¿Crees que estás loco? Piénsalo dos veces
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¿Crees que estás loco? Piénsalo dos veces

Recursos para la terapia cognitiva de la psicosis

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¿Crees que estás loco? Piénsalo dos veces

Recursos para la terapia cognitiva de la psicosis

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¿Está preocupado porque oye voces o tiene visiones que los demás no perciben? ¿Cree que hay otras personas que tratan de hacerle daño o de controlarle? ¿Cree que está sucediendo algo extraño a su alrededor que no puede explicar? ¿Le preocupa que otras personas puedan leer su mente o que alguien esté introduciendo pensamientos en su cabeza? ¿Crees que estás loco? Piénsalo dos veces proporciona una ayuda paso a paso efectiva que le ayudará a comprender sus problemas, realizar cambios positivos y promover la mejoría. Escrito por expertos en el campo, este libro le ayudará a: • Entender cómo se desarrollaron sus problemas y por qué persisten • Utilizar cuestionarios y hojas de seguimiento para identificar y registrar los cambios en los períodos entre experiencias • Aprender cómo modificar sus pensamientos, sentimientos y comportamientos Basado en técnicas clínicamente contrastadas y repleto de ejemplos sobre cómo la terapia cognitiva puede ayudar a las personas con angustiosas experiencias psicóticas, ¿Crees que estás loco? Piénsalo dos veces será un valioso recurso para las personas con psicosis.

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Información

Año
2014
ISBN
9788425430398

1. ¿Qué es la psicosis?

