Renovadas formas de hacer oposición
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Información del libro

Este texto busca aproximarnos a la manera como los delitos contra la fe pública se encuentran estructurados en el Código Penal y plantea críticas y aciertos a esta configuración normativa. Igualmente, se intenta sistematizar los delitos contra la confianza colectiva sirviéndose de la moderna teoría del delito, aquella que permite comprender la sociedad como funciona en estos tiempos modernos.

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Información

Capítulo 1

Renovadas formas de hacer oposición
Freddy Cante{*} y Beatriz Franco Cuervo{**}

Una introducción esquemática

En este capítulo introductorio y en el libro que el lector tiene en sus manos —Renovadas formas de hacer oposición- serán desarrollados los diversos puntos que apenas aparecen enunciados en la tabla 1.1.
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Las renovadas formas de hacer oposición han estado durante mucho tiempo en el escenario político. Nuestro papel consiste tan solo en ampliar los horizontes del lector e invitarle a una mirada renovadora tanto a los fines como a los medios de hacer oposición.

1.1 Libertad versus orden, o la oposición libertaria a las instituciones

En la devaluada simbología del escudo nacional de Colombia, aparece el lema “libertad y orden”, como si ambas cosas fuesen complementarias y no existiese entre estas una constante tensión o conflicto.
El orden extremado se relaciona con la convivencia plenamente pacífica y enteramente armónica. Son dos los pilares sobre los que descansa el orden social, a saber: i) la certidumbre: las relaciones sociales deben ser estables, regulares, previsibles y, aun, programables; ii) el consenso: debe existir algún lenguaje común, alguna moneda corriente. Sin algún grado de certidumbre, y sin unos acuerdos consensuados sobre fines (políticas públicas, resultados u estados sociales deseables, etc.) o al menos sobre medios (reglas del juego, constituciones), sería imposible una sociedad con algún grado de estabilidad y viabilidad.
La generación (o la construcción) y la permanencia de un orden social, cimentado en certidumbres y consensos, sería un asunto fácil (meramente administrativo y mecánico) si los seres humanos no tuviesen algunas prioridades (finalidades, sueños, anhelos) de carácter privado y personal (aunque no por ello asociales). Si los individuos fuesen homogéneos, uniformados, carentes de voluntad y búsquedas particulares y personales, entonces la única tarea importante sería la mecánica hechura de un orden social.
La libertad es, en muchos aspectos, opuesta al orden. Las siguientes son algunas de las principales características de la libertad: es un atributo de individuos (la libertad es individual), puesto que estos son heterogéneos y tienen finalidades propias o privadas que, frecuentemente, divergen de lo público; es un asunto de escogencia, si los individuos son libres, entonces sus preferencias o valores resultan de sus elecciones autónomas, propias y originales; es libre albedrío, en el sentido de que constituye una escogencia plena de incertidumbre (lo que decide un individuo libre no puede ser previsto, ni mucho menos programado o diseñado por otros); es una alteración al orden social y, por lo tanto, sinónimo de caos, rebeldía, divergencia, desobediencia y búsqueda de cambios radicales, gracias a la imaginación y a la capacidad para innovar.
La libertad es, de muchas maneras, subversiva, pues suele oponerse al ‘tú debes’ que se impone institucionalmente y clama por un ‘yo quiero’. En temas cruciales de consumo, relaciones sexuales y afectivas, crianza de los hijos, escogencias económicas y políticas, y, en fin, estilos de vida, existe un permanente conflicto entre los mandamientos institucionales y los deseos de los individuos.

