Calidad de vida en la vejez
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Calidad de vida en la vejez

Propuesta metodológica y teórica para su caracterización

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Propuesta metodológica y teórica para su caracterización

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La pregunta por el valor de la vejez y por el bien vivir en esta etapa de la vida ha recorrido la historia de la cultura humana. Desde Cicerón, quien se preguntaba en la Roma republicana por las claves del cómo envejecer con dignidad, hasta las investigaciones de la premio nobel en medicina Rita Levi-Montalcini, quien demostró con su trabajo que nuevas reconexiones neuronales se forman constantemente en la edad adulta y la vejez, lo que les permite a las personas alcanzar logros que, en la juventud, les serían imposibles. Pero este constante preguntarse y responderse por el buen envejecer implica en sí una pregunta más profunda, la pregunta por el buen vivir y el buen morir. En la época moderna, estos interrogantes los hemos traducido en una pregunta no tan filosófica, pero sí más pragmática: la pregunta por la calidad de vida.

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Capítulo 1. Vejez, envejecimiento y calidad de vida
Hablar de envejecimiento, vejez y calidad de vida en el ámbito de las sociedades modernas es una tarea que requiere aclarar y definir algunos conceptos. Es importante delimitar dos niveles de discurso cuando se habla de vejez y envejecimiento: uno general, que trata de las sociedades, y otro particular, que se refiere a los individuos. Para los dos ámbitos, el término vejez es una categoría descriptiva de un estadio del ciclo vital y el envejecimiento se centra en la descripción de un proceso. Esta aclaración facilita la comprensión de la propuesta aquí planteada para describir el envejecimiento con calidad de vida.
1.1 Vejez y envejecimiento
Desde los tiempos de la Grecia antigua se ha ofrecido a Occidente una comprensión particular sobre la multitud de actitudes y cambios de roles, atributos y expectativas de las personas mayores, a través de los diferentes modelos culturales que jerarquizaban las edades del individuo y las capacidades propias de cada edad.1 En la antigüedad clásica, la vejez era concebida desde dos visiones filosóficas. Por un lado, una completamente negativa representada por Aristóteles, quien señalaba que la senectud era sinónimo de deterioro y ruina, y por Séneca, quien afirmó que la vejez era una enfermedad incurable. La otra visión era la de Platón y Cicerón, y planteaba que la vejez traía consigo el dominio de las pasiones y que el viejo era respetado en tanto mantenía su autoridad y el respeto sobre los suyos. Ciertamente, Aristóteles y Séneca presentaban una imagen negativa de la persona mayor, destacando a estas personas como dignas de compasión social y calificándolas como personas desconfiadas, inconstantes, egoístas y cínicas.
A diferencia de Aristóteles, Platón expuso en La República2 diferentes aspectos positivos del envejecimiento, adoptando una postura de respeto y de elogio hacia la vejez. Cicerón, en su De senectute,3 defendió la vejez y las capacidades intelectuales de las personas mayores, describiéndolas como personas dignas, que pueden alcanzar la prudencia, la discreción, la sagacidad y el juicio.
Estas visiones filosóficas han participado en la construcción de representaciones sociales y estereotipos, tanto positivos como negativos, que hoy en día se tienen de la vejez, debido a que han dotado de sentido el papel que las personas mayores han tenido en la sociedad.
Hoy en día prevalecen algunas visiones negativas de la vejez, dándosele más peso a las nociones de belleza, salud y eterna juventud, que se convierten en la base de los valores de nuestra época; sin embargo, empiezan a emerger nuevas visiones positivas de la vejez.
En las sociedades modernas, se concibe que desde que se nace envejecemos y que el envejecimiento individual es aquel proceso natural, lento y paulatino que viven los seres humanos, desde el nacimiento hasta su muerte.4 El envejecimiento constituye un proceso fisiológico, que comienza desde la concepción y que, para la oms, se caracteriza por el deterioro progresivo y generalizado de las funciones, lo que produce una pérdida de respuesta adaptativa al estrés y un mayor riesgo de sufrir enfermedades relacionadas con la edad.5
El envejecimiento es, pues, el proceso de acumulación de eventos que progresivamente aumentan la probabilidad de morir y está relacionado con un declive progresivo, con la edad, con un deterioro de las funciones fisiológicas, procesos específicos inevitables e irreversibles relacionados con la edad, que aumentan la vulnerabilidad del individuo al estrés ambiental y a la enfermedad.6
Desde el enfoque del ciclo vital, se considera el envejecimiento como un proceso integrado dentro del conjunto de la trayectoria humana, en el que intervienen factores importantes que están ligados al paso del tiempo y al contexto cultural al que pertenecen.7 Paul Baltes8 planteó que el desarrollo es un proceso que se da a lo largo de la vida, desde la concepción hasta la muerte, entendiendo que ningún período de vida tiene más importancia que otro. Para él, el desarrollo es el cambio en la capacidad adaptativa del individuo, algo que puede suceder en cualquier etapa. Por tanto, todos los cambios adaptativos estarán orientados a adecuarse a las necesidades del momento evolutivo por el que está pasando la persona.