Calvin es un joven de veintiséis años. Desde los dieciocho, a menudo cuando no hay nadie a su alrededor, oye voces que sólo él puede escuchar. La mayoría de las veces, esas voces parecen proceder de algún lugar cercano situado a su izquierda, pero en otras ocasiones parece que el origen esté justo detrás de su frente. Pueden aparecer en cualquier momento del día, aunque lo más frecuente es a última hora de la tarde o al anochecer. A veces pasan hasta diez días sin que las oiga, pero en otras ocasiones le atormentan durante horas. Su volumen y su claridad también varían, oscilan desde un leve balbuceo de difícil comprensión hasta una voz tan clara como la de alguien que estuviera sentado justo a su lado. Ha intentado buscar diversas explicaciones al porqué de esas voces. En algunas ocasiones culpa a Dios o al diablo, en otras (normalmente después de una de sus reuniones habituales con su psiquiatra o con el profesional comunitario de enfermería psiquiátrica) intenta aceptar que algo funciona mal en su cerebro, aunque esa explicación nunca le convence por completo. Siguiendo el consejo de su médico, ha tratado de no hacer caso a las voces, pero con frecuencia le resulta imposible. Cuando éstas son muy angustiantes procura enfrentarse a ellas volviendo a su piso, tumbándose en la cama, poniéndose los auriculares y escuchando música con el volumen elevado.
Las voces no siempre le han alterado tanto. De hecho, cuando aparecieron por primera vez eran bastante reconfortantes. Le hablaban de la terrible época de su infancia durante la cual sufrió abusos sexuales, le decían que no había sido culpa suya y que no tenía nada de lo que avergonzarse. Siendo vagamente consciente de lo poco corriente de su experiencia, guardó silencio acerca de esto. Las voces hacían su aparición siempre que se sentía especialmente infeliz y le levantaban el ánimo. Sin embargo, todo cambió cuando, a los veintidós años, Calvin se peleó con un empleador que se había metido con él utilizando insultos racistas. Después de meses de tormento, cedió al final a la provocación, arremetió contra el hombre y lo golpeó. En consecuencia, éste llamó a la policía. Al ser interrogado, Calvin habló abiertamente de las voces por primera vez y sin pensarlo bien con el médico de la policía, que había sido llamado a la comisaría para examinarlo. Debido a ello, fue «detenido en contra de su voluntad» según el artículo 22 de la Mental Health Act (Ley de Salud Mental), y se le obligó a recibir medicación antipsicótica. Fue una experiencia horrible. Tras rechazar el tratamiento, el personal de enfermería lo inmovilizó y le administró una dolorosa inyección en la nalga. El incidente fue muy traumático y le recordó algunas de sus experiencias anteriores, especialmente la violencia y los abusos a que se había visto sometido durante su vida en un hogar de acogida.
Después de su estancia en el hospital, las voces de Calvin se volvieron cada vez más críticas. Hablaban de él de forma negativa o le criticaban directamente. Durante los últimos años ha tomado la medicación de forma intermitente. No obstante, hace unos meses y debido a las frecuentes visitas de su enfermera psiquiátrica comunitaria, Calvin ha tomado el medicamento con regularidad. Tiene sentimientos encontrados respecto al tratamiento, porque, por un lado, no está del todo seguro si quiere que las voces desaparezcan (curiosamente, a menudo se siente aburrido y solo después de períodos prolongados sin ellas) y, por otro, porque cuando toma los fármacos, se siente muy aletargado, desmotivado y emocionalmente aplastado.
A muchos usuarios de los servicios de salud mental, a sus familias y a los profesionales que se ocupan de ellos, las experiencias de Calvin les resultarán muy familiares. Pese a esta familiaridad, también pueden parecer las desconcertantes pruebas de una mente que ha perdido contacto con la realidad. Es bastante frecuente que las personas que oyen voces se sientan amenazadas por ellas y teman estar deslizándose por una pendiente que sólo puede acabar en la locura absoluta. De hecho, en ocasiones Calvin se ha preguntado si está sufriendo un lento deterioro y se ha comparado con un anciano tío suyo al que, hace algunos años, vio derivar hacia la demencia y, al final, hacia la muerte. Los amigos y los familiares de Calvin también sienten temor por lo que le deparará el futuro. A su madre le preocupa, en especial, que pueda volverse violento e incontrolable; con frecuencia ve en la televisión muchos casos de pacientes psiquiátricos que atacan a otras personas, e incluso llegan a asesinar a desconocidos.
En este sentido, el personal psiquiátrico que se ha ocupado de Calvin durante estos años no siempre ha sido de ayuda. Algunos de los psiquiatras a quienes ha visitado le han dicho que sufre «esquizofrenia», y otros que tiene una «psicosis paranoide», pero ninguno le ha explicado el significado de estos términos. El hecho de que diferentes psiquiatras no parezcan estar completamente de acuerdo entre sí ha alimentado sus dudas acerca del tratamiento propuesto. Para aumentar más su confusión acerca de este tema, Calvin es consciente de que otras personas que han recibido estos mismos diagnósticos parecen tener problemas muy diferentes a los suyos.
Cath es una mujer de cuarenta y un años con dos hijos adultos, que ha estado en contacto con los servicios de salud mental durante más de la mitad de su vida. Sus problemas comenzaron hace veintidós años, justo después del nacimiento de Steven, su primer hijo, cuando empezó a creer que los servicios sociales la estaban espiando. Se negaba a abandonar su domicilio porque temía que planearan quitarle al niño. Al final, su pánico remitió y dos años después nació su hija Claire.
Después del segundo nacimiento, todos los temores de Cath reaparecieron y se volvieron más intensos que nunca. Convencida de que los trabajadores sociales la espiaban a través de las ventanas de su casa, e incluso a través del televisor, corrió las cortinas y se negó a salir al exterior para que no le arrebataran a sus hijos. Ni siquiera cogía el teléfono. Cuando una enfermera del distrito fue a su casa para comprobar el estado de los niños y ella le prohibió la entrada, se llamó a un psiquiatra y, finalmente, Cath fue ingresada en un servicio de psiquiatría. No sorprende que esa experiencia sirviera para reforzar los temores de Cath. Ninguno de los intentos de su esposo o del personal de enfermería por tranquilizarla pareció ayudarla.
Los problemas de Cath han persistido a lo largo de los años y actualmente cree que la policía trabaja en colaboración con los servicios sociales locales para procesarla. Está convencida de que, en las raras ocasiones en las que abandona el domicilio, los policías entran en su casa y reordenan objetos –adornos y pequeñas piezas del mobiliario– como recordatorio de que está siendo vigilada. Durante las pocas veces que sale, Cath va cabizbaja, mira hacia el suelo y cuenta mentalmente para evitar que agentes de policía y trabajadores sociales lean sus pensamientos.
Después de más de dos décadas con estos problemas, la relación de Cath y su marido está peor que nunca. A menudo, él le reprocha que no fuera una buena madre y que él tuviera que llevar la carga de criar a sus hijos. También le dice que, ante todo, debería sentirse agradecida de que él se casara con ella (el matrimonio se celebró de forma apresurada, tras descubrir que Cath estaba embarazada). Como si quisieran confirmar la mala opinión sobre ella, Steven y Claire no se esfuerzan por ocultar cuán difícil les resulta verla, y a pesar de vivir en la misma población, la visitan, como mucho, una vez al mes.
Al igual que Calvin, Cath ha recibido varios diagnósticos, entre los cuales se incluyen el de «psicosis puerperal» (el diagnóstico que recibió tras el nacimiento de Steven), «depresión psicótica» y «esquizofrenia paranoide». Está aún más convencida que Calvin de que los profesionales psiquiátricos no comprenden realmente lo que le ha sucedido, y la falta de una explicación convincente a sus problemas ha alentado su creencia de ser víctima de algún tipo de conspiración.

