La naturalización de las emociones
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La naturalización de las emociones

Anotaciones a partir de Wittgenstein

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La naturalización de las emociones

Anotaciones a partir de Wittgenstein

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Con el propósito de dar elementos para la reflexión sobre el diseño urbano, desde la dimensión arquitectónico-espacial y acudiendo a otras disciplinas relacionadas con el urbanismo para encontrar un balance entre la práctica y la teoría, Dieter Frick propone una mirada comprometida tanto con la ciudad como con lo que en ella sucede, puesto que es el acontecer en la cotidianidad lo que orienta el quehacer de la planeación urbana. Una teoría del urbanismo constituye una importante referencia. Vigente para su elaboración a partir de la redefinición de los modelos explicativos del urbanismo que destacan el impacto físico, su detallado manejo de los aspectos teóricos, metodológicos y visiones del diseño urbano. En este texto, Frick parte del análisis histórico y científico de los modelos de ciudades, basado en maestros como Hillier, Choay, Rapoport, Lynch y Cerdá para abordar el presente

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Información

Año
2016
ISBN
9789587387247

1. El programa de naturalización de las emociones

En este capítulo agruparé las teorías naturalistas de la emoción de Descartes, James y Prinz bajo la noción de “programa de investigación científica”. La construcción de tal categoría se ajustará a la metodología propuesta por Lakatos para la reconstrucción racional de algunos episodios de la historia de la ciencia. En consecuencia, propondré un núcleo firme que atraviese las tres teorías y mostraré uno de los movimientos del cinturón protector que resultará importante para el desarrollo de la naturalización de la intencionalidad que trataré en el capítulo siguiente. Ver las tres teorías como un solo programa constituye el primer paso en mi argumentación, pues permite juntarlas bajo una misma categoría y permite evaluar con mayor claridad cómo las críticas de Wittgenstein se aplicarían al corazón del programa en su conjunto.

