La Iglesia de los pobres en el Concilio Vaticano II
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La cuestión de la pobreza ha tenido una recepción defectuosa en la Iglesia posconciliar, sobre todo en el contexto occidental del primer mundo. Con frecuencia, el concepto "Iglesia de los pobres" se ha asociado negativamente al marxismo y se ha desplazado del acontecimiento conciliar a la Teología de la liberación. Sin embargo, no podemos hablar de falta de sensibilidad hacia la pobreza por parte del Concilio, ya que sus pasajes son muy explícitos al respecto. Con la serenidad que brinda el tiempo transcurrido, el autor presenta y valora los debates y los textos conciliares sobre la cuestión, para que, rescatados del olvido, puedan convertirse en clave para la Iglesia del siglo XXI.

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Información

Año
2014
ISBN
9788425433849
Categoría
Religión
TERCERA PARTE
«LA IGLESIA DE LOS POBRES» EN LOS DOCUMENTOS APROBADOS EN LA ÚLTIMA SESIÓN CONCILIAR
8
LA CONSTITUCIÓN PASTORAL GAUDIUM ET SPES (7-12-1965)
1. LA PERSPECTIVA DEL DOCUMENTO
La cuarta etapa, la final del Concilio (del 14 de septiembre al 8 de diciembre de 1965), fue de una actividad muy intensa. Se volvieron a presentar para su discusión los Esquemas sobre la libertad religiosa, sobre la actividad misionera de la Iglesia, sobre el ministerio y la vida de los sacerdotes, y, sobre todo, el renovado Esquema XIII, la futura Constitución pastoral Gaudium et spes. En la recta final del Concilio, solo del 15 al 17 de noviembre, tuvieron lugar 33 votaciones sobre dicho Esquema. El día 4 de diciembre otras cuatro, y el 6 de ese mismo mes la votación para la aceptación definitiva del documento. Por fin, en la sesión pública del 7 de diciembre, además de la votación y la promulgación de los Decretos sobre La libertad religiosa, La actividad misionera de la Iglesia y El ministerio y la vida de los sacerdotes, también se votó y promulgó la Constitución pastoral sobre La Iglesia en el mundo de hoy, Gaudium et spes, con 2 309 votos a favor, 75 en contra y 7 nulos.
Las primeras frases de la Constitución pastoral ya expresan una íntima unión de la Iglesia con toda la familia humana.1 El Concilio quiere situar el amor solidario a los pobres y a todos los que sufren en el corazón mismo de la espiritualidad del conjunto de los fieles, cuando declara que:
El gozo y la esperanza, la tristeza y la angustia de los hombres contemporáneos, sobre todo de los pobres y de todos los que sufren, son también el gozo y la esperanza, la tristeza y la angustia de los discípulos de Cristo (GS 1).
Desde el inicio del documento, la teología y la antropología se entrelazan y encuentran en la cristología su lugar idóneo para ubicar, podríamos decir, su casa común. Ya que el encuentro y la relación entre Dios y la creatura se produce en la historia, la teología deberá estar atenta a las condiciones en las que se produce este encuentro, que, al ser históricas, son plenamente humanas. De hecho, como ya hemos mencionado, Juan XXIII iniciaba el Concilio manifestando su preocupación antropológica, y recordando que la integridad de la doctrina cristiana custodiada por la Iglesia se corresponde con la integridad de todo aquello que es humano.
A veces se ha tachado el espíritu de la Gaudium et spes de excesivamente optimista. Incluso en los debates conciliares hubo padres que se quejaron del carácter generosamente optimista del texto propuesto.2 Algunos observadores luteranos y reformados pusieron de manifiesto también que el Esquema XIII, preocupado por exponer el optimismo fundamental de la Iglesia, de alguna manera no hacía bastante hincapié en la «teología crucis» que —desde la perspectiva cristiana— siempre tiene una incidencia real y notable en los quehaceres del mundo.
