La nación expuesta
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La nación expuesta

Cultura visual y procesos de formación de la nación en América Latina

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Cultura visual y procesos de formación de la nación en América Latina

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"Esta obra no tiene una ambición distinta a la de estimular una reflexión sobre el alcance de la cultura en la política exterior de los Estados. Se sabe que la diplomacia y la política exterior constituyen un campo de estudio de las relaciones internacionales en constante expansión e imposible de agotar en un solo sentido o un una sola lectura. En consecuencia, este libro pretende constituir un insumo en la comprensión de una temática delimitada y particular. El lector que opte por adentrase en el fascinante tema de la cultura y de la gestión de la política exterior, encontrará preguntas y algunas respuestas que le permitirán entender en su real dimensión la forma como los atributos que definen a las potencias y a los actores influyentes del sistema internacional han venido transformándose con el paso de los años. Se trata de un cambio que no debe pasar inadvertido para aquellos interesados en la cultura y en la política exterior. Este texto es el resultado del proyecto de investigación sobre el poder blando y la diplomacia cultural de Turquía y sus lecciones para Colombia financiado por el Fondo de Investigaciones de la Universidad del Rosario (FIUR) entre 2013 y 2014". [Extracto del prólogo]

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Información

La función de las imágenes en el proceso de construcción de las naciones latinoamericanas
Hans-Joachim König
Katholische Universität Eichstätt-Ingolstadt
Símbolos nacionales en la construcción de un Estado nuevo
En la primera parte de mi ensayo, presento algunas reflexiones teóricas acerca de los símbolos nacionales y la retórica política. Uno de los deberes más importantes de los dirigentes políticos de un Estado nuevo es desarrollar o consolidar en la población un sentimiento de identidad y de identificación con el nuevo Estado y conseguir, a la vez, su reconocimiento por los ciudadanos.
Los problemas de identidad y de legitimidad representan los primeros y más fundamentales desafíos en el proceso de la formación del Estado y de la nación, particularmente en el caso de los Estados hispanoamericanos que se emanciparon de la dependencia colonial, porque su gobierno ya no estaba legitimado por el principio monárquico habitual con la persona del rey como persona de referencia y objeto de lealtad, sino por el nuevo principio de la soberanía popular. Se consideran soluciones institucionales de estos problemas el desarrollo de medios impresos, de organizaciones para la socialización y el fomento de la cultura política, como escuelas, museos, ritos y símbolos, así como la garantía de obedecer las leyes, los reglamentos y cumplir con la responsabilidad gubernamental.
Al estallar la independencia todavía no existían los museos nacionales. Estos, como lugares de la memoria que consolidan una narrativa de la nación o de la comunidad deseada, como partes integrantes del proceso de unificación política del territorio y de la construcción de los Estados nacionales, surgían solo años después de la independencia. Por eso, ya que no existían instituciones que pudieran atestiguar la esencia del pasado glorioso, la “sede ceremonial del patrimonio, el lugar en el que se guarda y celebra, donde se reproduce el régimen semiótico con que los grupos hegemónicos lo organizaron” (García Canclini 1989, 158), los dirigentes políticos de los Estados latinoamericanos hacían lo que los políticos de todos los tiempos y de todas partes practicaban o todavía están practicando para difundir ideas políticas: crear una conciencia nacional y determinar el portador de la soberanía popular. Se servían para ello de una serie de símbolos y de una retórica política especial, que se manifiesta en ciertas imágenes, tanto virtuales o mentales como reales (véanse Deichmann 2007; Diers 1997; Bergem, Blum y Marx 1996).
Para darnos cuenta del carácter y de la función de las imágenes, podemos basarnos en las teorías de la imagología y los trabajos de la psicología social que investigan ciertos comportamientos y pareceres estereotipados.1 Ellos nos suministran suficientes conocimientos para comprender cómo se forman las imágenes, tanto las imágenes de sí mismo (autoimagotype) como las imágenes del ajeno, del otro (heteroimagotype). Son las imágenes que definen la idea de nosotros mismos y las de los otros. De estas imágenes no se puede percibir si sea “correcta” o “incorrecta”. De hecho, la conformidad de la imagen con la realidad es, por el momento, de poca importancia. Las imágenes son productos de opiniones particulares —en la política, muchas veces lanzadas por grupos dominantes— y, así, son funciones de situaciones sociales. Las imágenes son medios orientadores imprescindibles que ponen al receptor, sea un individuo, una sociedad o una nación, en condiciones de relacionar las diversas informaciones e impresiones sensoriales, estructurarlas y agregarlas a tipos de interpretación ya existentes (Cfr. Bergler 1966, 108). Una imagen estereotipada sirve de filtro, por así decirlo, para extinguir partes no deseadas de las informaciones nuevas o hasta omitirlas. Con estas imágenes estereotipadas se construye la realidad que manejan tanto individuos como grupos colectivos, y esta realidad construida se convierte en la base de valoraciones, decisiones, acciones y pautas de conducta (comportamientos).
