorro con una tea encendida en su hocico. Pasaje de la hagiografía medieval de Santo Domingo, donde su madre, antes del parto, soñó que la contemplaba este cachorro como un presagio de la predicación evangélica de su futuro hijo. Detalle del respaldo de una silla, siglo XVIII, Convento de Santo Domingo de Bogotá, Colombia
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Fuente: Diego Felipe Espinosa.
La segunda hagiografía escogida corresponde a la que publicó en Roma, en 1664, el padre Leonardo Hansen, también de la Orden de Predicadores, que en corto tiempo alcanzó numerosas ediciones en diversos idiomas, y que nosotros analizaremos a partir de la traducción realizada por fray Jacinto de la Parra y publicada en Madrid en 1668, bajo el título de La Bienaventurada Rosa peruana de S. Maria. De la tercera Orden de Santo Domingo. Su admirable vida, y preciosa muerte. Hansen, natural de Alemania, padre maestro, provincial de Inglaterra y colaborador del maestro de la Orden, escribió la obra a partir de testimonios del expediente de beatificación, cuando el proceso apostólico se encontraba en la última fase, con el objeto de contribuir al feliz término de la causa.
El libro no solo ayudó a dicho fin, sino que, además, alcanzó un éxito editorial notable. En gran medida, esos logros responden a la popularidad que alcanzó la figura de Santa Rosa, sobre todo a partir de su beatificación, y a las cualidades de la obra, bien escrita, sobria en sus formas, fácil y entretenida de leer, en su versión castellana. En ese aspecto, resulta difícil de medir el papel de los traductores, pero sin duda, en el caso de fray Jacinto de la Parra fue muy importante. Primero, por la calidad literaria que le imprimió a la traducción, por los agregados que le hizo al texto original y por asumir una autoría compartida de la obra, lo cual era bastante frecuente en la época.
Jacinto de la Parra era natural de Madrid y miembro de la Orden de Predicadores, en la que ocupó diversos cargos, en varios conventos de Castilla. Fue definidor de la provincia de España, teólogo real y calificador del Consejo de la Suprema Inquisición. Se desempeñó como censor, emitiendo numerosos dictámenes que circularon impresos (Díaz, 1994, pp. 574-578). Publicó varias obras de teología, en latín, pero sin duda la que más renombre le dio fue la de Santa Rosa. Esta, por ser obra de un miembro de la Orden cercano a la autoridad del maestro y contar con la participación de otro destacado dominico español, refleja una orientación del tema de la santidad en la provincia peruana que trasciende la opinión de los autores.
Para este trabajo también hemos utilizado la hagiografía que sobre Martín de Porres escribió fray Bernardo de Medina, cuya primera edición se imprimió en Lima, en 1673, en la imprenta de Juan de Quevedo y Zárate4. El autor, natural de esa ciudad, pertenecía a la provincia del Perú, en la que ejerció los cargos de regente de estudios del convento del Rosario, catedrático de teología moral en la Universidad de San Marcos y prior del convento de Santo Tomás de Huánuco. La favorable acogida que encontró la obra y el interés de las autoridades de la Orden por impulsar el proceso apostólico del hermano lego hizo que esta fuera reeditada en Madrid, en 1675.
Otra hagiografía que incluimos en nuestro análisis corresponde a la que escribió fray Juan Meléndez sobre Juan Macías como parte del tomo III de sus Tesoros Verdaderos de las Indias, publicados en Roma en 1681-1682 y que simultáneamente dio a conocer como obra independiente (Meléndez, 1681-1682). A primera vista puede parecer extraño que utilicemos una crónica conventual como la de Meléndez en este texto sobre hagiografías dominicas. Pero, como se ha indicado, la “vida” que escribió sobre Juan Macías tiene identidad propia, al igual que otras también incluidas en los Tesoros, lo cual se reafirma con la publicación separada que hizo de dicho escrito. Además, desde el punto de vista formal, corresponde inequívocamente a un texto de carácter hagiográfico.
