1 Comprensión de la historia y la memoria
Las nuevas miradas de la comprensión de la historia y la memoria
Robert Ojeda Pérez
Introducción
El modelo historiográfico heredado del siglo XIX concebía la historia como una serie de acontecimientos que estaban plasmados en los documentos escritos (manuscritos o impresos). Sin embargo, con la aparición de distintas escuelas de pensamiento histórico, como por ejemplo, la escuela de los annales en Francia y las discusiones hermenéuticas de mediados de siglo XX sobre fuentes y escritura de la historia, fue posible la apertura a nuevos enfoques metodológicos y nuevos elementos para tener en cuenta en el estudio y recuperación de la información que no solo es de tipo documental.
La realización de proyectos de investigación en la recuperación e interpretación del pasado requiere de pasos previos que se deben tener en cuenta: me centraré aquí en la discusión de las fuentes documentales para la investigación histórica y posteriormente daré algunos lineamientos para la enseñanza de la historia.
Para poder hablar del problema de las fuentes en el desarrollo de la historia me permitiré tener en cuenta los siguientes puntos: primero, el uso de las fuentes primarias; segundo, el papel de la historia como herramienta política; tercero, hablaré sobre un nuevo enfoque para enseñar la historia y dejar atrás la crisis de un país en guerra; y, por último, sobre el proyecto de “Narrativas socio-culturales y (re)construcción de la memoria en Yopal”.
El objetivo que persigo con este escrito es hacer una reflexión tanto de la investigación histórica como de la enseñanza de la historia. Para ello, quiero recalcar la importancia de la formación de ciudadanos críticos en la reconstrucción de la memoria y de la identidad nacional, a partir de la comprensión del pasado. Haré, por consiguiente, un recorrido que comienza desde las experiencias que he tenido en los dos campos, a saber: el de la investigación y el de la enseñanza.
Uso de las fuentes primarias
En los momentos que he tenido la oportunidad de impartir la clase de “Historiografía” siempre me gusta preguntar a mis estudiantes: ¿qué entienden por hecho histórico? Y para llevarlos a la comprensión de este concepto después de haber escuchado múltiples significados y preconceptos, los remito a su día de cumpleaños para que reflexionen sobre la importancia y el alcance de su nacimiento en la historia de Colombia, probablemente en el siglo XX.
Uno de los historiadores más representativos del siglo XX se refiere al hecho histórico como una construcción realizada por el historiador, “inventado y fabricado mediante hipótesis y conjeturas, a través de un trabajo delicado y apasionante […]. Elaborar un hecho significa construirlo. Si se quiere, proporcionar la respuesta a un problema” (Febvre, 1982, pp. 38-39). En esta medida, los nuevos enfoques de la historia no consisten en enumerar las causas y las consecuencias de los hechos, ni estar centrados en la objetividad, como se los hago saber a los estudiantes.
Posteriormente los remito a que busquen toda clase de información sobre el contexto de lo que pudo haberse registrado en su día de nacimiento por parte de los medios de comunicación, y si es posible de algunos otros documentos que se puedan ubicar en su búsqueda. Lo que se persigue con esto es que ellos mismos problematicen desde su presente las acciones del pasado.
Más allá del ejercicio sobre la comprensión y contextualización, la pregunta que se puede hacer el estudiante es ¿puedo ser parte activa de la interpretación del pasado para comprender el presente? ¿Puedo trascender en la sociedad en la que yo vivo?
“Tras entender el hecho histórico como una construcción desde una ‘historia problema’ y redimensionar las nociones propias de objetividad y verdad, la ciencia histórica otorga un nuevo lugar a la noción de interpretación” (Herrera, 2009, p. 57). Después de esto los llevo a reflexionar sobre ¿cuáles deben ser considerados como acontecimientos históricos, si la historia es un discurso no acabado? Los estudiantes reflexionan sobre el presente y el futuro que alimentan nuevas lecturas sobre el pasado y cómo ellos pueden ser partícipes, pero entonces, ¿cuál es el papel de la memoria?
La memoria es producto de una relación dialéctica entre el recuerdo y el olvido. Es una supresión de elementos para poder conservar otros en la medida en que nos es imposible recordarlo todo. Por lo tanto, la memoria resulta de una selección. Forzosamente unos elementos son conservados para que otros sean progresivamente marginados, hasta que se olviden del todo (Todorov, 2000).
En ese proceso de selección de lo que se quiere recordar juega un papel fundamental el presente (Ricoeur, 2003), ya que la acción de seleccionar está condicionada por el presente, en la medida en que se le da un uso en la actualidad a lo seleccionado. Igualmente pasa con lo olvidado, a lo que no se le reconoce utilidad en el presente (Barbosa, 2001).
En este sentido, la memoria es una operación simbólica, ya que la narración en la que se constituye la memoria al rescatarla desde el presente no está constituida por relatos factuales de hechos escuetos, sino que se trata de relatos de construcción de identidad: “[…] las memorias documentan una manera de pensar propia de un grupo en un momento determinado” (Barbosa, 2001, p. 108). La correlación entre memoria y olvido se conecta con la posibilidad de hacer consiente el recuerdo dejado en el olvido por percepciones sensoriales inesperadas. Este hecho se nos ilumina de una forma más clara con las nociones de memoria presentadas por Marcel Proust en su obra En busca del tiempo perdido (2000) y en las reflexiones que al respecto hace Walter Benjamin (2001).
