Historia de la medicina en el eje cafetero 1865-1965
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Este libro del Dr. Orlando Mejía Rivera sobre la historia de la medicina en el Eje Cafetero es apasionante. Es un libro de historia. Es un libro de política. Es un libro de la región. Es un libro de medicina. Para lograr unificar estos cuatro factores intelectuales se requiere una vasta cultura, un conocimiento teórico y una práctica profesional. Pero estos factores no tienen por qué asustar al lector. El estilo de este libro es refrescante, directo, sencillo, pulcro. Se dirige al público general y al gremio de la salud. Es para todos. Por eso es apasionante. He leído el libro de corrido y me he deleitado con su contenido y sus detalles

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Capítulo V

1946-1965

La llegada al poder en 1946 del conservador Mariano Ospina Pérez, antioqueño y hacendado cafetero de gran riqueza, significó para la clase dirigente y política de Caldas la oportunidad de consolidar y aumentar su influencia económica y política en un ámbito nacional.
De igual manera, reafirmó los nexos entre las estructuras sociales de la población, la influencia ideológica de la moralidad católica y la persistencia de un discurso de caridad cristiana que condicionó, en buena parte, las acciones que se realizaron en el área de la Higiene, la asistencia sanitaria, la construcción de hospitales y el ejercicio de la medicina en la región.
Este hecho explica, en parte, la presencia de diversas asociaciones católicas y grupos filantrópicos en la mayoría de los proyectos que tuvieron que ver con el desarrollo de la infraestructura sanitaria y hospitalaria del departamento, pero también permite comprender la ausencia de una crítica ciudadana a la falta de compromiso del Estado, tanto en la dimensión nacional, departamental como municipal, frente a las necesidades médicas de la población más pobre y a su responsabilidad directa de inversión en el área de la salud.
El historiador José Fernando Ocampo, en su lúcido libro Dominio de clase en Colombia (Ocampo, 1971), muestra el caso de Manizales como una ciudad de profundas divisiones sociales, que privilegia el orden establecido por los más ricos, donde la pobreza es considerada un asunto de falta de iniciativa personal y en la que el papel de las asociaciones de caridad, cuyos miembros pertenecen a la burguesía local, han sido fundamentales en la preservación de una actitud tradicional y conservadora que rechaza las críticas de centroizquierda y combate a los sindicatos. Dice Ocampo:
De todas maneras la tradición caritativa y benéfica se ha transmitido más o menos intacta y, aunque las formas de trabajo han variado sensiblemente —en la actualidad buscan la ayuda de los «marginados», la construcción de vivienda, la capacitación para el trabajo, mientras antes se protegía al mendigo y se llevaban mercados a los pobres— la suposición de que la pobreza es un fenómeno causado principalmente por problemas de personalidad y desarrollo individual, continúa sirviendo de inspiración a las nuevas generaciones caritativas. (Ocampo, 1971: 117-118)
De ahí la paradójica situación sanitaria y asistencial durante este periodo. Por un lado, el gremio médico defendía sus intereses privados y de allí su rechazo inicial a la creación del Instituto Colombiano de los Seguros Sociales. Pero, a la vez, los médicos hacían parte activa de las asociaciones de caridad y varios de ellos lideraron las campañas de solidaridad ciudadana para la construcción y dotación de hospitales. Sin embargo, brilla por su ausencia, la temática de la violencia política como un problema de salud pública discutido por los profesionales de la medicina.
Con la muerte de Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948, y luego con la llegada a la presidencia de Laureano Gómez, en agosto de 1951, Caldas se convirtió en una de las regiones más violentas, con una situación peculiar: la presencia de “los pájaros”, una policía vestida de civil que sembró el pánico en las comunidades rurales e instauró la táctica de las masacres como método de intimidación a los disidentes ideológicos.
Además, como refiere Marco Palacio, en la obra Colombia, país fragmentado, sociedad dividida (Palacios & Safford, 2002), se crearon nuevos ricos en la zona cafetera a expensas de despojar a sus enemigos de sus tierras, mediante el terror y la amenaza, logrando así la obtención de las escrituras a cambio de salvar sus vidas. Esta violencia, que según Palacio: “llamamos mafiosa se desarrolló con particular intensidad en el Gran Caldas” (Palacios & Safford, 2002: 640) y cita, a continuación, la expresión de Carlos Miguel Ortiz: “es la violencia como negocio” (Palacios & Safford, 2002: 641 ).
No obstante la gravedad de la situación, al revisar los documentos de las asociaciones médicas de la región, o sus declaraciones públicas, o sus escritos en la prensa de la época, jamás se menciona la terrorífica violencia de los campos, ni tampoco se encuentran las estadísticas epidemiológicas por muerte violenta en la población1*.