Por otra parte, la utilización de la obra de Meléndez, cronista oficial de la provincia de San Juan Bautista, nos permite apreciar cómo el autor visualiza el significado de la figura de Macías en el contexto de la historia de la Orden en esas tierras. Juan Meléndez, natural de Lima, criollo, poseedor de una buena formación literaria, fue regente de estudios en los conventos de Cuzco y Santo Tomás de Lima, y visitador de varios otros. Dada su preocupación por la labor histórica, la Orden lo envió a España a recabar documentación para enriquecer la crónica que estaba preparando. Desde allí se trasladó a Roma a gestionar la causa de beatificación de Vicente Bernedo, cuya hagiografía había publicado en Lima en 1675 (Medina, 1960, pp. 290-292; Hernández, 2012, p. 252). Dicha obra también será considerada en este capítulo.

Objetivos, formas y métodos

Las hagiografías, por lo general, persiguen varios objetivos al mismo tiempo y las que analizamos no escapan a esa práctica. En primer lugar, quienes escribieron sobre estas personas lo hicieron como una forma de glorificar a Dios, “que siendo maravilloso en sus santos, quiere ser en ellos alabado”, según palabras de Bernardo de Medina5 (1673). En segundo lugar, se espera que la lectura de la obra genere un efecto de imitación de la vida del personaje, objetivo que se manifiesta de manera expresa tanto por los autores como por quienes avalan o autorizan la publicación, e idea que está presente en las cinco hagiografías que consideramos. Tanto autores como censores confían en que quien lea la obra en cuestión “experimente maravillosos efectos y movimientos interiores de espíritu” (Hansen, 1668, p. 378).
En relación con el hagiografiado, todos los textos pretenden influir de manera positiva en la oficialización de su santidad. Al momento de la publicación de las obras, las causas se encontraban en diversas instancias de tramitación, y con la circulación de aquellas se pretendía impulsar el proceso. La obra de Vargas Machuca sobre Rosa de Santa María, escrita en 1653, buscaba el apoyo del poder político, específicamente del rey y del Consejo de Indias, en un momento complejo de las relaciones entre Francia y España. Presentaba a Rosa como conciliadora en ese desencuentro y confiaba en que el monarca la apoyaría y así el Perú podría lograr “créditos en su criolla Lima, veneraciones en su patrona, y todos favor en su amparo” (Vargas, 1659, dedicatoria).
La obra de Hansen, como lo hemos indicado, se escribió en la etapa final del proceso apostólico para impulsar la beatificación de Rosa. Por otra parte, Meléndez elaboró la hagiografía de Bernedo entre 1664 y 1665, con el fin de impulsar el proceso ordinario, que recién se concluía a instancias del arzobispo de La Plata, fray Gaspar de Villarroel (Meléndez, 1675). Por su parte, Bernardo de Medina, en 1673, hizo lo propio respecto a Martín de Porres, buscando impulsar el proceso apostólico, cuya apertura había sido autorizada por Roma poco tiempo antes, situación a la cual se refiere en el capítulo final (Medina, 1673, ff. 24v y ss.).
Figura 2. La vestición de Santo Domingo por la Virgen María, Gregorio Vázquez de Arce y Ceballos. Óleo sobre tela. Firmado y fechado en 1690, Convento de Santo Domingo, Bogotá, Colombia
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Fuente: Diego Felipe Espinosa.
La exaltación de la Orden de Santo Domingo es otro de los objetivos perseguidos por los autores y lo explicitan de manera destacada, al punto de constituirse en uno de los elementos esenciales de estas hagiografías. La existencia de estos seres excepcionales está intrínsecamente relacionada con la Orden y la figura de Santo Domingo, de quien son aventajados discípulos6. Los autores tratan de dejar en claro que ...

