Líderes de la manada
eBook - ePub

Líderes de la manada

Cómo guiar a la familia con ternura

  1. Spanish
  2. ePUB (apto para móviles)
  3. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Líderes de la manada

Cómo guiar a la familia con ternura

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

Hay un hecho que no deja lugar a dudas ni debates: para poder hallar su camino en el laberinto de la vida, los niños necesitan la guía de los adultos. No hay mayor suerte para un niño que tener unos padres que ejerzan con ternura su papel de líderes de la manada, que tomen decisiones claras, que impongan aquellas que resultan fastidiosas y den un sentido real a la idea de autoridad. Desde la premisa de que "el liderazgo crea confianza", el experto terapeuta familiar Jesper Juul anima a madres y padres a poner en práctica un nuevo estilo de liderazgo que nos permitirá crecer a todos: al niño, al adolescente y, no menos importante, a los propios padres.

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a Líderes de la manada de Juul, Jesper en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Education y Education General. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2017
ISBN
9788425438509
Categoría
Education

1. Los niños necesitan adultos que asuman el liderazgo

¿Cómo lo sabemos? Pues lo sabemos por experiencia: los niños que crecen en familias en las que los adultos no ejercen como guías o lo hacen solo de manera limitada no están bien y no se desarrollan adecuadamente. Aparentemente, esto ocurre por dos motivos. Uno es que, si bien es cierto que los niños conocen bien sus deseos y apetencias, no son conscientes de sus necesidades básicas. El otro es que para adaptarnos a una cultura, sea la que sea, tanto en la sociedad como dentro de la familia, las personas necesitamos una guía adecuada. En otras palabras: los niños nacen muy sabios, pero sin la experiencia práctica de la vida, sin una visión global de las cosas y sin la capacidad de pensar en el futuro. Para adquirir esas habilidades necesitan a los adultos.
Es preciso que entendamos que guiar y educar son dos cosas completamente distintas, a pesar de que ambos conceptos se confunden constantemente e incluso se utilizan como sinónimos en el lenguaje ordinario. Para criar y educar a un niño la persona adulta tiene que asumir el liderazgo. Si esta persona no puede o no quiere hacerlo, o si lo hace de manera destructiva, nadie tendrá éxito –la persona adulta no logrará sus propósitos y al niño le será imposible prosperar y desarrollar su personalidad. Para ser exactos, este capítulo debería tener el siguiente título: «Para construir relaciones fructíferas y sólidas entre niños y adultos, los adultos tienen que asumir el liderazgo». Every team needs a captain; toda familia necesita sus líderes de la manada.
Trabajo como asesor y terapeuta familiar desde hace 40 años. Cada época se caracteriza por determinados temas y retos; durante los últimos 20 años me he encontrado con un número cada vez mayor de padres y madres de todas las clases sociales que se quejan de temas como el momento de levantarse y arreglarse por las mañanas, el sueño, las comidas y cosas similares. Se trata de asuntos que no son problemáticos en sí mismos, pero el hecho de que tantos padres e hijos tengan que pelearse con ellos es un indicio claro de falta de liderazgo. Esto no significa que los padres de antes guiaran mejor a sus familias, al menos no en el sentido de que su guía sirviera para el bienestar y el desarrollo saludable de los niños. Pero sí lo hacían de manera más clara y firme, con lo cual conseguían que hubiera menos conflictos latentes. El deseo tan frecuente hoy en día de que los padres vuelvan a dirigir así a sus familias parece sugerir que estos habrían apretado sin querer el botón equivocado y ahora simplemente tendrían que apretar el correcto. Como usted ya sabe, desgraciadamente no es tan sencillo.
