Mujeres empresarias colombianas
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¿Cómo se llega al éxito?

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¿Cómo se llega al éxito?

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A través de la historia, las mujeres han sido relegadas a un segundo plano e invisibilizadas. El Estado y la sociedad las han visto únicamente como reproductoras y proveedoras sexuales, responsables de los oficios del hogar y la crianza de los hijos, pese al papel que han desempeñando, en distintos roles, a la par con los hombres. Han sobresalido en diversos campos (científico, cultural y político) y ocupado altos cargos, tanto en organizaciones públicas como privadas. También, han participado activamente en los sectores económicos (primario, secundario y terciario), como empleadas en niveles inferiores o mediante sus emprendimientos empresariales, con lo cual han contribuido a la generación de riqueza y bienestar a la sociedad. Los aportes de las mujeres al desarrollo de los países son significativos: en el ámbito internacional, han fundado y son propietarias, sobre todo, de empresas micro, pequeñas y medianas, aunque también de grandes, como lo demuestran diferentes investigaciones y publicaciones, aun cuando falta documentar más sobre su papel de empresarias.

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Información

Año
2017
ISBN
9789585400245
Categoría
Business

Capítulo 1.
Luz Mary Guerrero Hernández, Servientrega S. A.1

Mi aprendizaje ha sido producto de escuchar: he escuchado con respeto a los maestros que me han dado la vida, mis padres, profesores y jefes; además comparto con gente mayor, quienes poseen la sabiduría y mayor trayectoria que la mía; aprendí a respetar por edad, dignidad y gobierno. También he aprendido por el método de la observación: observo el comportamiento de los seres humanos, la sabiduría de los animales, la tranquilidad de las plantas, la creatividad de los artistas, la expresión de los actores. Viajando he asimilado culturas, comportamientos de los mercados, formas distintas de realizar negocios, evoluciones tecnológicas, infraestructura, etc.
Luz Mary Guerrero Hernández, (Comunicación personal,
Bogotá 15 de junio de 2002)

