La estatua de Fray Cristóbal de Torres en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario
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La estatua de Fray Cristóbal de Torres en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario

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La estatua de Fray Cristóbal de Torres en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario

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Información del libro

Este texto presenta a la comunidad académica nacional e internacional uno de los productos de trabajo de investigación del Observatorio de Redes y Acción Colectiva (ORAC), línea de acción colectiva indígena, donde se plantean diversas tesis y preguntas sobre la (re)definición de las identidades políticas y culturales de las organizaciones indígenas, de mujeres y de afrocolombianos respecto a temáticas puntuales como el bloqueo del Estado, la instrumentalización del Derecho, los discursos políticos y su relación con los contextos de violencia, conflicto, desplazamiento forzado y marginalización.

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Información

Año
2013
ISBN
9789587383683
Categoría
Arte
Categoría
Arte general

1. Somera noticia sobre la Fundación del Colegio

Corría el año de 1635 cuando el dominico burgalés fray Cristóbal de Torres y Motones ({*}) llegaba al Nuevo Reino de Granada para hacerse cargo de su nuevo destino: ceñir la mitra del arzobispado de Santa Fé. La certeza del atraso existente en los distintos ramos del saber inspiraron en el prelado la idea de levantar un Colegio Mayor a imagen y semejanza del de Santiago el Zebedeo de Salamanca —llamado vulgarmente “del Arzobispo”—, fundado por Alonso de Fonseca Ulloa y Acevedo. Último de los cuatro colegios mayores salmantinos, había sido creado, como los demás, para impulsar los estudios universitarios y facilitar el ingreso a las aulas de los estudiantes pobres, entendiéndose por tales a quienes carecían de medios suficientes para proseguir sus estudios.{1}
Las cuestiones que enfrentaban a la Universidad Tomística con la Javeriana crearon el clima propicio para que fray Cristóbal recabase la autorización real a fin de fundar un establecimiento de estudios superiores libre de conflictos. En la primera mitad de 1645 el proyecto estaba perfectamente concebido: al protocolizarlo, leal a su Orden, el Prelado pone el Colegio bajo la dirección de sus hermanos de hábito fray Tomás Navarro, designado rector, y fray Juan del Rosario,{2} nombrado vicerrector, quienes, con la anuencia del provincial fray Francisco Farfán, se comprometen a asumir sus cargos.{3} En septiembre del mismo año, con claridad meridiana el Arzobispo expone su plan en carta al Papa Inocencio XI: bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario y el magisterio de Santo Tomás de Aquino, desea fundar un Colegio que llegue a albergar unos treinta colegiales seglares: diez teólogos que aspiraran al sacerdocio secular, diez canonistas y legistas que se ocuparan del “trato político” y diez médicos que se consagraran a la “conservación de la vida humana”. Vestirían hopa negra y beca blanca con el escudo del patriarca Santo Domingo cercado del Santísimo Rosario.{4}
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Mientras aguarda el preciado permiso del Monarca, fray Cristóbal avanza en la construcción y en la dotación del Colegio. Por escritura pública señala la dotación del Colegio. Por escritura pública señala la renta compuesta por la hacienda de San Vicente, cerca del río Fucha; la del Rosario en Bosa y Fontibón; las de Calandaima, en el distrito de Tocaima; el tejar de las Nieves; sus acreencias en la caja arzobispal; las casas y solares para el edificio, su librería y sus enseres personales.{5}
Finalmente, tras ofrecer un donativo de 1.600 pesos de contado para auxilio de las tropas que cercaban Barcelona y 40.000 ducados para la fundación, Felipe IV le concede la licencia por Real Cédula fechada el 31 de diciembre de 1651. Considerando el Rey que el establecimiento pretendido por fray Cristóbal no afectaba en absoluto la marcha del pleito entre dominicos y jesuitas, pues “los colegiales de él no han de hacer cuerpo de Universidad”, se faculta al Arzobispo a erigirlo para que se lean “la doctrina de Santo Tomás, la jurisprudencia y medicina por personas graduadas en estas facultades”.{6} El 18 de diciembre de 1653 se dio por inaugurado de “palabra y obra” el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario y el 17 de enero de 1654 el dominico protocolizó los documentos de la fundación y del establecimiento.{7} A la medida de las rentas disponibles, el Fundador no señaló sino quince colegiales.
A estas alturas, la fidelidad de fray Cristóbal a su orden y el cambio de quien ejercía el cargo de Provincial, había envuelto a los bienes destinados al Colegio del Rosario en un pleito que no comprometía pronta resolución.{8} Pese a que la provincia dominicana de San Antonio contaba con su Colegio y su Universidad, el nuevo provincial, fray Marcos de Betancourt, había dejado traslucir la idea de unir el Colegio Mayor a dichas entidades con la sola precaución de construir viviendas separadas para seculares y para religiosos.
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 Fray Cristóbal de Torres, óleo sobre lienzo, 202 x 108 cm, de Gaspar de Figueroa, siglo XVII. Pinacoteca del Rosario. Fotografía: Alberto Sierra.
Sin embargo, fray Cristóbal no estaba dispuesto a tolerar se tergiversara su voluntad. El había distinguido lo que por “honor” quería correspondiera a la orden, de los “útiles” que pertenecían al Colegio como entidad jurídica. A la primera le había confiado la dirección del establecimiento: rector y vicerrector serían dominicos a perpetuidad; a los hijos del Reino y Arzobispado, en cambio, les asistía el pleno derecho de gozar de los bienes y las haciendas donadas que, en definitiva, habidos en el Nuevo Reino, a él se devolvían a fin de que se educaran personas nobles y pobres. Bajo esas condiciones —aseguraba fray Cristóbal—, en 1650, Tomás Navarro y Juan del Rosario habían asumido la personería del claustro y tomado posesión de los bienes destinados a la fundación.{9}
Aunque apesadumbrado por las desinteligencias con sus hermanos del hábito, el burgalés cae en la cuenta de que no puede esperar una rectificación. Aceptar el criterio de los frailes implica, necesariamente, abandonar su ideal.{10} Solo le queda una solución tan dura como necesaria: el 19 de enero de 1654 revoca la cesión hecha a los dominicos y el 23, pese a las protestas del Provincial, protocoliza los documentos del caso, encomienda el Colegio a los miembros del clero secular y nombra rector perpetuo al provisor y vicario general, Cristóbal de Araque y Ponce de León.{11} Entre tanto, incansable, el Fundador termina la redacción de las Constituciones{12} que, inspiradas en las de su modelo salmantino, habrían de regir los destinos del Colegio hasta los tiempos del Rectorado de Rafael María Carrasquilla ({*}).
Sin darse por vencidos, los dominicos acuden con el pleito a la Real Audiencia y fray Cristóbal está dispuesto a defender su posición. No pudo, sin embargo, tener la suerte de ver concluido el litigio a su favor: moría el 8 de julio de 1654,{13} no sin antes solicitar a sus albaceas —Gonzalo Suárez de San Martín y Cristóbal de Araque y Ponce de León— prosiguieran la demanda por la autonomía del Colegio, lograran la confirmación Real para las Constituciones, solicitaran al Monarca aceptara el Patronato del Colegio, y velaran para que sus restos fueran enterrados al pie del altar mayor de la Catedral y se trasladaran a la capilla del Colegio cuando estuviese adecuado su sepulcro.{14}
Cumpliendo con la voluntad de fray Cristóbal Araque Ponce de León y Suárez de San Martín se reúnen en Madrid. Diez años después de la muerte del Arzobispo, el 12 de julio de 1664 lograrán la sentencia favorable de Felipe IV a través de Reales Cédulas por las que el Rey aprueba las Constituciones redactadas por fray Cristóbal, asume el Patronato Real, ordena a fray Tomás Navarro y a fray Juan del Rosario salir del Colegio a rendir cuentas de la administración de las haciendas y manda se ponga en posesión del rectorado a Cristóbal Araque y Ponce de León.{15}
El 19 de marzo de 1665, tras diez años y tres meses, concluía el rectorado dominicano y con el juramento del bachiller Juan Peláez Sotelo como Vicerrector, se iniciaba en el Colegio Mayor del Real Patronato de Nuestra Señora del Rosario una segunda etapa que transitará de la mano de importantes miembros del clero secular.
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2. La erección de la estatua