Pero los padres no son los únicos que tienen dificultades. Hace algunos años, durante una conferencia me mostré muy crítico frente a un método educativo que se había puesto de moda y que se basaba en el principio de premiar a los niños obedientes y dóciles… Durante la pausa, la directora de un pequeño jardín de infancia me contó con cierto bochorno que, de acuerdo con las educadoras, había comenzado a utilizar justamente el método que yo había criticado abiertamente. El motivo: «No éramos capaces de conseguir que los niños ordenaran el rincón de juegos al final del día». Mi respuesta fue: Si los adultos que trabajan en una guardería con un grupo de niños de tres a seis años no consiguen generar en el centro una atmósfera y una cultura de colaboración y participación, entonces deben reflexionar urgentemente acerca de sus habilidades interpersonales para cambiarlas radicalmente, junto con su concepto de liderazgo. En cualquier caso, no basta con manipular a los niños mediante un método tan primitivo.
Cuando se trata el tema del liderazgo en la familia, la escuela o la empresa, la relación entre la persona que dirige y aquellas que son dirigidas se entiende tradicionalmente como una relación sujeto-objeto en la que el niño o el empleado es el objeto. Ahora ya sabemos que las relaciones de sujeto a sujeto1 tienen mejores resultados para todas las personas implicadas, son más constructivas y fecundas y favorecen el sentimiento de grupo. Fomentan el éxito de una relación en el sentido de hacerla más satisfactoria, saludable y productiva.
Claramente, este conocimiento abría las puertas a un nuevo paradigma para el que todavía no existía un nombre. Se trata fundamentalmente de la dignidad, a la que todas las personas tienen el mismo derecho y que resulta determinante para la calidad de una relación. Por eso me decidí por el concepto de dignidad común (Gleichwürdigkeit), tanto entre hombres y mujeres, como entre niños y adultos.2 El liderazgo ideal por parte de los adultos podría describirse como proactivo, empático, flexible, basado en el diálogo y cariñoso.
Ser proactivo significa ser capaz como adulto de actuar conforme a los propios valores y objetivos, en lugar de reaccionar simplemente a lo que el niño dice o hace. La empatía es la capacidad de comprender realmente a otra persona. Ser flexible quiere decir poder y querer tomar en consideración los cambios y las evoluciones que se dan tanto en el niño como en uno mismo –lo contrario a pretender ser siempre consecuente. Ser cariñoso y basarse en el diálogo quiere decir tomar en serio los deseos, las necesidades, los pensamientos, las ideas y los sentimientos del niño, incluso cuando son opuestos a los que uno mismo tiene. Para las personas adultas que guían de esta manera a su familia el aspecto más importante de todos es la autoridad personal. En los próximos párrafos me ocuparé de este concepto.
A grandes rasgos, podemos imaginarnos una familia como un lugar en el que cada uno de sus miembros recibe la mayor cantidad posible de aquello que necesita para tener una vida óptima, y la menor cantidad posible de aquello que no le ayuda a tener una vida mejor. Si se quiere ejercer un liderazgo basado en la dignidad común de todos los miembros de la familia, hay que procurar que exista suficiente equilibrio entre las necesidades del grupo y las necesidades de cada uno de sus miembros. Lógicamente, esto puede aplicarse también a las guarderías infantiles, las escuelas y los clubes de fútbol: como en el caso de la familia, aquí también se trata del equilibrio entre las necesidades individuales y las del grupo.