Índice

  1. CUBIERTA
  2. PORTADILLA
  3. PÁGINA LEGAL
  4. NOTA
  5. CONTENIDO
  6. PRÓLOGO
  7. CAPÍTULO 1 HAGIOGRAFÍA Y SANTIDAD DOMINICA EN EL PERÚ VIRREINAL, SIGLO XVII: RENÉ MILLAR CARVACHO
  8. CAPÍTULO 2 LA PINTURA MURAL DE LOS CONVENTOS DOMINICOS EN LA NUEVA ESPAÑA (1530-1590). ENTRE EL BLANCO Y NEGRO DE LA ORACIÓN Y EL ROJO DE LA OPULENCIA: ABAN FLORES MORÁN
  9. CAPÍTULO 3 DE VENERABLE FRAILE DOMINICO A VENERABLE ANÓNIMO: LA FORMACIÓN Y DESARROLLO DE LA LEYENDA DEL DOMINICO DE LA PIEDAD, SIGLOS XVI AL XX: MARÍA FERNANDA MORA REYES
  10. CAPÍTULO 4 SAN JACINTO DE POLONIA EN LA AMÉRICA ESPAÑOLA: MARCELA CORVERA POIRÉ
  11. CAPÍTULO 5 LA REPRESENTACIÓN DE SANTA ROSA DE LIMA EN LA NUEVA ESPAÑA. EJEMPLOS DE LAS CATEDRALES DE PUEBLA, MÉXICO Y OAXACA: ERIKA GONZÁLEZ LEÓN
  12. CAPÍTULO 6 LA EMBLEMÁTICA DE LOS SIGLOS ÁUREOS EN LOS HOLÓGRAFOS DE SANTA ROSA DE LIMA: EMILIO RICARDO BÁEZ RIVERA
  13. CAPÍTULO 7 LO ANTIGUO Y LO NUEVO EN EL ARTE E ICONOGRAFÍA DEL RETABLO DE LA VIRGEN DEL ROSARIO EN COIXTLAHUACA, OAXACA: MAGDALENA VENCES VIDAL
  14. CAPÍTULO 8 RESTAURACIÓN DE LAS PINTURAS DEL SIGLO XVI DE LOS TEMPLOS DE SAN JUAN BAUTISTA COIXTLAHUACA Y SANTO DOMINGO YANHUITLÁN, ATRIBUIDAS AL PINTOR SEVILLANO ANDRÉS DE CONCHA: YOLANDA MADRID ALANÍS MAGDALENA CASTAÑEDA HERNÁNDEZ
  15. CAPÍTULO 9 BIEN MORIR E IDENTIDAD MESTIZA EN UNA REPRESENTACIÓN POTOSINA DE NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO, SIGLO XVIII: MARIANA C. ZINNI
  16. CAPÍTULO 10 LA GLORIFICACIÓN DE MARÍA COMO MADRE DE DIOS EN LA BÓVEDA DEL CORO ALTO DE LA IGLESIA DE MONJAS DOMINICAS DE SANTA ROSA DE LIMA EN PUEBLA: CRISTINA RATTO
  17. CAPÍTULO 11 CONSTELACIONES, ROSAS Y ESTRELLAS EN EL SERMÓN GUADALUPANO DE FRAY JOSEPH GEORGE ALFARO Y ACEVEDO (1758): MARGARITA FERNÁNDEZ DE URQUIZA
  18. CAPÍTULO 12 LA VIRGEN MARÍA DE TORCOROMA Y LA AUTÉNTICA INFORMACIÓN SOBRE SU APARICIÓN Y MILAGROS (1774): EUGENIO MARTÍN TORRES TORRES, O. P.
  19. CAPÍTULO 13 ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE UN PATRIMONIO PERDIDO: LOS EXVOTOS PICTÓRICOS DE LA ORDEN DE PREDICADORES EN MÉXICO: ELÍN LUQUE AGRAZ
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