Para la psicología del ciclo vital, es indispensable el reparto competitivo de los recursos biopsicosociales por medio de diferentes funciones. Así, la función de crecimiento se refiere a aquellas conductas dirigidas al logro de niveles superiores de funcionamiento o capacidad adaptativa. La función de mantenimiento y recuperación agrupa todas las acciones que el individuo realiza, en función de mantener los niveles de funcionamiento. Por último, se plantea la función de regulación de las pérdidas, la cual está enfocada en la identificación y organización del funcionamiento individual. El ciclo de la vida implica procesos como la selectividad, optimización y compensación. Estos procesos funcionan de forma activa y pasiva, consciente e inconsciente, individual y colectiva.9
Uno de los supuestos básicos de la psicología del ciclo vital es que en los primeros años de vida se presentan ganancias, mientras que en la vejez ocurre lo contrario, se presentan pérdidas. Sin embargo, se debe producir un equilibrio entre las ganancias y las pérdidas que se experimentan a lo largo de la vida. Paul Baltes plantea que existen tres formas de envejecer: la vejez normal, la cual cursa sin discapacidades; la vejez patológica, la cual se asocia a enfermedades crónicas, y la vejez competente, saludable o con éxito, la cual implica el uso de estrategias de compensación y optimización.10
La selectividad equivale a identificar oportunidades y restricciones específicas en el nivel de funcionamiento biológico, social e individual, teniendo dos caminos posibles. El primero busca metas alcanzables, es decir, selección centrada en ganancias; por el contrario, la segunda se acomoda a pautas diferentes, equivaliendo a la selección centrada en las pérdidas. La optimización busca identificar los procesos generales involucrados en la adquisición, la aplicación y el refinamiento de medios para el logro de metas relevantes. La compensación se refiere a la posibilidad de regular las pérdidas en los medios (capacidades o recursos), diseñando alternativas centradas en formas de superar dichas pérdidas, sin necesidad de cambiar las metas.11
Erik Erickson,12 quien en los años 50 dividió el desarrollo humano en ocho etapas, afirmaba que en cada una el individuo tiene una tarea psicosocial que resolver. El autor refiere que el hecho de confrontarse con cada tarea produce conflictos, con probabilidad de dos resultados diferentes: si se tiene un buen dominio de la tarea la personalidad adquiere una cualidad positiva y avanza en su desarrollo, distinto ocurre cuando no se tiene un dominio de la tarea y los resultados de la misma. La tarea global del individuo será adquirir una identidad positiva en la medida en que va pasando de una etapa a otra. La etapa que concierne a la vejez fue denominada por el autor como “Integridad contra desesperación”. Erik Erickson considera que el viejo evalúa su vida y la acepta por lo que es, o puede caer en la desesperación por no lograr encontrarle un significado a su vida. La ausencia de integridad se deriva del miedo a la muerte y a la falta de aceptación de este período como el último de la vida. En cambio, la integridad del Yo se produce cuando las personas se han adaptado a los éxitos y fracasos derivados de la propia existencia, lo que implica la aceptación de uno mismo y del propio proceso vital.13
Ahora bien, la teoría de la actividad propuesta por Robert Havighurst a finales de los 80 plantea que las personas más felices y satisfechas suelen ser aquellas que permanecen activas y tienen el sentimiento de ser útiles a otras personas14. En este sentido, una de sus premisas es que, para tener un envejecimiento óptimo, es necesario mantener un estilo de vida activo y compensar las pérdidas sociales, es decir, actividades que sustituyan de alguna manera a las que se ha debido renunciar, como lo es el trabajo. En concordancia con esta teoría, se promueve el envejecimiento saludable, donde las personas mayores puedan invertir su tiempo en actividades que estimulen sus intereses y metas, y las mantengan mentalmente ágiles.
La teoría de la continuidad, planteada por Ursula Lehr15, Robert C. Atchley16 y George L. Maddox,17 propone comprender que las personas mayores buscan la continuidad, no el cambio, es decir, las personas que se están acercando a la vejez seleccionan contextos conocidos, lo que implica que estarán predispuestas y motivadas hacia una continuidad, tanto de las condiciones externas, por ejemplo las actividades que realizan en un entorno familiar, como de las condiciones psicológicas internas.
Desde los distintos enfoques y abordajes del fenómeno del envejecimiento,18 reconoce el transcurso de la vida como el enfoque que permite comprender la existencia humana, con sus influencias biológicas genéticas y epigenéticas, así como influencias contextuales de tipo sociocultural e histórico. Se trata de comprender la vida como una continuidad con cambios. Así pues, el transcurso de la vida permite relacionar la vida humana con un recorrido, con trayectorias, transiciones y cambios, lo que invita a comprender que, más allá del paso del tiempo, es necesario comprender lo que pasa en el tiempo que transcurre, y considerar el transcurso de la vida como un proceso continuo y permanente.
Para este estudio se entiende entonces la vejez como la última etapa del curso de vida, en la que confluyen factores individuales, colectivos y conte...

Índice

  1. Cubierta
  2. Anteportada
  3. Portada
  4. Página de derechos de autor
  5. AUTORES
  6. AGRADECIMIENTOS
  7. INTRODUCCIÓN
  8. CAPÍTULO 1. VEJEZ, ENVEJECIMIENTO Y CALIDAD DE VIDA
  9. CAPÍTULO 2. LA CALIDAD DE VIDA EN LA VEJEZ BAJO LA MIRADA DE LOS DETERMINANTES DEL ENVEJECIMIENTO ACTIVO
  10. CAPÍTULO 3. PROPUESTA DE ABORDAJE METODOLÓGICO PARA CARACTERIZAR LA CALIDAD DE VIDA DE LAS PERSONAS MAYORES EN EL CONTEXTO COLOMBIANO
  11. CONCLUSIONES
  12. BIBLIOGRAFÍA
  13. LISTADO DE TABLAS
  14. LISTADO DE FIGURAS
  15. ÍNDICE ANALÍTICO
  16. Contracubierta