1.1. La metodología de los programas de investigación científica

La metodología de Lakatos. La metodología de los programas de investigación científica propuesta por Lakatos (1978/2010a, 1978/2010b) ofrece una herramienta interesante de reconstrucción racional de la historia de la ciencia. Esta metodología historiográfica combina elementos del falsacionismo metodológico de Popper y del convencionalismo de Kuhn, siendo una alternativa intermedia entre ambas propuestas en filosofía de la ciencia. De allí que Lakatos llame a su posición falsacionismo metodológico sofisticado: falsacionismo, al aceptar las críticas de Popper al verificacionismo, y sofisticado, pues evita las ingenuidades que le atribuye Kuhn a Popper.3
Para Lakatos, lo que ha de evaluarse en la reconstrucción de la historia de la ciencia no es una teoría, sino una serie de teorías con cierta continuidad. A esta serie continua de teorías Lakatos las llama un “programa de investigación”. Así las cosas, la metodología propuesta buscaría principalmente sacar a la luz la continuidad entre distintas teorías. Esta continuidad es capturada en la metodología bajo la categoría del “núcleo firme” del programa de investigación. Esta categoría recoge el conjunto de presuposiciones metodológicas y metafísicas, definiciones y demás ideas fundamentales del programa. El núcleo firme guía la investigación que se hace en el marco del programa, señalando los problemas, preguntas y métodos de solución válidos para el programa (lo que Lakatos llama la “heurística positiva”).4
Ahora bien, como puede notarse, el núcleo firme es el corazón del programa. Esto implica, según Lakatos, que él no es sometido nunca a escrutinio por parte de los científicos; al contrario, el núcleo firme ha de defenderse de toda evidencia y descubrimiento que pueda haber en su contra.5 Esto garantiza que el programa de investigación acomode las anomalías y amplíe el espectro de las explicaciones que ofrece. Para lograr esta acomodación, un programa de investigación cuenta con un conjunto de hipótesis auxiliares que pueden adoptarse, modificarse o eliminarse con el fin de proteger el núcleo firme. A estas hipótesis Lakatos las llama “cinturón protector”. Ellas son aquellas que el científico podrá falsear mediante experimentos y rechazar o moldear en caso de que una anomalía lo exija, a condición de mantener el núcleo firme incólume ante las instancias falsadoras.
La metodología de los programas de investigación permite también ver los cambios entre las teorías en el interior de un programa como cambios progresivos o regresivos. Cuando una teoría explica más hechos que su predecesora, esto es, cuando contiene bajo sus expectativas un exceso de hechos (exceso empírico), hay progreso teórico; cuando este exceso empírico es confirmado, hay progreso empírico. La conjunción de progreso teórico y progreso empírico es lo que Lakatos llama un “cambio de problemática progresivo”. Cuando, por el contrario, un programa ya no explica hechos nuevos, cuando sus explicaciones solo son posteriores a los hechos y no hay ya capacidad de predicción, hay un cambio regresivo.
En síntesis, la metodología de los programas de investigación científica nos invita a ver la historia de la ciencia como la historia de teorías con una continuidad metodológica que llamamos “núcleo firme”. Este núcleo contiene aquellas bases del programa que no es sometido nunca a falsación, y que delimita los problemas y preguntas de las que se ocupará la investigación científica (“heurística positiva”). Para salvar el núcleo firme se hacen modificaciones al conjunto de hipótesis auxiliares, al “cinturón protector”. Cuando estos movimientos logran anticipar hechos nuevos, acomodar anomalías y predecir novedades, hay progreso teórico; cuando esto se confirma, hay progreso empírico. Finalmente, cuando hay predicción y confirmación de hechos novedosos, cuando hay progreso teórico y empírico, hay un “cambio de problemática progresivo”.
Entre las ventajas de usar esta metodología, además de permitir ver progreso en la historia de la ciencia, Lakatos señala la inclusión de tesis metafísicas como parte de la ciencia y la posibilidad de incluir en la racionalidad científica la defensa constante de ciertas tesis incluso a pesar de las anomalías (1978/2010a, p. 59). Para nuestro caso, la metodología de los programas de investigación científica permite sacar a la luz la continuidad que hay entre Descartes, James y Prinz, y ver en las diferencias entre ellos el progreso de un programa. Dado que la metodología permite incluir en el trabajo científico tesis metafísicas, ella tiene la virtud de permitirnos incluir en un programa de investigación la discusión filosófica que existe entre estos tres autores, incluso si ella no es directamente una investigación empírica. Además, la metodología nos permitirá ver en el problema de la intencionalidad uno de los problemas que debe atacarse dentro de este programa. Con esto en mente, pasemos a la reconstrucción de estas teorías y la construcción del “programa de naturalización de las emociones”.