1.2. El peso milenario del orden, o la gran dificultad de una oposición revolucionaria

Si se aborda una perspectiva de larga duración (de siglos), se puede constatar que los cimientos más profundos (estructuras estables) del orden social son resultado de la evolución que genera unas instituciones. El proceso evolutivo es uno de ensayo y error, en donde los resultados sociales, lejos de ser óptimos y previsibles diseños ingenieriles y escogencias deliberadas, resultan de la acción de los individuos mas no de sus voluntades particulares (son productos no esperados ni previstos, y se denominan como efectos de mano invisible). Esto explica la imperfección, incoherencia y, aun, el absurdo de muchas instituciones.
Las instituciones son estructuras sociales (como las estructuras de poder político y militar, o los derechos de propiedad) y constituciones mentales (valores y creencias, visiones del mundo sobre lo bueno y lo malo, lo permisible y lo prohibido). Por simplicidad, se puede afirmar que las instituciones son reglas del juego de carácter informal y espontáneo (producto de una evolución).
Si se adopta una perspectiva de corta duración (de décadas), se puede constatar que la parte más variable o inestable del orden es el resultado de acciones deliberadas, mediante las cuales se han logrado reformar o construir algunos componentes formales y de corto plazo de un orden social. En algunos órdenes o regímenes, existen constituciones escritas (reglas del juego formal de mediano plazo) que delimitan y moldean o al menos influencian las escogencias colectivas e individuales. En la totalidad de los regímenes o sistemas, hay individuos o personas que gobiernan y, por lo tanto, inciden en la construcción de políticas y escogencias de corto plazo.
Las instituciones no son eternas e inamovibles, se pueden alterar y cambiar, aunque el proceso de cambio es de larga duración (toma varias décadas y generaciones) y resulta de una acción generalizada (un cambio de toda la sociedad). Las constituciones y los gobernantes son mucho más alterables, refutables, inestables y efímeros, y se pueden transformar o cambiar con alguna frecuencia. A esto se agrega una restricción fundamental: los cambios de instituciones, de constituciones y, aun, de gobernantes, leyes y políticas son fruto de tortuosos, difíciles y arriesgados procesos políticos, los cuales son exitosos si más allá de cambios cosméticos (formales, de apariencia y de mera retórica) logran transformaciones sustantivas en las estructuras de poder (en las mentes individuales y en las relaciones sociales).

1.3. La división (y consecuente oposición) entre gobernantes y gobernados

Hacia finales del siglo XIX, el presidente Abraham Lincoln, en su famoso discurso de Gettysburg, quiso, emotivamente, que la democracia significase la siguiente inverosímil convergencia: “El gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Tal clamor, además de imposible de ser hecho realidad de una manera cabal, es indeseable.
En un tono más realista, John Stuart Mill (1999), en su seminal ensayo sobre la libertad, afirmó que el pueblo que ejerce el poder no es siempre el pueblo sobre quien se ejerce. También mostró que el gobierno de sí mismo de que tanto se habla no es el gobierno de cada uno por sí, sino el de cada uno por todos los demás.
No existe alguna regla democrática (ni tan siquiera la de la unanimidad) que elimine las dependencias recíprocas, es decir: decidir por los demás y estar afectado por las decisiones de los demás. Quien participa en las decisiones públicas tiene un poder de disposición (o de imposición) sobre el resto de la gente, cualquiera que sea la regla de decisión. Por ejemplo, mi objeción puede impedir un acuerdo unánime, y la objeción de cualquiera puede impedir un acuerdo que yo deseo. O, como lo planteó Mill (1999): el mero hecho de votar afecta a otra gente, pues facilita que se imponga o se deje de imponer determinado gobierno, lo que significa que votar es también ejercer un cargo público (aunque en demasía efímero).
Incluso en el ámbito de la división social del trabajo (y del conocimiento), unos deciden por otros: los especialistas en una materia, quienes tienen algún conocimiento importante y específico de tiempo y lugar, deciden por otra gente. Al comprar algún servicio en el mercado (arquitectura, odontología, educación), también se suele aceptar la filosofía y la forma en que el vendedor nos presta su servicio: aceptamos los diseños del arquitecto y del odontólogo, al igual que la filosofía que nos venden planteles y universidades.
La dependencia recíproca está afectada por la desigualdad: aquellos individuos o grupos con mayor poder económico, simbólico, cognitivo, político y militar pueden imponer más fácilmente sus escogencias sobre los otros grupos rivales. Tiene entonces mayor poder de veto (o de decisión) un monopolista, un dictador o un científico con enorme poder de manipulación que el resto de gente.
1.4. Dos formas de libertad y dos paradojas
En términos del significado político y de los alcances de la escogencia, existen dos tipos de libertad de elegir: i) libertad privada: circunscrita a la independencia y autonomía en la esfera estrictamente personal o privada de cada individuo, la cual es muy importante pues permite que cada quien lleve el tipo de vida que elige; ii) libertad pública o política: es la libertad para intervenir y participar en los asuntos públicos de una colectividad (empresa, sindicato, gremio, comunidad, nación) y, por lo tanto, para incidir en las escogencias colectivas.
Una ínfima libertad privada combinada con una importante dosis de libertad pública (conocida como libertad de los antiguos) genera la paradoja de un individuo sin privacidad (sometido a la comunidad) pero con capacidad para gobernar los destinos comunes a tal colectividad. Una gran dosis de libertad individual con una irrisoria libertad pública (conocida como libertad de los modernos) genera unas abundantes libertades cosméticas individuales, la paradoja de una horda de siervos liberados (en sus asuntos privados, en su jardín y en sus mascotas) y que están domesticados y guiados por gobernantes con enormes poderes de decisión sobre los asuntos públicos.

