Cómo criar hijos tiranos
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Cómo criar hijos tiranos

Manual de antiayuda para padres de niños y adolescentes

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Cómo criar hijos tiranos

Manual de antiayuda para padres de niños y adolescentes

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Información del libro

A lo largo de sus 25 años de experiencia como terapeutas familiares, Mark Beyebach y Marga Herrero de Vega han comprobado una y otra vez hasta qué punto los padres se esfuerzan por educar bien a los hijos, por criar personas cariñosas y honestas, ciudadanos responsables y solidarios. Pero también han observado que a menudo esas mismas buenas intenciones terminan llevando a patrones de interacción contraproducentes, que en realidad contribuyen a que esos hijos e hijas se conviertan primero en niños caprichosos, después en adolescentes déspotas y finalmente en verdaderos tiranos.

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Información

Año
2013
ISBN
9788425431852

Capítulo 1

Sentando las bases con niños pequeños
Los expertos coinciden en que es en la infancia cuando se adquieren en buena medida los hábitos, actitudes y estilos de relación que marcarán la vida adolescente y adulta. Por este motivo, la infancia es también el momento privilegiado para empezar a crear un buen tirano. En este capítulo, ofreceremos un conjunto de pautas con las que usted y su pareja pueden contribuir a que sus hijos empiecen a mostrar conductas caprichosas, manipuladoras y despóticas desde muy pequeños. Todas ellas se corresponden con dos grandes estrategias: o bien no poner límites, cediendo constantemente y permitiendo que su retoño sea el que lleve el bastón de mando en la familia, o bien adoptar un estilo coercitivo y agresivo como padres. En el primer caso, es probable que su hijo responda ocupando el espacio relacional que ustedes gentilmente le ceden y adquiriendo cada vez más poder; en el segundo, la respuesta tiránica surgirá como una imitación de la conducta de ustedes y como reacción a la agresividad adulta. En los dos casos, estarán sentando las bases para crear un buen tirano.
Por desgracia, ninguna de las recomendaciones que le haremos es universalmente eficaz, entre otras cosas porque todas dependen de las circunstancias y la edad del niño. En realidad, todos los padres cedemos con cierta frecuencia, y nos enfadamos y encabritamos en momentos puntuales; la clave para que estas pautas le ayuden a construir un niño tirano es que las aplique de forma férrea, contra viento y marea, y que redoble su esfuerzo cuando vea que su hijo empiece a responder de la manera esperada. ¡Ánimo!

Ceder a todos los caprichos: prohibido decirle que no

Esta es, sin duda, una de las pautas más eficaces para que los niños empiecen a ser caprichosos, pasen a ser progresivamente más exigentes y terminen siendo unos pequeños déspotas incapaces de tolerar la más mínima frustración y, por tanto, proclives a «saltar» ante ella. Por dos motivos:
Por un lado, porque es relativamente fácil ceder ante criaturas que al fin y al cabo son adorables, saben poner esas caritas de ilusión cuando algo les apetece y que a la vez están equipados con gargantas poderosas para aterrorizarnos con sus gritos o sus llantos si no se lo concedemos. ¿No es sencillo comprarle otra bolsa de golosinas a la niña, sabiendo la alegría que se va a llevar (y previendo el alboroto que puede organizar si no se la compramos)? ¿No resulta tentador cocinar de nuevo macarrones con tomate, sabiendo que le gustan tanto (y sabiendo también que se negará a comer el pescado)? ¿No es comprensible dejar que el niño duerma con los padres para que no pase miedo? ¿O permitirle viajar en coche sin el cinturón puesto, sabiendo lo mal que lo pasa si lo atamos y lo mucho que protesta?
Y por otro lado, porque una vez que se empieza a ceder, la tendencia casi natural es a ir haciéndolo cada vez más, antes y en más cosas. Los niños nacen con un manual de refuerzo bajo el brazo y de forma espontánea saben premiar cada cesión de los padres y castigar cada demora en la gratificación. Y los padres, además, tendemos a creer que somos nosotros los que estamos controlando a los hijos al concederles lo que nos exigen, lo que contribuye a avanzar en la espiral de cesiones y exigencias. El caso de Luz María es un buen ejemplo de los excelentes resultados que puede dar esta estrategia progresiva:
Cuando Luz María tenía algo más de 3 años, se atragantó con un trozo de pechuga de pollo, con tan mala suerte que se le quedó «atravesado» y a punto estuvo de morir asfixiada. Llegó a ponerse azul por la anoxia, y solo la intervención in extremis de la madre, que consiguió extraerle el trozo, la salvó. A partir de ese momento, Luz María empezó a negarse a ingerir comida sólida; los padres, aún asustados por el mal rato que habían pasado al ver a su hija ahogándose, respondieron cediendo y, al cabo de unos días, Luz María ya solo se alimentaba de purés. Después, pasó a exigir que los purés fueran de un único tipo (una combinación peculiar de determinadas carnes y verduras) y a comerlos siempre en el mismo bol. Cuando vimos a la familia, Luz María, que tenía ya 6 años, seguía alimentada solo de ese tipo de puré, que, además, tenía que tomar en un biberón y sentada en el sofá. Sus padres estaban ya totalmente sometidos.
De todos modos, es muy probable que, a pesar de sus esfuerzos, de vez en cuando se le escape algún «no» cuando su hijo le pida algo. Al fin y al cabo, son tantas las peticiones que hacen los niños que hasta el entrenador de tiranos más convencido puede terminar negándose a alguna de ellas. En ese caso, no se alarme, porque puede reducir el efecto contraproducente del «no» explicándole a su hijo con paciencia por qué no puede hacer eso que pretende (cortar el vestido de su hermana con unas tijeras; cruzar la calzada corriendo y sin mirar; escupir a la calle desde el balcón). Es más, si se alarga en sus explicaciones, es posible que su hijo termine teniendo una rabieta; en ese caso, se hallará ante una oportunidad dorada de seguir promoviendo su tiranía. Recuerde que aquí lo importante es evitar el «no» firme y simple. El «no» matizado, explicado y razonado (especialmente con los niños más pequeños) termina casi siempre por funcionar como si fuera un «sí».