Luz Mary Guerrero Hernández

Luz Mary Guerrero Hernández

Luz Mary Guerrero Hernández

Luz Mary Guerrero Hernández

Luz Mary Guerrero, quinta entre los hijos de Concepción Guerrero y Rosa Helena Hernández, personas humildes, campesinas, sin estudios, nació el 4 de agosto de 1960 en Piranguata, una vereda del municipio de Jenesano. Heredó de ellos su fortaleza y, sobre todo, su decisión y coraje para enfrentarse a condiciones adversas. Sus primeros años los vivió en una finca pequeña que le había dejado la abuela a su madre,
[…] en la que sus recuerdos de infancia quedaron para siempre enredados en torno a una misérrima casa del páramo, un rancho de paredes de barro y piso de tierra, colgado como una jaula sobre el valle de Jenesano (Boyacá), donde ella y sus hermanos crecieron como flor silvestre. (Mendoza, 2000, p. 1)
De esa época, recuerda, no sin cierta nostalgia, el trabajo arduo del campo, disperso en quehaceres múltiples, propios de las comunidades preindustriales:
[…] cuidar a los niños, llevarlos al pozo a bañarlos, cocinar. Si mi papá iba a Jenesano, a Ramiriquí o a Tibaná, debíamos cuidar las ovejas, los perros, las gallinas, la huerta [...] entonces, siempre nos la pasábamos entre la vida del estudio y la vida del trabajo. (Luz Mary Guerrero Hernández, comunicación personal, Jenesano, Boyacá, 6 de abril de 2002)
Conserva el recuerdo grato de la bondad de los padres hacia ella y de sus hermanos, pero, también, el de la severidad y el trato fuerte recibidos. Sus impulsos infantiles y juveniles se desarrollaron bajo la supervisión maternal, en tanto que las obligaciones caseras estuvieron sujetas a la mirada del padre, cuya formación militar impuso una alta exigencia. Este último llevaba un cuaderno de calificaciones donde registraba cómo Luz Mary se portaba en la casa con los hermanos, en la escuela y frente a los oficios asignados. Hecho el balance de esta “contabilidad moral hogareña”, Luz Mary y sus hermanos recibían premios, como ir los sábados a la casa del tío Silvino a amasar pan para vender el domingo y llevar las cosechas a Tunja o a Bogotá, lo cual les implicaba madrugar, vender, desayunar y devolverse muy temprano a la finca. Luz Mary aprendió la lección del valor del tiempo:
La disciplina, tanto de mi mamá como de mi papá, fue de ejemplo, pero muy exigente. A uno no lo le quedaba tiempo para jugar, siempre mi papá nos ponía tareas arduas, que duraban desde las cinco de la mañana hasta las diez de la noche, y si nos sobraba un tiempito, era para regar o quitarles la hojarasca a las matas [...] pero no estaba en su mente dejarnos demasiado tiempo libre, siempre estábamos ocupados, estudiando, enseñándole a los hermanos. E igual mi mamá. Desde muy pequeños nos enseñó a cocinar para la numerosa familia y [para los] trabajadores; preparar las arepas y los envueltos, servir la comida, arreglar la casa, mantener los jardines, lavar la ropa, planchar —aquí se planchaba dejando la ropa debajo de la estera; más adelante, con la plancha al carbón—; siempre nos dieron esa responsabilidad de ser autogestionarios y de hacerlo todo. En nuestra vida empresarial también hemos realizado todas las tareas. (Luz Mary Guerrero Hernández, comunicación personal, Jenesano, Boyacá, 6 de abril de 2002)
Sollozante, también recuerda a uno de sus mejores compañeros (partner), un hermano quien murió a los trece años. Con él, desde las tres de la mañana, se desplazaba a pie hasta Tibaná y Ramiriquí, a vender los terneros, las ovejas y las gallinas. Para más tarde, a eso de las seis de la mañana, cuando llegaban sus padres, ya habían negociado y les tenían el dinero. Ha tenido la experiencia del fallecimiento de dos hermanos, pero de quienes siente la compañía de los ángeles. Con el fin de afrontar los desafíos impuestos por la familia, continuó viajando sola a comercializar el ganado; también se ocupaba de extender los costales, con las frutas y las verduras para la venta al detal el día del mercado (Luz Mary Guerrero Hernández, comunicación personal, Jenesano, Boyacá, 6 de abril de 2002).