¿Qué decir sobre estas cuestiones? Como afirma Gustave Thils, el Vaticano II «lleva necesariamente la marca de una época, de una intención, de una voluntad».3 Tanto los papas del Concilio como los padres conciliares quisieron un Concilio de espíritu «pastoral»,4 abierto a la vida, atento a descubrir los valores y las cualidades existentes en el mundo a partir de los cuales se podía establecer un diálogo. La clave de conexión entre «doctrinal» y «pastoral», que ejercitan constantemente el Concilio y, de una manera particular, la Constitución pastoral Gaudium et spes,5 es una lectura creyente del mundo y de la historia, descubriendo en este mundo y en esta historia «los signos de los tiempos» (GS 4.11.44).6 Esta es la única manera de contemplar adecuadamente una realidad que se encuentra en continuo movimiento. Hay que señalar que Marie-Dominique Chenu, con su «teología del trabajo» y la consideración de la vida cristiana enmarcada «en el tiempo», en el momento histórico concreto, contribuyó directamente a la formación de la Constitución pastoral.7
En Gaudium et spes se encuentra, por lo tanto, una clara teología de la encarnación. Por un lado, el mundo moderno se juzga positivamente porque se mira en clave de encarnación, como el lugar de la acción salvífica en la historia concreta. Pero la Constitución pastoral no solo destaca por este punto,8 sino que también procura unir la «creación» con la «encarnación» y la «redención»: la creación a la luz de la encarnación redentora. Se trata de una antropología cuya lectura se realiza desde el misterio de Cristo y que, por lo tanto, está fundamentada en la fe cristiana. En este marco hay que encuadrar las referencias de la Gaudium et spes sobre nuestro tema de la pobreza.
Por un lado, la Gaudium et spes subraya la justa autonomía de las realidades terrenales, ya que, «por el mismo hecho de la creación, todas las cosas están dotadas de la propia consistencia, verdad, bondad, leyes propias y orden, que el hombre está obligado a respetar, reconociendo los métodos especiales de cada ciencia o arte» (GS 36). Pero inmediatamente se indica, en el mismo número, «que esta autonomía no implica que las cosas creadas sean independientes de Dios» y que «los hombres puedan disponer de ellas sin referirlas al Creador». Así pues, el Concilio, a pesar del optimismo por todo lo humano, latente en especial en la Constitución pastoral, no favorece de ninguna manera una autonomía de lo humano desvinculada de la dimensión trascendental y religiosa. En él encontramos una propuesta teónoma o, mejor aún, cristónoma; es decir, una autonomía consciente de que el secreto de la grandeza y de la profundidad del hombre se encuentra en el misterio de Cristo. La Gaudium et spes, en el pasaje más citado al parecer del Vaticano II, afirma: «En realidad el misterio del hombre solo se explica verdaderamente en el misterio del Verbo encarnado […]. Cristo, el nuevo Adán, revelando el misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al mismo hombre y le descubre su altísima vocación» (GS 22).9 El cristianismo se presenta al mundo con una fuerza divina transformadora y renovadora, fuerza que asume todo el bien y toda la verdad del mundo, que los salva y los redime y los lleva a convertirse a Cristo y a autocomprenderse como su resplandor. Porque Cristo es, al mismo tiempo, «imagen del Dios invisible (Col 1,15)» y «el hombre perfecto, que ha restituido a los hijos de Adán la semblanza divina». «Como en él la naturaleza humana ha sido asumida, pero no absorbida, por eso mismo ha sido elevada a una dignidad sublime» (GS 22). En esta posición teónoma radica lo más peculiar del compromiso cristiano, que es el anuncio de Cristo como salvación de Dios. «Así, la Iglesia, a través de cada uno de sus miembros y de toda su comunidad, cree poder contribuir mucho a humanizar la familia de los hombres y su historia» (GS 40). Porque «cualquiera que sigue a Cristo, el hombre perfecto, se convierte también él mismo en más hombre» (GS 41).10
Volviendo al texto inicial de la Constitución, y en el marco de este viraje antropológico producido en el Concilio, se puede apreciar cómo queda reflejada cumplidamente la intención primera del Concilio Vaticano II, anunciada en el mismo Mensaje al mundo de los padres conciliares del 20 de octubre de 1962 y que hemos presentado al inicio de este estudio. En aquel momento, justo antes de manifestar «la solicitud hacia los más humildes, los más pobres y los más débiles», los padres conciliares afirmaban: «Reunidos procedentes de todas las naciones que existen bajo el sol, llevamos en nuestros corazones las ansias de todos los pueblos que nos han sido confiados, las angustias del cuerpo y del alma, los sufrimientos, los deseos, las esperanzas».11 El pasaje de Gaudium et spes número 1 nos indica la misma preocupación y el mismo deseo.
Por lo tanto, la mirada al hombre moderno, el viraje hacia el mundo de hoy ha de manifestar la predilección por los pobres ...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Página de créditos
  4. Dedicatoria
  5. Índice
  6. Introducción
  7. Primera parte. La «Iglesia de los pobres» en las dos primeras sesiones del Vaticano II y en la Constitución Lumen Gentium
  8. Segunda parte. Debates y episodios significativos sobre la pobreza a partir de la tercera sesión conciliar
  9. Tercera parte. «La Iglesia de los pobres» en los documentos aprobados en la última sesión conciliar
  10. Conclusión
  11. Siglas y abreviaturas
  12. Bibliografía
  13. Índice de nombres
  14. Información adicional