«Donde manda niño, no manda adulto»

Esta directriz resulta algo más costosa de llevar a la práctica, pero hemos observado que cada vez es más popular y son más los padres que consiguen aplicarla. Se trata de que el niño tenga siempre la prioridad, de modo que sus necesidades se antepongan a las de los adultos. De este modo, aprende desde chiquito que es más importante que los demás, un aprendizaje crucial para cualquier tirano que se precie.
Una buena forma de aplicar esta pauta es dejarse interrumpir en cualquier conversación, sea por teléfono o en persona: si está usted hablando con su pareja o con otro adulto y su hija salta con cualquier otro tema, deje inmediatamente el hilo de la conversación que mantenía y dedique toda la atención a la criatura. Si está haciendo alguna actividad y su hijo le interrumpe, cese de inmediato lo que se traía entre manos y hágale caso. ¡Infalible!
Otra forma eficaz de transmitir este mensaje de importancia a su hijo es dejar que él tome la mayoría de las decisiones que afectan a la familia, desde qué actividades hacer el fin de semana hasta dónde pasar las vacaciones o qué nombre poner al hermanito que va a nacer. Incluso niños muy pequeños pueden aprovechar de forma favorable su benevolencia, como muestra el caso de Noemí:
Noemí era un estupendo ejemplo de una pequeña dictadora. Pese a tener tan solo 4 años y no levantar más que medio metro del suelo, se salía con la suya en todas las cuestiones referidas a la comida y al dormir, pero, además, controlaba la mayoría de las decisiones que tomaban sus padres. Ella decidía si los domingos bajaban todos al parque o se quedaban en casa, si los abuelos podían venir de visita a casa o no y si los padres verían la televisión en el salón. Lo más impactante era que había conseguido imponer la prohibición de que sus padres se besaran o abrazaran delante de ella.

