Jorge Zalamea, enlace de dos mundos
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Jorge Zalamea, enlace de dos mundos

Quehacer literario y cosmopolitismo (1905-1969)

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Jorge Zalamea, enlace de dos mundos

Quehacer literario y cosmopolitismo (1905-1969)

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Información del libro

El tema de este libro es la acción de inconstitucionalidad, que es el mecanismo más importante de defensa de la Constitución Política. La primera sección hace relación a los supuestos institucionales de la acción, como son la Constitución y el control de de constitucionalidad. Las siguientes secciones desarrollan las instituciones procesales.

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Información

Año
2015
ISBN
9789587385663

Capítulo 1
El inolvidable teatro de la infancia
(1905-1920)**

Caserones antiguos y cautivadores libros

La historia vital de Jorge Zalamea, niño rubio de cabellos ensortijados y “fulgurantes ojos azules”,1 comenzó cuando el país mantenía intacto el recuerdo de la guerra de los Mil Días (1899-1902), última guerra civil del siglo XIX. Ese conflicto resultó decisivo para el afianzamiento del régimen conservador que, parapetado durante tres décadas en el poder, se dio a la tarea de proteger con vehemencia idearios y concepciones del mundo marcadamente tradicionalistas. Frente a ellos, Jorge Zalamea –quien a la postre sería reconocido como polifacético intelectual–, sostuvo durante toda su vida el más férreo antagonismo.
La primera familia de Jorge Zalamea estuvo conformada por Benito Zalamea López y Margarita Borda Monroy, sus padres, y por sus hermanos mayores María Eugenia (cariñosamente llamada “Maruja” o “Cuquita” en el seno familiar), Alberto y Juan. Con respecto a su llegada al mundo, estando próximo a cumplir sesenta años Jorge Zalamea comentó:
La vida del viejo aprendiz de escritor comenzó en la madrugada del 8 de marzo de 1905, en una casa de cuatro pisos, pretenciosamente moderna para la época y situada en el costado norte de la Plaza de Bolívar. Como todavía aquella casa era muy rica, puede decirse que el niño nació rodeado por buen número de factores de poder: el capital, representado por la propia mansión; la Iglesia, por la Catedral Primada; la política, por el Capitolio y el pueblo que, al menos en apariencia, podría simbolizarse en el Cabildo.2
Los caserones en los que el pequeño pasó su infancia estuvieron ubicados sobre el marco de la Plaza de Bolívar, el primero, –tal como acaba de indicarse–; “en la carrera sexta, equidistante de las parroquias de San Agustín y Santa Bárbara”, el segundo; en el barrio de La Capuchina, el tercero; en La Candelaria frente al templo del mismo nombre, el cuarto –famoso por haber sido habitado durante el siglo XVII y comienzos del XVIII por el pintor Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos–; en la calle 17 con la carrera 9ª, el quinto; y, finalmente, en el cruce de la carrera 5ª con la calle 19, el sexto. El ambiente de cada una de estas viejas casonas –igual que los libros que allí conoció– influyeron profundamente en la temprana inclinación del niño por las letras, conforme lo testimonió años después al evocar su infancia.3 El mirador de la cuarta casa mencionada inspiró una de esas sentidas añoranzas, expresiva de un incontenible afán de libertad –para sí y para su entorno–, tentativa que muy tempranamente confió a la privilegiada atalaya emplazada en la expresión lírica:
EL BALCÓN
Aquel balcón:
¡qué proa de nave capitana!
De la añosa madera de su techo
pendía una gran jaula
en que se atortolaban los canarios,
silabeaban los pericos de Australia
y esponjaban sus plumas las calandrias.
Del rumor de esas alas,
el amor me nació por las palabras.
Allí aprendí a leer,
imitando los labios
de mi hermana.
Y las aves cautivas me enseñaron
su afán, nunca cansado,
de partir algún día,
alta el ala,
de aquella proa capitana.4
Según la anterior descripción, el amor por las palabras surge de un innato deseo de libertad despertado por el encierro de las aves –paradójicamente presas en una atalaya desde la cual podía vislumbrarse la libertad. Cual llave mágica, la prisión de las aves abre el filón poético antes enjaulado, para acompañar al autor existencialmente. Se lanzó entonces al vuelo por los infinitos y a la vez exclusivos espacios de las letras. En efecto, los espacios domésticos en los que transcurrieron los primeros años de Jorge Zalamea impactaron sin duda su primera percepción del mundo, igual que su naciente capacidad de creación y asombro. Narraciones familiares y anecdotarios históricos alusivos a dichos espacios –moradores ilustres que algún día los albergaron, tesoros ocultos en sus muros, fantasmas atados a ellos, etc.– nutrieron el gusto inicial del pequeño por el mundo de las letras, quien así estimulado por los integrantes de su núcleo familiar experimentó pronta curiosidad y avidez de relatos.
