Configuración de la noción de discapacidad en un contexto de vulnerabilidad en Bogotá
eBook - ePub

Configuración de la noción de discapacidad en un contexto de vulnerabilidad en Bogotá

Análisis interdisciplinar

  1. Spanish
  2. ePUB (apto para móviles)
  3. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Configuración de la noción de discapacidad en un contexto de vulnerabilidad en Bogotá

Análisis interdisciplinar

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

El clientelismo político en Colombia, desde hace unas cuatro décadas, se ha venido configurado como objeto de estudio de antropólogos, sociólogos, historiadores y politólogos, incluso, se ha configurado como materia de discusión de periodistas y abogados. Los escándalos de corrupción en instituciones públicas, asociados erróneamente con el clientelismo, han suscitado el interés de muchos estudios de caso, que corroboran la existencia de racionalidades útiles a quienes detentan el poder, pero ineficientes dentro de las lógicas de un Estado moderno regido por la trasparencia, meritocracia y la participación ciudadana en defensa de lo público.

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a Configuración de la noción de discapacidad en un contexto de vulnerabilidad en Bogotá de Guerrero García, Laura Daniela en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Filosofía y Filosofía y ética en la ciencia. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Capítulo 1

Evolución del concepto de discapacidad: estado del arte de las investigaciones sobre el tema desde una perspectiva interdisciplinar

Introducción

Esta investigación parte de aceptar que las percepciones sobre la discapacidad son una construcción social que se ha transformado a través del tiempo. Cada época y cada sociedad ha atribuido cualidades diferentes a las personas que ha considerado en condición de discapacidad, y ha asignado papeles e impuesto imaginarios asociados a sus condiciones físicas y mentales. Todo surge a partir de la diferenciación social construida en torno a las ideas de “lo normal y anormal”, dicotomía a partir de la cual se separa, se excluye y muchas veces se estigmatiza aquello que la sociedad ha considerado como diferente.
Consideramos que el primer paso para abordar el problema de la discapacidad en una comunidad vulnerable como la de El Codito era entender, desde una perspectiva histórica, la construcción social del concepto, y cómo este ha sido comprendido y abordado tanto por las disciplinas de la rehabilitación y la medicina como por las ciencias sociales. Producto de esta primera inquietud hemos podido evidenciar, con base en el análisis del estado actual de las investigaciones sobre el tema, que las percepciones de discapacidad en las comunidades aún se encuentran ancladas o asociadas a imaginarios que desde la perspectiva académica y política ya han sido superados.
Esta revisión también nos permite enfocarnos en las maneras en que debemos pensar las intervenciones en los ámbitos comunitarios, intentando transformar imaginarios y representaciones muy arraigadas. Finalmente, el ejercicio fue muy enriquecedor para el equipo de investigadores, por cuanto nos permitió compartir perspectivas disciplinares diferentes y sentar bases para la construcción de una investigación realmente interdisciplinaria.
Este capítulo está subdividido en tres partes las cuales reflejan una periodización que valoriza los tres momentos más significativos en la construcción social de la discapacidad. Como se verá, no se trata de procesos lineales, sino más bien de cambios ideológicos importantes a nivel de la sociedad en general que permitieron la evolución del concepto. Asimismo, aunque cronológicamente parecen superadas algunas etapas, el trabajo empírico muestra que varios de los imaginarios que se creen superados siguen vigentes en la sociedad. De esta manera, en la primera parte se abordará la construcción del discurso de la anormalidad que marcó la percepción de la discapacidad física y mental desde la época clásica hasta las primeras décadas del siglo XX. Aquí mostraremos cómo el discurso científico afianzó una idea de lo normal y eficiente y rechazó, aisló o recluyó a quienes no cumplían con ese ideal. En un segundo momento mostraremos que el surgimiento del discurso médico-científico de la rehabilitación, en la Primera y en la Segunda Guerra Mundial, buscará integrar a las PCD pero asumiendo que se trata de un problema individual. Finalmente, en la década de 1970 surge una nueva mirada a la problemática, la cual desplaza el modelo médico-individual, ya que aparecen los movimientos de vida independiente que dan origen al modelo social, según el cual la responsabilidad de la inclusión no recae sobre el individuo sino sobre la sociedad.