Enseñe la irresponsabilidad

La irresponsabilidad es una de las grandes vías hacia la conducta tiránica, ya que la persona que no se responsabiliza de sus actos tiene siempre más fácil exigir a los demás que le satisfagan y culpabilizarlos si no lo consiguen. Muchos tiranos adultos se comportan en realidad como niños caprichosos e irresponsables. La escena de Charlot haciendo el papel de un Hitler que juega con la bola del mundo en El gran dictador es una excelente metáfora de esta realidad.
Una buena estrategia para propiciar la falta de responsabilidad desde las más tiernas edades consiste en hacer las cosas por su hijo en vez de exigirle que las haga. Resulta interesante constatar que muchos padres aplican esta eficaz pauta, pero no porque pretendan convertir a su niño en un tirano, sino con la extraña idea de que lo hacen más responsable resolviéndole las cosas:
Los padres de Esteban estaban decididos a enseñarle a ser responsable, sobre todo en las cuestiones académicas. Como su hijo tenía ya 10 años, les parecía que no solo debía ser capaz de hacer él solo los deberes (para lo que curiosamente se sentaban con él todas las tardes), sino que tenían mucho interés en que aprendiera a preparar la mochila escolar. Por eso se la hacían ellos todas las mañanas.
La estrategia de promover la irresponsabilidad tiene el encanto de que es relativamente fácil de utilizar y de que hay innumerables ocasiones de aplicarla. Al fin y al cabo, todos los padres hemos limpiado los dientes a nuestros hijos cuando no sabían cómo agarrar el cepillo, les hemos untado las tostadas cuando eran pequeños o les hemos ayudado a recoger los juguetes. Para empezar a criar un tirano solo hace falta seguir haciendo estas cosas por ellos cuando ya podrían hacerlas perfectamente solos: seguir limpiando los dientes al niño de 6 años, continuar untando la tostada a la niña que ya tiene 10 y recoger los «juguetes» (en este caso, las latas de cerveza y los envases de patatas fritas) al adolescente. De esta forma, dejará de ser padre para empezar a ser siervo de su vástago, una estrategia que en la adolescencia alcanza su máximo apogeo y que, además, aporta una ventaja añadida: si usted desempeña mal la tarea, su hijo podrá echarle la culpa.
Otra buena forma de enseñar al futuro tirano a no responsabilizarse de sus actos es defendiéndolo siempre, especialmente cuando ha obrado mal y en realidad deberían exigírsele responsabilidades por ello. De hecho, esta estrategia es tan eficaz que merecería que le dedicáramos un capítulo aparte. ¿Que su hija pega otra niña en el parque? Reprenda a la madre de la otra niña por no tenerla más controlada. ¿Que el maestro se lamenta de la mala conducta del niño en clase? Recuérdele que el profesor es él y hágale ver que su hijo es solo eso, un niño. ¿Que los clientes de la mesa de al lado se quejan porque su hija está tirándoles los huesos de las aceitunas? Quéjese de lo poco comprensivas que son las personas que no tienen hijos. ¡Y alabe la puntería de su hija!