Así, transcurrió su niñez entre sembrados y fincas; correteando descalza y saltando como una liebre, de día y de noche, sin temerle a los perros, al silbido del viento, a las culebras o la oscuridad; desafiando la niebla y el frío; compitiendo con sus hermanas, jugando a ser ganadera con los ratones, a las muñecas con tusas de maíz y pequeñas calabazas; soportando, con resignación, los castigos: “Aquí nos daban palo [...] nos enseñaban, primero, con el ejemplo y, segundo, de una manera ruda” (Luz Mary Guerrero Hernández, comunicación personal, Jenesano, Boyacá, 6 de abril de 2002). Así, en una típica sociedad campesina de la que era parte, Luz Mary recibió una orientación efectiva y decisiva al quehacer; se ocupaba de las necesidades constatadas sin importar la demarcación entre trabajo y vida, o que las relaciones sociales y las de trabajo estuviesen entremezcladas. Con jornadas en las que el tiempo se alargaba o se contraía, de acuerdo con las necesidades, interiorizó la importancia del trabajo regulado, pero también la del trabajo polivalente y múltiple.
El entorno educativo de Luz Mary Guerrero
En la escuela de Piranguata aprendió sus primeras letras, pero debido al traslado de su papá y de su mamá a la vereda Paeces Alto, por adquisición de la finca La Hacienda, continuó sus estudios en esta vereda, que le dejó el recuerdo imborrable del sometimiento a la puntualidad escolar, pues debía levantarse temprano y recorrer, a pie, un trayecto considerable, en el que se gastaba aproximadamente una hora. Más tarde, cuando cumplió 7 años, su papá le regaló el primer par de zapatos, porque antes solo usaba alpargatas; fue un día de felicidad, de los tantos que guarda en su memoria, pues en ese tiempo pocos niños campesinos podían darse el lujo de estar calzados. Igualmente, recuerda que era una buena practicante del baloncesto, deporte que le permitió descubrir su capacidad de líder.
En la escuela, se destacó por su espíritu conciliador, al ayudar a evitar las constantes riñas escolares entre sus compañeros. Evoca gratamente las travesuras de su primo Julio Daza, sobre quien ejerció la tarea de “tutora”, camino de la escuela hacia la casa de su tía, pues “casi siempre le daban una paliza, porque era demasiado inquieto”.
Cuando Luz Mary empezó a estudiar la secundaria en el colegio, ya vivían en la finca El Bosque, pero la distancia a Jenesano era igualmente grande. Siempre bajo la guía paterna, cada mañana salía con sus hermanos, a las cinco de la mañana, siguiendo el paso militar del padre, muy rápido y ágil, para luego regresar a casa, en la tarde. El trayecto se suavizó cuando don Concepción se asoció con un señor llamado Buenaventura, que transportaba leche desde esta región hacia Bogotá, y luego los llevaba a Jenesano, en el camión en el que acarreaba este producto.
Como no podían, en la misma jornada, volver a la finca a almorzar y, luego, regresar al colegio, don Concepción decidió mandarles comida en una olla, que calentaban en la casa de un conocido en Jenesano, el señor Serafín Soler. Sin embargo, y debido a las molestias que esto causaba, resolvió contratar la alimentación con su esposa, Teresa de Jesús Salcedo, amiga de la familia Guerrero Hernández. Cuenta la señora Teresa que cuando Luz Mary, Jesús y Eugenio entraron a estudiar en el Colegio Comercial, ella y su esposo les daban el almuerzo por mensualidades y, en muchas oportunidades, alojamiento nocturno en la casa, especialmente en épocas de exámenes (Teresa de Jesús Salcedo, comunicación personal, Jenesano, Boyacá, 6 de junio de 2002).
El tiempo que vivió en el colegio de Jenesano, entre 1974 y 1979, representó para Luz Mary Guerrero otro de sus mejores momentos vividos. Atrás iba quedando la época de pobreza y estrechez económica, a tono con una situación familiar de mayor holgura. Afirma ella que esos años de adolescencia fueron una etapa de irreverencia, de rebeldía y de afianzamiento de sus cualidades de líder, que ya había empezado a mostrar en la escuela, cuando organizó el primer equipo de baloncesto, o cuando promovió, junto con sus compañeros de clase, una huelga para que implantaran el bachillerato completo.
Al llegar al bachillerato, pese a su baja estatura, la designaron, capitana oficial del equipo de baloncesto del pueblo, por su rapidez y su astucia para disputar el balón. Al poco tiempo, no solo se dio a conocer en Jenesano, sino también en Ramiriquí, Tibaná, Turmequé y Nuevo Colón. Era ella la que recibía los trofeos y las flores. La niña campesina de Piranguata era el orgullo del pueblo. Además de pertenecer al mejor equipo de baloncesto de la región, resultó buena competidora en salto largo y carreras de cien metros. Y aún le quedaba tiempo para sembrar árboles a la orilla del río y organizar melcochas bailables. No había nada que hacer, estaba hecha para mandar (Mendoza, 2000).
