Obsesiones, compulsiones, manías
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Obsesiones, compulsiones, manías

Entenderlas y superarlas en tiempo breve

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Obsesiones, compulsiones, manías

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Información del libro

El trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) es una de las psicopatologías más graves e invalidantes, caracterizada por pensamientos obsesivos y rituales repetitivos. El TOC se estructura sobre la base de presupuestos lógicos y se autoalimenta de mecanismos racionales que, llevados al extremo, se convierten en algo absurdo e ilógico. El modelo evolucionado de la terapia breve estratégica propuesto por Giorgio Nardone, se propone como un instrumento extraordinariamente eficaz para combatir el TOC.

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Información

Año
2015
ISBN
9788425433917
1. La formación de la patología:
 cómo la mente construye su propia prisión
 
Un aspecto fundamental de cómo nuestra mente construye la trampa en la que queda presa es el hecho de que, en el proceso de formación de un trastorno obsesivo-compulsivo, se pueden observar ciertas «regularidades»[1] en la forma de estructurarse; al mismo tiempo se ponen de manifiesto motivaciones distintas que desencadenan las reacciones y el círculo vicioso de la patología. En la investigación-intervención[2] sobre esta patología, realizada por el autor y sus colaboradores durante más de veinticinco años en más de veinte mil casos tratados, se ha llegado a distinguir cinco tipos fundamentales de motivación que activan acciones y pensamientos compulsivos.
El primer tipo lo representa la duda que desencadena la necesidad de respuestas tranquilizadoras.
Se trata, por ejemplo, de la duda de estar infectados o contagiados de una enfermedad a través del contacto con un agente exterior. Esta duda activa la necesidad de buscar respuestas absolutas y tranquilizadoras: debo prevenir la infección por todos los medios; o bien, si esto no es posible, debo activar las modalidades de desinfección, para poner remedio a lo que ya ha sucedido. La dinámica surge de una duda que pone en marcha un sistema de protecciones razonables, preventivas o reparadoras, que al exacerbarse se convierten en la prisión obsesivo-compulsiva. Este tipo de trampa mental puede activarse también a partir de una duda acerca de lo que puede beneficiar a mi vida: por ejemplo, he hecho un examen y me ha salido bien, ese día llevaba puestos unos determinados pantalones y una camiseta y realicé un recorrido determinado para ir a la universidad. Cuando llega el siguiente examen sigo el mismo ritual y el profesor me pregunta sobre temas que conocía bien; es posible que funcione, de modo que en el próximo examen haré lo mismo. La repetición de este guión puede convertirse también en este caso en una compulsión irrefrenable; si no puedo seguir el guión, el miedo hará que me vaya mal en el examen, demostrando la asociación puramente casual entre el ritual y el resultado del examen.
Este primer tipo surge de una duda a la que respondo poniendo en práctica una serie de acciones o pensamientos que en mi mente funcionan, y por este motivo repito tales acciones o pensamientos hasta que se instalan como compulsión irrefrenable. Lo irracional se vuelve totalmente racional.
La segunda modalidad consiste en la ritualidad que deriva del exceso de rigidez ideológica o en el respeto a una moralidad o en la creencia supersticiosa. Por ejemplo, temo haber cometido un pecado, tengo que rezar para expiar la culpa o para conseguir el perdón, un ritual reparador claramente vinculado a una forma de religiosidad punitiva. O bien me obligo a renunciar a algo que me gusta para resistir a la tentación, pero como es muy difícil me impongo un ritual preventivo, como lavarme con agua fría cada vez que siento el impulso erótico para bloquearlo; o bien, sobre una base moral, puedo activar rituales propiciatorios, como ritos matutinos de oración para que ese día todo salga bien; trato de ganarme la benevolencia de Dios para que a mí y a mis seres queridos no nos ocurra nada malo.