1.2. La teoría de las pasiones de Descartes

En muchos sentidos, Descartes es considerado el padre de la modernidad. Sus investigaciones en filosofía influenciaron más de un siglo de pensamiento, lo que lo hace uno de los filósofos más importantes de la historia. No obstante sus grandes logros en filosofía, Descartes también fue un reconocido hombre de ciencia. Más aún, su obra filosófica cubre una parte pasajera de su obra completa. En una carta a la princesa Isabel de Bohemia reconoce que las querellas metafísicas solo han de ocupar una parte de la vida de una persona. Para él, si bien es importante dedicarse en algún momento a la metafísica y la filosofía, es vital dedicarse también a lo que nos otorgan nuestros sentidos y el mundo (AT III 695).6 En resumen, además de hacer filosofía, hay que hacer ciencia.
La teoría de las emociones de Descartes, extraída de su texto Las pasiones del alma (1649), hace parte de este programa científico. Allí Descartes nos ofrece una teoría mecánica sobre el funcionamiento de las emociones. Esto significa, entre otras cosas, una teoría sobre cómo el cuerpo provoca pasiones y emociones en el alma, cuál es la función de estas y cómo podemos identificarlas como parte del mundo natural. De ahí que para aproximarnos a la postura cartesiana sobre las emociones, debemos aclarar primero cómo concibe el autor el cuerpo humano y su lugar en la naturaleza, su anatomía, fisiología y cómo esto se aplica al caso de nuestro interés.
El cuerpo como máquina. Lo primero que diremos sobre la ciencia de Descartes es que el autor concibe el mundo natural como una gran máquina. El mundo cuenta con leyes que han sido impuestas por Dios desde su creación, y que permanecen inmutables como él. Este es uno de los pilares de lo que llama la fábula del mundo (AT X, 37).7 Esta fábula cuenta, primero, con el desarrollo de una física y una cosmología que explica la naturaleza del espacio, la creación y evolución del universo y las leyes que gobiernan el mundo. Luego Descartes pasa a ocuparse de la manera cómo funciona el hombre, esto es, cómo funciona el cuerpo humano, cuál es su naturaleza y cómo este encaja en el mundo físico. La primera parte está desarrollada en el Tratado de la luz (1664), la segunda, en el Tratado del hombre (1666).8
Ahora bien, hemos dicho que en esta fábula el universo es una máquina que cuenta con leyes universales e inmutables, impuestas por Dios desde su creación. Cabe aclarar que la noción de ‘máquina’ que usa Descartes puede diferir un poco de la nuestra actualmente. Cuando pensamos en máquinas, muchas veces pensamos en computadores o en aparatos que usan corrientes eléctricas. Sin embargo, Descartes, lejos de pensar en mecanismos eléctricos, piensa en mecanismos hidráulicos. Así, la metáfora del cuerpo y el universo como máquina debe pensarse en términos de un gran mecanismo que funciona a partir del movimiento de fluidos. De ahí que en el universo cartesiano, toda explicación del mundo como máquina, esto es, toda explicación mecanicista, debe ser reducible a las nociones de ‘extensión’ y ‘cantidad de movimiento’. No entraré de lleno en los detalles de este tipo de explicación ni de la cosmología cartesiana. Por ahora basta con advertir que la metáfora con la que Descartes arma su ciencia tiene más parecidos con una serie de movimientos de fluido que con los computadores en los que podríamos pensar hoy en día.
Ahora bien, el cuerpo humano, en tanto físico, hace parte de esta gran máquina hidráulica. Por lo tanto, el cuerpo también debe tener leyes sobre su funcionamiento. En otras palabras, si el mundo es una máquina, el cuerpo humano es también una máquina que participa de esta máquina mayor. De ahí que se hable de una explicación mecanicista del cuerpo. En esta línea se desarrolla la teoría de las pasiones como una teoría en la que las pasiones han de encajar como función de la máquina que es el cuerpo. Hay que anotar, preliminarmente, que las pasiones incluyen, aunque no de manera exclusiva, a las emociones, de modo que hemos de avanzar primero en el campo de las primeras.
La anatomía del cuerpo humano. En la primera parte de LPA, Descartes resume lo que ya ha presentado antes en el Tratado del hombre. Primero, Descartes le atribuye al corazón la función de calentar la sangre. Al calentar la sangre, esta se expande y expande consigo el corazón. Esto genera un bombeo, de modo que la sangre sale disparada hacia todas las partes del cuerpo. Aquellas partículas que van con mayor velocidad van a parar al cerebro, en donde pasan por pequeños poros que las filtran. Al ser filtradas, quedan partículas de sangre muy pequeñas con una gran velocidad a las que Descartes llama espíritus animales.
Estos espíritus animales viajan desde el cerebro a través de los nervios para mover las distintas partes del cuerpo (inflando unos músculos y desinflando otros, por ejemplo) y para reportar todo tipo de información sensorial. Para Descartes, los nervios se entienden a la manera de ­pequeños tubos que permiten justamente el flujo de espíritus animales. En su interior hay un filamento muy delgado que conecta los órganos sensoriales con una región en el cerebro, a saber, la glándula pineal —o, para mayor precisión, sus vecindades—. Los espíritus animales lubrican el paso por el que este filamento transmite información de manera instantánea a la glándula pineal, moviéndola e inclinándola de un lado para el otro.