Las instituciones y la construcción del discurso sobre la anormalidad

Esta primera parte abordará más que la noción de discapacidad, la de anormalidad, pues la primera no existía entre el siglo XV y mediados del siglo XX. Solo después de la Segunda Guerra Mundial, con el surgimiento de las nociones de invalidez y discapacidad, se desarrollan las corrientes de la rehabilitación y posteriormente de la integración. Intentaremos recoger algunas lecturas que desde las ciencias sociales, en particular la sociología y la historia, han trabajado sobre la construcción social de la anormalidad. Así pues, al indagar sobre la historia de la discapacidad, antes de la década de 1940 las personas con deficiencias físicas, cognitivas y mentales eran incorporadas en un magma indefinido, del cual también hacían parte todos los demás individuos que la sociedad rechazaba y para quienes no había posibilidades ni de participación ni de socialización: los enfermos, los criminales y los indigentes. Evidenciaremos cómo se institucionalizan las percepciones sociales sobre los “anormales”, incluidos allí las personas que hoy consideramos con discapacidad.
La anormalidad es una experiencia históricamente constituida y conformada por prácticas institucionales, procesos socioeconómicos y formas hegemónicas de discurso, que explican las identidades estigmatizadas como parte de una construcción cultural, abandonando algunas ideas que afirman que “lo normal se explica desde carencias mentales y morales y una baja capacidad cognitiva de las personas, producto de un desarrollo natural” (Wacquant, 2000 p. 27). También proponemos la revisión de algunas teorías referentes al tema para entender cómo desde el siglo XV se construye la idea de las personas anormales como una amenaza para la racionalidad moderna, para el sistema económico y productivo capitalista, para la moral, la religión, la estética, entre otros ámbitos de la vida moderna que son dictados por el conocimiento científico,1 el cual busca a toda costa restablecer en la norma deseada al organismo afectado por la desviación.