El tercer tipo consiste en la exacerbación de procesos de razonamiento racional hasta hacerlos completamente irracionales. Por ejemplo, antes de tomar una decisión tengo que analizar todas las posibilidades, ya que si no lo hago corro el riesgo de equivocarme; esta actuación es razonable, pero si aplico este criterio lógico llevándolo al extremo, se transforma en la incapacidad para tomar cualquier decisión rápidamente. Cuando me encuentro ante situaciones que exigen una respuesta inmediata, tengo que analizar antes compulsivamente todas las variables. Este proceso conduce al cortocircuito: cuanto más trato de obtener seguridad, menos la consigo. El intento de prevenir los errores se transforma en la incapacidad de actuar. Es lo que sucede cuando, antes de realizar actos importantes, pongo en práctica procedimientos preventivos correctos, que sin embargo exagero en un intento de lograr seguridad, repitiéndolos o tratando de ejecutarlos siempre del mismo modo. Es el caso frecuente del cirujano que, como rito propiciatorio, antes de entrar en el quirófano, al realizar los procedimientos correctos de lavado, desinfección y cambio de ropa, controla hasta la exasperación que todo se realice exactamente del mismo modo, y la más mínima variación en el ritual lo desquicia. Lo que es razonable se transforma en una manía irracional que invalida las capacidades. Cuando me siento inseguro y temo haber cometido un error, controlo una y otra vez lo que he hecho hasta que me resulta imposible hacer lo que pretendía. Por ejemplo, un contable que está convencido de haber cometido un error revisa repetidamente los documentos y repite exageradamente los cálculos hasta bloquearse.
El cuarto tipo lo representa el mecanismo por el que la patología se desencadena partiendo de actos de sana prevención llevados al extremo: la prevención se transforma en fobia. Por ejemplo, una madre preocupada por la salud de su hijo llega al extremo de no permitirle exponerse a situaciones consideradas peligrosas. Si bien por una parte es positivo, por la otra puede transformarse en una burbuja de cristal protectora, por ejemplo, cuando al niño no se le puede acercar nadie porque toda persona es un posible portador de infecciones, cuando se evitan los animales, cuando se teme el más mínimo cambio de temperatura o la exposición al viento o al sol. A menudo, en estos casos la casa se convierte en el templo de la limpieza, y todo aquel que entre ha de ser primero desinfectado: la prevención se transforma en manía fóbica. También en este caso existen muchas variantes de tipo preventivo, reparador o propiciatorio. Por ejemplo, cuando la evitación preventiva no ha sido posible, se procede a desinfecciones exageradas, o se abusa de productos considerados casi mágicos.
El quinto tipo de motivo consiste en los efectos de una experiencia traumática. Para defenderse de lo que el trauma ha producido, el sujeto desarrolla una serie de pensamientos o comportamientos sedantes o inmunizadores.[3] Es una situación que se presenta con frecuencia en las mujeres que han sido víctimas de abusos: después del hecho traumático y una vez en casa, se lavan de una forma exagerada como si pudiesen «eliminar» lo sucedido. Desgraciadamente, esta modalidad tiende a estructurarse como compulsión irrefrenable cada vez que en la vida de la mujer aparece algo que puede ser asociado a la primera experiencia terrible. Basta la mirada de un hombre o la sensación de sentirse atraída por una persona para que la mujer se sienta impulsada a ejecutar el ritual de purificación. Lo que hace «funcional» el rito es que con su ejecución la ansiedad y la angustia asociadas a la sensación de suciedad se ven aliviadas por el lavado compulsivo, que sin embargo invalida la vida personal y relacional del sujeto. También en este caso los rituales pueden ser de tipo reparador, preventivo o incluso propiciatorio, para garantizar ilusoriamente lo que sucederá.
El trastorno obsesivo-compulsivo representa, como ninguna otra patología psíquica y conductual, la evolución de una condición de salubridad a la insalubridad aparentemente más absurda a través de una lógica coherente pero exagerada. De una duda sana se puede llegar al ritual patológico, de la reacción natural a un trauma a la compulsión, de una moral correcta a las torturas inquisitoriales, de la razón a la manía irracional, de la prevención a los comportamientos fóbicos. En otros casos, el objetivo es prevenir o poner remedio a algo no deseado o intentar prever el propio futuro. Sobre esta base se estructuran los tres tipos fundamentales del trastorno, que representan la expresión en la práctica compulsiva de los cinco motivos descritos; para cada una de las posibilidades se pueden dar las tres variantes expresivas del trastorno. Esos mecanismos están sumamente disimulados y pueden engañar a cualquiera precisamente por su fundamentación lógica. La obsesión compulsiva puede insinuarse en la mente de cualquier modo y llegar a devorar completamente su sana razonabilidad.