De hecho, este silencio de los profesionales de la salud se explica por sus vínculos políticos, pues era imposible ser nombrado en un cargo público si no se pertenecía al partido del gobierno. Incluso, en las declaraciones de algunos de estos funcionarios se refleja, en varias ocasiones, una intención de encubrimiento y de justificación a la crisis sanitaria de municipios y ciudades. Además, varios de estos líderes médicos fueron políticos activos y pertenecieron a la Cámara de representantes y al Senado.
El golpe de estado del general Rojas Pinilla, el 13 de junio de 1953, poco cambió el ambiente de violencia política de Caldas, que se prolongó hasta mediados de los años sesenta. Ahora bien, a pesar de la violencia del periodo, el incremento dramático de los precios internacionales del café entre los años de 1946 y 1950, en especial, produjo una bonanza económica notable, pero, como refiere Antonio Caballero: “este enriquecimiento coincidió con el empobrecimiento de las clases populares” (Caballero, 1987: 1696 ).
Este comentario, extrapolado al contexto de la salud en el Eje Cafetero, podría explicar los sorprendentes y paradójicos hallazgos del denominado Informe de la misión Currie al gobernador del departamento (Currie; Coldwell & Mendershausen, 1952), el doctor José Restrepo Restrepo, en el año de 1952.
Laurie Currie, el jefe de la misión, y sus asesores Lynton K. Coldwell y Horst Menderhausen, eran economistas norteamericanos, traídos por el gobierno colombiano dentro del marco de la misión general del Banco Internacional de reconstrucción y fomento sobre Colombia, que buscaban hacer un diagnóstico socioeconómico de la región y dar luego unas recomendaciones para solucionar las problemáticas detectadas2*.
En relación con la Higiene, los procesos de saludenfermedad y la asistencia sanitaria, les llamó la atención que Caldas, considerado un departamento boyante y con una alta calidad de vida frente a muchos otros, presentara algunas estadísticas lamentables: en el año de 1949 tuvo el índice de mortalidad infantil más alto de la nación (169 x1000 nacimientos y el promedio colombiano fue de 134 x 1000 nacimientos); en 1950 presentó el mayor número de casos en el país de pacientes con “Diarrea y enteritis, Diarreas de 4 semanas, Disentería amibiana, Anquilostomiasis, Otras por Helmintos, Blenorragia, Sífilis, Tos ferina y tuberculosis” (Currie et al., 1952: 213); también tuvo el segundo lugar entre los departamentos de más alto porcentaje de palúdicos. Además, detectaron que el número total de camas hospitalarias, en 1951, era de 1.382, pero que los hospitales de Manizales, Pereira y Armenia, que les correspondía ser “Hospitales de zona” para atender las necesidades de los municipios vecinos, en realidad carecían de “suficiente espacio o de facilidades que los coloquen en condiciones de cumplir debidamente su objetivo” (Currie et al., 1952: 367).
Pero su análisis se hace dramático cuando refieren que, según las propias estadísticas de la Secretaría de salubridad, sólo “dos municipios y corregimientos tienen acueductos satisfactorios” y trece municipios “carecen por completo de alcantarillado, y en ninguno de éstos, en Caldas, existe un sistema completo de dicho servicio” (Currie et al., 1952: 318). Sus recomendaciones van encaminadas a educar a los inspectores de higiene rural y a la población misma, y ante todo a que los dirigentes entiendan que deben invertir mucho más en educación y en salud para el pueblo, pues señalan de manera contundente, clara e incluso irónica, que:
Caldas sólo gasta en la actualidad una pequeña porción en educación ($5.000.000.00 en el presupuesto departamental de 1951, en oposición a nuestra estimación de $765.000.000.00 de ingresos individuales), y de hecho están gastando menos en educación que en licores. No puede creerse que estos figuren entre los valores reconocidos por los caldenses. Si el pequeño municipio agrícola de Fóme que (Cundinamarca) con ingresos promedios bajos, puede edificar con sus medios una buena escuela y asegurar instrucción de orden práctico para cada niño hasta los 14 años, es seguro que un departamento relativamente rico, como Caldas, puede hacer mucho más y mejor de lo que está haciendo hoy. Puede esperarse que en el futuro la mayor parte de las rentas departamentales se destinen a ese fin.
Una necesidad aún más apremiante es la de mejorar el estado de salud del pueblo de Caldas, especialmente con el fin de desarraigar enfermedades debilitantes del organismo humano, como malaria, parasitosis y tuberculosis. La verdadera base de toda industria es un cuerpo de trabajadores sanos y entrenados. (Currie et al., 1952: 274)
Esta última frase le dio mayor impulso a los programas sanitarios de la Federación de cafeteros con la población rural de los municipios, pero como veremos a continuación, las recomendaciones de una mayor inversión estatal en salu...

Índice

  1. Agradecimientos
  2. Contenido
  3. Prólogo
  4. Prefacio
  5. Capítulo I: 1865-1885
  6. Capítulo II: 1886-1914
  7. Capítulo III: 1915-1930
  8. Capítulo IV: 1930-1946
  9. Capítulo V: 1946-1965
  10. Capítulo VI: Entrevistas
  11. Apéndices
  12. Índice de fotografías
  13. Bibliografía