Redefinir la autoridad personal

Hasta finales de los años sesenta la autoridad de las personas adultas se basaba en la libertad de ejercer un poder casi ilimitado y de abusar de él. Por otra parte, esa libertad estaba íntimamente unida con el correspondiente rol social de madre, padre, profesor, policía u otros. Este tipo de autoridad causaba en los niños más miedo e inseguridad que confianza y respeto. El miedo se sostenía mediante el uso (y abuso) del poder en forma de amenazas, así como de la violencia verbal y física. Otro instrumento de poder consistía en poner condiciones a todas las formas posibles de amor.
Algunos padres y profesores –que los niños describían a menudo como «duros, pero justos»– lograban ganarse el respeto de sus hijos y alumnos, pero la mayor parte de las autoridades eran desconsideradas y ejercían su poder de forma arbitraria y atendiendo exclusivamente a sus propias necesidades. Eso era lo corriente, y no era por falta de amor. Era la manera en que se manifestaba el amor en la mayoría de las familias y el modo de trabajo de los educadores en los centros de enseñanza.
En los años setenta y ochenta tuvieron lugar dos procesos relevantes que cambiaron para siempre las viejas normas y modelos. Uno fue el movimiento antiautoritario, que llevó a las personas adultas a cuestionar también su papel con respecto a los niños. El otro fue la decisión de las mujeres de escapar del rol que tradicionalmente habían tenido y tomar las riendas de su futuro y su felicidad. Ambos movimientos hicieron patente que ya no era posible tolerar sin más y no oponerse al modo en que se usaba y se abusaba del poder, y al modo en que se sometía de forma despiadada a los más débiles.
Cuando un niño llega al mundo, lo hace sin la carga del pasado social y político de sus padres y antepasados, por lo que se encuentra totalmente abierto al futuro y deseoso de ver lo que este le depara. No se cuestiona su existencia ni su derecho a la vida. Los años setenta fueron testigos de un cambio en el trabajo pedagógico con niños en edad escolar y preescolar, y el objetivo de la educación dejó de ser la adaptación para pasar a ser el desarrollo personal, al menos en teoría. Las escuelas (sobre todo en los países escandinavos) comenzaron a transformarse, alejándose de la autocracia y acercándose a la democracia, lo que hizo que muchos procesos resultaran considerablemente más lentos y costosos. Es mucho más rápido decir «basta» que «¿cómo lo ves tú y cómo podemos llegar a un acuerdo?». Por primera vez se le concedía valor al ser humano como individuo y, naturalmente, esto convertía en inviables todos los estilos de liderazgo conocidos hasta ese momento. De hecho, el vacío que se generó resultaba tan evidente que muchos expertos empezaron a escribir acerca de «la muerte de la familia», «el caos en las escuelas» y escenarios terribles similares. Los nostálgicos aludían casi sin tapujos a los «buenos viejos tiempos» en los que solo «había que ver, pero no escuchar» a las mujeres y a los niños.
Y es cierto, el liderazgo de los adultos ya nunca volverá a ser lo que fue. Pero, puesto que sigue siendo necesario, debemos trabajar para reinventarlo. En una sociedad moderna, se trata de que los líderes de la manada no dañen su personalidad ni la de aquellos a los que guían. Hay que contar con cada uno de los miembros de la manada. Este es el enorme desafío ante el que se encuentran hoy padres y educadores. Ellos son los verdaderos pioneros y merecen ser aplaudidos cada día por su perseverancia y su compromiso. Puede que al final su esfuerzo y su experiencia conduzcan a que el desarrollo psicológico del ser humano alcance el mismo nivel que el tecnológico y el económico.
Ya lo he dicho antes: el factor más importante en este proceso de transformación es la autoridad personal. Se trata del sustituto más consistente para la autoridad tradicional, basada en los roles. La autoridad personal tiene sus fundamentos en la autoestima, el autoconocimiento, el respeto por uno mismo, la confianza en uno mismo y la capacidad de respetar nuestros valores y límites personales, sin caer por ello en la arrogancia. Pues, no hay que olvidarlo, la autoridad personal se basa también en nuestra capacidad de valorar y tratar a los demás con empatía y respeto. Not easy. Indiscutiblemente es más fácil encerrarse en el papel de maestro o maestra que convencer mediante la personalidad.
¿Por qué nos resulta esto tan difícil a tantos de nosotros? En mi opinión, hay tres motivos: el primero es que la mayoría de nosotros fuimos educados para adaptarnos, volvernos uniformes y olvidar así nuestra personalidad. El segundo –especialmente en las mujeres– es el miedo a ser tachadas de egocéntricas y obsesionadas consigo mismas. Y el tercero es la gran escasez de modelos de actuación adecuados. La mayor parte de nosotros nos criamos con padres y educadores a los que no les interesaba realmente quiénes éramos, con lo cual, nosotros tampoco llegamos a averiguarlo nunca. Esto significa que nos encontramos ante el reto de experimentar y expresar rasgos a los que nunca se les ha concedido ningún crédito, ni en nuestras familias de origen ni en la escuela. No obstante, la búsqueda vale la pena, por nuestros hijos y porque también nosotros, los adultos, podemos sacar provecho de ella. Así que, del mismo modo en que una cantidad sorprendente de amantes y estudiosos de los lobos trabaja apasionadamente para que desaparezca de nuestras mentes la vieja imagen de los lobos agresivos3 que compiten continuamente por el papel de líder, los padres y los educadores modernos luchan por un modelo de convivencia que, teniendo en cuenta que los niños, por pequeños que sean, son seres sumamente inteligentes y sociales, los tome realmente en serio y acabe con su sumisión.
La buena noticia es que todo esto es factible y que hacerlo mejorará la calidad de nuestras vidas, de nuestro trabajo y de nuestras relaciones personales. Podemos aprender con y de nuestros hijos, siempre y cuando estemos decididos a hacerlo. Si pensáramos como antiguamente, actuar así conduciría a que nuestros hijos y alumnos nos perdieran el respeto. Pero, en realidad, esta actitud crea respeto, un respeto mucho más profundo que el que había existido hasta ahora. Es probable que usted ya no pueda tomar tantas decisiones de tipo jerárquico como antes, pero dejará una huella más profunda en sus hijos y tendrá más influencia en ellos.
La persona que dé este paso sentirá miedo y preocupación, pues al darlo perdemos el asidero al que hasta ahora nos habíamos agarrado para sentirnos seguros y valiosos. Así que ya es hora de conocer a la hermana gemela de la autoridad personal: la responsabilidad personal.