Por tanto, la única forma posible de prevención consiste en prestar atención al momento en que un comportamiento o una actitud comienza a estructurarse como inevitable. La inevitabilidad y la irrefrenabilidad son las primeras condiciones de una compulsión; la tercera es la ritualidad, es decir, cuando una acción o un pensamiento estereotipado nos tranquilizan o nos garantizan el efecto deseado. Deberemos observar además en qué momento nuestra necesidad de control, al prevenir o propiciar nuestra realidad, o bien al remediar los efectos negativos de nuestras acciones y pensamientos, se transforma en una presencia constante e incómoda, que bloquea nuestras sensaciones y nos impide correr el riesgo de equivocarnos para aprender. Pero todo esto requiere una capacidad acrobática en la gestión de uno mismo, de los otros y del mundo circundante.
2. Persistencia del trastorno:
cómo la mente permanece prisionera
La trampa mental representada por el trastorno obsesivo-compulsivo no es solo una de las formas más solapadas de trastorno psíquico y conductual, sino también una de las más resistentes al cambio terapéutico, tanto farmacológico como psicoterapéutico. Esto resulta evidente si consideramos la estructura lógica no ordinaria y a veces excéntrica de la patología: si se pretende hacerle frente con procesos racionales y planificaciones basadas en la razón ordinaria, como sucede en los enfoques psicoterapéuticos tradicionales, se choca con la lógica no racional del trastorno. En cuanto a los tratamientos farmacológicos, no existe un tratamiento realmente específico para el trastorno obsesivo-compulsivo, que en la mayoría de los casos es tratado con un cóctel de antidepresivos, ansiolíticos, antipsicóticos y neurolépticos. En este capítulo nos centraremos en cómo persiste y se mantiene este tipo de malestar psíquico, esto es, pondremos al descubierto los mecanismos que alimentan el trastorno cuando ya está formado. Siguiendo lo que hemos expuesto antes, es importante aclarar que, cuando el trastorno, en su fase evolutiva de formación, se estructura y cristaliza como patología, adopta la forma de una auténtica «homeostasis»[1] y por esto tiende a resistir al cambio, como ocurre, por otra parte, en todos los tipos de homeostasis de los sistemas vivos, incluso cuando son disfuncionales. Esto significa que el equilibrio asumido por un organismo es alimentado por sus interacciones consigo mismo, con los otros organismos vivos y con el mundo circundante. Aunque pueda parecer contradictorio, incluso un trastorno puede estructurarse como un equilibrio que tiende a mantenerse. Sobre la base de estas afirmaciones que proceden de las ciencias más rigurosas, es posible estudiar una patología en su constitución y en su mantenimiento como un sistema homeostático. El constructo clave para este tipo de investigaciones es el estudio de lo que realizan los sistemas vivos en su constante interacción con la realidad y el análisis de sus modalidades redundantes, porque esos «pattern interaccionales» son lo que mantiene y alimenta el equilibrio del sistema, incluso cuando este es disfuncional y desadaptativo. Dicho de otro modo, la observación atenta de cómo el sujeto trata de gestionar su realidad y el examen de los guiones redundantes de percepción y reacción se convierten en el foco de la atención, en cuanto responsables de la autopoiesis[2] del sistema, es decir, del mantenimiento y alimentación de su equilibrio. Desde este punto de vista, y de acuerdo con la investigación científica más avanzada, se han descubierto las formas redundantes de esa dinámica en los sujetos afectados por un trastorno obsesivo-compulsivo. Tras una pri...

Índice

  1. Portada
  2. Créditos
  3. Índice
  4. Introducción. El trastorno obsesivo-compulsivo, o la tiranía del absurdo
  5. 1. La formación de la patología: cómo la mente construye su propia prisión
  6. 2. Persistencia del trastorno: cómo la mente permanece prisionera
  7. 3. El cambio terapéutico: cómo la mente puede ser liberada de sus prisiones
  8. 4. «Si quieres ver, aprende a actuar»: casos clínicos explicativos
  9. 5. Extravagancia patológica: casos particulares
  10. 6. Eficacia y eficiencia de la terapia breve estratégica en el trastorno obsesivo-compulsivo
  11. Apéndice. Tecnología terapéutica en acción
  12. Bibliografía
  13. Notas
  14. Más Información