Las metáforas son imágenes muy especiales. Ellas expresan términos figurativos que sirven para la descripción gráfica y suministran ciertas significaciones e interpretaciones. Sus características centrales son, por un lado, su potencial de visualizar y, por el otro, la impresión de una cosa terminante y patente, impresión que muchas veces contrasta con la complejidad real de la cosa indicada.
Las metáforas crean relaciones conceptuales entre fenómenos, por el momento heterogéneos, por ejemplo, entre el concepto de la familia como lenguaje simbólico y la esfera de lo político como receptor de la imagen. Ilustran así una realidad por el momento opaca, al interpretar algo abstracto por un símbolo concreto y comprimirlo en figuras lingüísticas. Por eso, las metáforas no representan una realidad, sino que la producen. Según Paul Ricœur (1986, 275), producen una referencia virtual y así crean una realidad que pretenden describir. De este modo, las metáforas en su calidad de lenguaje simbólico son ofertas para interpretar situaciones o realidades políticas muy complejas y ofrecer explicaciones simples y fáciles de comprender, lo que argumentaciones discursivas apenas lograrían suministrar (véanse al respecto Ricœur 1986; Davidson 1986; Haverkamp 1983). Hay que subrayar que el efecto de metáforas y de símbolos está basado en que estos tocan una predisposición en aquellos individuos o grupos a que se dirigen, a la cual pueden referir y gracias a la cual son reconocidos. Este hecho induce a comprender que imágenes, metáforas, símbolos y su contenido no son constantes o invariables, sino que se modifican en la medida que las condiciones históricas cambian (Cfr. Deutsch 1953, 170-181; Walzer 1967, 191-204).
Antes de analizar la retórica política en la época de la independencia, me parece necesario dar algunas explicaciones teóricas respecto al concepto de nación, que parece escaparse de una definición generalmente aceptada. No me baso en una definición de nación que la determina como un orden natural y terminante de la vida política y social, pues ya se sabe y se ha descrito muchas veces lo difícil que es encontrar un código universal para lo que es una nación en general y en una situación especial. En cambio, prefiero aplicar un concepto que comprende la nación como un orden ficticio, determinado por una colectividad de hombres, donde la naturaleza de este conjunto se deduce de los criterios o cualidades diferentes, como los definen en la mayoría de los casos las élites dominantes. Estos criterios determinantes que sirven para diferenciar hacen aparecer, al mismo tiempo, lo diferenciado como un valor especial (aspecto normativo) y de este modo proporcionan una orientación. Pueden ser, por ejemplo, criterios étnicos, criterios culturales o criterios de derechos humanos cívicos. Según las diferentes cualidades que obtengan mayor valor en un orden ficticio de la nación, se forman naciones diferentes, que están sujetas a cambios cada vez que los criterios determinantes y su valor o una mezcla de criterios, cambien en el transcurso de los tiempos y que son adaptables a las constelaciones reales de poder en el proceso histórico.2
Este concepto analítico ofrece la ventaja de que pregunta por y hace comprensible lo que los contemporáneos (sobre todo los personajes dominantes de una sociedad) entienden por la nación en una determinada situación histórica, cuáles son los criterios con los que definen la nación de un modo igualmente plausible para las no élites y cómo legitiman el orden político o justifican la fundación y construcción del Estado. De este modo, se evita confundir el concepto de la nación que tuvieron los contemporáneos con aquel del historiador, quien en una retrospectiva histórica trata de calificar la existencia de la nación estudiando si se encuentra una cantidad mínima de integración nacional en el sentido social, económico y también geográfico.
Desde este aspecto teórico, la cuestión primordial no sería si ya en el momento de la independencia existía una nación, comparada con categorías “objetivas”, universales o tomadas de la historia europea de Estados nacionales. Me parece de mayor importancia estudiar cómo los criollos entendieron la nación y con qué proyecto nacional la construyeron, siendo ellos los predominantes, si bien no los únicos, representantes del movimiento nacional que, compitiendo con otros proyectos nacionales, lograron imponer su propia versión (véanse König 1994 y 2000; Múnera 1998).