Dentro de ese juego dialéctico entre lo que se recuerda y se olvida se presenta la memoria silenciada que se opone a la memoria oficializada (Barbosa, 2001). Las conmemoraciones sin duda hacen parte del poder político y este tiene un papel primordial en el dominio del tiempo. Las conmemoraciones hacen su propia construcción del acontecimiento y su valoración pública: “Lo que lleva a los detentadores de ese poder a ser públicamente los dueños de su propia creación” (Barbosa, 2001, p. 111).
Existen dos tipos de memoria: la literal, que es el acontecimiento recuperado sin ver su significado, sin ir más allá de sí mismo, y la memoria ejemplar, que sin negar la singularidad del suceso, utiliza su recuerdo para comprender situaciones nuevas con agentes diferentes. En esta se construye un ejemplo y se saca una lección, es una memoria liberadora (Todorov, 2000).
Los medios dentro de este panorama se convierten en guardianes de la memoria social cuando incluyen determinadas conmemoraciones como acontecimientos periodísticos. Y son una estrategia generadora de significado para estas conmemoraciones. Ejemplo de esto fue la relación entre la Red Globo Televisión y la fecha de conmemoración del descubrimiento del Brasil. Fue promotora del redescubrimiento del Brasil y de su refundación (Barbosa, 2001).
La retórica periodística de la conmemoración logra materializar la memoria del acontecimiento que se difunde como espectáculo. Los medios con las ediciones especiales y con las conmemoraciones se piensan como promotores de la identidad nacional y local y del sentido pedagógico del gesto conmemorativo (Barbosa, 2001).
El medio de comunicación es una especie de documento histórico regido por las condiciones de veracidad necesarias para los documentos-monumentos de la memoria. Pero es la memoria de lo excepcional, ya que eso es lo que buscan los medios: mostrar acontecimientos excepcionales. Los medios ayudan a difundir los lugares de la memoria. En ese presente volátil y acelerado se crean santuarios de la memoria. Mediante esa creación produce la ilusión de preservar el pasado, como símbolo de reconocimiento y pertenencia de un grupo a una sociedad. En un mundo en el que no hay memoria espontánea, sería necesario registrar profusamente el presente y al mismo tiempo, recordar a cada instante el pasado. Los medios redescubren un hecho, lo descubren como excepcional (Zapata, 2013). Los medios se convierten en guardianes del flujo del tiempo al conectar el pasado con el presente (Barbosa, 2001).
Las preguntas que un historiador se hace en su presente y las transfiere al pasado son distintas en cada momento y dependen de muchos enfoques, intereses y problemas que quieren resolver en la comprensión de la sociedad en la actualidad. De esta manera, hay que tener en cuenta que las dinámicas sociales y humanas son distintas y cambiantes en el término de los tiempos. En esa medida, la sociedad y los historiadores pueden permitirse olvidar en algunos momentos algunos pasajes de la reconstrucción del pasado.
A propósito de la comprensión, siguiendo a Hanna Arendt, esta señala que para comprender una sociedad múltiple, se necesita una comprensión que sea capaz de ver sus diferentes rasgos, que sea diversa y mutable, para poder sentirnos en armonía con el mundo. Sin embargo, para Arendt, entender el mundo no es algo activo, que contenga dentro de sí algún tipo de movimiento, pero sí es lo que puede producirse por medio de la reflexión, que llegue a generar algún movimiento: “[…] la comprensión no tiene fin y por lo tanto no puede producir resultados definitivos” (Arendt, 1995, p. 30).
Por ejemplo, a propósito del Bicentenario, dentro las reflexiones que se estuvieron haciendo en el caso particular de la historia de la Independencia, los historiadores manifestaron en el último Congreso de Historia de Colombia que se debían abordar otros personajes y otras miradas sobre el proceso de la Independencia, pero muy pocos historiadores pudieron presentar novedades historiográficas en cuanto a consulta de archivo se refiere. Bien lo señala José Darío Herrera al hacer una lectura juiciosa de Le Goff:
[…] que la intervención del futuro en las reinterpretaciones de la historia se relaciona directamente con los métodos y técnicas de trabajo del historiador. El reto que enfrentan los historiadores para construir problemas y hechos históricos pasa por la permanente vigilancia a los conceptos y esquemas con los que regularmente operan. (Herrera, 2009, p. 59)
Lo que quiero enfatizar aquí es que a medida que ha pasado el tiempo, los intereses de consulta y las preguntas a los documentos han cambiado, no siempre se utilizan los mismos documentos, o en ocasiones sí se usan los mismos, pero se les realizan otras preguntas y se establecen otros problemas, lo cual hace que los historiadores acudamos algunas veces a la misma fuente pero con otras preocupaciones de investigación, o por el contrario, se consulten otras fuentes desde otros marcos de interpretación.
Por ejemplo, en el siglo XVIII la descripción en las fuentes y en los documentos era casi que poética y extremadamente literaria, los investigadores utilizaron esas fuentes en el Siglo de las Luces para hacer descripciones de tipo costumbrista que se impusieron a comienzos del siglo XIX, es decir, las preocupaciones eran otras, por lo tanto, el uso de las fuentes fue distinta, eso obliga a que el investigador deba seleccionar el material de trabajo.
Ya en pleno siglo XIX y por influencia de Ranke, uno de los impulsores del positivismo en la investigación histórica, se motivaba a que los trabajos estuvieran cargados de una búsqueda exhaustiva por la verdad en el documento; por tal motivo, estos investigadores de esa época debían interpretar el hecho histórico como realidad aséptica y objetiva. Señalaban que para hacer historia bastaba con dejarse llevar por los documentos. Es así que se renunciaba a la interpretación. Por el contrario, para el siglo XX, los hist...