Asumir la responsabilidad personal

La responsabilidad personal resulta de reconocer que yo soy responsable de mis actos y de mis decisiones, esto incluye también la decisión acerca de cómo quiero vivir con mi familia, cómo deseo cuidar de ella y cómo quiero criar a mis hijos. Puede que mi hermano, mi madre o mi suegro intenten influir en mí, e incluso es posible que pretendan enseñarme la diferencia entre lo que está bien y lo que está mal. Pero finalmente no serán ellos los que asuman o compartan conmigo la responsabilidad por mis decisiones. La responsabilidad es mía y, con algo de suerte, podré compartirla con mi pareja.
La idea de unos padres perfectos es absurda. Los mejores padres que puede tener un niño son aquellos que asumen la responsabilidad de sus errores cuando son conscientes de haberlos cometido. Aquel que no asume la responsabilidad de su vida –y de sus errores– se convierte en víctima, y sentirse víctima no es bueno ni para los adultos ni para los niños.
Que se entienda bien, estoy hablando de responsabilidad, no de culpa. Todos somos en parte responsables de aquello que hacen nuestros seres más cercanos y queridos –esto es algo consustancial a las relaciones familiares–, pero no somos culpables de todo lo que les ocurre. Mientras nuestros hijos viven ...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Créditos
  4. Índice
  5. Introducción
  6. 1. Los niños necesitan adultos que asuman el liderazgo
  7. 2. Puede confiar en su hijo
  8. 3. El líder de la manada y el niño interior
  9. 4. Líderes femeninas y líderes masculinos
  10. 5. Ser mujer y madre
  11. 6. ¿Dónde están los hombres y los padres?
  12. 7. ¿Realmente queremos tener hijos fuertes y sanos?
  13. 8. ¿Qué tiene que ver el poder con el liderazgo?
  14. 9. ¡El futuro de su hijo es ahora!
  15. 10. Valores que ayudan a liderar
  16. 11. El éxito a través de la adaptación: nuestra ilusión colectiva
  17. 12. Trampas para líderes de la manada
  18. 13. Liderazgo 'light': la adolescencia y el hijo adulto
  19. Libros y DVD de Jesper Juul
  20. Notas
  21. Información adicional