¿Qué es la psicosis?

Se han utilizado muchas etiquetas (por ejemplo «esquizofrenia», «paranoia» y «psicosis») para describir los tipos de problemas sufridos por Calvin, Cath y los millones de personas en el mundo que padecen un cuadro parecido al suyo. Un problema que tienen muchos afectados que reciben atención psiquiátrica es que no existe una fuente de información fácilmente accesible que les permita obtener una explicación de estos términos o saber qué pueden esperar de su tratamiento psiquiátrico. A pesar de que en Internet existen algunos sitios útiles, la mayoría de ellos son difíciles de leer y, en ocasiones, algunos de ellos parecen contradecirse. Hay muy pocos libros que proporcionen información sobre la enfermedad mental presentada de una forma clara. Si tienen suerte, los pacientes pueden dar con un psiquiatra, un psicólogo o un profesional de enfermería psiquiátrica que dedique algo de tiempo a hablar sobre sus experiencias, pero los sobrecargados servicios de psiquiatría no siempre proporcionan este tipo de ayuda. Ésta es una de las razones por las que hemos redactado este libro.
Puede resultar útil que empecemos por destacar que las diferentes etiquetas que emplean los profesionales de la salud mental al hablar de las dificultades de sus pacientes han sido objeto de una evolución histórica, a medida que distintos psiquiatras y psicólogos se han esforzado por hallar la manera de describir los síntomas de sus pacientes. Consecuentemente, cuando el personal de la salud mental utiliza diferentes términos (por ejemplo, cuando una enfermera se refiere a un paciente diciendo que sufre de «psicosis» y otra lo califica como «esquizofrenia»), en general no pretende hacer referencia a cosas diferentes. Por ello no debería darse una importancia excesiva a los términos que utilizan psiquiatras, psicólogos y enfermeras respecto a sus pacientes (aunque diferentes profesionales pueden no estar de acuerdo en cuáles son las causas de las dificultades de los pacientes, como comentaremos en secciones posteriores del libro).
El término más amplio que se utiliza para describir el tipo de problemas experimentado por Calvin y Cath es psicosis (o «trastorno psicótico»). Psicosis quiere decir, simplemente, un tipo de problema en que el paciente parece estar, al menos en cierta medida, fuera de contacto con la realidad. El motivo por el que se considera que el afectado se encuentra así puede ser que tenga percepciones inusuales (por ejemplo, que oiga voces, como le sucede a Calvin) y/o que tenga creencias que a los demás les parecen extrañas o injustificadas (las más frecuentes son la creencia aterradora en la existencia de algún tipo de conspiración malévola, como le ocurre a Cath). Los pacientes con psicosis también pueden sufrir otras dificultades emocionales (por ejemplo, tener problemas para enfrentarse con las exigencias de la vida cotidiana, o estar muy deprimidos). Asimismo, experimentan con frecuencia cambios en la manera en que se perciben a ellos mismos y al mundo que los rodea, preocupándose muchísimo por ideas inusuales que pueden provocar su retraimiento. No obstante, normalmente son las experiencias y las creencias inusuales las que dan lugar a que se describa al paciente como psicótico.
Llegados a este punto, resultará útil introducir dos términos que los profesionales de la salud mental emplean para describir los síntomas principales de la psicosis. Calvin oía voces de personas que no estaban realmente presentes. Este tipo de experiencia, que (como veremos más adelante) es sorprendentemente habitual, es conocido como alucinación. El tipo de alucinación más frecuente es la auditiva-verbal, igual que la de Calvin. Sin embargo, con menor frecuencia, los individuos viven alucinaciones visuales (ver cosas que no están realmente presentes, como por ejemplo el caso de un hombre joven que creía que podía ver al diablo), alucinaciones táctiles (por ejemplo, la sensación de ser tocado cuando no hay nadie más presente) y alucinaciones olfativas (olores que nadie más puede detectar).
Los psiquiatras y los psicólogos utilizan el término delirio para describir creencias sostenidas firmemente incluso frente a evidencias significativas en su contra, y que a prácticamente todos los demás les parecen increíbles o incluso extravagantes y ridículas. El tipo más habitual de delirio es el paranoide o de persecución. Los individuos con este tipo de creencias, como, por ejemplo, Cath, temen ser víctimas de algún tipo de conspiración. Sin embargo, hay otros tipos de convicciones inusuales que también hacen que los afectados busquen ayuda psiquiátrica; por ejemplo, pueden creer que tienen poderes sobrenaturales o una riqueza enorme (llevándoles a hacer cosas de las que luego se arrepienten) o sentir que son culpables de crímenes imposibles. Un aspecto importante que nos gustaría mencionar es que, en general, las creencias inusuales están vinculadas a la vida de los afectados. Normalmente, las personas con convicciones que a los demás les parecen extravagantes o irracionales tienen buenos motivos para mantenerlas. Por lo visto, eso no quiere decir que dichas creencias sean un reflejo exacto de la realidad.