La construcción social de la desviación

Michel Foucault (1961), en los dos primeros capítulos de Historia de la locura, se refiere a la construcción social de la desviación y de los comportamientos patológicos. Para explicar la naturaleza de la desviación, el autor desarrolla una genealogía de las prácticas sociales y de los discursos que han construido representaciones sobre la locura. Sin abordar directamente el tema de la discapacidad, muestra cómo en la categoría de la anormalidad se incluyen las deficiencias cognitivas. Otro aspecto interesante para nuestro propósito de estudiar la discapacidad como representación social, es que Foucault logra demostrar que la locura fue un concepto socialmente construido y permeado por las prácticas dominantes, en especial las de la autoridad científica y de la medicina, institucionalizando discursos y justificando el rechazo a los que en su momento fueron llamados enfermos mentales.
La historia sobre la locura evidencia la fuerte exclusión y estigmatización que la sociedad ejerce sobre las personas que considera anormales. En el Renacimiento, la locura era entendida como un espacio moral de exclusión, razón por la cual, quienes tenían esta condición, eran expulsados en barcos por los ríos de Europa, con el ánimo de deshacerse de ellos. Con el rechazo a los anormales no solo se piensa en la seguridad o en la utilidad social, también se les prohíbe la entrada a las iglesias, se les azota públicamente, siendo correteados y expulsados a golpes de la ciudad. En resumen, se ejercía sobre ellos exilios rituales. Al final de la Edad Media aparecieron muchos cuentos y fábulas que, aunque estigmatizaban vicios y defectos (físicos o mentales), representaban la sinrazón. Es una denuncia de la locura diferente, no como se hacía habitualmente del olvido de las virtudes cristianas o la falta de caridad. Desde el siglo XV, el rostro de la anormalidad ha perseguido la imaginación del individuo occidental, ya que la conciencia crítica era una forma de subjetividad que la experimentaba como aquello que denunciaba las insensateces de las costumbres que la gente consideraba racionales y correctas (Foucault, 1967 p. 10).
En el siglo XV también aparecen los hospitales, donde son exhibidas todas las enfermedades del cuerpo y el espíritu. Al llegar el siglo XVII, el mundo, afirma Foucault (1967), es extrañamente hospitalario, ya que todo lo referente a la locura, y en general a la anormalidad, es reducido al silencio mediante el encierro. Se crearon muchos internados y, por medio de medidas arbitrarias de detención, los individuos sufrían regímenes de opresión (p. 17). Así, en 1655 se decretó la fundación del hospital general de París, el cual tenía como principal función acoger, hospedar y alimentar a todos los que se presentaran por sí mismos o a aquellos que fueran enviados por la autoridad legal. No era un establecimiento médico, era una entidad administrativa que debía juzgar y ejecutar. Allí se validaban las torturas y los golpes; privaban de comida a los pacientes, no los vestían, entre otras humillaciones. Estos hospitales estaban presentes en cada ciudad del reino porque eran instancias del orden monárquico (Foucault 1967 p. 20).
Muy a menudo, esas casas de encerramiento se establecieron dentro de los antiguos leprosarios. Allí cubrían dos necesidades: el deseo de ayudar y la necesidad de reprimir, el deber de caridad y el deseo de castigar. Se les devuelven poderes oscuros a los leprosarios, los cuales vuelven a estar llenos en el siglo XVII: “Los grandes hospicios e internados, las obras religiosas y de orden público, de socorro y de castigo son un hecho de la edad clásica” (Foucault, 1967 p. 41).
En el siglo XVII el encierro está doblemente justificado: a título de beneficio, pues es institucionalizado como caridad con las personas que son recluidas, pero también como castigo. Y así persiste hasta el fin de la época clásica, porque los “pobres buenos” aceptaban agradecidos todo lo que podían darles gratuitamente y por eso cedían ante el encierro, mientras que los “pobres malos” intentaban escapar de ese orden, y por eso merecían el encierro, por su rebeldía. Para Foucault, nació una nueva sensibilidad social; por ejemplo el loco debía estar en los “hospitales” porque representaba desorden para la ciudad. Esto no es otra cosa que una medida de saneamiento que los ponía fuera de circulación, ya que la miseria, la pobreza, la incapacidad, los defectos y la locura perturban el orden del espacio social (Foucault, 1967 p. 33). Por otro lado, el confinamiento no solo atendía la preocupación por la curación, también se proponía condenar la ociosidad y la mendicidad porque eran fuentes de los desórdenes. Este es uno de los ejemplos más esclarecedores de Foucault a la hora de estudiar los discursos y prácticas propios de cada época, los cuales constituyen las normas y, por ende, la desviación.
Aunque los hospitales sustituyeron las medidas de expulsión por las de encierro, sus intenciones no eran únicamente el saneamiento de los individuos, tampoco tenían un fin rehabilitador o de apoyo a una reinserción social; la internación fue una respuesta en el siglo XVII a una crisis económica que afectó al mundo occidental en su conjunto, razón por la cual no ayudó a que la pobreza cesara. En el siglo XVIII pasó lo mismo: las correccionales y las sedes del hospital general sirven para guardar a los desocupados y vagabundos y, en época de crisis, cuando muchos obreros quedan sin trabajo, se da la orden de arrestarlos. Fuera de las épocas de crisis, los internados también proporcionan trabajo y hacen útiles a los individuos para la prosperidad, así que la alternación es clara: “Mano de obra barata cundo hay trabajos y salarios altos; y en periodo de desempleo, reabsorción de los ociosos y protección social contra la agitación y los motines” (Foucault, 1967 p. 52). Es decir: la época clásica utiliza el confinamiento de una forma equivocada para hacer desempeñar un papel doble: reabsorber el desempleo, o borrar sus efectos sociales más visibles, y controlar la población cuando existe el riesgo de que su número se incremente demasiado (Foucault, 1967 p. 52).
Aunque en la época clásica estos internados tenían sentido por el valor moral del trabajo y por su significado ético, para Foucault no cumplieron sus objetivos: absorbían a los desocupados para disimular la miseria y evitar los inconvenientes políticos de la agitación, pero también aumentaba el desempleo en regiones vecinas, razón por la que desaparecieron en el siglo XIX. El siglo XIX exige que allí solo queden los locos y los deficientes mentales, quienes también eran sometidos al trabajo obligatorio, pero eran incapaces de seguir el ritmo de la vida colectiva, por eso descubrieron que necesitaban un régimen especial (Foucault, 1967 p. 55). El encierro de los locos, los leprosos, los pobres y los criminales, bajo el argumento de la anormalidad, evidencia que lo “anormal” es producto de una normatividad moral social que varía de acuerdo con las prácticas institucionales y los procesos socioeconómicos.
Otro autor que se refiere a la construcción social de la desviación y de los comportamientos patológicos es Anthony Giddens (1982), quien en el capítulo 8 del libro Sociología, hace un recuento desde el siglo XIX de las distintas teorías que buscan explicar la naturaleza de la desviación como, por ejemplo, el enfoque biológico, el sicológico y el sociológico. En este recuento el autor hace referencia a los comportamientos desviados de individuos en la sociedad, sobre todo a las conductas de enfermos mentales y criminales; estos últimos siendo los más estudiados por la sociología dentro del gran grupo de las personas consideradas como anormales. Allí cita autores como Lombroso (1870) o Sheldon (1949), quienes, refiriéndose a los criminales, desarrollan explicaciones hereditarias y genéticas para los comportamientos desviados, olvidando las instituciones y las relaciones de poder y clase que propician las prácticas de las personas que se consideran “desviadas” o “anormales” en una sociedad, así como el contexto social donde se desarrolla la desviación.