En el caso de la percepción visual, por ejemplo, los rayos de luz que van desde el objeto hasta el ojo llegan a la retina, que conecta con el nervio óptico. En el interior del nervio óptico están estos filamentos que, dependiendo de la intensidad de la luz, el color, y otras propiedades, se mueven de determinada manera (se tensionan y rotan de una u otra forma). Al moverse, los filamentos abren y cierran algunos poros en el cerebro a los que llegan los nervios, y permiten un flujo mayor —o menor— de espíritus animales. Estos pasan por dichos poros y mueven la glándula pineal en una dirección particular. Este movimiento es entonces percibido por el alma como la imagen del objeto.
Esta es, de manera resumida y cortada, la forma en que Descartes explica las funciones del cuerpo. El caso de las emociones será muy similar. Para el autor, las pasiones (entre las que están las emociones) también son movimientos de los espíritus animales que causan movimientos de la glándula pineal que luego el alma percibe como alegría, tristeza, etc. Así, Descartes intentará acomodar las emociones al funcionamiento mecánico del cuerpo, de modo que pueda ofrecernos una explicación de estas como parte del mundo natural.9
La clasificación de las pasiones. Descartes comienza su tratado distinguiendo entre las pasiones y las acciones. Las pasiones son aquellos estados en los que el alma recibe información pasivamente; por el contrario, las acciones son aquellos eventos que un sujeto hace que sucedan, o en los que el alma envía información al cuerpo y genera movimiento. Por ejemplo, la sensación de calor que siento al estar cerca al fuego, dado que es información que mi alma recibe de manera pasiva, es una pasión. En cambio, el movimiento de mi brazo, en tanto que es causado e iniciado por mí, es una acción. Es importante anotar que siempre que hay una pasión, hay un agente activo que la genera —y, de la misma manera, siempre que hay una acción, hay un agente pasivo sobre el que recae la acción—; en otras palabras, una pasión siempre implica una acción, y viceversa.
Ahora bien, entre las pasiones encontramos tres tipos diferentes. Algunas son referidas a objetos externos, como la percepción de un árbol frente a mí; otras son referidas a estados internos del cuerpo, como el dolor que siento cuando una piedra cae sobre mi pie. Las terceras son aquellas que Descartes califica como “referidas al alma”. Estas últimas son las emociones. Ellas son pasiones, por un lado, en tanto que el alma las siente con independencia de su voluntad, es decir, es pasiva frente a ellas y, por otro lado, son mantenidas y fortalecidas por los movimientos de los espíritus animales. Además, ellas son referidas al alma, en tanto que no tienen por objeto algo externo o interno al cuerpo. Por ejemplo, no me siento triste por la mesa (objeto externo), ni siento ira por mi pie (sensación interna); mis emociones refieren a eventos como la muerte de mi gato o la recepción de un regalo. En este sentido, las emociones refieren al alma para distinguirlas de las otras dos clases de pasiones (LPA, a. XXVIII).10
La función biológica de las emociones. Después de distinguir entre pasiones y acciones y de agrupar a las emociones como aquellas pasiones que refieren al alma, Descartes procede a describir más detenidamente en qué consisten las emociones, cuál es su función y cuál su clasificación. Como hemos dicho, las emociones para Descartes son pasiones, i.e., eventos percibidos por el alma, pero que no refieren a un objeto externo o interno. En tanto que pasiones, las emociones deben ser causadas y mantenidas por los movimientos de los espíritus animales, de modo que cada una de las emociones tendrá una descripción en términos fisiológicos.
Esta descripción, recordemos, debe darse en términos mecanicistas, esto es, hace uso de la metáfora del cuerpo como una máquina (hidráulica, en el caso de Descartes). De ahí que la descripción de las emociones en términos fisiológicos debe incluir una función que estas han de cumplir para el funcionamiento de dicha máquina. En otras palabras, la explicación de las emociones debe decirnos para qué están ellas en el cuerpo, para qué Dios las ha instituido allí. La respuesta de Descartes a esta pregunta es central para el programa naturalista, pues le atribuye a las emociones una función relacionada con la supervivencia. Luego de aclararnos que su tratado se referirá a las emociones, en tanto que pasiones del alma, Descartes afirma:
[…] es necesario advertir que el principal efecto de todas las pasiones [emociones] en los hombres es que incitan y predisponen su alma a querer las cosas para las que preparan su cuerpo: de suerte que el sentimiento del miedo incita a querer huir, el del arrojo a querer combatir, y lo mism...

Índice

  1. Portada
  2. Resumen
  3. Portadilla
  4. Página legal
  5. Autor
  6. Agradecimientos
  7. Abreviaturas
  8. Introducción
  9. 1. El programa de naturalización de las emociones
  10. 2. La naturalización de la intencionalidad y el caso de las emociones
  11. 3. Wittgenstein: de la ciencia a la gramática
  12. 4. Críticas a la naturalización de las emociones
  13. Referencias
  14. Tabla de contenido