1.5. La autocracia equivale a la anulación de la libertad y la oposición

Ambos tipos de libertad (la privada y la pública) se pierden en los distintos regímenes autocráticos, en donde los autócratas (o dictadores) toman las decisiones sin ser interferidos, cuestionados o saboteados por quienes, pasivamente, son los súbditos o aquiescentes. Bajo regímenes autocráticos, al menos la totalidad de escogencias concernientes a lo público, y los comportamientos (libertades) individuales, en todos sus detalles, la controla el autócrata (que puede ser un dictador o una minoría autocrática), como si estuviese manejando los asuntos de su propia mansión. Existen diversos tipos de autocracia, los cuales se diferencian por su escala y por el grado de control ejercido por los autócratas.
En regímenes totalitarios (el fascismo de Hitler y el socialismo de Stalin), los cuales fueron magistralmente descritos por George Orwell (1984), tanto las decisiones públicas como las escogencias privadas son tomadas e impuestas (mediante la violencia) por una minoría (presuntamente iluminada por una especie de ‘racionalidad constructivista’ que dice tener el plano de la sociedad perfecta), que constituye un gobierno total (todopoderoso, omnipresente). La acción política de tales autócratas absolutos consiste en una peligrosa tentativa de ‘ingeniería social totalizante’, por medio de la cual tales gobernantes imponen un conjunto de órdenes incuestionables, y de parámetros o normas de buen comportamiento, a los súbditos, para que estos se limiten a obedecer. Tales regímenes operaron a gran escala: la Alemania sometida y obediente a Adolf Hitler; la Unión Soviética regida por Vladimir Lenin y luego por Joseph Stalin.
En el siglo pasado fracasaron, estruendosamente, las mencionadas tentativas de ingeniería social totalitaria. Sin embargo, perdura una preocupante tendencia hacia la administración total (el imperio de la organización), en donde lo esencial de un régimen totalitario se aplica a pequeña escala (empresas, organizaciones). Refiriéndose al totalitarismo de corte estalinista (y al reinado de la planificación centralizada), el economista Ronald Coase (1998) planteó que el pequeño error de personajes como Stalin fue tan solo de escala: la sociedad no se puede administrar como se administra una empresa (ahí radica el fallo fundamental de la planificación centralizada); no obstante, el capitalismo es un mar de liberalismo (relaciones de libre mercado) entre millares de islas y archipiélagos de organizaciones (sujetas a estricta planificación y control). No es el capitalismo un ámbito de libertad total en el que compiten individuos liberados de yugos colectivos y jerarquías administrativas. A pequeña escala existen autocracias y tiranías colectivas que regulan y domestican a los individuos: hay familias, comunidades, gremios, sindicatos, empresas, ejércitos y conventos, y otras organizaciones, las cuales funcionan con una fuerte división entre quienes mandan y quienes obedecen. No sin razón visionarios escritores como Aldoux Huxley (1938), en su novela Brave New World, y el agudo George Orwell (1960), en sus ensayos sobre la empresa, mostraron que lo que en realidad se ha impuesto, por encima de macrosistemas políticos económicos, como el capitalismo y el socialismo, es el imperio de la administración. Es en los ámbitos micro (de la economía, de la sociedad y de la política) en donde los individuos son domesticados y sus escogencias públicas y privadas moldeadas por administradores y tecnócratas sociales, para que obedezcan mandatos y órdenes específicas. Y gracias a disciplinadas organizaciones, compuestas por un nuevo cuño de súbditos, los macrosistemas de la política y del mercado funcionan muy bien.
Existen otras formas de autocracia menos totalizantes, pero no por ello menos nocivas, las cuales reprimen y abortan significativamente la...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Créditos
  4. Capítulo 1 - Renovadas formas de hacer oposición
  5. Capítulo 2 - Años de turbulencia: crisis global, consecuencias múltiples
  6. Capítulo 3 - Chiapas: la rebelión de los símbolos
  7. Capítulo 4 - El poder blando como alternativa en la lucha contra el terrorismo
  8. Capítulo 5 - Lo que las palabras callan: el valor de la comunicación no verbal como medio de oposición política en Colombia. Otro legado discursivo de Jorge Eliécer Gaitán 1944-1948
  9. Capítulo 6 - Oportunidades para el desafío político masivo en el contexto del conflicto armado colombiano
  10. Capítulo 7 - Resistencia civil indígena en el Cauca como forma de oposición
  11. Capítulo 8 - Acción no violenta y lucha antimafia: ¿qué puede aprender Colombia de Italia?
  12. Capítulo 9 - Elementos teóricos desde Gramsci y Rancière para comprender analíticamente a las FARC-EP
  13. Capítulo 10 - A propósito de la nueva izquierda latinoamericana y el PDA -Referentes para el debate-
  14. Biografía