El capitalismo, la ciencia y el Estado confluyen en la construcción social de la discapacidad

En relación con los cambios que han ocurrido en la definición de “anormal”, Howard Becker (2009), en Outsiders, hacia una sociología de la desviación, asegura que todos los grupos sociales establecen reglas y definen los comportamientos apropiados y las nociones de normalidad, diferenciándolos de las acciones equivocadas o de las limitaciones que se pueden considerar como anormalidades físicas y mentales de los miembros del grupo. El posicionamiento de esas reglas, como la conducta apropiada o el cuerpo normal, depende de cada cultura, no solo de las interacciones del momento, debido a que los procesos de valoración varían de acuerdo al sistema socioeconómico y moral de las sociedades en cada momento particular.
Por ejemplo, Carolina Ferrante y Miguel A. V. Ferreira (2008), en el artículo “Cuerpo y hábitus: el marco estructural de la experiencia de la discapacidad”, afirman que en el contexto de una sociedad capitalista, el Estado, como detentor de la violencia simbólica, contribuye a la producción y reproducción de los hábitus. Para los autores, basados en las definiciones de Bourdieu, “ese hábitus está históricamente situado, inscrito en el conjunto de condiciones operativas, estructurales y funcionales, de una organización social regida por la lógica, a la par, reiteremos una vez más, económica e ideológica, del mercado” (p. 6). De esta forma, se puede afirmar que desde sus inicios el capitalismo ha definido las reglas del juego a las que está sometido tanto el cuerpo “discapacitado” como el cuerpo “legítimo”.
El capitalismo, con sus lógicas económicas según las cuales todos deben ser productivos, eficientes, eficaces, ha propiciado la exclusión social de las PCD y, en general, de todos aquellos que no cumplan sus demandas. Es ahí donde estas personas adquieren la condición de colectivo homogéneamente clasificable por su posición relativa en la estructura social, posición que los vuelve vulnerables a la opresión, marginación y discriminación. De esta manera, el hábitus es una estructura articulada sobre esquemas relacionales, por ello, así como no se puede pensar lo gordo sin referencia a lo flaco, no es posible pensar al cuerpo “discapacitado” si no es en función del cuerpo “legítimo”, es decir, lo sano, lo bello o lo bueno. E...

Índice

  1. _GoBack
  2. _GoBack