Entrene a su hijo para tener rabietas

Esta pauta posee una importancia crucial, ya que, si la aplica bien, estará poniendo los cimientos de conductas tiránicas futuras: el adolescente que estrella el mando del televisor contra el suelo y se marcha rompiendo la puerta está teniendo una rabieta en versión casi adulta; la muchacha que se encierra en la habitación y empieza a destrozarla se está graduando en «rabietología». Si de pequeño el niño aprende que una rabieta sirve para revertir una negativa inicial de los adultos, aprenderá también a ir adaptando la forma de las rabietas según se vaya haciendo mayor. Las posibilidades son casi infinitas.
Hay diversas maneras de promover y aprovechar las rabietas de sus hijos. Una buena idea es adelantarse a la mala conducta de su hijo explicándole cómo portarse mal. Esto, que parece una genialidad, no es en realidad tan inhabitual: hemos visto con frecuencia progenitores que crean verdaderas «profecías autocumplidas» al explicar con detalle a su vástago todo lo que NO debe hacer a continuación. El «ahora que vamos al médico, ni se te ocurra escaparte corriendo ni tirarte al suelo ni ninguna de esas cosas» da al niño instrucciones precisas sobre cómo molestar al adulto y, por ende, acerca de cómo multiplicar las posibilidades de salirse con la suya.
De todas formas, la manera más eficaz de promover las rabietas es ceder ante ellas. En contra de lo que pueda parecer, aquí no se trata de transigir rápido; al contrario, deje pasar un tiempo, no acceda a la primera, prolongue la duración de la rabieta lo más posible y ceda entonces. De esta forma, estará enseñando a su hija que la rabieta, para ser eficaz, debe ser lo bastante larga. Eso, además, le da más tiempo para prestar atención a su hijo rabioso, con lo cual reforzará convenientemente su conducta (des)controlada. Si, para colmo, instaura un patrón en el que sistemáticamente claudica ante las rabietas de su hijo y, en cambio, no le presta atención cuando se porta bien, estará haciendo una doble aportación a la carrera como tirano de su vástago.
De todos modos, no siempre es tan sencillo. Al fin y al cabo, y en especial con los niños más pequeños, el intento de manipulación mediante la rabieta es, a menudo, tan evidente que hasta al más abnegado de los padres le costará ceder al chantaje. ¿Cómo va usted a comprarle otro helado a su hija porque se ponga a tirarse de las coletas chillando? ¿Cómo no va a entrarle la risa si su hijo se tira al suelo como un soldado herido de muerte en un tiroteo y se pone a dar patadas? En estos momentos de debilidad, lo más importante es encontrar un buen motivo para transigir. Siempre hay alguno, y con algo de entrenamiento será capaz de encontrar varios en cada situación: ceda para que no se alarmen los vecinos, ceda para que no le llamen la atención en la calle, ceda para que su hijo no se ahogue chillando, hágalo para que no se ensucie los pantalones tirado en la calle. O, el mejor argumento de todos: ceda usted para que su retoño no se traumatice. Este siempre funciona.
Una vez que su hijo domine la habilidad de las rabietas, encontrará diversas formas de amenazar con ellas, y con eso estará dando pasos hacia el noble arte del chantaje, otro de los recursos de los buenos tiranos. También en este aprendizaje puede usted poner su granito de arena: chantajee, y así servirá de modelo a su hijo. De nuevo, las posibilidades son infinitas: desde el simplón «Pues, ya no te quiero», que su hijo copiará enseguida («Te odio»), hasta las complicadas economías de fichas de los psicólogos, que el niño sabrá copiar convenientemente y utilizar para el contrachantaje.
Anabel tenía cogido el truco a las rabietas: se echaba al suelo y pateaba el parqué mientras gritaba y chillaba con toda la fuerza de una niña de casi 6 años. No solo había aprendido a hacerlas en casa, sino que las aplicaba con eficacia en el supermercado, donde siempre conseguía al menos una bolsa de golosinas y una tarrina de helado, y también camino del colegio, para que su padre le llevara la mochila o parara a comprar caramelos en el quiosco de camino. Asimismo, aprovechaba muy hábilmente las visitas de amigos o las estancias en casa de familiares. De hecho, había aprendido a amagar con eficacia: le bastaba con sentarse en el suelo con gesto enfurruñado, anunciando una rabieta inminente, para que los padres acudieran prestos a satisfacer su capricho.

«Dando ejemplo»: sea usted un tirano con su hijo

Una manera diferente de abordar la creación de un pequeño tirano es la de servir de modelo sobre cómo comportarse de forma despótica, proporcionando un valioso ejemplo que seguir. Esta estrategia no es del todo fácil de utilizar, ya que implica que tome usted la iniciativa y se adelante a su hijo tratándolo mal. De todas formas, la buena noticia es que también en esta línea hay varias posibilidades de acción, de modo que puede elegir la que más le convenga.
Una buena manera de tiranizar a su hijo es plantearle exigencias constantes, de modo que, en cuanto cumpla una de sus órdenes, reciba la siguiente, y así sucesivamente. Sobreexigir a su hijo es una excelente forma de terminar provocando respuestas agresivas en él, iniciando así un ciclo que tenderá a ir a más. El resultado será mejor si estas exigencias son, además, excesivas para la edad y las capacidades del niño; enfrentarse a demandas imposibles de satisfacer garantiza la frustración del niño y una merma de su autoestima: por ejemplo, exigir que un niño de 4 años esté quieto dos horas «sin moverse» o que no solo obedezca, sino que lo haga siempre a la primera.
Otro ingrediente que puede usted añadir a este cóctel es el de no elogiar ni alabar nunca los logros de su hijo, pero sí criticar todos sus fallos (que serán muchos, si realmente ha conseguido que las exigencias sean excesivas). De esta forma, irá minando su autoestima y promoviendo su inestabilidad emocional, lo que aumentará las posibilidades de que se comporte de manera desequilibrada y agresiva.
Lo...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Créditos
  4. Índice
  5. Prólogo
  6. Instrucciones de uso
  7. Introducción. De la conveniencia y las dificultades de criar hijos tiranos
  8. Capítulo 1. Sentando las bases con niños pequeños
  9. Capítulo 2. Alentando al tirano en ciernes
  10. Capítulo 3. Aprovechando la adolescencia
  11. Capítulo 4. Cuidando y manteniendo al tirano
  12. Capítulo 5. Remate la faena
  13. Epílogo
  14. Apéndices
  15. Notas
  16. Información adicional