PATERNIDAD CONSCIENTE
Paternidad consciente —plenamente atenta— es el enfoque más eficaz y natural de criar y educar hijos conscientes.
Considera simplemente ¿qué esperan los niños de sus padres? La respuesta es simple: quieren toda nuestra atención, aquí y ahora. Hacer realidad este deseo es una expresión profunda de amor que luego crea una experiencia compartida. Amar a tus hijos y sentir su amor como respuesta llega con una presencia real.
La cuestión es la siguiente: no hay nada extraño en entrenar tu mente a estar presente con tus hijos. Ya sabes por dónde se empieza, y este capítulo te llevará un paso más allá explorando la atención plena en el contexto de la paternidad/maternidad.
Sin embargo, antes de sumergirnos en aplicaciones prácticas para una paternidad plenamente atenta, dos son los temas importantes por considerar. Primero, la paternidad consciente descansa en tu práctica de la atención plena —no se trata de buscar un programa de mindfulness para tu hijo—. Es especialmente importante tenerlo presente ahora que proliferan programas, libros y otros recursos para educar niños también ellos conscientes.
Me pregunto si los niños son capaces de experimentar la atención plena cuando falta tanto tiempo para que sus cerebros maduren. Claro que pueden parecer conscientes de su experiencia inmediata, o al menos sentirla presente, pero dudo que sean conscientes de la calidad de su atención (por lo menos, no de la misma manera que los adultos). En un aspecto superficial, los niños son claramente capaces de seguir técnicas básicas mindfulness y pueden sacar provecho de su capacidad de tomarse las cosas con calma y de relajarse. Sin embargo, estos resultados no son sinónimos de experimentar o demostrar atención plena. Y obligar a los niños a ser conscientes (o a parecerlo) «por su bien» puede desactivarlos, dejándolos con pocas probabilidades de explorar la práctica de la atención plena más tarde en la vida.
En segundo lugar, el mindfulness no es una panacea para cualquier desafío al que se enfrenten padres e hijos. Hay prioridades más urgentes que practicar la atención plena, a pesar de los posibles beneficios —cuando, por ejemplo, están gravemente comprometidos salud y bienestar—. Además, el mindfulness tampoco basta ni siquiera en retos menos graves, como por ejemplo aplicado a niños sanos en general que tengan problemas con la atención o la depresión. Si esta fuere tu realidad, la práctica de la atención plena puede ciertamente ayudarte a convertirte en un protector de tu hijo más efectivo, pero también es conveniente que busques ayuda clínica para tu hijo o hija.
Una paternidad plenamente atenta —consciente— es al mismo tiempo altruista con tus hijos y contigo mismo. Los padres que observan y educan a sus hijos les proporcionan los medios necesarios para su desarrollo. Los hijos crecen con el apego cercano y estable; numerosos estudios demuestran que la falta de cuidado y protección predispone a los niños a sufrir mayores desórdenes psicológicos y físicos en la edad adulta. Y, como todo padre sabe, cuando uno llega a ser padre, su felicidad está indisolublemente unida a la de los hijos, de modo que hijos felices significa padres aún más felices.
La educación plenamente atenta implica tomar decisiones difíciles, ofrecer una protección amorosa y estable, proporcionar orientación, apoyo y compasión, especialmente en lo tocante a la disciplina. Como se verá en las páginas que siguen, la atención plena es buena para padres e hijos en muy variados y distintos aspectos.
Aunque la definición estricta de «ser padre» pertenece a la biología, la relación de paternidad abarca un espectro mucho más amplio de posibilidades. Además, incluso ya bastante entrados en la edad adulta, muchos de nosotros vamos en busca de padres sustitutivos cuando los padres biológicos no están a disposición nuestra (cualquiera que sea la razón). Por lo tanto, los principios básicos de la paternidad plenamente atenta se aplican a quien asuma el rol de padre respecto de alguien, independientemente de si esa persona es o no pariente consanguíneo. Este capítulo sobre atención plena y la paternidad es relevante para cualquiera que cumpla este papel, con independencia de la consanguinidad.
TÚ ERES EL PADRE
Aunque los niños parecen vivir en el presente, pasan todos los días de su vida de niños sin ser plenamente conscientes de prestar atención a la experiencia de su momento presente. Pensemos en un niño pequeño, que focaliza toda su atención en una cosa para poner inmediatamente después su atención en otra. Su foco de atención inmediato parece consciente, pero lo que sucede en realidad es que su cerebro solo controla una única fuente de estimulación a la vez y, cuando algo nuevo atrae su atención, la actividad anterior queda fuera de su perspectiva y lejos de su mente. Quizá una de las razones de que nos guste tanto compartir ese modo natural de la presencia de los niños es que el hecho de ser padres nos permite volver a experimentar la atención simple y la maravilla de la infancia sin tener el cerebro de un niño.
El hecho de que los padres sean adultos, y los niños no, es realmente la clave para entender la paternidad consciente. Nosotros podemos practicar la atención plena, y nuestros hijos pueden beneficiarse de las condiciones que creamos. Crecer con amor —el que expresamos con nuestra atención total, empatía y compasión— prepara a los niños a tomar buenas decisiones sobre la mente y el cuerpo cuando llegan a la edad adulta.