Su rebeldía la manifestó en el colegio con algunos profesores, con quienes discutió por su desacuerdo con los métodos de enseñanza y el trato dado a los estudiantes; esto llevó a las directivas del plantel a sancionarla con matrícula condicional en dos ocasiones, por desacato a la autoridad. En palabras de Luz Mary, “Cuando las cosas no se dan hay que adoptar medidas de choque. Toda mi vida ha sido así” (Luz Mary Guerrero Hernández, comunicación personal, Jenesano, Boyacá, 6 de abril de 2002). Esta forma de actuar emergió nuevamente cuando decidió, con otros compañeros, que su grupo tenía que ser el primero en salir como bachiller y no quedarse hasta el grado cuarto, como les había tocado a los demás:
[…] nos pusimos muy juiciosos en la parte académica, nos recuerdan como una de las mejores promociones de bachilleres comerciales, muy dedicados a mejorar la parte física del colegio; hacíamos melcochas bailables, chocolate bailable [...] todo para lograr que el colegio cumpliera las especificaciones físicas y técnicas que exigía el Ministerio de Educación [...]. Por alguna razón, el Ministerio no fue a calificarnos para aprobar hasta el sexto de bachillerato. Conformamos grupos: unos elaboraron carteleras, otros consiguieron los candados, y cerramos el colegio desde las cinco de la mañana. Formamos una hecatombe, al no permitir el ingreso del personal administrativo ni académico, hasta que llegaron del Ministerio de Educación a cambiarnos el rector y a calificarnos. Gracias a ello, somos los primeros bachilleres denominados Clásicos del Centro de Educación Media Comercial y Clásica de Jenesano.
Para graduarnos en cuarto grado de bachillerato, nos tocó realizar la ‘tesis’ y alfabetizar; siendo tan riguroso el control en casa, mi padre viajó a Tunja a conseguir un permiso especial para que alfabetizara en la vereda; allí me correspondió colaborar con mis compañeros de escuela que no pudieron ir al colegio. Con el fin de obtener el diploma de bachiller, debimos arborizar la ribera del río. Por iniciativa, con nuestros compañeros de la primera promoción de bachilleres creamos la Asociación de Exalumnos de Jenesano (Asejen), a través de la cual se ha logrado, con el apoyo público y privado, garantizar el cien por ciento de la educación gratuita para todos los habitantes e instalar el primer centro interactivo inteligente de educación. (Luz Mary Guerrero Hernández, comunicación personal, Jenesano, Boyacá, 6 de abril de 2002)
Los años de colegio fueron, como se aprecia, una escuela imborrable de práctica del liderazgo, de acción comunitaria solidaria y, sobre todo, de protección a la naturaleza, pero también de despertar de los sentimientos. Lo normal en esa época era que los adolescentes del pueblo o del colegio se enamoraran entre sí. Este no fue el caso de Luz Mary, quien, deseándolo, encontró que su papá no se lo permitía:
Mi papá casi nunca nos daba permiso de ir a nada, por ahí una en mil [...]. Solo algunas veces nos permitió ir a un teatro, a un paseo; para dejarnos ir a los campeonatos era muy difícil, nos medía el tiempo. Yo me acuerdo una vez de un campeonato entre Ramiriquí, Tibaná y Jenesano, al cual fuimos con la condición de que, terminado el partido, saliéramos directo a casa. Pues resulta que, finalizado nuestro partido, nos quedamos a observar el de los muchachos y llegamos tarde a casa. Como mi papá nos tenía medido el tiempo, averiguó a qué horas terminó y, al darse cuenta del retraso, le dio una paliza durísima a mi hermana Pury [...]. Porque esa era la ley: “Si yo les doy permiso, van a su partido de básquetbol y regresan de inmediato. Punto. No necesitan ver el otro partido”. (Luz Mary Guerrero Hernández, comunicación personal, Jenesano, Boyacá, 6 de abril de 2002)
El paterfamilias era, el representante supremo del sistema de premios y castigos, sanciones y recompensas, pero también de oportunidades.
Del campo a la ciudad
Terminada la se...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Página legal
  4. Contenido
  5. Agradecimientos
  6. El reto de ser mujeres empresarias
  7. Introducción
  8. Capítulo 1. Luz Mary Guerrero Hernández, Servientrega S. A.
  9. Capítulo 2. Gigliola Aycardi Batista, Bodytech
  10. Capítulo 3. Beatriz Fernández Fernández, Crepes & Waffles
  11. Capítulo 4. Silvia Tcherassi Solano, Alta Moda
  12. Capítulo 5. Luz Adriana Neira Cifuentes - Fundación Doctora Clown