Como podemos partir del supuesto de que existen relaciones muy estrechas entre el lenguaje, la política y el gobierno, las metáforas, las imágenes mentales y reales son más que figuras de dicción meramente decorativas, y su análisis es de una importancia trascendental (Cfr. Lasswell 1949; Weldon 1953; Dieckmann 1964; Pocock 1971; Zashin y Chapman 1974; Cohen 1979; Ortony 1979; Sapir y Crocker 1977; Miller 1979).
Algunos ejemplos respecto de imágenes
En la segunda parte de mi ensayo, analizo la función de algunas imágenes en la primera fase de la construcción de las naciones latinoamericanas. Me refiero al caso de la Nueva Granada/Colombia, porque lo he estudiado intensamente. Enseguida me enfoco en el significado de algunos símbolos, porque me parece que este análisis facilita precisar exposiciones sobre la interpretación de la realidad y la orientación de conductas relacionadas con la formación de la nación, así como sobre las bases de la legitimación del nuevo gobierno. También, dicho análisis permite enterarse de los modos de pensar y sentir incluso de grupos mayores. Respecto de los modos de pensar, el lenguaje representa el depósito de esquemas específicos de cada época y sociedad, de expectativas y actitudes, es decir, el “saber social” expresado en determinadas nociones (véanse Schütz y Luckmann 1979; Berger y Luckmann 1966; Gumprecht 1979). Sobre todo, voy a analizar el lenguaje de la élite neogranadina; los criollos dominantes, siendo ellos los representantes del movimiento nacional y los que, desde finales del siglo XVIII, llegaron a tener, una cada vez mayor, conciencia de su identidad y un creciente sentido de lealtad con su patria.
Dentro de la retórica política con que los patriotas, como portadores del movimiento de independencia, se enfrentaron al poder colonial español a través de escritos políticos, artículos de periódicos junto con cartas particulares y oficiales, así como en las primeras constituciones, fueron de importancia las siguientes metáforas y eslóganes: el imperio español visto como familia, la relación entre España y sus colonias concebida como relación entre padre/madre e hijos, la fórmula de trescientos años de esclavitud de los americanos, el indio como símbolo de la esclavitud o bien de la libertad, según el caso, el árbol de la libertad y el título de ciudadano. Aquí me dedicaré a los tres primeros. ¿Qué contenido y función tuvieron estos símbolos políticos en la Nueva Granada durante la época de la primera organización estatal?
La metáfora de la familia
“El Nuevo Reino de Granada es hoy como un hijo mayor que necesita emanciparse”: con este argumento justificó Pedro Fermín de Vargas en 1799 las aspiraciones independentistas neogranadinas (citado en Ortiz 1965, 71). Vargas fue un buen conocedor del país, debido a su actividad como funcionario en la Secretaría del virrey Caballero y Góngora y como corregidor de Zipaquirá. Doce años más tarde, el prócer Antonio Nariño, presidente del Estado de Cundinamarca, criticó a España usando una imagen similar. En una carta divulgada el 1º de septiembre de 1811 del número 8 de La Bagatela, su diario de combate político y estilo satírico, preguntaba con qué derecho se designaba propiamente a España como Madre Patria, cuando esta se había mostrado como Madrasta Patria codiciosa y dominante, en vez de una madre cuidadosa:
Si ella tiene alguna similitud con la natural, no viene de que las Américas se hayan portado como hijas: era necesario que la España hubiese hecho oficios de madre, así como merecer el título de Patria; creo yo que la España debiera de haber sido para los Americanos, lo que América ha sido para los españoles. Estos, que tanto cacarean de la maternidad, pudieran señalarnos el patriotismo que heredamos de aquella madre, entre tanto que la tal madre, después de haberse mantenido á expensas de la hija, no exige su filiación sino en quanto pretende sobrevivir á ella y heredarla [...].
Mil veces he deseado saber quien sea la Abuela Patria, la Hermana Patria, la Prima Patria, la Tía Patria, sin que de todas mis inquisiciones haya sacado otro conocimiento que el de la Madrastra Patria, aquella que ha tratado siempre como extraños a sus descendientes, y a sus hijos como esclavos. Tengo esta maternidad ...

Índice

  1. Portada
  2. Título
  3. Créditos
  4. A manera de prólogo Sven Schuster
  5. La función de las imágenes en el proceso de construcción de las naciones latinoamericanas Hans-Joachim König
  6. Orden visual y economía política: museo y colección como aparatos de Estado Jens Andermann
  7. “Um gigante cheio de bonomia”: la imagen de Brasil en el discurso visual de las relaciones internacionales sudamericanas, 1902-1912 Ori Preuss