Sentada en el balcón aludido en el poema arriba transcrito, María Eugenia, hermana de Jorge, todos los días leía cuentos al futuro escritor, preferencialmente –según lo recordó este, años más tarde– las aventuras del “títere italiano” Pinocho, famoso personaje ficcional creado por el florentino Carlo Collodi a finales del siglo XIX. Ya en su madurez plena Jorge Zalamea rememoró cuánto contribuyeron aquellos relatos a definir su amor por las letras:
Si no me engaña la memoria –esta memoria mía que al tiempo que se torna más precisa sobre lo sucedido hace medio siglo, olvida lo inmediato: las cosas, los rostros y los nombres, con grave detrimento de mis relaciones sociales–, el delicioso cuento filosófico de Collodi se publicaba como folletín de ‘La Gaceta Republicana’. Y cada tarde, en el mirador de la nueva casa, bajo la gran jaula en que revoleteaban alondras, canarios y periquillos de Australia, mi hermana María me leía la entrega cotidiana, dejándome a la expectativa de si cuajarían o no las monedas de oro en el árbol mágico, conforme a las falaces promesas del zorro y del gato: esos precursores de las cajas de ahorro desvalijadas por la devaluación; si Pinocho y su padre saldrían salvos del vientre del tiburón, esa otra alegoría de la contingencia social, o si el beso del hada transformaría finalmente al muñeco de madera en niño de carne y hueso, ya sin la pesadumbre de sus descomunales narizotas: tercera fábula del hombre redimido por sus dolores y su voluntad de recuperación.5
Pocos años después de que escuchara por primera vez el cuento de Collodi, otro personaje predilecto del futuro escritor fue el aguerrido pirata Sandokán, personaje creado por el veronés Emilio Salgari en 1883, cuyas hazañas acostumbraba a dramatizar en compañía de varios de sus primos de edades afines –entre ellos estaba el también escritor Eduardo Zalamea Borda, nacido en 1907. Curtido por el paso del tiempo, Jorge recordó con nostalgia aquellos episodios plenos de alegría en los que, hacia sus nueve años, en la casa ubicada en la calle 17 con la carrera 9ª, muchas veces simuló en compañía de sus primos que los árboles de cerezo plantados en el solar familiar eran barcos estremecidos por enormes olas:
ÁRBOL VELERO
¡Cerezas!
No hubo piratería semejante
ni más rápido abordaje
que el de los sueños trepando
por las vergas
del verde
bajel
inmóvil
sobre sus negras raíces
más tembloroso
cuanto más altas sus ramas.
¡Al asalto!
¡Qué heridas en las piernas infantiles!
¡Qué dicha en los talones!
¡Qué ampollas en las manos!
¡Qué codicia en los dedos
acarreadores de cerezas
contra la oposición de la corteza!
Y tú, Anita,6
saltando más alto
en el velamen
del bajel
vegetal,
y ofreciendo
al pirata iracundo7
la más bella cereza
para esquivar los labios.8
Las peripecias del heroico aventurero Sandokán compuestas por Salgari inspiraron los juegos de Jorge, calaron en su perspectiva cosmopolita y universalista de la vida y perfilaron de manera significativa los principios que, en lo sucesivo, orientarían su quehacer ético-literario. En ese sentido, años más tarde aseveró:
Pero no son pocas las cosas de que todavía s...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Créditos
  4. Dedicatoria
  5. Agradecimientos
  6. Presentación*
  7. Primera parte El irresistible llamado de las letras (1905-1934)
  8. Capítulo 1 El inolvidable teatro de la infancia (1905-1920)*
  9. Capítulo 2 Inscripción en el escenario cultural colombiano y periplos de expansión (1921-1927)
  10. Capítulo 3 Un intenso peregrinar para una visión más amplia (1927-1934)
  11. Segunda parte El escritor político: cuestionamientos de fondo al rumbo de la nación (1935-1959)
  12. Capítulo 4 Un intelectual en el corazón de la República Liberal (1935-1942)
  13. Capítulo 5 Literatura, diplomacia y promoción cultural: tres pilares, una sola trayectoria vital (1940-1947)
  14. Capítulo 6 En la senda crítica de la disidencia (1948-1951)
  15. Capítulo 7 El exilio y la experiencia del Este (1952-1959)
  16. Tercera parte El escritor interiormente transformado tras recorrer mundos distantes (1959-1965)
  17. Capítulo 8 Obstinación, adversidad y rechazo (1959-1960)
  18. Capítulo 9 El rebelde excluido (1961-1965)
  19. Cuarta parte Escritura y compromiso (1966-1969)
  20. Capítulo 10 El radical acorralado (1966-1967)
  21. Epílogo (1968-1969)
  22. Conclusiones
  23. Bibliografía
  24. Biografía