Lo que hacemos es mucho más potente que lo que decimos. Si quieres promover la atención plena, compórtate con atención plena. Ten cuidado con lo que dices, y vigila cómo controlas tus emociones. Y si bien es cierto que tu hijo de diez años probablemente no va a hacer una conexión consciente entre tu práctica de la atención plena y tu capacidad para mantener la calma cuando estás bajo presión, ese niño, a los diecisiete años, probablemente sí va a hacer esa conexión. No obstante, incluso los niños muy pequeños sienten instintivamente la diferencia entre una paternidad plenamente atenta y la que no lo es. Ver cómo la atención plena facilita resultados deseables es la razón más poderosa para desarrollar estas habilidades específicas. Los niños (igual que los adultos) tienen poca motivación para entrenar la atención plena simplemente porque sea buena para ellos. Pero el mindfulness viene a ser algo interesante y valioso cuando ven que su práctica hace más fácil, agradable y exitosa la vida.
Por otra parte, si «hablas y hablas» pero «no haces lo que dices», tus hijos lo sabrán. Los niños nos miran continuamente, y tienen una extraordinaria capacidad para descubrir contradicciones. Lo notan si los adultos predican sin convicción la importancia de la atención plena. Esto provoca dos veces daño, en su caso, porque no solo se sienten decepcionados por la hipocresía, sino que hacen una asociación negativa con la atención plena que podría impedirles explorar su práctica en mejores condiciones más tarde en la vida.
Nuestros hijos quieren que seamos los mejores padres posibles para ellos; no es preciso que seamos perfectos. De hecho, nos necesitan para mostrarles cómo gestionar retos y manejar decepciones tanto como desean que tengamos éxitos. La idea es estar plenamente atentos con lo que ocurre en la vida real y responder de manera constructiva. Si te sientes enojado con tu hijo, reconocer que en este momento te sientes enojado puede ayudarte a controlar la situación con más eficacia. Igualmente, si te sientes realmente frustrado por algo que no se refiere a tu hijo (el tráfico, un aparato que no funciona, tu puesto de trabajo), la atención plena podría ayudarte a expresar esa frustración de una manera apropiada en lugar de desplazarla hacia tu familia. Mejorando tu capacidad de manejar con más eficacia las emociones fuertes, la atención plena ayuda realmente a minimizar sentimientos incómodos, como la vergüenza, los lamentos o la culpa.
SER PADRE
Cuando decides convertirte en padre, afirmas la vida: tanto por traer a un nuevo ser al mundo como por confiar en que el mundo (y el niño) vaya a aceptarlo. También aceptas que tener hijos y educarlos lleva consigo un enorme potencial de placer y de sufrimiento. Como las alegrías específicas de ser padre son ampliamente celebradas y, en general obvias, este capítulo se centra en mejorar tu experiencia como padre minimizando o mitigando los problemas y el sufrimiento asociado con la crianza de los hijos.
En otras palabras, pretendo conseguir que los momentos malos de tu vida como padre sean menos malos. Imagina un gráfico lineal que represente las oleadas emocionales de tu vida: los picos de las curvas son los máximos, y los valles son los momentos de mayor sufrimiento. La crianza de los hijos nos lleva arriba y abajo hacia ambos extremos, aunque la vida diaria se sitúa por lo general en torno a una línea neutra, un punto medio.
Hay dos planteamientos que pueden cambiar tu calidad de vida: puedes elevar la cresta de las olas, de manera que el placer se haga más intenso; o puedes elevar las depresiones, de modo que el dolor sea menos difícil de manejar y menos destructivo. Ambos planteamientos son válidos y gratificantes, pero hacer que los momentos bajos sean menos bajos es más efectivo, porque disminuyes la intensidad de un sufrimiento extremo. La práctica de la atención plena ayuda a que estas depresiones sean menos profundas, sin negar o disminuir el sufrimiento que acompaña al hecho de ser padre.
Hay tres tipos de dolor asociados con la paternidad:
- El dolor físico puro y simple, asociado al hecho de tener hijos y educarlos.
- El dolor que proviene de desear lo que no puedes dar a tus hijos; esto podría incluir pertenencias materiales y riqueza o habilidades y características específicas, o ambas cosas a la vez. Otra forma de lo mismo es desearles que estén libres de las cargas que han de soportar.
- El sufrimiento que conlleva preocuparse por lo que podría ir mal y lo que tú podrías perder.
De estos, el primero es físico, mientras que los otros dos son mentales y emocionales. Sin embargo, las estrategias basadas en la atención plena para gestionar, minimizar o eliminar el sufrimiento son notablemente consistentes, con idependencia del tipo de dolor.
¿QUÉ DUELE?
Con la paternidad, la alegría y el dolor se entremezclan íntimamente, y esto comienza ya mucho antes del nacimiento real: tan pronto como los futuros padres empiezan a pensar en un hijo o cuando se enteran del embarazo. El deseo de tener un hijo es una mezcla de felicidad anticipada y de preocupación por el resultado incierto. Luego, el proceso de gestar conlleva una mezcla de sensaciones y emociones —para la madre, obviamente, pero también el otro progenitor la experimenta de una forma única—. Por ejemplo, sentir que dentro de ti se mueve un feto es difícil de entender a menos que lo hayas vivido antes o bien sentido por lo que cuenta otra persona. Trae sentimientos paradójicos de felicidad, porque ahí hay alguien, y de dolor, cuando aquello patalea fuerte o engancha un pie por debajo de tus costillas. Igualmente, dar a luz es milagroso y conflictivo a la vez; la mayoría de nosotras experimentamos un placer indescriptible por dar la bienvenida a un hijo en este mundo y sen...