¿Importa el diagnóstico?

Aunque entre los profesionales de la salud mental existe un consenso general sobre el significado amplio del término «psicosis», la situación se complica un poco cuando se hace referencia a etiquetas diagnósticas más específicas. A pesar de los intentos de psiquiatras y psicólogos de definir con precisión los diagnósticos (por ejemplo, en manuales que tratan de concretar los síntomas asociados con cada cuadro clínico), sigue existiendo una falta de consenso sobre la cantidad de trastornos psiquiátricos diferentes que existen y sobre cuál es la mejor manera de etiquetarlos.
Un término utilizado frecuentemente para describir las condiciones psicóticas es esquizofrenia. Normalmente, la persona que recibe un diagnóstico de esquizofrenia tiene alucinaciones y/o delirios, pero también otros problemas. Por ejemplo, puede sufrir una falta de motivación, sentirse emocionalmente aplastado y tratar de evitar al máximo el contacto con los demás. También puede tener problemas para hablar con claridad, especialmente en situaciones de alteración emocional. A pesar de que las personas con un diagnóstico de esquizofrenia tienden a ser muy infelices, no suelen darse estos diagnósticos cuando el problema principal experimentado por el individuo tiene que ver con el estado de ánimo (sentimientos).
Si predominan los problemas de estado de ánimo suelen utilizarse los conceptos depresión maníaca o trastorno bipolar (ambos poseen el mismo significado). Las personas que reciben estos diagnósticos pueden atravesar períodos de depresión extrema y fases en que se sienten maníacos (excesivamente eufóricos, además de irritados y asustadizos). No obstante, los individuos que reciben un diagnóstico de depresión maníaca/trastorno bipolar también pueden tener experiencias psicóticas (alucinaciones y delirios), especialmente cuando están maníacas.
Dado que muchas personas experimentan una combinación de dificultades que no parecen ser claramente esquizofrénicas ni tampoco maníaco-depresivas, y dado que algunos psiquiatras y psicólogos tienen dudas sobre la naturaleza de ambas condiciones como entidades distintas, a menudo se utiliza el diagnóstico de trastorno esquizoafectivo para hacer referencia a pacientes que tienen tanto síntomas psicóticos constantes como problemas persistentes del estado de ánimo.
Por lo general, se utiliza el término paranoia para referirse a personas con creencias paranoides o de persecución y sin ningún otro tipo de experiencia psicótica. Ante estas circunstancias, muchos psiquiatras contemporáneos prefieren emplear el término trastorno delirante. Para aumentar la confusión, a veces se usa el diagnóstico esquizofrenia paranoide si las personas presentan muchos síntomas y los más intensos son los temores paranoides.
Lo que deben comprender los pacientes y sus amigos y familiares es que, en psiquiatría, los diagnósticos tienen una importancia mucho menor que en medicina general. Diagnósticos psiquiátricos como «esquizofrenia» o «paranoia» no describen enfermedades completamente diferentes entre sí como sucede con diagnósticos como «insuficiencia cardíaca» o «diabetes». Por la falta de consenso que existe en relación con los límites diagnósticos, y dado que las dificultades que tienen los pacientes pueden cambiar a lo largo del tiempo, es muy habitual que los individuos reciban un primer diagnóstico y un segundo e incluso un tercero, cuando, meses o años después, aparece otro médico.
Por este motivo, los psiquiatras, psicólogos y enfermeras que ayudan a personas con psicosis deberían tratar de evaluar y comprender la combinación única de problemas que experimenta cada paciente. Medi...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Créditos
  4. Índice
  5. Editores
  6. Prólogo a la edición española
  7. Agradecimientos y una nota de introducción
  8. 1. ¿Qué es la psicosis?
  9. 2. ¿Son anormales mis experiencias?
  10. 3. ¿Seré siempre así?
  11. 4. ¿Qué me está pasando?
  12. 5. Evaluando sus pensamientos
  13. 6. Evaluando sus pensamientos mediante la modificación de su conducta
  14. 7. Estrategias de afrontamiento útiles y perjudiciales
  15. 8. Sintiéndose bien con uno mismo
  16. 9. Manteniéndose bien
  17. 10. Uso de medicamentos
  18. 11. La recuperación
  19. 12. ¿Quién puede ayudarme?
  20. Referencias bibliográficas
  21. Formularios
  22. Índice temático
  23. Notas
  24. Información adicional