A comienzos de 1906, queriendo tributar un “nuevo homenaje de admiración, gratitud y cariño a la santa memoria del egregio Fundador Ilustrísimo Sr. Maestro D. Fray Cristóbal de Torres” y teniendo en cuenta las manifestaciones hechas “desde hace muchos años por distinguidos hijos del Colegio”,{16} la Consiliatura rosarista resolvió promover la erección de una estatua del Fundador y reunir el importe necesario por suscripción voluntaria. La estatua se levantaría en el centro del Claustro principal y los fondos para la ejecución de la obra deberían ser recaudados por una Comisión compuesta de los señores Nicolás Esguerra (*), colegial y exrector; José Manuel Marroquín ({*}), exrector y expatrono del Colegio y Rafael María Carrasquilla (*), colegial y rector en ejercicio. La Comisión debía nombrar “de entre los hijos del Colegio” un Secretario y un Tesorero que debía rendir sus cuentas a la Consiliatura.{17}
Cuando Esguerra y Marroquín conocieron el contenido de este acuerdo, dirigieron al Rector del Claustro sendas comunicaciones. Recordando sus viejas aspiraciones, Esguerra señalaba:
Aplaudo con entusiasmo el pensamiento de erigir en el claustro principal del Colegio una estatua a su ilustre fundador Sr. Maestro D. Fran Cristóbal de Torres, de gloriosa e imperecedera memoria, y contribuiré en cuento yo pueda a la realización de este justo homenaje con tanta mayor razón cuando, siendo yo Rector del Instituto en época ya lejana, abrigué el mismo pensamiento con el dolor de no poder elevarlo siguiera a la categoría de proyecto por el atraso y la penuria de aquellos tiempos.
Tras estimar “un alto honor” el de figurar en la Junta con personajes de la talla de Carrasquilla y de Marroquín, agradecía la deferencia y aceptaba la designación con que se lo había honrado.{18}
Por su parte, la nota de Marroquín, fechada el 23 de marzo de 1906, aseguraba que nada podía serle más agradable que:
contribuir, de alguna manera, a que se perpetúe y glorifique la memoria de aquel egregio Prelado y a que se den muestras de la admiración y la gratitud con que todos los colombianos debemos mirar la obra que lo ha hecho inmortal.
Consecuentemente, admitía el nombramiento y confesaba se tendría por afortunado si, a pesar de lo escaso de sus fuerzas, pudiera trabajar eficazmente por el logro del fin con que la Junta había sido cre...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Créditos
  4. Presentación
  5. 1. Somera noticia sobre la Fundación del Colegio
  6. 2. La erección de la estatua
  7. Apéndice
  8. Libros publicados en esta colección
  9. Biografía